Mi primera experiencia como profesora fue cuando tenía dieciocho años, era profesora de un grupo de niños de quinto de Primaria. Cuando tenía veintidós fui profesora de grado once y luego retomé la docencia cuando tenía treinta y dos años; desde 2002 he sido profesora universitaria sin pausa y me he divertido tanto como cuando tenía dieciocho años.
La experiencia con los niños de quinto de Primaria fue reveladora porque supe en qué consiste la seducción, el poder de la palabra y de la risa, yo era una especie de niña jugando con veinte niños más pequeños que yo y la mejor clase era educación física porque me los llevaba a un parque grande y la única disposición de la Maestra era: ¡A jugar! Jueguen a lo que quieran, disfruten el uniforme de educación física para ser absolutamente libres y no se vayan a matar porque yo sería la responsable de lo que les pase. Esos niños corrían como locos y me adoraban porque los dejaba hacer lo que les daba la gana como niños de diez años una vez por semana.
Mi experiencia con los estudiantes de grado once fue muy graciosa porque yo a los veintidós años parecía una señora rancia con la gente de mi edad, lo que más deseaba era tener treinta porque la juventud me parecía superficial y de risa fácil; en esa época era cuando más leía y era un poco arrogante con esos muchachos y muchachas que tenían dos o tres años menos que yo. No soportaba a las niñas con su maquillaje ni las parejas de enamorados del salón, eso me fastidiaba mucho. Una vez le dije en tono altanero a una niña con su espejo en mano: ¡Usted puede ser mayor que yo pero guarda el espejo y oye lo que estoy diciendo porque yo sé más que usted! Un día me cansé de ese colegio y renuncié para seguir descansando durante varios años más.
En 2002 -después de haber terminado la maestría en el Caro y Cuervo- una amiga me preguntó si me gustaría trabajar en la Universidad Central, eso fue hace dieciocho años. Allá soy profesora de hora cátedra porque sólo aspiro al ascenso espiritual y lo que más valoro de la vida es el tiempo libre. Ser profesor catedrático no da prestigio pero ha sido el trabajo perfecto para mí. Una de las grandes ventajas de ser profesora de la Universidad Central es que he pasado por diferentes dependencias: Humanidades y Arte, Creación Literaria, Cursos de Contexto, Departamento de Ciencias Sociales y ahora estoy en la Escuela de Estudios Transversales. Mi especialidad son las Electivas, me gustan mucho esos retos. Durante todo este tiempo he podido conocer estudiantes de todas las ingenierías, Música, Contaduría, Economía, Derecho, Comunicación Social, Publicidad, Mercadología y otras carreras que en este momento no recuerdo. Soy persona de retos y en la Central mis jefes siempre han confiado en mí, hay libertad de cátedra, cero censura y total respaldo al profesor; he navegado por los temas más sorprendentes especialmente en Publicidad y Mercadología y son estas dos carreras las que me han brindado las revelaciones más sorprendentes como profesora y como aprendiz porque en mi larga carrera he conocido gente muy diversa y he aprendido mucho más de lo que hubiera podido aprender si fuera una profesora de literatura que siempre da la misma materia.
En 2012 una amiga me preguntó si me gustaría trabajar en la Universidad Pedagógica Nacional y encantada dije que sí porque tenía curiosidad sobre cómo sería la experiencia en una universidad pública. Esa ha sido mi segunda gran experiencia como profesora porque me ha permitido contrastar, ver ventajas y desventajas en la educación pública y en la privada. Después de ocho años de experiencia sé que son universos diferentes. En la Pedagógica he pasado por la carrera de Lenguas y por algo llamado Núcleo Común que encierra el área de lenguaje para cuatro carreras: Educación Infantil, Educación Especial, Educación Comunitaria y Psicopedagogía. De esa experiencia lo más gratificante fue todo lo que aprendí con los estudiantes de Educación Comunitaria, es la gente más apasionada que he conocido en mi carrera como profesora. Desde hace un año y medio trabajo en la Pedagógica en Educación a Distancia y esa experiencia fue el mejor tránsito para acceder a la obligada educación en línea a la que nos condenó a todos los profesores del mundo la pandemia. En Colombia más del 80% de los profesores eran profesores de educación presencial, yo era una de las pocas privilegiadas que conocía la teoría y un año de práctica en Educación a Distancia, esa maravillosa experiencia me dio la posibilidad de hacer nuevos experimentos con estudiantes de educación presencial que no esperaban terminar hablando con su profesor a través de una llamada sin video.
El semestre pasado fue un poco caótico para muchos pero este brilla con mucho resplandor, empezamos hace dos semanas y estoy gratamente sorprendida porque he descubierto que una clase en línea con estudiantes de educación presencial puede ser más emocionante que en un salón de clase si es el tipo de materias de las que me ocupo. Todo es muy hermoso pero la pandemia no termina todavía y la economía colombiana está pasando por su peor momento. Muchas universidades van a quebrar y se van a perder más de cinco millones de empleos en 2020. Los profesores universitarios están en alto riesgo de perder su carrera si se llegan a derrumbar instituciones enteras.
En vista de que las universidades públicas y privadas están en riesgo de terminar en bancarrota y dependo de mí misma desde 2002 he creado mi primer emprendimiento como si fuera una bendecida y afortunada cuyo trabajo es su motor y estoy absolutamente sorprendida porque ahora siento que no soy solo una profesora sino una consejera, confidente, mujer que oye y está dispuesta a imaginar lo que mi interlocutor espera para poder complacerlo. Usamos Google Meet sin cámara y entonces termino haciendo una de las cosas que más me gusta hacer en la vida desde que tengo uso de razón: hablar por teléfono. Hablo con grupos de 45 estudiantes, con grupos de 17, con grupos de 2 y hablo con una sola persona. Estando con cuarenta y cinco me siente tan realizada como hablante como cuando hablo con una sola persona porque esa es mi gran especialidad. En tiempos de pandemia mi vida consiste en hablar casi la mitad de cada día por teléfono con gente que aprecio y conozco desde hace mucho tiempo, familiares y amigos. He estado en el teléfono hasta la una de la mañana y he hablado durante cuatro horas sin pausa.
Ahora soy La oyente, la conversadora, la voz amiga, con gente que no conozco ni me conoce y todavía no sé hacia dónde me llevará esta experiencia que me tiene absolutamente fascinada.
Hoy más que nunca puedo decir con orgullo que nunca como antes en la vida hago lo que me gusta y me pagan. Ir a la universidad, disfrazarme de profesora, soportar el transporte público y las miradas lastimeras de los transeúntes es algo que no deseo recuperar. Mi sueño es que si las universidades no se derrumban las Autoridades académicas decidan que las materias que me ocupan puedan ser ofrecidas en línea y yo seguiré feliz y realizada sentada en mi silla favorita con mis babuchas favoritas, mi sudadera favorita y mi ruana favorita tan fascinada como si estuviera en un salón de la universidad y encantada de compartir mi conocimiento y dar un poco de consuelo y palabras de aliento a personas que nunca veré a través de una cámara pero con las que nos podremos comunicar a través de la manifestación humana más pura y franca que existe: el sonido.
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