En 1985 descubrí a Fernando Vallejo y fue una especie de revelación porque reafirmó varias ideas en las que venía pensando a lo largo de la infancia: la madre no es una santa, casarse es un error, tener hijos es un mal negocio, los médicos no inspiran confianza, los profesores tampoco, Dios es una construcción mental…
Leyendo a Vallejo me reafirmé en mis propias creencias y soñaba con encontrar otro autor de literatura tan contundente, claro y divertido que me educara mientras me mata de la risa y hasta hoy vine a convencerme de que la literatura y la historia murieron y entonces podemos concluir que los profetas de finales del siglo XX acertaron en varios de sus pronósticos: los futuros visionarios serán los sociólogos-filósofos y la literatura, la historia, la familia y la nación dejaron de ser la Respuesta.
No es sencillo tomarse en serio a Bauman después de haber leído a Bourdieu y no es sencillo tomarse en serio a Han después de haber leído a Foucault pero es lo que nos trae el siglo XXI, un siglo que no se parece en nada al siglo XX, el siglo largo, pesado, serio, trascendental, comprometido y difícil de leer.
Los intelectuales del siglo XX eran para expertos, los del siglo XXI son para todos, como los libros de Fernando Vallejo. La pregunta preocupante sería:
¿Todos, la masa ignorante y superficial amante del reguetón y las divas de Instagram, gente que no distingue entre el arte y la basura, entre lo superficial y lo profundo, entre lo divertido y lo ordinario, masas de ignorantes educadas con el meme, el porno, el chiste fácil y las lecturas ligeras alcanzan a entender lo que quieren decir Vallejo, Bauman, Han y un poco antes Ernesto Sabato en La resistencia y Antes del fin?
Vallejo, Bauman, Han y Sabato escriben de forma sencilla, clara y contundente y sus libros podrían exhibirse en el mismo estante con los de Paulo Coehlo, Alejandro Jodorowski y Walter Riso. En el panorama más horripilante los libros de Vallejo, Bauman, Han, Sabato, Coehlo y Jodorowski podrían ser exhibidos al lado de los bodrios de Carolina Sanín, Amalia Andrade y Fat Pandora. En el Último Infierno se acomodarían los libros de feminismo pop, perreo y puterío como empoderamiento y empresariado del cuerpo a cargo de Catalina Ruiz-Navarro y Amarna Miller. Así de confuso es todo en este momento triste del mundo intelectual y el negocio del pensamiento.
Los tiempos cambiaron y las ciencias humanas dejaron de ser complejas para sumirse en el arte de la facilidad y la claridad. El elogio de la dificultad de Estanislao Zuleta dejó de tener sentido en este tiempo triste y es un hecho que pasamos de lo sólido a lo líquido y de los libros de setecientas páginas a los folletos de cien que se leen en un fin de semana o en el avión.
Bauman y Han no son pensadores de la teoría sino de la acción, más Han que Bauman y por eso cultiva su propio jardín para tener contacto con lo real, para experimentar la paciencia y la gratuidad. Los actos de Han son contundentes: no tiene teléfono móvil, no viaja, no tiene redes sociales y no trata a sus estudiantes como clientes. Bauman murió convencido de que las redes sociales son una marea de indignación que no soluciona nada, murió pensando en refugiados, desempleados, abandonados, vidas desperdiciadas, consumo despiadado y acumulación de objetos y de viajes; Han no sabe cuál es la Respuesta pero tiene claro que no está en las redes sociales, en el éxito, el afán, la velocidad, la competencia despiadada, la apariencia, la ostentación, los viajes ni en el trabajo excesivo y la ocupación eterna y sin sentido. Bauman piensa en el amor al estilo Erich Fromm y Han también; los dos piensan en la solidaridad con el vecino, el inmigrante o el abandonado y en la autenticidad como la única salida. Han y Bauman seguramente no leyeron los últimos libros de Ernesto Sabato y no recuerdan mucho la sabiduría de Erich Fromm y es mucho más contundente y está más desesperado Sabato que Fromm, en sus últimos libros se oye el grito de un viejo ciego arrepentido de todos sus errores y triste en medio de la incertidumbre; Sabato era el viejo sabio al que se le acabó el tiempo, el viejo que sufre porque sabe que vamos hacia el desastre, el desbarrancadero de Vallejo, lo sabía sin haber usado internet y sin haber visto lo que estamos viendo muertos de la risa ante la pantalla.
Etiquetas: Amalia Andrade, Amarna Miller, Byung-Chul Han, Carolina Sanín, Catalina Ruiz-Navarro, Ernesto Sabato, Zygmunt Bauman
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