Desde 2010 he sido víctima de delitos informáticos en mi cuenta de Twitter, al parecer a mucha gente le molestan las opiniones que voy anotando en ese espacio y la manera de hacérmelo saber es borrando la cuenta o alterando la información.
La primera vez que fui víctima de los hackers Andrés (@soychicomatico) copió los pantallazos en los que unos a otros se felicitaban por el éxito de «la operación», se supone que fue un grupo de jóvenes ofendidos por mis análisis sobre la pobreza de la escritura en la mayoría de las cuentas de Twitter, se trataba de un trabajo serio que fui publicando en la página del concurso de ortografía de El Tiempo, en la página de Fundéu y especialmente en el blog. La apuesta mía consiste en no depender de medios oficiales sino en publicar todo en redes sociales, especialmente en Twitter y en el blog, es una inquietud académica que me interesa desarrollar y que me compromete solo a mí, no forma parte de mi trabajo como docente universitaria ni es un proyecto de investigación remunerado, es puro y simple placer, por pasar las horas haciendo algo que me gusta y creo que no le hace daño a nadie hasta el grado de querer hacerme desaparecer.
Desde el momento de la hackeada Se discutió en Twitter si es válido eliminar la cuenta de una persona sólo porque sus opiniones no son del agrado de quienes deciden que estorba. Apareció la noticia en El Tiempo y en La silla vacía y eso detuvo un poco a los agresores, quienes sostuvieron siempre que yo me inventé la hackeada; algunos implicados ofrecieron disculpas y cerraron sus cuentas y los más persistentes todavía siguen con el acoso. En 2010 eran más de cien, en este momento quedan apenas diez o doce sin mucha difusión. Se trata de usuarios comunes que buscan reconocimiento porque burlan el «poder» de las «figuras públicas». Lo más gracioso de todo es que no soy una figura pública ni aspiro a serlo, soy una persona común como ellos: me transporto en buseta, no voy a sitios distinguidos, ni siquiera tengo teléfono bonito con internet móvil.
Después de esa hackeada han venido otras sin mayor trascendencia, se trata de personas que entran a la cuenta, cambian la biografía, borran la foto de perfil, cuentan que estuvieron ahí, amenazan un poco y se van, el gran problema es que a medida que pasa el tiempo lo hacen con mayor frecuencia, en esta semana lo hicieron dos veces.
¿Cómo es «la operación»?:
Ellos deben saber que yo no uso Twitter después de las diez de la noche, a esa hora entran, borran a las personas que sigo -que no suelen ser más de veinte- y siguen a otras que tienen algo en común (en la hackeada de anoche siguieron a Alvaro Uribe, José Obdulio Gaviria, Andrés Hoyos y otras veinte cuentas todas de admiradores fervientes de Alvaro Uribe). Siguen esas cuentas y retuitean menos de diez tuits, todos de apoyo al grupo de personas que decidieron seguir. La idea es hacerle sentir a quienes ven la intervención de la cuenta que yo misma lo hice para posar de víctima.
La novedad con la hackeada de anoche es que ayer dejaron más de veinte comentarios ofensivos en el blog y esta mañana, cuando me enteré de la hackeada y la denuncié a través de Twitter, aparecieron cuentas sin seguidores que continuaban amenazando no sólo con cerrar la cuenta de Twitter y el blog sino que también incluían amenazas de muerte, esas cuentas permanecieron activas menos de media hora.
Las personas nobles me sugieren que vaya a la Fiscalía, que contacte a la policía en Twitter, que dedique buena parte de mi vida a investigar quiénes son los agresores para que paguen por sus delitos. Hace tres meses contacté a la policía en @caivirtual y ellos me dijeron que si quería justicia debía demandar formalmente a los agresores, recolectar información a través de pantallazos y nombres de usuario, armar una carpeta, ir a la URI y ayudarle a la policía a identificarlos. Ese trabajo me quitaría mucho tiempo y además mi intención no es que alguien vaya a la cárcel por hackearme, tampoco me imagino organizando mi carpeta con todas las agresiones que recibo diariamente y dejar intacto el computador cada vez que los agresores deciden que van a alterar mi cuenta de nuevo para que la policía identifique sus IP y vaya por ellos a su casa.
No odio a las personas que me agreden, no me muero por saber quiénes son y no me interesa denunciarlos públicamente o verlos pidiendo perdón de rodillas por sus actos. No creo que los uribistas me hayan convertido en su objetivo, me cuesta creerlo, si se fijan bien mis opiniones casi nunca son sobre política porque la política no me interesa, lo que me interesa es la literatura, la argumentación escrita, la crítica literaria, el periodismo, la honestidad intelectual y la ética, esos son mis objetos de estudio. También me gusta denunciar la injusticia o la falsedad allí donde la identifico y siempre lo hago en los mejores términos, si los lectores se ofenden tienen toda la libertad para manifestarlo pero no entiendo por qué esa necesidad de silenciar al contradictor.
En Twitter recuerdan y adoran a todas las personas asesinadas por decir lo que pensaban, claman justicia, marchan, se indignan, cada quien lucha por su causa de forma individual o en grupo… pero, por otra parte, desean ver muerto a quien no les agrada, ese no debería ser el orden de las cosas ¿esa es la paz con justicia social con la que sueñan?
A quienes me hackean la cuenta en Twitter, me amenazan de muerte y me intimidan todos los días les digo que pueden hacer conmigo lo que quieran, no voy a buscar ayuda de instituciones oficiales porque sé que tienen demasiado trabajo y las oficinas están demasiado congestionadas, pueden buscarme y matarme si quieren, pueden seguir manipulando la cuenta de Twitter todas las noches, pueden eliminarla cuando quieran, pueden borrar el blog, están autorizados…
Piensen con cabeza fría antes de agredirme de cualquier forma si una persona como yo, una persona con tan pocas ambiciones en la vida, con tan pocos amigos y ningún aliado merece ser tratada de la forma en que ustedes me están tratando. Soy compasiva, paciente y noble, no soy capaz de hacerle daño a nadie porque esa no es mi naturaleza y estoy dispuesta a recibir lo que venga de ustedes, me pongo a su entera disposición, si lo desean anexo ni número telefónico y la dirección de mi casa para que me confirmen si me van a matar cuando salga de la casa o cuando salga del trabajo.
Etiquetas: Bogotá, Colombia, delitos informaticos, internet, mujeres, periodismo, redes sociales, twitter, uribistas, violencia
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