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Lennon aforista

8 Feb

David Foenkinos escribió una biografía novelada de John Lennon a partir de dieciocho sesiones de psiconálisis en las que el artista habla por sí mismo ante un supuesto terapeuta que le inspira confianza y con el que al parecer no miente porque las anécdotas que va contando corresponden a los datos biográficos de su realidad real en relación con nombres, fechas y hechos, lo que cambia es la percepción de esos hechos y el resultado es sorprendente porque llegamos a creer que es John Lennon quien habla, no Foenkinos a través de él, y entonces el John Lennon de la ficción se convierte en maestro del aforismo como Montagine, Cioran o Flaubert porque no es fácil sintetizar una vida tan intensa y manejar tantos personajes en apenas 192 páginas. Todavía no tengo claro si se trata de otra novela ligera para leer en el avión o si es Literatura de verdad, a la que nos tenían acostumbrados los escritores sin internet, los de antes del siglo XXI.

En la novela se desarrollan casi todos los datos relacionados con la vida del artista y todo parte del abandono, la sensibilidad extrema, el vacío, el consumo de drogas como búsqueda, como consuelo, como escape, como inspiración y como revelación: marihuana, LSD, anfetaminas, heroína; el arte, el amor, las mujeres, las putas, las fans, los empresarios, los aviones, los músicos, el origen, el desarrollo y la desintegración del grupo, las búsquedas, el vacío y la tristeza que no se olvidan con nada, el desprecio al lujo y al dinero, la sensación de no tener identidad, el padre, la madre, la tía, el hijo, el otro hijo, la hermana desaparecida con la que recuerda haber jugado, el esposo de la madre, el otro esposo de la madre, las dos hijas de ella, el mundo fantasioso en soledad durante la infancia con la droga de la imaginación, esa droga al alcance de todos y sin los riesgos ni las consecuencias de las otras drogas.

Un niño fruto del amor entre dos adolescentes rebeldes e irresponsables lo condenan al abandono en las noches y el niño cree recordar sus propios gritos cuando tenía apenas dos o tres años. La tía Mimí se hace cargo de él pero el niño quiere un padre y una madre y ellos casi siempre están ausentes, ahí comienza la tragedia. El niño ama a la madre con amor desesperado y ella es esposa y madre de otras personas, pero cuando el niño cumple quince años se reconcilian y es ella quien lo relaciona con la música y gracias a esa mujer amada y admirada crea su primer grupo.

La madre muere atropellada por un policía borracho que confunde el freno con el acelerador. Mucho sufrimiento sumado al sufrimiento acumulado durante su infancia trágica y entonces la vida de John Lennon consiste en tratar de olvidar el vacío y el abandono sufridos en la infancia -el tipo de dolor que no se cura con nada- el hombre devenido en artista trata de curarse con música, drogas y amor y entonces lo más intenso de la historia tiene que ver con Yoko Ono, la mujer un poco masculina que tanto fastidia a sus fans porque la encontraban fea; la mujer japonesa siete años mayor que él, seria y de apariencia fría es la única persona que le da un poco de sosiego a esta pobre alma atormentada de niño abandonado que la ve perfecta, la suma de todo lo soñado en un solo ser: madre, padre, amante e intelectual, una artista con sensibilidad masculina y la madre de su hijo. Se siente afortunado porque cree que encontró un tesoro, quiere hacer arte con ella y lo hace, los dos son conscientes de que su amor, su vida privada, es su gran puesta en escena pero lamentan que ella sea digna del odio de todos a su alrededor porque sienten que lo domina mientras él es feliz en su papel de hombre sometido porque es consciente de que necesita siempre a su lado a una persona fuerte que le brinde seguridad, alguien que le ayude a olvidar los gritos de abandono durante la infancia triste.

Hay mucha belleza, y una voluntad de ser un mito, es un modo de haber dado una versión oficial de su vida, dice David Foenkinos en la primera página del libro y luego le cede la palabra a John Lennon:

Nadie puede dar marcha atrás en sus venas.

Dondequiera que fuera, me esperaba el vacío.

Yo era un canalla, como todos los que triunfan.

No puedo expresar nada artístico si no es personal.

Al volverme una imagen para todos existía menos.

Los años tienen la perfidia de embellecer lo que era negro.

Canté muchas veces que no quería que me abandonaran.

Toda mi vida he querido tapar mis emociones con palabras.

Todas mis canciones, como usted sabrá, son autobiográficas.

Yo soy puro instinto. Siempre viví bajo el dictado de mi sensibilidad.

Mi vida es un intento incesante de probarle al mundo que valgo algo.

Yo gritaba pidiendo auxilio, y la gente aplaudía. Era un animal asustado.

El sufrimiento es una eternidad. Antes de los gritos había probado el silencio.

Tengo la impresión de encontrarme de pronto en el umbral de la vida normal.

Ahora pienso que el amor experimentado es proporcional al que no se recibe.

Y ahora comprendo que siempre hay algo inquietante en las horas de tranquilidad.

Al fin puedo vivir días que se parecen unos a otros. Descubro la rutina maravillado.

Siempre hay una gran distancia entre lo que soy y lo que la gente se imagina de mí.

Una parte de mí está persuadida de que soy un pobre diablo, y la otra piensa que soy Dios.

No he conocido más que el espanto. Lo intenté todo para salir de él. La droga, mucha droga.

Se puede dar un concierto frente a cincuenta mil personas y tener un pánico atroz a hablarle a una mujer.

De niño, me drogué con la imaginación, lo que era menos nocivo. Había que poner colores sobre cada cosa para luchar contra la hegemonía del gris.

Antes de Yoko, estaba muy solo. El abandono de una madre condena a un hombre a la soledad.

Me han rechazado tanto que soy capaz de oler el rechazo antes de que se manifieste.

Mis hazañas les gustaban a las chicas. Sobre todo a las de buena familia, que se excitaban con mis groserías.

Yo soñaba con una mujer artista, una mujer a la que pudiera admirar intelectualmente.

En la segunda parte de mi vida me ocupé de deshacer todo lo hecho en la primera.

Mimí me contó que una chica lloró sólo de ver el sillón donde me gustaba sentarme.

Creo que hasta la encontré poco atractiva. Fue su ingenio y su talento lo que me llevaron a amarla y a encontrarla hermosa.

Ella sabía que durante toda mi vida yo había necesitado personas fuertes junto a mí. Personas que debían representar el papel de madre o de padre.

Tengo la impresión a veces de que el genio se paga. Que el salvajismo del que somos víctimas alivia a los miserables.

La veían dominando al pequeño bobo que era yo. Esa servidumbre la he asumido. Me asombra que hayan despreciado una idea tan buena: la de un hombre cediendo su autonomía a una mujer.

Los tipos que se despiertan felices a la mañana son algo que me fascina. Paul es un genio, eso es indudable. Es la prueba viviente de que se puede ser feliz y ser un genio.

Escribir siempre fue lo más importante para mí. Había publicado un libro en el que se encontraban mis ideas fantásticas y mi gusto por las pequeñas historias retorcidas.

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A una transeúnte

28 Jun

 

La calle atronadora aullaba en torno mío.
Alta, esbelta, enlutada, con un dolor de reina
Una dama pasó, que con gesto fastuoso
Recogía, oscilantes, las vueltas de sus velos,

Agilísima y noble, con dos piernas marmóreas.
De súbito bebí, con crispación de loco.
Y en su mirada lívida, centro de mil tomados,
El placer que aniquila, la miel paralizante.

Un relámpago. Noche. Fugitiva belleza
Cuya mirada me hizo, de un golpe, renacer.
¿Salvo en la eternidad, no he de verte jamás?

¡En todo caso lejos, ya tarde, tal vez nunca!
Que no sé a dónde huiste, ni sospechas mi ruta,
¡Tú a quien hubiese amado. Oh tú, que lo supiste!

Charles Baudelaire

El estilo aristocrático de Sade

28 Jul

El castillo del conde de Gernande estaba situado en una explanada de diez metros de alto, rodeada de murallas más altas todavía. Cuando Justina fue llevada a aquel lugar, las cortinas del vehículo estaban cerradas, por lo tanto no pudo observar si había otros obstáculos además de aquellas murallas; lo mismo sucedía con madame de Gernande, que había sido conducida allí de noche; no le fue posible observar si existían barreras adicionales. Así que, cuando realizaron su huida, las dos mujeres actuaron pensando que cuando llegaran a la parte alta de las murallas -cosa fácil, gracias a toda la experiencia de Justina con obstáculos de este tipo- se encontrarían en el camino que cruzaba el bosque… y libres.

Es triste decirlo, pero la realidad era muy distinta. Cuando las dos hermosas mujeres, disfrazadas de jardineros, se descolgaron a lo largo de sábanas anudadas hasta el suelo exterior de la fortaleza, se horrorizaron al darse cuenta que se encontraban dentro de un enorme jardín que rodeaba completamente las murallas, y que también estaba cercado por inmensas paredes de casi veinte yardas de altura, y cubiertas en su parte superior por puntas de hierro y vidrios rotos. Subir por aquel monstruoso muro era menos que imposible, no tenían esperanza, salvo posiblemente contar con que el carruaje del conde saliera muy temprano; entonces, si el vehículo estaba ocupado por miembros de la servidumbre de carácter amable, Justina y la condesa podrían rogar que las dejaran subir a bordo.

Momentos después de que amaneció el enorme portón rechinó al abrirse, y apareció el carruaje del conde. Corriendo hacia el vehículo, las desesperadas mujeres comenzaron a golpear las portezuelas y a pedir ayuda. De pronto el cochero detuvo los caballos, las cortinas se abrieron, y surgió en la ventanilla la cara… no de algún sirviente amistoso, sino del propio conde.

-¡Ajá! – Gritó el pervertido golpeando con el bastón- Mi esposa trata de huir, y mi fiel Justina la ayuda. Pues bien, ese delito no quedará sin castigo…

Más temerosa por su querida Justina que por ella, madame de Gernande se hincó a los pies de su abominable marido.

-¡Por favor, señor! -gimió- Todo este intento ha sido planeado por mí. Justina esta aquí sólo porque yo la he forzado a hacerlo. Castígame, si así lo deseas, pero te ruego que la perdones a ella.

Pero aquellos lastimeros ruegos no fueron escuchados.

-De ninguna manera- dijo fríamente el conde. Dos han pecado, y las castigadas serán dos. Esta noche, en cuanto termine la cena, las despacharé a ambas en busca de sus recompensas celestiales; quizá me pase el día construyendo otro aparato para sangrar, y entonces podré contemplar como mueren juntas.

-Pero, señor- comenzó a decir Justina-, por piedad…

-No, muchacha- la interrumpió Gernande-. La piedad es una virtud desconocida para mí. Las dos merecen que les corte las venas en este mismo momento; si aplazo el castigo no es por piedad… Sólo es para realizarlo con más crueldad que hasta ahora.

Y diciendo esto, metió a las dos mujeres en el carruaje y ordenó al cochero que regresara al castillo.

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El miembro más pequeño que ella haya visto jamás

27 Jul

En ese momento Justina se dio cuenta de que Gernande, por muy degenerado que fuera, tenía el miembro más pequeño que ella hubiera visto jamás: un órgano que, por su modesto tamaño de cacahuate, era un insulto a la especie. Peor aún, era tal su torpeza, que ni los mayores esfuerzos de los dos afeminados pudieron provocar que levantara su pequeña cabeza; colgaba sin vida, como si todos los esfuerzos de los activos afeminados fueran inútiles. Finalmente el conde abandonó la tarea, y empujando a los maricones hacia el aparato de sangrar, los incitó para que fastidiaran a la condesa; así lo hicieron con cachetadas, puñetazos y blasfemias… y mientras más la humillaban, más satisfecho se veía el conde…

Al darse cuenta Justina de que la tortura de la condesa podría ser menor si el conde alcanzaba rápidamente el clímax, empezó a esforzarse con el afán de lograrlo, y aprovechando todos los conocimientos adquiridos durante diez años de putería forzosa, se convirtió en puta voluntaria en nombre de la compasión. Y realmente su labor fue un gran éxito, pues momentos después de haberse empeñado en su desagradable tarea, el conde tuvo un orgasmo tal, que Justina, a pesar de sus viajes por todas los caminos de la perdición, no había sido testigo de otro igual. Tambaléandose, gruñendo, agitando los brazos y lanzando alaridos que podían oírse a leguas de distancia, el ruin monstruo casi estalló de placer, y finalmente cayó al suelo hecho un ovillo.

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No es Flaubert, es Sade

26 Jul

Finalmente, después de que el conde había repetido seis veces  sus argumentos aceptó. Bressac estaba muy contento. Tomándola de la cintura la levantó por los aires y la hizo girar en sus brazos. Después, poniéndola de nuevo sobre sus pies, la estrechó contra su pecho y le besó tiernamente la mejilla.

-Mi querida Justina- dijo-. Eres la primera mujer a quien beso, y realmente, lo hago de todo corazón. Nunca me había parecido tan atrayente una hembra.

Y Justina, completamente convencida de que tenía más razones que nunca para aborrecerlo, se sintió embriagada por el deseo irresistible de languidecer entre sus brazos…

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Las consecuencias de la caridad

7 Jul

La caridad nace del orgullo, no del altruismo. El que practica la caridad se sentiría muy ofendido si no disfrutara del halago de los demás. Quiere que lo aplaudan por su generosidad, pues de no ser así haría sus donaciones en forma anónima. Además debes comprender las consecuencias que tiene la caridad: acostumbra a los pobres a recibir dones y, de esa manera, contribuye a que no tengan energías para hacer otra cosa. Cuando alguien sabe que le van a dar limosnas, no trabaja; entonces, cuando dejan de darle dinero, como no sabe por qué medio podría obtener más, se convierte en pordiosero o ladrón. La mejor forma de liberar a Francia de sus pobres sería interrumpir la distribución de limosnas y cerrar todos los asilos. Entonces los indigentes, nacidos en la pobreza, tendrían que cuidarse y hacer acopio de sus recursos internos para poder salvarse del estado en que nacieron; el resultado sería una nación formada sólo por personas que se bastaran a sí mismas. Pero hoy en día consienten y miman a los pobres y ¿cuál es el resultado? Que las criaturas pobres fornican y agregan nuevas criaturas pobres a nuestra población creciente, y esas nuevas criaturas también fornican y aumentan otras más, y así hasta el infinito.

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La misma idea expresada de dos formas diferentes

25 Jun

1. Canción de la vida profunda

El hombre es una cosa vana, variable y ondeante…

Montaigne

Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.

Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos…
(¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.

Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.

Mas hay también ¡Oh Tierra! un día… un día… un día…
en que levamos anclas para jamás volver…
Un día en que discurren vientos ineluctables
¡un día en que ya nadie nos puede retener!

Porfirio Barba-Jacob

2. Al lector

Afanan nuestras almas, nuestros cuerpos socavan

la mezquindad, la culpa, la estulticia, el error,

y, como los mendigos alimentan sus piojos,

nuestros remordimientos, complacientes nutrimos.

**

Tercos en los pecados, laxos en los propósitos,

con creces nos hacemos pagar lo confesado

y tornamos alegres al lodoso camino

creyendo, en viles lágrimas, enjugar nuestras faltas.

**

En la almohada del mal, es Satán Trimegisto

quien con paciencia acuna nuestro arrobado espíritu

y el precioso metal de nuestra voluntad,

íntegro se evapora por obra de ese alquímico.

**

¡El diablo es quien maneja los hilos que nos mueven!

A los objetos sórdidos les hallamos encanto

e, impávidos, rodeados de tinieblas hediondas,

bajamos hacia el Orco un diario escalón.

**

Igual al disoluto que besa y mordisquea

el lacerado seno de una vieja ramera,

si una ocasión se ofrece de placer clandestino

la exprimimos a fondo como seca naranja.

**

Denso y hormigueante, como a un millón de helmintos,

un pueblo de demonios danza en nuestras cabezas

y, cuando respiramos, la Muerte, en los pulmones

desciende, río invisible, con apagado llanto.

**

Si el veneno, el puñal, el incendio, el estupro,

no adornaron aún con sus raros dibujos

el banal cañamazo de nuestra pobre suerte,

es porque nuestro espíritu no fue bastante osado.

**

Mas, entre los chacales, las panteras, los linces,

los simios, las serpientes, escorpiones y buitres,

los aulladores monstruos, silbantes y rampantes,

en la, de nuestros vicios, infernal mezcolanza

**

¡Hay uno más malvado, más lóbrego e inmundo!

Sin que haga feas muecas ni lance toscos gritos

convertiría, con gusto, a la tierra en escombro

y, en medio de un bostezo, devoraría al Orbe;

**

¡Es el tedio! —Anegado de un llanto involuntario,

imagina cadalsos, mientras fuma su yerba.

Lector, tu bien conoces al delicado monstruo,

-¡hipócrita lector -mi prójimo-, mi hermano!

Charles Baudelaire

Uno de los últimos románticos

4 Mar

Jamás vistió esos insípidos trajes de gasa que todo lo dejan ver y nada adivinar. Prefería las telas que crujen, las faldas largas, murmurantes, cubiertas de lentejuelas y adornos metálicos, que obligan a una rodilla muy vigorosa a levantar con fuerza los corpiños de saltimbanqui; bailaba no con aros, por cierto, sino con pendientes que casi me atrevería a decir eran lámparas de cristal. Con gusto hubiera atado al bajo de sus faldas numerosas muñecas raras, como lo hacen las viejas bohemias que nos leen la buenaventura de una manera amenazadora y a quienes se encuentra otra vez en pleno mediodía bajo los arcos de las ruinas romanas, muy chuscas, por lo demás, pero de las que el romántico Samuel, uno de los últimos románticos que posee Francia, estaba enamorado.

Baudelaire, en La Fanfarlo

Había llegado el final de un ciclo

12 Nov

Terminó la bandeja de canalones, encontró un resto de coñac. Encendió la regleta de halógenos a su máxima potencia y los enfocó hacia el centro del lienzo. Mirando de cerca,  ni siquiera la noche estaba bien: no tenía esa suntuosidad, ese misterio que asociamos con las noches de la Península Arábiga; habría debido emplear un azul cerúleo en vez de uno ultramar.  El cuadro que estaba pintando era en realidad una auténtica mierda. Cogió un cuchillo de pescado, reventó el ojo de Damien Hirst, ensanchó el agujero con esfuerzo: era una tela de fibras de lino apretadas, muy resistente. Aferrando con una mano el lienzo pegajoso, lo desgarró de un solo golpe, lo que desequilibró el caballete, que se desplomó en el suelo. Se detuvo, un poco calmado,  contempló sus manos pringosas de pintura, apuró el coñac antes de saltar con los pies juntos sobre el cuadro, y lo pisoteó y restregó contra el suelo, que se volvía resbaladizo. Acabó perdiendo el equillibrio y cayó, el marco del caballete le golpeó violentamente el occipucio, eructó y vomitó, de golpe se sintió mejor, el aire nocturno fresco circulaba libremente por su rostro, cerró los ojos de felicidad: era evidente que había llegado el final de un ciclo.

Michel Houellebecq, en El mapa y el territorio.

¿De qué otra mujer se ha dicho tantas veces que era fea?

11 Sep

Yoko, esta mujer que encontraban fea, cristalizaba la muerte de un sueño. ¿De qué otra mujer se ha dicho tantas veces que era fea? Es algo que no se dice nunca a una mujer, aun si es horrible.  Y yo la encontraba hermosa. Me maravillaba. Cuando se tienen todas las mujeres que uno quiere, cuando la sensualidad es un país recorrido en todos los sentidos, entonces el terreno del deseo se desplaza. Viaja  hacia lo profundo. Hacia todo lo que no es una mañana igual a otra, con una mujer igual que otra, después de una noche en que se han dicho las mismas cosas que la anterior a mujeres intercambiables. Y nadie veía nada de todo eso, en su mezquindad.

David Foenkinos, en Lennon

 

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