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Carta abierta a Jorge Iván Cuervo (@cuervoji en Twitter)

19 Dic

Sé que no soy de su agrado desde hace mucho tiempo y creo saber por qué: es usted un hombre machista, clasista y amigo de que los secretos de sus amigos poderosos se queden muy bien guardados. Hace ya varios años me ocupé de una de sus grandes amigas y eso a usted lo marcó para siempre en contra mía porque una persona como yo no puede burlarse de personas como ustedes y entonces durante varios meses estuvo diciendo que yo NO PUEDO ser una mujer porque soy muy inteligente, muy hábil y escribo muy bien y que soy UNA MALA PERSONA. ¿Alcanza a ver los niveles de su machismo? Subestima tanto a las mujeres que si aparece una que desenmascara impostores intelectuales, falsos sabios, falsos profetas, falsos eruditos… es una persona mala y no puede ser una mujer. Si esos impostores son amigos suyos entonces su dolor y su ira se multiplican, se convierte en una especie de señora histérica descontrolada.

Si quien quitara mascaritas fuera un amigo suyo seguramente celebraría la habilidad de semejante portento, hasta diría que está al lado de Quevedo o de la inexistente critica cultural en Colombia. ¿Me equivoco?

Está hecho usted un mar de lágrimas porque Catalina Ruiz-Navarro perdió todo el prestigio como intelectual, feminista, filósofa, defensora de Causas y experta en poses y el nivel de su odio hacia mí es tan ciego y tan desproporcionado, tan locamente desmedido, casi como si fuera una señora menopáusica, que cree que LA LOCA ELSY se inventó un plagio de 40 páginas en un trabajo de grado en la Universidad Javeriana porque soy mala y voy por ahí dañando la honra de gente admirable, así de emocional es su mente, así lo pone a procesar pensamientos su machismo y su clasismo.

El hecho de que desde hace más de seis años venga denunciando las incoherencias de Catalina Ruiz-Navarro no me convierten en loca ni en mala persona sino en profeta. En vez de llenar su cabeza de veneno porque le molesta mucho que yo pueda ver primero donde nadie más no puede ver debería felicitarme por ser tan inteligente, por saber ver, por no fallar nunca en mis hipótesis sobre impostores de toda pelambre.

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¿A las mujeres se les exige mucho?

11 Sep

Estuve hablando con un médico. Le pregunté si puede detectar enfermedades del cuerpo y del alma con sólo mirar al paciente y antes de que me respondiera le dije que yo sí puedo porque soy experta en la mirada espontánea. Le dije que es preciso fijarse en la mirada, la sonrisa y la forma de caminar de la gente, en la forma de mover los brazos y las manos. Le dije que están más tristes y enfermas las mujeres, aunque los hombres también están agobiados y confundidos. ¿Es el cambio de milenio, la Era de Acuario, la estrategia de los dueños del mundo? ¿Nos quieren volver locos a todos? ¿Quieren comenzar con las feministas?

El médico no lo negó y agregó la siguiente frase: «¡Claro! A las mujeres se les exige mucho. Deben verse bonitas, ser buenas esposas, experimentadas amantes, saber cocinar, vestirse bien, ser madres ejemplares, trabajar con esmero y ser feministas, jajajaja, esa ocupación también les quita mucho tiempo».

Y yo no lo dije pero lo pensé: «Los hombres nunca se han tomado en serio el feminismo, han dejado que las mujeres se liberen todo lo que quieran para reírse un poco mejor.Y ahora que no tenemos feminismo sino feminismos tienen mucho material para recrearse con sus burlas. No importa, a pesar de todo sigo amando a estos cerdos machistas, a los cisgénero: hombres con genitales masculinos que se ven y se identifican como hombres. La próxima vez que me encuentre con un hombre le preguntaré si es cisgénero: «¿Tienes genitales masculinos y eres hombre hombre?».

Lo más triste de todo: el médico tiene razón.

¡Y no es que a las mujeres se les exija demasiado, pasa más bien que muchas mujeres mal entrenadas y poco reflexivas quieren competir con los hombres y no saben que competir no es una actitud inteligente porque terminan haciendo doble trabajo: el de los hombres y el de las mujeres: los hombres sólo tienen que ser hombres y ya; ellos no están pidiendo ser madres, por ejemplo!

Muchas mujeres quieren posar de heroínas, de exitosas, de controladas y versátiles y, entonces, recordé la frase machista que oí hace como treinta años: ¡El feminismo les sirvió para que además de ser madres y amas de casa ahora también tengan que trabajar!

Y, claro. Ahora la mayoría de las mujeres se siguen casando, teniendo hijos, siguen cocinando, quieren verse muy femeninas y además trabajan. En el trabajo no quieren ser «menos» que los hombres y, entonces, por querer demostrar que son iguales, que no son seres inferiores, terminan trabajando el doble y muchos hombres se sientan a verlas trabajar.

No son inteligentes ni creativas como yo. La clave consiste en usar lo mejor del feminismo para beneficio propio. Para comenzar: ¿qué sentido tiene casarse y tener hijos si es lo menos original que las mujeres han hecho a lo largo de la historia? ¡Pero la feminista también cae en el juego de la reproducción y termina convertida en ama de casa y madre asfixiante como todas las demás! No tener hijos deja mucho tiempo libre, se nota que no aprendieron nada de Virginia Woolf y de Simone de Beauvoir.

La estrategia de la lucha por el poder es masculina, es el infantilismo masculino que explicó tan bien Virginia Woolf pero las feministas en vez de sentarse a contemplar a los pobres hombres luchando por el poder les pareció más divertido competir con ellos. ¡No son inteligentes! Buscan competir con los hombres.

Conclusión: ¡El médico tiene razón! Con el feminismo las propias mujeres se encargaron de echarse la soga al cuello.

Feminazis en Bogotá: ¿Realidad o leyenda urbana?

3 Jul

Desde hace tres  meses me persigue la palabra feminazi y todavía no tengo claro si es un chiste o una nueva deformación del feminismo.

Primero fue una conversación con mi hermana sobre una conversación de mi mamá con ella sobre una conversación de ella con una médica sobre lo complicado que puede ser para ellas (las médicas) encontrar hombres dignos de su estatus profesional y económico. La médica le dijo a mi mamá que muchas colegas tienen novios o parejas estables jóvenes y que ellas están bien dispuestas a sostener económicamente a esos hombres por el simple hecho de no estar solas, por aparecer ante sus vecinos como mujeres plenamente realizadas en el plano amoroso, como parejas normales.

He visto tuits burlescos de hombres que buscan novia feminazi. Lo que desean estos nuevos soñadores es una mujer profesional, feminista, independiente, clara en sus objetivos, con trabajo estable, carácter fuerte, carro, dispuesta a conquistar al hombre, a pedirle sexo, a pagar el motel después de haber pagado el almuerzo y la invitación a todas las atracciones del centro comercial.

He visto a varias vecinas salir felices a trabajar mientras su esposo (un vago) se queda todo el día descansando. Cuando regresa ella se ocupa de atenderlo y complacerlo. ¿Es también esa otra vertiente del  feminismo mal comprendido? Cuando veo a esas rebeldes recuerdo la frase común que dice que gracias al feminismo las mujeres además de ser madres, esposas, amas de casa, consejeras, buenas cocineras… además de todo lo que hacían antes de la revolución, ahora también deben trabajar. Muchas mujeres salen a trabajar mientras su esposo se queda todo el día en la casa viendo partidos de fútbol y porno en RedTube. Esa es mi sospecha cuando veo los buses llenos de mujeres todas las mañanas y todas las tardes.

La feminazi es una feminista que reniega del sistema opresor y para oponerse al orden patriarcal asume el rol del hombre. Tiene un conflicto con los hombres, los odia y los desprecia y su forma de manifestarlo es convirtiéndolos en objetos y en víctimas. Lo peor de esta causa es que a muchos hombres les parece excitante que una mujer los trate de esa forma, les parece divertido que «abusen» de ellos. Tengo un buen amigo con una novia feminazi. No sé si este nuevo fenómeno da para reír o para llorar.

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Squirting. Confesiones de una vieja verde

25 Jun

Anoche antes de dormirme pensé que casi todo se puede vivir como meditación si se hace de forma consciente y se disfruta mientras se ejecuta cada acción: pensar es una acción, caminar es una acción, contar un chiste es una acción, llorar de tristeza es una acción. Lo importante siempre es entregarse a cada tarea de manera tranquila y natural, tratando siempre de que sea de forma ordenada y consciente, con un fin bien definido.

El ejercicio de la sexualidad también podría pensarse como meditación y no estoy hablando de sexo tántrico sino de amor propio, buena salud, predisposición física (tener las benditas glándulas de Skene) y entregarse a la experiencia con entusiasmo, inteligencia y buena actitud.

Viendo porno -la nueva escuela de amantes de las nuevas generaciones- noté que el famoso squirting le cambia la cara a los actores porque se puede fingir placer, se puede gritar para hacer sentir bien al hombre, se puede gemir para decir con las feministas que el orgasmo femenino es otra manifestación del dominio del macho, de la sociedad patriarcal y falocéntrica. Pero la eyaculación femenina es una experiencia que le cambia la cara y la actitud a la pareja. Para la mujer es una sensación de plenitud total, para el hombre (por ser una experiencia tan escasa en el terreno sexual) es un trofeo que lo hace sentir muy bien y lo convierte en un mejor amante, es una especie de condecoración que le confirma que la mujer está gozando de verdad. Mientras ocurre el hecho los dos saben que ninguno de los dos está fingiendo.

Un squirting en los primeros encuentros sexuales puede ser el comienzo de una relación duradera. Está casi científicamente comprobado que el hombre se enamora de la mujer que le da placer sexual y que a la mujer le produce una sensación de paz y de confianza un hombre que además de saber usar sus dedos y su lengua es apasionado, cariñoso, de trato suave, amante y admirador de las mujeres. Si está bien dotado y no tiene problemas de disfunción eréctil ni eyaculación precoz se convertirá en el amante perfecto. Una mujer con glándulas de Skene bien estimuladas, dispuesta a disfrutar del placer y con un hombre con las cualidades señaladas anteriormente es una mujer bendecida y afortunada.

Un buen squirting exige dedos y lengua diestros, pero, ¿qué es el bendito squirting de manera objetiva? ¿cuál es la explicación científica y por qué tan pocas mujeres han vivido esta experiencia tan espiritual?:

El squirting es la expulsión de un líquido generado por las glándulas de Skene o parauretrales, estas glándulas se encuentran ubicadas en la zona de la pared anterior de la vagina. Se estimulan en el acto sexual, producen un líquido transparente, incoloro, sin olor ni sabor, es como una especie de agua bendita que brota de una especie de fuente en forma de chorro, de forma similar a la eyaculación masculina, pero puede ser mucho más abundante y puede ocurrir varias veces en un encuentro sexual. La mujer no necesita recuperarse de cada eyaculuación, como el hombre, sino que cada nuevo chorro la hace sentir más plena y más leve, es un placer que viene del deseo consciente de la mujer de gozar del placer y de compartirlo con otro. El sexo es un trabajo en equipo.

En muchas mujeres esta experiencia no llega a vivirse nunca porque la mayoría no tienen las glándulas de Skene (llamadas próstata femenina) y entre las pocas que las tienen la mayoría no han contado con la estimulación adecuada porque las mismas mujeres no conocen su cuerpo, porque confunden la sensación placentera con el deseo de orinar (aunque el líquido expulsado en el squirting contiene residuos de urea y creatina, no es orina, sino que está formado principalmente por glucosa, fructosa y fosfatasa ácida prostática) o porque su pareja masculina es un hombre insensible, sin interés en conocer los límites del cuerpo y el placer de su novia, esposa o amante.

Algunas mujeres logran el squirting mediante la masturbación y es mucho más frecuente entre lesbianas que en parejas heterosexuales. El problema radica en que el autoamor es una experiencia triste porque la persona puede divertirse mucho pero al final puede sentirse muy solita y, además, en asuntos sexuales es más satisfactorio compartir con alegría. En cuanto a gozar de semejante dicha con una mujer es un placer que no deseo experimentar porque creo en la teoría del espejo y porque amo a los hombres, porque el squirting también es muy placentero cuando interviene el miembro viril.

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El sueño frustrado de Javier Moreno, en Twitter @infrahumano

3 Jun

Javier Moreno es uno de los grandes pensadores colombianos a quien no le interesa disimular que no le simpatizo. Tiene cuenta en Twitter y cada cierto tiempo lanza un insulto para hacerme saber que le resulto despreciable.

Hoy se está cumpliendo un aniversario más de la muerte de Rosa Elvira Cely, una mujer que fue violada y cuya violación terminó en muerte. Lo más probable es que Javier también manifestó repudio ante este hecho tan despreciable de violencia contra la mujer.

Una persona inteligente y sensible no debería hacer chistes con este tipo de hechos, Pero Javier los hace y los comparte con sus amigos en público.

¿Cómo serán sus comentarios en privado?

No me los quiero ni siquiera imaginar.

Por tratarse de una fecha tan especial Javier recordó de nuevo los deseos que tiene reservados para mí. No le bastó con pensarlo, le pareció divertido compartir su deseo con otros tuiteros que le celebraron «el chiste».

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Emprendedores colombianos en la red. El caso @aspasiasegunda

22 Feb

Hace más de cinco años fui invitada como conferencista en la Universidad Externado de Colombia. Seis conferencias de tres horas para un grupo de estudiantes de Comunicación Social. 18 horas para hablar de mí y de mi experiencia como experta en redes sociales. Alguien pensó que tenía material suficiente almacenado en el cerebro para convencer a un grupo de jóvenes entusiastas de que gracias a la tecnología podrían llegar tan lejos como yo, podrían soñar con comprender la verdad revelada a través de mi experiencia.

La Conferencia tenía un nombre: Cibercultura. Yo, a través de mi voz, como una Autoridad, sin material, sin evaluación, sin participación de los jóvenes entusiastas, debería hacerme oír y pasaría la materia quien tuviera el valor de soportarme durante 18 horas sin parpadear. Una especie de tortura dividida en seis sesiones que equivalía a tres créditos y que ellos -las víctimas- debían soportar en silencio y con resignación. Todo el curso pasó la «materia». Yo me sentía culpable haciendo el ridículo más grande de mi vida.

Al final, en la última sesión, sentí congoja, pena y pesar por esas jóvenes promesas amantes de la tecnología, la cibernética, las redes sociales, el posthumanismo y las transacciones bancarias en línea. Sentía que los había defraudado. Ese día me prometí a mí misma no volver a presentarme como disponible para una experiencia tan triste y tan dolorosa.

Entre el grupo de víctimas había una niña que logró llamar mi atención. Era una joven formal, atenta, amable y bien dispuesta para oír a su sabia de turno. Era una joven dulce, con voz de teletubie y una estatura que oscila entre lo bajo y el enanismo. Ni bonita ni fea, ni gorda ni flaca. La versión de una estudiante amable en miniatura, con mirada y actitud servil.

¿Por qué destaco la bondad, la estatura y el tono de voz de @aspasiasegunda? Porque en Twitter y en Instagram, como dicen en tono coloquial: se nos creció la enana.

¿Cómo supe que la niña servil en miniatura es la misma @aspasiasegunda de Twitter? Supongo que ella apareció de la nada para recordarle a su maestra que había sido una de las privilegiadas, que había tenido el gusto de haberme oído durante las 18 horas. Y, entonces, ese día supe quién era, la recordé perfectamente: era la niña servil y bien educada que soportó las conferencias de Cibercultura con una mezcla de gozo y resignación.

@aspasiasegunda no tiene nombre oficial. ¿Por qué? Sólo ella lo sabe, pero ha sabido ganarse el respeto y la admiración de hombres y mujeres que seguramente sueñan con gozar alguna noche con los encantos de semejante mujerón.

Al comienzo se abrió camino sola, posando de inteligente, culta, profunda e irreverente. Un día cualquiera publicó una fotografía y alguien le dijo que era la mujer más sensual del universo y ella se lo creyó, entonces decidió que la mejor estrategia de marketing era posar con el paquete completo, quiso encarnar  a la mujer ideal: inteligente, profunda, sabia, sensible, con buen sentido del humor, crítica, puta en la cama y divertida en Oma y en Juan Valdez.

Se convirtió en una Institución con el lema Viernes de tangas al tobillo y logró hacernos sentir que hasta cuando nos informaba que estaba en un trancón o llovía torrencialmente ella seguía siendo la puta insaciable de siempre. Los tuits de @aspasiasegunda deben ser leídos con un largo gemido para que se entienda su sentido profundo y cabal.

La bella Aspasia ha concretado varios momentos decisivos a lo largo de su carrera:

1. Se gradúa como Comunicadora Social.

2. Crea su cuenta en Twitter.

3. Reconoce y se presenta ante su Maestra de Cibercultura

4. Conoce a Virginia Mayer

5. Es contratada en KienyKe.

6. Se vuelve influyente en Twitter

7. Se toma la primera foto en calzones.

8. Daniel Samper Ospina la descubre.

9. Empieza a publicar en la revista SoHo.

10. Contrata un fotógrafo que le permitirá exhibir todos sus encantos en Instagram.

A continuación algunos tuits de la emprendedora. Recuerde el lector que estas pequeñas obras maestras escritas con arte e ingenio deben ser leídas con un largo gemido, como si quien escribiera fuera una loba en celo muy inteligente, crítica y profunda. El paquete completo:

Si de verdad les gustara más la inteligencia que la nalga el Reinado no existiría, pero ustedes perdonan cualquier ignorancia en tanga.

Nada más sexy que una buena conversación.

Yo jodo pero valgo la pena. El premio es pa’ el que aguante.

Un hombre como Pirlo, que la meta con elegancia, pues.

Intentémonos que ya es viernes.

Estado civil: pecando…

aspasia

Cincuenta sombras de Grey

15 Feb

En tiempos de estupidez universal y del tan efectivo voz a voz seguramente Cincuenta sombras de Grey será la película más taquillera de la historia del cine. El porno para mamás que hizo famoso el libro logrará que muchos de los que no lo leímos -por puro amor propio- veamos la película por curiosidad, para ver la reacción del público, para apreciar cómo presentan el supuesto porno en pantalla gigante para ser visto en plan familiar y porque es menos doloroso ver una mala película que leer un mal libro. Perdemos menos tiempo y no estamos obligados a reciclar.

La película recrea la historia de amor de una joven inexperta, juiciosa, bien educada, con valores, bonita, inocente y sumisa que se enamora de un hombre mayor, experimentado, atractivo, rico, dominante y machista. La típica historia soñada por millones de niñas pobres que quieren triunfar, inspirarse viendo telenovelas porque sospechan que aquello que le pasa a las heroínas podría pasarle a ellas también y se preparan para lograrlo. La mayoría fracasa porque así es la vida, porque lo que pasa en los libros, en las telenovelas y en el cine no le pasa casi a nadie, es un simple consuelo para que el público se olvide -mientras disfruta de la obra- de su propia miseria personal. Cuando se acaba la película se reencuentran de nuevo con la dolorosa realidad, con el soñador fracasado.

Cincuenta sombras de Grey es un gran pretexto para que las feministas se indignen porque la mujer es tratada como un objeto que se pone a disposición del hombre a cambio de regalos caros. El orden patriarcal y falocéntrico es asumido por hombres y mujeres en la película y en la sala de cine, en los millones de lectoras deseosas de ser sometidas por un hombre frío que las domina, a ellas les resulta excitante imaginar que son atadas y golpeadas. Desean ser tan afortunadas como la protagonista de la historia mientras engordan, educan a sus hijos y soportan a su marido gordo y desagradecido.

La película es una bonita fusión entre liberación sexual y mentalidad de prepago. El hombre le pide apertura mental a la mujer y mientras lo hace reconoce que tiene traumas de infancia y termina seducido, enamorado de la mujer que quiere tocarlo, mirarlo a los ojos, dormir a su lado, no simplemente constituirse en su objeto sexual. Es una historia tonta que produce risa, risa estúpida, nada que ver con la historia de O, Irreversible, El amante, Luna de hiel, El último tango en París o Saló o los 120 días de Sodoma. Es una película estúpida para un público estúpido que ríe ante su propia estupidez porque se siente engañado. Iban a ver porno y les terminaron ofreciendo una insulsa historia de amor, se sienten burlados y sólo pueden reír ante sus expectativas truncadas.

El público va dispuesto a estimularse viendo imágenes estimulantes que nunca llegan, las escenas más fuertes son menos fuertes que las que se pueden ver en películas de mujeres y carros o en algunas telenovelas. Cuando la pareja de enamorados descubre que su sentimiento está mucho más allá del cuerpo y notamos que se acabó el asunto la gente ríe asombrada porque cae en cuenta de que han sido burlados de nuevo por la publicidad, el marketing, el voz a voz y el instinto básico que los lleva a creer que el sexo es lo más importante en la vida, porque fantasearon con la idea de que ir a cine con una amiga a divertirse un poco en un plan diferente, algo que los sacará de la rutina de los sábados resultó ser sólo otra mala película, como lo son la mayoría de las películas que se ven un sábado en una sala de centro comercial.

La dominación masculina

12 Nov

Las armas del débil son siempre armas débiles.

Se dice del pene que es el único macho que incuba dos huevos.

“Para muchas mujeres, un estatuto dominante de los hombres es excitante”.

Pensemos en los pasitos rápidos de algunas muchachas con pantalones y zapatos planos.

La fuerza del orden masculino se descubre en el hecho de que prescinde de cualquier justificación.

La familia es la que asume sin duda el papel principal en la reproducción de la dominación y de la visión masculinas.

El acto sexual en sí mismo está pensado en función del principio de la primacía de la masculinidad.

Lo típico de los dominadores es ser capaces de hacer que se reconozca como universal su manera de ser particular.

Encima o debajo, activo o pasivo, estas alternativas paralelas describen el acto sexual como una relación de dominación.

La visión androcéntrica se impone como neutra y no siente la necesidad de enunciarse en unos discursos capaces de legitimarla.

El orden social funciona como una inmensa máquina simbólica que tiende a ratificar la dominación masculina en la que se apoya.

Si las mujeres son especialmente propensas al amor llamado romántico, se debe sin duda, por una parte, a que están especialmente interesadas en ello.

Cualquier oficio, sea cual sea, se ve en cierto modo cualificado por el hecho de ser realizado por los hombres (que, desde ese punto de vista, son todos, por definición, de calidad).

El principio de visión de dominante no es una simple representación mental, un fantasma (“unas ideas en la cabeza”), una “ideología”, sino un sistema de estructuras establemente inscritas en las cosas y en los cuerpos.

Al estar la mujer constituida como una identidad negativa, definida únicamente por defecto, sus virtudes sólo pueden afirmarse en una doble negación, como vicio negado o superado, o como mal menor.

Inscrito en las cosas el orden masculino se inscribe también en los cuerpos a través de las conminaciones tácitas implicadas en las rutinas de la división del trabajo o de los rituales colectivos o privados.

Las mujeres son capaces de hablar de su marido con mucho detalle, mientras que los hombres sólo pueden describir a su mujer a través de estereotipos muy generales, válidos para “las mujeres en general”.

A los ojos de los hombres, las mujeres que, rompiendo la relación tácita de disponibilidad, se reapropian en cierto modo de su imagen corporal, y con ello, de su cuerpo, aparecen como no “femenina”, prácticamente como lesbiana.

Al estar simbólicamente destinadas a la resignación y a la discreción, las mujeres sólo pueden ejercer algún poder dirigiendo contra el fuerte su propia fuerza o accediendo a difuminarse y, en cualquier caso, negar un poder que ellas sólo pueden ejercer por delegación (como eminencias grises).

Las mujeres francesas manifiestan, en una amplísima mayoría, que desean tener una pareja de mayor edad y también, de manera muy coherente, de mayor altura física, y dos terceras partes de ellas llegan a rechazar explícitamente a un hombre más bajo.

Todo, en la génesis del hábito femenino y en las condiciones sociales de su actualización, contribuye a hacer de la experiencia femenina del cuerpo el límite de la experiencia universal del cuerpo-para-otro, incesantemente expuesta a la objetividad operada por la mirada y el discurso de los otros.

A los que puedan objetar que muchas mujeres han roto actualmente con las normas y las formalidades tradicionales del pudor y verían en el espacio que dejan a la exhibición controlada del cuerpo un indicio de “liberación” basta con indicarles que esta utilización del propio cuerpo permanece evidentemente subordinada al punto de vista masculino.

Forma especial de la peculiar lucidez de los dominados, la llamada “intuición femenina” es, en nuestro propio universo, inseparable de la sumisión objetiva y subjetiva que estimula u obliga a la atención y a las atenciones, a la vigilancia y a la atención necesarias para adelantarse a los deseos o presentir los disgustos.

Los hombres (y las propias mujeres) no pueden ver que la lógica de la relación de dominación es la que consigue imponer e inculcar a las mujeres, en la misma medida que las virtudes dictadas por la moral, todas las propiedades negativas que la visión dominante imputa a su naturaleza, como la astusia, o por tomar una característica más favorable, la intuición.

El cuerpo tiene su parte delantera, lugar de diferencia sexual, y su parte trasera, sexualidad indiferencia, y potencialmente femenina, es decir, pasiva, sometida, como lo recuerdan, mediante el gesto o palabra, los insultos mediterráneos (especialmente el famoso “corte de mangas”) contra la homosexualidad.

La diferencia biológica entre los sexos, es decir, entre los cuerpos masculino y femenino, y muy especialmente, la diferencia anatómica entre los órganos sexuales, puede aparecer de ese modo como la justificación natural de la diferencia socialmente establecida entre los sexos, y en especial de la división sexual del trabajo.

La misma protección “caballeresca”, además de que puede llevar a su confinamiento o servir para justificarla, puede contribuir también a mantener a las mujeres al margen de cualquier contacto con todos los aspectos del mundo real “para los cuales no están hechas” porque ellos no están hechos para ellas.

De acuerdo con la lógica habitual del prejuicio desfavorable, la representación masculina puede condenar las capacidades o las incapacidades femeninas que ella misma exige o contribuye a producir. De ese modo observamos que “el mercado de las mujeres no se termina” -son parlanchinas y sobre todo pueden pasarse siete días y siete noches discutiendo sin decidirse- o, para manifestar su acuerdo, las mujeres tienen que decir sí dos veces.

El placer masculino es, por una parte, disfrute del placer femenino, del poder de hacer disfrutar. Es indudable que Catherine MacKinnon acierta al ver en la “simulación del orgasmo”, una demostración ejemplar del poder masculino de conformar la interacción entre los sexos de acuerdo con la visión de los hombres, que esperan del orgasmo femenino una prueba de su virilidad, y el placer asegurado de esta forma suprema de la sumisión.

Si la relación sexual aparece como una relación social de dominación es porque se constituye a través del principio de división fundamental entre lo masculino, activo y lo femenino, pasivo, y ese principio crea, organiza, expresa y dirige el deseo, el deseo masculino como deseo de posesión, como dominación erótica, y el deseo femenino como deseo de la dominación masculina, como subordinación erotizada, o incluso, en su límite, reconocimiento erotizado de la dominación.

Cuando los dominados aplican a lo que les domina unos esquemas que son el producto de la dominación, o, en otras palabras, cuando sus pensamientos y sus percepciones están estructurados de acuerdo con las propias estructuras de la relación de dominación que se les ha impuesto, sus actos de conocimiento son, inevitablemente, unos actos de reconocimiento, de sumisión.

La lógica, esencialmente social, de lo que se llama “vocación” tiene como efecto producir tales encuentro armoniosos entre las disposiciones y las posiciones que hacen que las víctimas de la dominación psicológica puedan realizar dichosamente (en su doble sentido) las tareas subalternas o subordinadas atribuidas a sus virtudes de sumisión, amabilidad, docilidad, entrega y abnegación.

Habría que enumerar todos los caso en que los hombres mejor intencionados (la violencia simbólica, como sabemos, no opera en el orden de las intenciones conscientes) realizan unas acciones discriminatorias, que excluyen a las mujeres, sin siquiera planteárselo, de las posiciones de autoridad, reduciendo sus reivindicaciones a caprichos, merecedoras de una palabra de apaciguamiento o de una palmadita en la mejilla.

El hombre no puede realizar sin rebajarse determinadas tareas domésticas consideradas inferiores (entre otras razones porque no considera que pueda realizarlas), las mismas tareas pueden ser nobles y difíciles cuando son realizadas por unos hombres, o insignificantes e imperceptibles, fáciles y triviales, cuando corren a cargo de las mujeres, como lo recuerda la diferencia que separa al cocinero de la cocinera, al modisto de la modista; basta con que los hombres se apoderen de tareas consideradas femeninas y las realicen fuera de la esfera privada para que se vean ennoblecidas y transfiguradas.

De acuerdo con la ley universal de la adecuación a las esperanza a las posibilidades, de las aspiraciones a las oportunidades, la experiencia prolongada e invisiblemente amputada de un mundo totalmente sexuado tiende a hacer desaparecer, diseminándola, la misma inclinación a realizar los actos que no corresponden a las mujeres, sin tener ni siquiera que rechazarlos.

“Cuanto más me trataban como mujer, en más mujer me convertía. Me adaptaba de grado o a la fuerza. Si me supusieran incapaz de retroceder unos escalones o de abrir unas botellas, sentiría extrañamente, que me estaba volviendo incompetente. Si alguien pensaba que una maleta era demasiado pesada para mí, inexplicablemente, yo también lo consideraría así”.

Para alcanzar plenamente cierta posición, una mujer tendría que poseer no sólo lo que exige explícitamente la descripción del puesto, sino también todo un conjunto de propiedades que sus ocupantes añaden habitualmente al mismo, una estatura física, una voz, o unas disposiciones como la agresividad, la seguridad, la “distancia respecto al papel”, la llamada autoridad natural, etc. para las que los hombres han sido preparados en cuanto que hombres.

Al sentir la necesidad de la mirada de los demás para construirse, las mujeres están constantemente orientadas en su práctica para la evaluación anticipada del precio que su apariencia corporal, su manera de mover el cuerpo y de presentarlo, podrá recibir (de ahí una propensión más o menos clara a la autodenigración y a la asimilación del juicio social bajo la forma de malestar corporal o timidez.

La iglesia, habitada por el profundo antifeminismo de un clero dispuesto a condenar todas las faltas femeninas a la decencia, especialmente en materia de indumentaria, y notoria reproductora de una visión pesimista de las mujeres y de la feminidad, inculca (o inculcaba) explícitamente una moral profamiliar, enteramente dominada por los valores patriarcales, especialmente por el dogma de la inferioridad natural de las mujeres.

Sea cual sea su posición en el espacio social, las mujeres tienen en común su separación de los hombres por un coeficiente simbólico negativa que, al igual que el color de la piel para los negros o cualquier otro signo de pertenencia a un grupo estigmatizado, afecta de manera negativa a todo lo que son y a todo lo que hacen, y está en el principio de un conjunto sistemático de diferencias homólogas.

A través de la experiencia de un orden social “sexualmente” ordenado y los llamamientos explícitos al orden que les dirigen sus padres, sus profesores y sus condiscípulos, dotados a su vez de principios de visión adquiridos en unas experiencias semejantes del mundo, las chicas asimilan, bajo formas de esquemas de percepción y de estimación difícilmente accesibles a la conciencia, los principios de división dominante que les lleven a considerar normal, o incluso natural, el orden social tal cual es y a anticipar de algún modo su destino, rechazando las ramas o las carreras de las que están en cualquier caso excluidas, precipitándose hacia aquellas que, en cualquier caso, están destinadas.

La dominación masculina, que convierte a las mujeres en objetos simbólicos, cuyo ser es un ser percibido, tiene el efecto de colocarlas en un estado permanente de inseguridad corporal o, mejor dicho, de dependencia simbólica. Existen fundamentalmente por y para la mirada de los demás, es decir, en cuanto que objetos acogedores, atractivos, disponibles. Se espera de ellas que sean “femeninas”, es decir, sonrientes, simpáticas, atentas, sumisas, discretas, contenidas, por no decir difuminadas. Y la supuesta “feminidad” sólo es a menudo una forma de complacencia respecto a las expectativas masculinas, reales o supuestas, especialmente en materia de incremente del ego. Consecuentemente, la relación de dependencia respecto a los demás (y no únicamente respecto a los hombres) tiende a convertirse en constitutivo de su ser.

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Vieja y fea a los 31. Dedicada a Catalina Ruiz-Navarro

30 Oct

Catalina Ruiz-Navarro es feminista, nadie lo duda, y en sus columnas de opinión suele tomar los escándalos relacionados con mujeres de la farándula norteamericana para reflexionar sobre estructuras de poder, patriarcado, falocentrismo, estereotipos impuestos por la sociedad patriarcal y reivindicación de los derechos de las mujeres reclamados desde hace ya bastante tiempo sin que ni hombres ni mujeres recapaciten ante la abominación de la que son cómplices al callar e ignorar.

¡No más! dice Catalina cada cierto tiempo y sale a marchar -en minifalda- (porque es dueña de su cuerpo) y a exhibir carteleras ante el Procurador.

Todos las semanas hay un escándalo relacionado con una «diva» y cada semana Catalina sufre y llora porque la diva atormentada es mujer y como mujer tiene derecho a no ser vulnerada en sus derechos. Toma como pretexto el sufrimiento de una mujer de la farándula para luego hablar de las mujeres en general y, luego, de ella en particular. Siempre termina hablando de ella y de la red de mujeres que la acompañaron en su infancia y adolescencia. Ella es una mujer rodeada de mujeres, educada por esas mujeres para luchar por los derechos de las mujeres. No hay quien lo dude.

La última columna feminista de Catalina Ruiz-Navarro se titula Espejito, espejito y en resumidas cuentas nos cuenta que está sumida en una tremenda depresión porque ya no aguanta el trago y la rumba dura como antes -cuando era modelo de la revista SoHo, cataba condones, despreciaba a los hombres con caspa, nos enseñaba cómo usar una minifalda y participaba en Estudios -de la revista SoHo- sobre cómo escoger hombres para rumbear, para goterear o para convertirlos en amantes de una noche.

Catalina está sumida en una tremenda depresión porque tiene 31 años, le salió una cana y se encontró una arruga cuando se contemplaba ante su espejo.

Catalina se ve como una chica SoHo o como una chica Águila, es un hecho, y asume que la mayoría de las mujeres desean ser «la chica» porque ven mucho cine y mucha televisión norteamericana: «Mientras los personajes para mujeres en Hollywood sigan limitados a “la chica” las actrices de Hollywood no van a poder envejecer». Las divas del cine no pueden envejecer y Catalina tampoco, porque ella  también es «la chica», así se ha representado ante los hombres y ante las mujeres y, por esa misma razón, cumplir 31 años se ha constituido para ella en una absoluta tragedia, en un motivo para narrar su indignación y su desazón.

Dice Catalina más adelante: «Las mujeres, a diferencia de los hombres, salimos de escena cuando envejecemos». Eso no es cierto y ha llegado el momento de hablar de mí: he conocido a lo largo de mi vida mujeres de más de sesenta años respetadas y admiradas por hombres y mujeres, mujeres que no soñaban con ser «la chica», sino seres humanos que se pensaron más allá de la edad, las líneas de expresión y su color de pelo. Pueden o no dejarse ver la canas, pero ese detalle tonto no es relevante; esas mujeres son mucho más que un cuerpo para el placer visual de los hombres o para su propio espejo, son seres humanos, mujeres que trabajan con hombres y con mujeres y que piensan más en su cerebro, en su experiencias, en sus gustos, que en los cuerpos que se ocultan debajo de la ropa.

Catalina está obsesionada con la vejez, tiene miedo de no ser una mujer atractiva, deseable ante la mirada masculina, y hace de ese temor un universal femenino que la mayoría de las mujeres no comparte: «A las mujeres, además, nos exigen una cosa rarísima: envejecer “con dignidad”. Esto quiere decir o bien aceptar la vejez (y con ella una sentencia a la obsolescencia) calladas, sin chistar, o hacernos algunos retoques aquí y allá en cuyo caso la dignidad reside en que nadie sepa a ciencia cierta por qué nos vemos más jóvenes». Es obvio que el grupo social del que forma Catalina no es precisamente de intelectuales o de artistas sino de hombres y mujeres preocupados por la apariencia, por lo bien que se ven ante los ojos de los demás; al parecer ella asume que su grupo de amigos y la gente que ella admira y desea imitar encarna los valores de la sociedad entera. Si Catalina viera a la gente común, que es la mayoría, descubriría asombrada que los temores de ella producirían la risa de millones de mujeres que no los comparten, que cuando eran jóvenes no aspiraban a ser «la chica».

Catalina tiene miedo: «Yo crecí en una casa con mujeres de cuatro generaciones. Las vi a todas desnudas, a mi mamá, a mi abuela, a mi bisabuela, y sé lo que me espera». Yo no he visto a las mujeres de mi familia desnudas pero tengo claro que ellas se ríen de la vejez, son mujeres que viven la vida de tal forma que siempre temo si podré estar a la altura cuando llegue a su edad. Mi mamá es mucho más vital que yo y mi abuela soporta con resignación el final de la vida sin sentirse superior a nadie por hacerlo. No somos feministas, no tenemos nada que reclamarle a los hombres porque nos han tratado muy bien. El hecho de que Catalina Ruiz-Navarro no haya visto hombres en su familia, el hecho de que no sepa lo que es un padre amoroso y un abuelo cariñoso y sabio no debe convertirlo en pretexto para adjudicarle a Los hombres, a La sociedad patriarcal, los dolores de todas las mujeres, porque, entonces, lo que escribe no es una columna de opinión sino un ajuste de cuentas personal (casi tan personal como el de Uribe con las FARC), que no tendría por qué involucrar a todos los hombres del universo por una sencilla razón: la mayoría de los hombres no son como ella los imagina. Los hombres y las mujeres son seres humanos que sufren y sienten miedo e incertidumbre de forma similar.

Y así continúan los lamentos de «la chica». Como diría el poeta: Esto no hay por dónde agarrarlo.

¿Cuándo aparecerán las feministas que amen a los hombres, que sueñen con llegar al fondo de esos seres maravillosos que a veces sienten tanto miedo, respeto y reverencia, esos hombres que parecen niños aspirando al poder para deslumbrar a las mujeres, esos admiradores insaciables de las versatilidad y del cuerpo femenino?

Las feministas como Catalina Ruiz-Navarro no saben de lo que se pierden al ver a los hombres como enemigos o como verdugos, ella no sabe que los hombres pueden ser compañeros respetuosos y amables. Soy mujer y para los hombres que he conocido a lo largo de mi vida sólo tengo palabras de afecto y de gratitud, mi vida no sería tan plena sin mi papá, mis hermanos, sobrinos, novios, amigos, sin mi cuñado y sin todos los jóvenes a las que he tenido el placer de oír hablar en un salón de clase. En vez de escribir, Catalina debería acudir a un psicólogo para que le ayude a solucionar sus conflictos con los hombres, un experto que le ayude a comprender y a perdonar la ausencia y el abandono de los hombres de su entorno.

Así termina, más o menos, el lamento de «la chica» que no sabe cómo asumir la edad adulta. Es muy triste saber que hay mujeres que se pueden complicar la vida con semejantes tonterías:

«Hoy, a mis 31 años, me encuentro preguntándome preocupada si eso será una arruga frente al espejo. Encima este año me salió mi primera cana, algo que solo es preocupante porque soy mujer, en los hombres los cabellos blancos equivalen a sex appeal, madurez, experiencia. Mi envejecimiento empieza a hacerse visible, es más evidente que no poder lidiar con la resaca. Me encuentro entonces teniendo un miedo irracional a esa vejez, no a los achaques o dolores que puedo aguantar en silencio (y con una mano en la frente para mayor drama), es más un miedo a ver, y a que todos vean, cómo se avejentan mis selfies. Es el mismo miedo irracional que sentimos los fans de Empire Records al ver que Zellweger había envejecido, que eso se puede, que “we are next”.

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El feminismo de Thomas Bernhard

10 Oct

Las mujeres son demasiado emocionales, carecen casi por completo de objetividad.

¿Ha visto alguna vez a un ama de casa que haya piloteado un transatlántico a través del océano?

Las grandes tragedias sólo se pueden representar con mujeres de voces sombrías, que se confunden casi con la de un hombre.

El gran drama no soporta las voces altas, y la voz de la mujer, si no está borracha, resulta casi siempre demasiado alta para el gran drama.

La mujer lo tiene todo en sus manos. El instrumento de poder de la mujer es, desde hace siglos, convencer al mundo de que el hombre la oprime.

Las mujeres son mucho más astutas y viven aplicando el método de que la mejor defensa es el ataque, echando siempre en cara al hombre todo.

No encontrará una mujer en una sola cabina de mando del mundo, y tampoco en una compañía aérea que quiera disminuir en lo posible los accidentes.

No se puede representar bien una tragedia con una mujer que tenga una voz femenina completamente natural. No funciona. Y en el gran teatro del mundo, naturalmente, tampoco.

La mujer, en cualquier trabajo físico, se fatiga en las tres cuartas partes del tiempo, por ejemplo en una cadena de producción; cuando los hombres trabajan todavía perfectamente, la mujer tiembla ya y lo deja caer todo y lo hace todo al revés.

Se hace un favor a las mujeres al decirles siempre que tienen sentimientos pero no inteligencia, y no se les hace ningún favor cuando se les concede cualquier inteligencia, porque se las expone a un viento de una intensidad que, sencillamente, no pueden afrontar.

Y si se estudia más de cerca la inteligencia femenina , cosa que es posible en las obras literarias, porque científicas apenas hay -apenas hay obras científicas o filosóficas escritas por mujeres, sencillamente no las hay-, sólo ha habido mujeres que fueran científicas en calidad de ayudantes de científicos. Piense en el caso de Madame Curie, en el fondo el inteligente era el marido y ella la sirvienta.