Archivo | mayo, 2014

Del inconveniente de haber nacido

30 May

¿El ser ideal? Un ángel devastado por el humor.

La verdadera poesía no tiene nada que ver con la «poesía».

Perdimos al nacer lo mismo que perdemos al morir. Todo.

Regla de oro: dejar una imagen incompleta de sí mismo.

Sólo tiene convicciones quien no ha profundizado en nada.

El arte de combinar autoridad e indiferencia, rigor y descuido.

Mi misión es sufrir por todos aquellos que sufren sin saberlo.

Toda amistad es un drama oculto, una serie de heridas sutiles.

Aquellos a quienes amamos, difícilmente brillan en nuestros sueños.

El placer de calumniarse vale mucho más que el de ser calumniado.

Los sueños son engañosos; cagarse en la cama, eso es lo verdadero.

El tiempo vacío de la meditación es, en realidad, el único tiempo lleno.

El hombre siempre ha pensado que se encontraba en el umbral de lo peor.

Dios es lo sobreviviente a la evidencia de que nada merece ser pensado.

Mi existencia se me presenta como la degradación y el desgaste de un salmo.

Repetirse es demostrar que uno cree aún en sí mismo, en lo que ha sostenido.

Cualquier logro, en cualquier orden, trae consigo un empobrecimiento interior.

Mi visión del futuro es tan precisa, que si tuviera hijos, los estrangularía en el acto.

Uno debe ponerse del lado de los oprimidos, incluso cuando están equivocados.

Sin una buena dosis de ferocidad no se podría llevar un pensamiento hasta el fin.

Aniquilar da un sentimiento de poder y halaga algo oscuro, original, en nosotros.

Fusión entre la resignación y el éxtasis, entre el estoico frío y un místico descabellado.

La poesía excluye cálculo y premeditación: es inconclusión, presentimiento, abismo.

Es obvio que Dios no era la solución y que nunca se encontrará otra igualmente satisfactoria.

Querer dominar, representar un papel, hacer la ley, comporta una fuerte dosis de estupidez.

Dios: una enfermedad de la que nos creemos curados porque ya nadie muere por su causa.

La ambición se encuentra en todo, se ven incluso sus huellas en los rostros de los muertos.

Llegar a no tener a qué renunciar. Ese debería ser el sueño de todo espíritu desengañado.

«Comete usted un error al contar conmigo». ¿Quién podría hablar así? Dios y el Fracasado.

Hay que sufrir hasta el final, hasta el momento en que se deja de creer en el sufrimiento.

El último paso hacia la indiferencia es la destrucción de la idea misma de indiferencia.

Uno debería conformarse con un solo idioma y profundizar cada vez más en su conocimiento.

Lo único que debería enseñársele a los jóvenes es que no hay nada o casi nada que esperar de la vida.

Caminar en un bosque entre dos hileras de helechos transfigurados por el otoño; eso es un triunfo.

Para vencer la perturbación o una inquietud tenaz no hay nada como imaginar el propio entierro.

El antídoto del aburrimiento es el miedo. Es menester que el remedio sea más fuerte que el mal.

El sufrimiento abre los ojos, ayuda a mirar las cosas de otra forma que no hubiésemos percibido.

La única manera de encaminarse hacia lo universal es ocuparnos únicamente de lo que nos atañe.

Aprender a no dejar huellas es una guerra de cada instante que libramos contra nosotros mismos.

En lo más íntimo de sí mismo el hombre aspira a alcanzar la condición que tenía antes de la conciencia.

No es el temor de emprender algo , sino el temor de conseguirlo lo que explica más de un fracaso.

No es la desgracia, sino la felicidad, la felicidad insolente, la que conduce al tono agrio y al sarcasmo.

Después de ciertas experiencias deberíamos cambiar de nombre, puesto que ya no somos el mismo.

Destrucción y estallido de la sintaxis, victoria de la ambigüedad y del poco más o menos. Muy bien.

En una obra de psiquiatría sólo me interesa lo que dicen los enfermos; en un libro de crítica, las citas.

Poder vivir sin ninguna ambición. Me constriño a ello. Pero este hecho tiene ya que ver con la ambición.

Cuando hemos puesto a alguien muy alto, se nos hace más asequible en cuanto comete un acto indigno.

No es construyendo sino pulverizando como podemos adivinar las satisfacciones secretas de un dios.

Seguramente la existencia tuvo algún atractivo antes del advenimiento del ruido, digamos antes del neolítico.

Desde el momento en que uno se identifica enteramente con su propio ser, uno reacciona como Dios, es Dios.

Los monos que viven en grupo rechazan a aquellos que han tenido de alguna manera contacto con los humanos.

Si me apegara a mis convicciones más íntimas, dejaría de manifestarme, de reaccionar de cualquier manera.

Si lo propio del sabio es no hacer nada inútil, nadie me ganará en sabiduría: ni siquiera me rebajo a hacer cosas útiles.

Un escritor no nos marca porque lo hayamos leído mucho, sino porque hemos pensado en él más de la cuenta.

El hombre acepta la muerte pero no la hora de su muerte. Morir cuando sea, salvo cuando haya que morir.

No se crea una obra sin apegarse a ella, sin convertirse en su esclavo. Escribir es el acto menos ascético que existe.

En cuanto uno se recuesta, el tiempo deja de fluir y de tener importancia. La historia es el producto de una raza en pie.

El tormento metafísico se sitúa mucho antes de esa insipidez universal que sigue al advenimiento de la Filosofía.

Gritar no tiene sentido más que en un universo creado. Si no hay creador, ¿qué sentido tiene llamar la atención de sí?

Aunque haya entrado en su fase de sobreviviente, se agita como si estuviese en el umbral de una carrera maravillosa.

He sobrepasado el nivel en el que los seres importan y no veo ninguno razón para luchar en los mundos conocidos.

Para un escritor, charlar con una portera es mucho más provechoso que conversar con un sabio en una lengua extranjera.

Con el tiempo, ya nada es bueno ni malo. El historiador que se pone a juzgar el pasado, hace periodismo en otro siglo.

Es un privilegio vivir en conflicto con la propia época . En todo momento uno es consciente de no ser como los demás.

Cuando se ha cometido la locura de confiarle a alguien un secreto, la única forma de saber que lo guardará es matarlo de inmediato.

La ventaja no desdeñable de haber odiado mucho tiempo a los hombres es la de llegar a soportarlos por agotamiento de ese mismo odio.

Para el ansioso no hay diferencia entre éxito y fracaso. Su reacción frente a ambos es la misma. Los dos le molestan igualmente.

No he frecuentado especialmente a Baudelaire ni a Pascal, pero no he dejado de pensar en sus miserias que me han acompañado siempre.

Me imaginaba bien tranquilo en mi tumba. Y en seguida me ablandaba. No desdeñemos tanto nuestro cadáver: puede sernos útil a veces.

Detenerme en los cementerios rurales, tenderme entre dos tumbas y fumar durante horas. La considero la época más activa de mi vida.

Cuando me preocupa un poco más de la cuenta el no trabajar, me digo que bien podría estar muerto y que entonces trabajaría aún menos.

Se puede comprender todo, admitir todo, imaginar todo, salvo la propia muerte, aunque se piense en ella sin descanso y se esté resignado.

Si Cioran fuera tuitero

29 May

La idea de la muerte ayuda a todo, salvo a morir.

Perdimos al nacer lo mismo que perdemos al morir.

No merece la pena matarse: siempre lo hace uno demasiado tarde.

La lucidez es el único vicio que hace al hombre libre: libre en un desierto.

No hay arte verdadero que no contenga una fuerte dosis de banalidad.

Mi existencia se me presenta como la degradación y el desgaste de un salmo.

Para absolver a Dios, hacían responsable a Satánas de la infamia de la Creación.

A medida que el arte se hunde en un callejón sin salida, los artistas se multiplican.

Es imposible aceptar ser juzgado por alguien que ha sufrido menos que nosotros.

Después de la medianoche empieza la embriaguez de las verdades perniciosas.

Hay que sufrir hasta el final, hasta el momento en que se deja de creer en el sufrimiento.

Fusión entre la resignación y el éxtasis, entre el estoico frío y un místico descabellado.

El «alma» surgió y se desarrolló a expensas del buen funcionamiento de los órganos.

«Comete usted un error al contar conmigo». ¿Quién podría hablar así? Dios y el Fracasado. 

No hago nada, es cierto. Pero veo pasar las horas -lo cual vale más que tratar de llenarlas.

Sólo lo que se esconde es profundo y es verdadero. De ahí la fuerza de los sentimientos viles.

Sueño con un confesor ideal a quien decirle todo, confesarle todo: sueño con un santo hastiado.

A medida que los años pasan, decrece el número de seres con quienes puede uno entenderse.

No es la desgracia, sino la felicidad, la felicidad insolente, la que conduce al tono agrio y al sarcasmo.

Después de ciertas experiencias deberíamos cambiar de nombre, puesto que ya no somos el mismo.

No permanece sino lo que ha sido concebido en la soledad, de cara a Dios, uno sea o no creyente.

No es el temor de emprender algo, sino el temor de conseguirlo lo que explica más de un fracaso.

El antídoto del aburrimiento es el miedo. Es menester que el remedio sea más fuerte que el mal.

Cada vez que estoy mal y me apiado de mi cerebro, me siento llevado por un irresistible deseo de proclamar. 

Aquel que tema al ridículo no irá nunca muy lejos ni para bien ni para mal, permanecerá más acá de sus talentos.

Ser objetivo es tratar al prójimo como se trata a un objeto, a un muerto, es comportarse con él como un sepulturero.

El tormento metafísico se sitúa mucho antes de esa insipidez universal que sigue al advenimiento de la Filosofía.

No se crea una obra sin apegarse a ella, sin convertirse en su esclavo. Escribir es el acto menos ascético que existe.

Si lo propio del sabio es no hacer nada inútil, nadie me ganará en sabiduría: ni siquiera me rebajo a hacer cosas útiles.

En cuanto uno se recuesta, el tiempo deja de fluir y de tener importancia. La historia es el producto de una raza en pie.

Desde la infancia percibía ya el deslizarse de las horas, libres de toda referencia, de todo acto y de todo acontecimiento.

Se trasciende la muerte por la búsqueda de lo indestructible a través del verbo, a través del símbolo mismo de la caducidad.

Si antaño frente a un muerto me preguntaba: «¿De qué le sirvió nacer?», hoy me pregunto lo mismo ante cualquiera que esté vivo.

Cada vez que me falla la memoria, pienso en la angustia que deben experimentar los que saben que ya no se acuerdan de nada.

Los desconsuelos de cualquier género pasan, pero el fondo del que proceden subsiste y nada lo mitiga. Es inatacable e inalterable.

Días milagrosamente cuajados de esterilidad. Y yo, en vez de alegrarme, de cantar victoria, me dejo invadir por el despecho y el mal humor.

La calle es tranquilizadora porque se piensa menos en uno mismo, en ella todo se debilita y se deteriora, empezando por las angustias.

Sólo a los niños o a los locos les perdonamos su franqueza: los demás, si tienen la audacia de imitarlos, se arrepentirán tarde o temprano.

Detenerme en los cementerios rurales, tenderme entre dos tumbas y fumar durante horas. La considero la época más activa de mi vida.

Me imaginaba bien tranquilo en mi tumba. Y en seguida me ablandaba. No desdeñemos tanto nuestro cadáver: puede sernos útil a veces.

Amar y dominar son dos actitudes complementarias

25 May

La primera actitud del hombre hacia la naturaleza fue de candoroso amor, como en San Francisco. Pero dice Max Scheler, amar y dominar son dos actitudes complementarias y a ese amor desinteresado y panteístico siguió el deseo de dominación, que había de caracterizar al hombre moderno.  De este deseo nace la ciencia positiva, que no es ya mero conocimiento contemplativo, sino el instrumento para la dominación, que había de caracterizar al hombre moderno. De este deseo nace la ciencia positiva, que no es ya mero conocimiento contemplativo, sino el instrumento para la dominación del universo. Actitud arrogante que termina con la hegemonía teológica, libera a la filosofía y enfrenta a la ciencia con el libro sagrado. El hombre secularizado lanza finalmente la máquina contra la naturaleza, para conquistarla. Pero dialécticamente ella terminará dominando a su creador.

Ernesto Sabato, en Hombres y engranajes.

El peligro de tener una cuenta en Twitter

21 May

La semana pasada un bus en Fundación explotó con más de cincuenta niños que se transportaban sin compañía de adultos. Treinta y dos de ellos murieron incinerados. Niños entre dos y doce años.

La noticia le dio la vuelta al mundo y en Colombia todavía no salimos del asombro, cómo es posible que pasen estas cosas en un país que sueña con el desarrollo, que aspira a mejorar sus niveles de educación y de humanidad. Hasta el papa se pronunció con dolor sobre una tragedia que se pudo haber evitado.

Mientras el dolor y el asombro embargaba a la mayoría de los colombianos un grupo de tuiteros decidió escribir todo tipo de barbaridades con el HT #MePrendoComoNiñoEnBus. Las frases ofensivas en contra de los niños muertos y de las personas que viven en Fundación y en la costa colombiana eran, a medida que pasaba el tiempo, más desafortunadas. Cómo es posible que haya personas tan crueles, nos preguntábamos todos con asombro.

Los agredidos decidieron divulgar los nombres de los promotores del HT y a uno de ellos estuvieron a punto de lincharlo en la Universidad de Ibagué, un estudiante de Derecho. Los insultos de algunos agredidos se pusieron en el nivel de los agresores, deseaban una muerte dolorosa para ellos. Venganza a cambio de respeto por el dolor ajeno.

Esta mañana revisé mi cuenta de Twitter y me encontré con un hecho asombroso:

Mientra dormía un grupo de tuiteros suplantaron mi nombre y mi cuenta en Twitter y en Facebook. Le hicieron creer a muchas personas que yo también agredía a los niños incinerados y a las personas de Fundación. Una persona que me aprecia guardó los pantallazos de la suplantación y los insultos al usuario falso y a continuación vamos a analizar las cuatro fotografías:

1)

Con la cuenta de Andrea Molina repudian lo que hizo Jorge Alejandro Pérez Monroy, el estudiante de la Universidad de Ibagué, y en la conversación sobre el repudio usan mi foto y mi nombre de usuario en Twitter para hacerse pasar por mí. La pregunta es simple: ¿Qué hay en la mente de una persona que hace este tipo de cosas? ¿Por qué busca confundir de esta manera a los usuarios de las redes sociales? Crearon cuentas falsas en Facebook y en Twitter.

 

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2)

Después de los mensajes en los que supuestamente insulto a los niños incinerados vienen los insultos en un grupo de Facebook. Los tuits y los mensajes que  hacen pasar como míos en Facebook son similares a los que escribían los tuiteros agresores, mensajes infames, claro, pero los comentarios a los supuestos tuits no son menos agresivos. Piden quemar, matar, masacrar…

¿El creador de la cuenta falsa en Twitter y del grupo en Facebook pretendía que hoy yo fuera quemada viva? ¿Quién es? ¿Por qué lo hace? ¿Es una broma? ¿Algo que no debe ser tomado en serio? Veamos hasta dónde hemos llegado. ¿Que hubiera pasado si una persona valiente no se hubiera quedado toda la noche denunciando la suplantación mientras yo dormía? ¿Hubiera salido hoy mi nombre en todos los noticieros y hubiera tenido que irme de la ciudad por miedo a morir asesinada porque a alguien se le ocurrió hacer una broma de mal gusto tal vez porque no le simpatizo o porque su cuenta está bloqueada en Twitter? Creo que estamos llegando a límites insospechados. La forma en que funcionan las redes sociales en Colombia es cada día más preocupante.

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3)

En esta fotografía siguen los insultos y el deseo de que me maten de la forma más dolorosa posible.

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4)

Me enviaron la foto del  promotor de la «broma». Debe ser un niño menor de edad, lo más probable es que sus padres no saben qué hace su hijo en las redes sociales y confían en él porque es su hijo. Un niño menor de edad que no mide los alcances de sus supuestas bromas.

He sido víctima antes de este tipo de usuarios y casi siempre son niños menores de edad, estudiantes de colegio o de primeros semestres de universidad. Cada vez que recibo ataques como este me pregunto lo mismo: ¿Por qué yo? Tengo 43 años, escribo sobre libros, trato temas serios, de personas adultas. ¿Por qué estos niños pretenden que los denuncie ante la policía si saben que no lo voy a hacer. Sería incapaz de acusar a un niño con una cara como esta por varios delitos informáticos.

 

Niños de Colombia: los invito a reflexionar, no podemos continuar así, ¿Debemos sentarnos a esperar en qué momento aparece en el noticiero el anuncio de que mataron a un tuitero porque fue víctima de una «broma» como la que me hicieron anoche a mí? ¿Qué hubiera pasado si esta persona valiente no se hubiera tomado el trabajo de detenerlos? ¿Hasta dónde habrían llegado? ¿Querían sentirse orgullosos porque me habían visto arder viva bajo la furia irracional de un grupo de tuiteros que buscan venganza sobre un ser de ficción creado por ustedes? Piénsenlo bien, no es justo que me traten de semejante manera.

De por qué es mejor tener treinta que cuarenta

19 May

La edad ideal es nueve años, para mí fue una revelación. En 1979 supe qué quería, qué no quería, qué me gustaba y qué me fastidiaba, qué haría con mi vida a partir de ese momento.

Los veinte me fastidiaron mucho, por aquello de Juventud Divino Tesoro, te vas para no volver (sí, en esa época leía mucha poesía latinoamericana), por aquello de que los jóvenes son el futuro y muchos otros lugares comunes falsos, como son todos los lugares comunes. Tener veinte años no es la gran cosa, es la fase más animal del ser humano. Cuando tenía veinte lo que más deseaba era tener treinta para deshacerme de la tontería llamada Juventud.

Los treinta son los mejores, es mentira que a medida que pasan los años la gente es más feliz. A menos que se trate de viejos que han vivido a los golpes, como animales, cumpliendo ciclos biológicos que los tomaron por sorpresa, por ejemplo, realizándose como esposos, padres y adultos. Yo no cometí esa tontería, nunca creí que se aprende a los golpes, que la vida es dura y que las grandes satisfacciones son fruto de un gran esfuerzo, que se siembra para recoger.

Desde que nací he practicado la Filosofía del descanso y, ahora, que voy a cumplir cuarenta y cuatro, creo que llegó la hora de descansar todavía más a conciencia, por aquello del peso de los años. Ese no es otro lugar común, es real. No es lo mismo tener treinta que cuarenta. Si una vieja de cuarenta dice que se siente mejor ahora que cuando tenía veinte es porque a los veinte ya era casada y tenía cuatro hijos o, simplemente, era una mujer enferma que superó sus enfermedades en la edad adulta. Jamás un niño de diez años pronunciaría frases del tipo: estoy pasando por el mejor momento de mi vida, es mejor tener ocho que seis.

 

Escritura como curación

15 May

Esta mañana traté de recordar los grandes pesares de mi vida y no recordé ninguno, soy un ser sin sufrimiento, mi vida ha sido imperturbable, no hay nada que lamentar, ningún recuerdo digno de ser esquivado por la mente por miedo a sufrir rememorando el instante perfecto o monstruoso.

Recordé mi vida de año en año desde que tengo cinco años y no encontré grandes cambios; recordé mi vida desde los cinco años de cinco en cinco y hay algunos cambios pero todo lo veo de forma muy positiva: leer, estudiar, trabajar, escribir, esta casa, vivir con Andrés. No recuerdo con dolor ni con alegría los pocos paseos de mi vida, las muertes ni las preocupaciones. Y no es porque no haya vivido experiencias negativas sino porque antes de vivir leí a Séneca, a Plotino y a Plutarco y creí cada una de las frases sabias que escribieron estos genios, claro, con la inocencia de una niña de siete años. Hoy saqué de la biblioteca esos libros que me modificaron el cerebro; los quiero volver a leer sólo para saber si recuerdo las frases fundamentales.

Aprendí a vivir antes de haber vivido y eso hace de cualquier vida una vida plena. Pero pensé de forma persistente que tal vez es más efectiva la escritura que la lectura, no quedarse con las ganas de expresar a través de las palabras, de forma oculta o explícita, el origen del dolor o la alegría, los recuerdos bellos o desagradables, las experiencias buenas o malas.

Cuando una experiencia pide ser contada a través de la escritura es preciso no quedarse con las ganas, es un atentado contra uno mismo. Estoy casi segura de que  no puedo sentir placer ni insatisfacción recordando la mayor parte de las experiencias vividas durante los últimos veinte años porque más o menos desde hace veinte años cuando tengo uno inquietud relacionada con la vida leo, pienso y después escribo, entonces vivo como si no tuviera vida y me siento bien, no sufro ni gozo, estoy más allá del bien y del mal.

Las estupideces que uno sueña

15 May

Anoche -antes de acostarme- conté dos millones de pesos en billetes de $50.000 nuevos y consecutivos. Metí la plata en un sobre, me lavé las manos, me acosté y me dormí. A las ocho horas me desperté, Andrés me avisó que estaba hablando dormida en tono triste y lastimero pero no entendía nada de lo que decía, entonces le narré mi tonto sueño que estaba relacionado, claro, con lo que había hecho antes de acostarme: Era un sueño sobre el vil metal:

El sueño consistía en que mis compañeros de trabajo me miraban con pesar porque no pagaban en efectivo sino en cheque, como antes, y mi cheque había salido por $140.000 y, claro, yo esperaba mucho más. Había mucho misterio, no sabían cómo decirme que se trataba de un error. Yo lloraba amargamente, me lamentaba, reclamaba, estaba tan ofuscada en el sueño que terminé hablando dormida. ¡Qué superficialidad! ¿Qué tontería! Rodolfo Llinás tiene razón: los sueños son el recreo del cerebro.

 

Yo, diyéi de buseta

15 May

Ayer para ofenderme me dijeron: Me encanta cuando te pones de diyéi. Tu repertorio de buseta es el mejor. :*

Leí la frase y me encantó, mi mente se iluminó. Puedo escribir sobre eso, es un gran tema.

Tengo más experiencia oyendo música en los buses que hablando con la gente y a continuación les voy a explicar por qué.

Vivo en Bogotá desde hace cuarenta y cuatro años, es decir, desde que nací. Durante casi medio siglo he sido testigo de las grandes transformaciones de esta ciudad desde la silla de una buseta, mirando para adentro y mirando para afuera, oyendo hablar a la gente, analizando modos de mendicidad, actuación y ventas informales; sintiéndome una más con la chusma miserable que vive aquí porque cree que aquí se vive la gran vida, en La Capital.

Puedo transportarme en carro o en taxi pero no es emocionante, más para una persona como yo. En carro me siento en una casa ambulante y nunca miro para afuera porque voy hablando con el conductor; no podría hacer el papel de chofer porque soy muy sensible para tratarme con otros conductores, con policías, con  mendigos cara a cara, huecos, vidrios rotos, gatos y crucetas. Para ser conductor se necesita sangre fría, más en un país como Colombia. Se arriesga más la vida en un carro particular que en una buseta. Parece increíble pero es cierto.

En un taxi me siento culpable, asustada y obligada a hablar con gente que no me interesa (el conductor), me siento incómoda en la situación de «estamos solos aquí tú y yo y nos vigilamos con mucho disimulo uno al otro, somos colombianos, aquí no puede uno fiarse de nadie». Hay taxistas asesinos y hay pasajeros asesinos.

Otro problema de los taxistas de Bogotá es que se toman por amigos de los pasajeros y a mí eso me molesta mucho. Me subo a un taxi cuando no tengo más alternativa, prefiero la buseta, el colectivo y el bus.

No recuerdo mis primeros viajes en bus pero sí recuerdo mis primeros viajes sola en un bus. ¿Para dónde iba? Para la Biblioteca Luis Angel Arango. ¿Cuántos años tenía? Tenía trece años. Lo recuerdo bien: desde que tengo trece años voy a esa biblioteca y por eso me enamoré del Centro, aunque cada día me gusta menos, debe ser por la edad.

Mi hermana, que es mucho más elegante que yo, me dice que pida los libros a domicilio pero yo no puedo, me gusta ir al Centro en buseta o en colectivo. En Transmilenio no, los usuarios de Transmilenio no son los usuarios de las busetas, son los mismos pero actúan de forma diferente, se sienten en el metro de Tokio.

Había música en las busetas en otros tiempos; ahora no. Los conductores de buseta, bus y colectivo ya no compiten con sus consolas, zapatos de bebé, vírgenes y cristos porque quieren disfrazarse de servicio decente, neutro, como los buses de Transmilenio y el nuevo SITP (Sistema de Transporte Público de Bogotá). Ahora no hay música en los buses pero antes sí había mucha y, claro, los pasajeros frecuentes de esos buses nos aprendíamos todas las canciones de memoria y teníamos que oír la emisora de radio que al conductor le gustaba. A mí no me molestaba, me gusta ver cómo piensa la gente, me gusta conocer el gusto del conductor y analizar si su gusto coincide con su forma de vestir, su corte de pelo, su forma de hablar y su cara. ¡Estoy obsesionada con los conductores de bus!

Hasta los treinta y cinco años disfruté el placer de ser elegida muchas veces como la mujer que va al lado el conductor del colectivo o la buseta bonita; la que él escoge para ir al lado suyo, como si fuera su novia transitoria. Ese privilegio era una delicia para mirar mejor al conductor, para ver cómo decora su casa ambulante, para ver su cara de susto al sentirse tan observado como si fuera un bicho raro.

Sentada en la silla de un bus he visto a mucha gente llorar, he oído conversaciones que sólo se oyen en los buses, he visto cómo se ha ido embruteciendo la gente con la tecnología, he visto pasar por la registradora a millones de personas y he visto a millones de mujeres maquillándose de diferentes maneras. Muchas mujeres en Bogotá se maquillan, se peinan y se cambian los zapatos dentro de los buses, se sienten ahí adentro como dentro de su casa, pierden el pudor.

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Mi sueño

10 May

Ernesto Sabato dice que de los sueños se puede decir cualquier cosa menos que son mentira y Rodolfo Linás dice que los sueños son el recreo del cerebro; Ernesto Sabato fue un hombre atormentado con los sueños a lo largo de su vida y Rodolfo Llinás es un hombre pleno que parece no haber sufrido nunca con sueños perturbadores. A los dos los respeto y los admiro pero decidí creerle a Rodolfo Linás: programé mi cerebro para que no volviera a atormentarme, llevaba más de cinco años durmiendo en paz, pero anoche viví una experiencia asombrosa y aterradora, parecida a las de mi infancia de noches interminables. Cada noche era una condena, sabía que iba a sufrir de nuevo con sueños imposibles de comprender porque mi mente no daba para tanto.

Me sentía desdichada pero también me asombraba con todo lo que podía ver mientras dormía. No eran sueños de niña, eran sueños de artista. En esa época, antes de cumplir diez años, sabía que había vivido antes, que había llegado al mundo equivocado, que sería complicado volver a encontrar el camino. A veces me sentía con el cerebro de un señor de otro país, siempre pensaba en Alemania (por eso leía filosofía alemana desde los siete años, sospechaba que podría encontrarme ahí y a veces me encontraba y me acariciaba la barbilla como si hubiera tenido barba la mayor parte de mi vida). Ahora, después de haber leído el libro sobre las hadas y dichosa en este cuerpo de mujer, prefiero pensarme perdida, confundida y triste al lado de un conejito:

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Voy a tratar de narrar mi experiencia de la noche antes de este día:

Para comenzar debo decir que cambié mi avatar en Twitter: ahora soy María de Jesús de Ágreda:

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Estoy leyendo De lágrimas y de Santos, de Cioran, y esa lectura me llevó a pensar en la monja española y sus experiencias de bilocación. Ayer estuve pensando también en Pascal, en el libro sobre la gente menuda, los santos, los gigantes y los extraterrestres. Después del sueño pensé: desde la perspectiva de Rodolfo Llinás mi cerebro sólo recreó los pensamientos del día, pero desde la perspectiva de Ernesto Sabato pude haber invocado a la monja, que en realidad es un ser de otra dimensión: no es humana pero tampoco es una extraterrestre de nave espacial que alberga al doble de la persona abducida. El humano se siente atormentado cuando ve a su doble sentado en una silla dentro de la nave y se dice a sí mismo temblando de miedo: hay alguien más -idéntico a mí- viviendo mi vida en otra dimensión.

Cuando me desperté pensé en varias posibilidades relacionadas con el funcionamiento del cerebro, en las perspectivas que ofrece el autor del libro sobre los universos paralelos y pensé también en el testigo que ve dormir a un ser humano, tiene el poder de manipular sus sueños y llevarlo de paseo por su mundo si el soñador está dispuesto a viajar con él, o con ella.

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Sin más preámbulos paso a relatar mi vida antes del sueño, durante el sueño y después del sueño:

Antes del sueño: Había dormido tres horas durante el día y me costaba un poco conciliar el sueño ahora, eran las doce de la noche. Empecé a pensar cómo se construyen los recuerdos en el cerebro, me dormí recordando que cada recuerdo distorsiona de nuevo la distorsión llamada realidad, es decir, que todo es mentira.

El sueño: Estaba con una amiga que me admira como pocas y me abraza con emoción cada vez que nos encontramos porque le gusta mi estilo y la forma en que confundo a los lectores, siempre dice: «Te conozco, sé cómo eres, los demás no saben nada, es gracioso oír todo lo que dicen de ti delante de mí y yo siempre me quedo callada, no les cuento que te conozco…». Era ella, su rostro aparecía nítido en el sueño, casi más nítido que cuando nos vemos cara a cara. Su felicidad ante mi presencia era igual en el sueño y en la realidad.

Estábamos frente a una cama resplandeciente de blancura y sobre la cama una niña que era hija suya, yo adoraba a esa niña. Intenté alzarla pero sentía que perdía la fuerza del brazo y me desplazaba hacia atrás, pero de una forma muy artificial. Estábamos plenas de felicidad cuando entró un ser que parecía su esposo pero su rostro tenía rasgos de dinosaurio, lo besé en la mejilla para despedirme y sentí su mandíbula larga y no completamente fría, como si besara una piel de madera suave, no era piel, era madera. Con ese beso me transporté a otro mundo. Salí, él estaba afuera conmigo y me invitó a viajar a ese otro mundo que no tenía nada que ver con la realidad que vivía al lado de mi amiga, de su cama y de su hija.

Lo que viví dentro de esa parte del sueño no lo puedo recordar bien pero mientras soñaba estaba segura de que había vivido esa experiencia en mis sueños de infancia, era un sueño repetido y perturbador de cuando era niña, una niña muy pequeña, casi una bebé. Pero ahora entendía más y mejor.

Mientras soñaba seguramente pensaba en todos los libros que he leído sobre el cerebro y el sueño y eso hacía la experiencia todavía más aterradora, no era la niña de ocho o diez años que se confundía mucho soñando esos sueños tan sofisticados, era la señora de cuarenta y tres cultísima y controlada la que estaba inmersa en ese mundo y eso me asustaba más.

De un mundo pasamos otro, era el futuro, muchas pantallas, anuncios que no recuerdo, todo azul y, a la salida de ese mundo, humanos como yo a los que les daban un líquido azul de una manguera, nadie oponía resistencia. Yo hacía preguntas y me negaba a ese mundo, bebí muy poco de la bebida azul y salí, como si me resistiera a continuar ahí. Afuera, de nuevo saliendo de otra puerta clarísima, como cuando salí del encuentro con mi amiga. Mientras caminaba un hombre en un carruaje me llamaba, me pedía me que subiera, me llamaba con un epíteto que no recuerdo y es una verdadera lástima porque en el sueño me sentía identificada con esa palabra, con ese nombre. Me subí a la carreta, iban más personas pero yo era la reina, la mayor parte del espacio era para mí y mi ropa era negra, el carruaje parecía volar y yo me elevaba dentro del carruaje y la ropa negra se convertía en capa. Mientras disfrutaba del viaje resultó que podía ver desde arriba y veía mi casa de la infancia, invocaba a mi mamá desde arriba y ella miró y me vio, quería volar desde el carruaje hasta la casa pero se elevaba más hacia arriba, aparecieron al lado de mi mamá, con la misma nitidez con la que veía a mi amiga al lado de la cama resplandeciente de blancura,  mi papá y mis dos hermanos menores, pero los cuatro eran jóvenes, como se veían hace más o menos veinte años. Me miraban y lloraban como si me elevara hacia el cielo, como si estuviera muerta.

Después del sueño: me desperté muy confundida, estaba acostaba boca arriba en una posición muy relajada. Me toqué la cara para comprobar que era piel y no madera, recordé que vivía con Andrés y lo toqué, prendí la luz para mirarlo dormir, fui al baño, me miré en el espejo, tomé agua y me volví a acostar. Dormí muy bien el resto de la noche y no volví a soñar.

 

El arte de morir

9 May

Hacia el final de la Edad Media abundan los escritos anónimos titulados «El arte de morir», cuyo éxito era extraordinario. Semejante tema, ¿aún puede conmover a alguien hoy? 

Nadie prepara ya su muerte, nadie la cultiva, de ahí que se escabulla en el mismo momento en que nos arrebata.

Los antiguos sabían morir. Elevarse por encima de la muerte fue el ideal constante de su sabiduría. Para nosotros, la muerte es una sorpresa horrible.

La Edad Media conoció el sentimiento de la muerte con una intensidad única. Pero supo, con un arte especial, incorporarlo al sentido último del ser. Nadie intentaba hacer trampas con ella. Lo que nosotros, por nuestra parte, quisiéramos, es morir sin el rodeo de la muerte.

Cioran