David Foenkinos escribió una biografía novelada de John Lennon a partir de dieciocho sesiones de psiconálisis en las que el artista habla por sí mismo ante un supuesto terapeuta que le inspira confianza y con el que al parecer no miente porque las anécdotas que va contando corresponden a los datos biográficos de su realidad real en relación con nombres, fechas y hechos, lo que cambia es la percepción de esos hechos y el resultado es sorprendente porque llegamos a creer que es John Lennon quien habla, no Foenkinos a través de él, y entonces el John Lennon de la ficción se convierte en maestro del aforismo como Montagine, Cioran o Flaubert porque no es fácil sintetizar una vida tan intensa y manejar tantos personajes en apenas 192 páginas. Todavía no tengo claro si se trata de otra novela ligera para leer en el avión o si es Literatura de verdad, a la que nos tenían acostumbrados los escritores sin internet, los de antes del siglo XXI.
En la novela se desarrollan casi todos los datos relacionados con la vida del artista y todo parte del abandono, la sensibilidad extrema, el vacío, el consumo de drogas como búsqueda, como consuelo, como escape, como inspiración y como revelación: marihuana, LSD, anfetaminas, heroína; el arte, el amor, las mujeres, las putas, las fans, los empresarios, los aviones, los músicos, el origen, el desarrollo y la desintegración del grupo, las búsquedas, el vacío y la tristeza que no se olvidan con nada, el desprecio al lujo y al dinero, la sensación de no tener identidad, el padre, la madre, la tía, el hijo, el otro hijo, la hermana desaparecida con la que recuerda haber jugado, el esposo de la madre, el otro esposo de la madre, las dos hijas de ella, el mundo fantasioso en soledad durante la infancia con la droga de la imaginación, esa droga al alcance de todos y sin los riesgos ni las consecuencias de las otras drogas.
Un niño fruto del amor entre dos adolescentes rebeldes e irresponsables lo condenan al abandono en las noches y el niño cree recordar sus propios gritos cuando tenía apenas dos o tres años. La tía Mimí se hace cargo de él pero el niño quiere un padre y una madre y ellos casi siempre están ausentes, ahí comienza la tragedia. El niño ama a la madre con amor desesperado y ella es esposa y madre de otras personas, pero cuando el niño cumple quince años se reconcilian y es ella quien lo relaciona con la música y gracias a esa mujer amada y admirada crea su primer grupo.
La madre muere atropellada por un policía borracho que confunde el freno con el acelerador. Mucho sufrimiento sumado al sufrimiento acumulado durante su infancia trágica y entonces la vida de John Lennon consiste en tratar de olvidar el vacío y el abandono sufridos en la infancia -el tipo de dolor que no se cura con nada- el hombre devenido en artista trata de curarse con música, drogas y amor y entonces lo más intenso de la historia tiene que ver con Yoko Ono, la mujer un poco masculina que tanto fastidia a sus fans porque la encontraban fea; la mujer japonesa siete años mayor que él, seria y de apariencia fría es la única persona que le da un poco de sosiego a esta pobre alma atormentada de niño abandonado que la ve perfecta, la suma de todo lo soñado en un solo ser: madre, padre, amante e intelectual, una artista con sensibilidad masculina y la madre de su hijo. Se siente afortunado porque cree que encontró un tesoro, quiere hacer arte con ella y lo hace, los dos son conscientes de que su amor, su vida privada, es su gran puesta en escena pero lamentan que ella sea digna del odio de todos a su alrededor porque sienten que lo domina mientras él es feliz en su papel de hombre sometido porque es consciente de que necesita siempre a su lado a una persona fuerte que le brinde seguridad, alguien que le ayude a olvidar los gritos de abandono durante la infancia triste.
Hay mucha belleza, y una voluntad de ser un mito, es un modo de haber dado una versión oficial de su vida, dice David Foenkinos en la primera página del libro y luego le cede la palabra a John Lennon:
Nadie puede dar marcha atrás en sus venas.
Dondequiera que fuera, me esperaba el vacío.
Yo era un canalla, como todos los que triunfan.
No puedo expresar nada artístico si no es personal.
Al volverme una imagen para todos existía menos.
Los años tienen la perfidia de embellecer lo que era negro.
Canté muchas veces que no quería que me abandonaran.
Toda mi vida he querido tapar mis emociones con palabras.
Todas mis canciones, como usted sabrá, son autobiográficas.
Yo soy puro instinto. Siempre viví bajo el dictado de mi sensibilidad.
Mi vida es un intento incesante de probarle al mundo que valgo algo.
Yo gritaba pidiendo auxilio, y la gente aplaudía. Era un animal asustado.
El sufrimiento es una eternidad. Antes de los gritos había probado el silencio.
Tengo la impresión de encontrarme de pronto en el umbral de la vida normal.
Ahora pienso que el amor experimentado es proporcional al que no se recibe.
Y ahora comprendo que siempre hay algo inquietante en las horas de tranquilidad.
Al fin puedo vivir días que se parecen unos a otros. Descubro la rutina maravillado.
Siempre hay una gran distancia entre lo que soy y lo que la gente se imagina de mí.
Una parte de mí está persuadida de que soy un pobre diablo, y la otra piensa que soy Dios.
No he conocido más que el espanto. Lo intenté todo para salir de él. La droga, mucha droga.
Se puede dar un concierto frente a cincuenta mil personas y tener un pánico atroz a hablarle a una mujer.
De niño, me drogué con la imaginación, lo que era menos nocivo. Había que poner colores sobre cada cosa para luchar contra la hegemonía del gris.
Antes de Yoko, estaba muy solo. El abandono de una madre condena a un hombre a la soledad.
Me han rechazado tanto que soy capaz de oler el rechazo antes de que se manifieste.
Mis hazañas les gustaban a las chicas. Sobre todo a las de buena familia, que se excitaban con mis groserías.
Yo soñaba con una mujer artista, una mujer a la que pudiera admirar intelectualmente.
En la segunda parte de mi vida me ocupé de deshacer todo lo hecho en la primera.
Mimí me contó que una chica lloró sólo de ver el sillón donde me gustaba sentarme.
Creo que hasta la encontré poco atractiva. Fue su ingenio y su talento lo que me llevaron a amarla y a encontrarla hermosa.
Ella sabía que durante toda mi vida yo había necesitado personas fuertes junto a mí. Personas que debían representar el papel de madre o de padre.
Tengo la impresión a veces de que el genio se paga. Que el salvajismo del que somos víctimas alivia a los miserables.
La veían dominando al pequeño bobo que era yo. Esa servidumbre la he asumido. Me asombra que hayan despreciado una idea tan buena: la de un hombre cediendo su autonomía a una mujer.
Los tipos que se despiertan felices a la mañana son algo que me fascina. Paul es un genio, eso es indudable. Es la prueba viviente de que se puede ser feliz y ser un genio.
Escribir siempre fue lo más importante para mí. Había publicado un libro en el que se encontraban mis ideas fantásticas y mi gusto por las pequeñas historias retorcidas.

Etiquetas: biografía, David Foenkinos, John Lennon, literatura, literatura francesa
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