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Escritura académica 2017

14 Ene

Después de haber escrito sin parar durante más de veinte años llegué a la siguiente conclusión: el terreno en el que mejor me desempeño es en el de la escritura académica, ensayos sobre teoría y crítica literaria.

En 1996 empecé a escribir ensayos académicos, veinte ensayos a través de los cuales traté de dar respuesta a los grandes interrogantes que me obsesionaban en ese tiempo en relación con la literatura, la teoría y la crítica literaria, el amor, la melancolía, la risa, la lectura, la escritura y la interpretación de textos. Esos ensayos terminaron de publicarse en 2004 y el gran problema tiene que ver ahora con el hecho de que me quedé sin preguntas siendo aún muy joven y entonces no tengo tema de investigación. Hay otros temas que me interesan, claro, pero lo mío tiene que ser una obsesión, una pregunta que me desvele y me afecte la vida. Esos temas dejaron de existir hace mucho tiempo, leo por placer pero no estoy buscando respuestas, las encontré todas antes de haber cumplido treinta años; a esas respuestas me acojo y todavía no me han defraudado.Vivo una buena vida pero me encanta escribir, ese es mi dilema. Mi escritura tiene que ser honesta, no está a la venta ni es para fortalecer el ego, es por el simple placer de ver cómo se van organizando las frases en la pantalla, sincronización total entre dedos y ojos, es decir, placer neuronal. Me gusta darle placer a mi cerebro y lo que más lo satisface es la escritura. No lo creo, lo sé.

Fui bloguera durante diez años y creo que fue ahí, aquí, donde perdí rigurosidad y profundidad; me acostumbré a escribir en tiempo real y ahora Word parece retrógrado, una máquina de escribir manual en tiempos de DOS; mi cerebro se ha modificado, lo que lo emociona hasta el límite es ver como empiezo un texto, lo termino y lo publico ese mismo día, es decir, hoy, mañana es demasiado tarde, ese es el límite del placer cerebral. Si empiezo un texto en Word y lo reviso mañana a mi cerebro le parecerá un texto muerto, he  intentado escribir con calma, puliendo el estilo, tratando de llevarlo al límite, he intentado volver a ser la gran erudita más de diez veces en los últimos cinco años y siempre termino desechando el texto porque me parece un texto sin vida. La escritura en tiempo real termina convertida en arma de doble filo: produce adrenalina pero nos hace sentir culpables y sin compromiso como intelectuales, dolorosamente superficiales.

Sospecho que mi tragedia es una tragedia compartida por personas que escribieron y publicaron antes y después de internet, antes de las redes sociales, YouTube y WhatsApp. Vivimos el día a día y los días se esfuman de forma asombrosa, pasamos el día entero chateando y muertos de la risa leyendo las estupideces que la gente escribe en Twitter, siendo testigo de las olas de indignación de un día.

¿Cuál es el destino de la escritura académica? ¿Muertos casi todos los intelectules del siglo XX debemos acostumbrarnos a la falta de profundidad, a que los grandes temas sean abordados de la forma en que se abordan en las redes sociales?

Este año decidí no volver a comprar libros y eso también es preocupante. Tomé la decisión porque comprar libros se me ha convertido en un vicio y una enfermedad. Compro cien y leo veinte y luego los regalo o los tiro a la basura.

El secreto revelado de Adolfo Zableh

17 Ene

Hoy quiero analizar la columna de Adolfo Zableh titulada «De eso no se habla» a la luz de lo planteado por Paula Sibilia en La intimidad como espectáculo (2008). La columna fue publicada en El Tiempo y en Twitter causó y sigue causando revuelo; sospecho que las frases cargadas de afecto de parte de los comprensivos lectores para la víctima de abuso sexual en la infancia son mucho más efusivas en Facebook porque en Facebook las personas suelen ser  más emocionales que en las demás redes sociales.

Una de las frases al comienzo del texto dice: «A cualquiera lo matan por meterse con quien no debe», se refiere a los periodistas asesinados en Colombia. Yo no soy periodista, pero por tratar temas sensibles como este me han cerrado la cuenta tres veces en Twitter, me han amenazado cinco veces de muerte y una con ácido. Espero que el análisis de la columna que ha despertado tantas emociones en los cibernautas colombianos no se vaya a constituir en una nueva amenaza de muerte o en la suspensión de mi nueva cuenta de Twitter. Los invito a leer de manera objetiva y desapasionada. Recuerden que no estar de acuerdo con la mayoría no debe convertir al disidente en enemigo o en objetivo militar.

Paula Sibilia nos presenta en su libro el triste panorama que estamos viviendo desde hace ya bastante tiempo en lo relacionado con el yo narrador y la creación del autor. Las obras que se producen, quién las produce, con qué propósito, quién las ve, cómo se exhiben, quién gana con la exhibición, etc.

El libro está dividido en nueve partes:

El show del yo.

Yo narrador y la vida como relato.

Yo privado y el declive del hombre público.

Yo visible y el eclipse de la interioridad.

Yo actual y la subjetividad instantánea.

Yo autor y el culto de la personalidad.

Yo real y la crisis de la ficción.

Yo personaje y el pánico de la soledad.

Yo espectador y la gestión de sí como una marca.

Es un libro erudito que nos recuerda los textos más representativos de Walter Benjamin, Virginia Woolf, Marcel Proust, Friedrich Nietzsche y Guy Debord, entre muchos otros, en temas relacionados con procesos de escritura, la figura del autor, la materia para la narración, el arte de futuro, el comercio del arte, la preeminencia del arte sobre el artista y el propósito buscado por el autor en el momento de aventurarse en el ejercicio de la escritura o de cualquier otro tipo de creación.

 La sociedad del espectáculo, “La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica” y Ecce Homo se constituyen en los textos fundamentales a partir de los cuales se articulan las ideas centrales, que no son nada alentadoras y que en un lector culto y atento pueden llevarlo a replantear el papel que juegan sus textos en la red, en un blog por ejemplo, en un espacio tan banal como el soporte que uso para redactar y publicar esta  crítica, precisamente.

La autora considera que los blogs y YouTube son los grandes soportes para crear historias y que casi todas las historias que se presentan en esos espacios son historias banales narradas por gente común que busca ser vista y leída y que para conseguirlo se valen de estrategias que en muchas ocasiones atentan contra su dignidad como seres humanos. A ellos no les importa, lo que de verdad importa es que los vean y los lean.

Los textos que circulan en la red son en su mayoría textos de gente común, personas que quieren ser visibilizadas, reconocidas y remuneradas, lo que esas personas no saben es que las usan. Hay una parte del libro relacionada con el trabajo de marketing que hay detrás de las grandes pequeñas figuras de la web, la gente que se siente triunfadora porque le sirve a una marca.

Hay un gran despliegue a lo largo del libro sobre la forma en que se ha perdido la obra para destacar la figura del autor, ya no importa qué se escribe sino quién lo escribe y qué se sabe de esa persona, especialmente de su vida privada, de su intimidad más escabrosa, preferiblemente relacionada con sus experiencias  sexuales, sus intentos de suicidio, sus desórdenes alimenticios, su deseo infinito de morir o de matar. Los lectores y espectadores no esperan historias bien narradas sino hechos reales de gente común, gozan viendo cómo se va narrando una vida, no importa de quién sea, y quieren conocer muchas vidas, no sólo una, y por eso Twitter es el espacio perfecto para saciar nuestro morbo porque cada día tenemos una vida real para despedazar o alguien a quien felicitar porque tuvo el valor de compartir con nosotros el origen de todos sus males.

Emociona ver la disputa entre la esposa, la amante y el marido infiel en plena calle gracias a una persona generosa que grabó la escena y la publicó en YouTube para nosotros, entristece la tristeza de Faryd Mondragón, buscamos desesperados la teta de una tuitera que dicen que mostró las tetas, la convertimos en TT y finalmente descubrimos que no mostró las tetas sino que eran apenas una inocentes fotografías en brasier. Y ocurre más o menos lo mismo todos los días: hoy sabemos que Adolfo Zableh fue víctima de abuso sexual en la infancia, mañana aparecerá una nueva víctima, un nuevo verdugo, un nuevo suicidio o tal vez otro guerrillero criticando duramente el capitalismo mientras lleva puesta una sudadera Adidas.

El espectáculo que brinda la telenovela o el reality Show ya no nos sacia, queremos miserias y alegrías de gente real y si esa gente es de la farándula nos emocionamos todavía más. Así está el mundo que nos correspondió vivir. El día menos pensado cualquiera de nosotros puede ser el protagonista.

Una vida narrada da paso a otra vida y no hay cuándo parar porque todos los días en los blogs y en YouTube podemos presenciar historias nuevas y eso es lo que busca quien exhibe su vida y quien la contempla: exhibirse como se exhibe otra gente en los programas de televisión, pero ahora no son actores sino gente real, historias reales, y eso nos excita más, nos hace sentir más «humanos». No importa que la imagen personal se deteriore, lo que de verdad importa es capturar lectores y espectadores y sentirse famoso.

La autora no habla mucho de Facebook ni de Twitter y es una verdadera lástima porque es un hecho que son esos espacios los que tienen capturados y perdidos a más seres humanos que se toman por famosos y dan cuenta de su vida privada sin respetar límites. En el libro sólo se menciona a un autor colombiano: Efraím Medina y su desnudo frontal en Técnicas de masturbación entre Batman y Robin, pero es evidente que algunos autores colombianos han llegado mucho más lejos y han caído mucho más bajo. Lo que Carolina Sanín hace en YouTube, por ejemplo, es mucho más lastimero que cualquier desnudo frontal de un hombre en la carátula de un libro, más cuando se trata de una persona que, se supone, sabe  de escritura, lectura, literatura, interpretación, manejo de la imagen…

Vamos ahora con la columna de Adolfo Zableh.

El periodista vio una película y esa película lo llevó a pensar en abuso sexual, en la forma como ese hecho le arruina la vida a mucha gente, en el origen de su tartamudeo y sin decirlo nos da a entender que su forma de insultar a la gente desde su cuenta de Twitter tiene mucho que ver con esa experiencia traumática en la infancia. La violencia en Colombia y en el mundo tiene que ver con el hecho de que ocho de cada diez niños han sido víctimas de algún tipo de abuso y por eso el mundo está hecho una mierda. Ese es más o menos el resumen de su columna de opinión. Lo que el autor del texto dice es algo que todos sabemos desde hace mucho tiempo y las alarmas están encendidas. Una de las grandes promotoras fue Gilma Jiménez Gómez, gracias a sus campañas ahora los adultos no abusadores debemos tener mucho cuidado, no debemos ser muy cariñosos con los niños porque ellos viven con la sensación permanente de que pueden ser abusados y que el abusador casi siempre es un adulto de su círculo.

A cualquiera lo matan por meterse con quien no debe, escribe Adolfo Azableh, y luego se confiesa con nosotros:

«No es fácil decirlo, pero de mí abusaron cuando tenía 5 años y eso ha marcado mi vida. De entrada, es el origen de mi tartamudeo, y el tartamudeo no es otra cosa que miedo. A la gente, a la vida, a mí mismo. Queda roto quien es víctima de abuso. Desde pesadillas y depresión hasta consumo de drogas y deseos de suicidarse, pasando por un menú que incluye adicción o rechazo al sexo, desórdenes alimentarios, ansiedad e incapacidad de relacionarse. A mí no me ha ido tan mal, me tocó tartamudear y otro par de cositas. Eso, y la eterna angustia que no se va. El hueco en el estómago, la sensación de que algo está mal y no saber qué es. Con ese agujero, con el que dan ganas de llorar y salir corriendo, vive la mitad del mundo y lo ignora.

Hay mucha gente rota jugando a estar bien, quizá por eso el mundo está hecho mierda.

pero en todos los casos es más importante posar para la foto que reconocer el problema. Cuando las cosas se venden como excesivamente pulcras y correctas, es porque algo anda mal.

El tartamudeo me resultó cómodo durante mucho tiempo. Y aunque me han atacado por no poder hablar de corrido, me gusta saber que no tienen mucho más de dónde agarrarse. Mientras los animales, las mujeres, los niños y las minorías étnicas tienen sus defensores, a nosotros (James Rodríguez y Juan Manuel Santos incluidos) nadie nos cobija. Aprovechen, antes de que agredirnos dé cárcel. Gaguear me sirvió para que por mí sintieran lástima y compasión, y así evadir responsabilidades, incluso para que mi madre dejara de pegarme, pero la verdad es que estoy cansado, ya no me sirve. Si en algún momento fue útil, ahora me frena. El niño tartamudeaba, yo seré un hombre el día que lo supere. Cada palabra que digo, cada cosa que hago, cada tuit, cada columna es un grito de auxilio, una nueva oportunidad de liberarme. Esta no es la excepción»

intimidad.

Lamento mucho no poder complacer a mi hermana

9 Ago

El blog que desaparecerá en 2007 me gusta, pero no me duele mucho que lo borren porque ahí está enterrado el pasado. El presente está aquí. Y también están aquí los posts que más me gustan, los que disfruto volviendo a a leer y los que disfrutan otras personas que me lo han manifestado.

Mi hermana es una lectora juiciosa de ese otro blog. Me ha hecho varias propuestas para no perder tan valioso material y una de esas propuestas consiste en no dejar perder los comentarios de algunos posts, que en algunas ocasiones son verdaderos debates de alto nivel o discusiones acaloradas que dan pistas sobre el habitus de los participantes. Me ha pedido que escoja los posts más comentados, analice esos comentarios y cuando sean relevantes los comparta en este blog. El post y los comentarios en una sola entrada.

No es una mala idea, empecé con el post sobre Carolina Sanín, el de los 44 comentarios, y me pareció divertido. Pero luego publiqué el «foro» sobre Walter Serner y el post que tanto le había gustado a Pedro Roque en ese lejano 2007. Ahí comenzó el problema.

Recordé el entusiasmo de ese lector, la altura intelectual de la gente con la que me relacionaba en ese tiempo, recordé el odio que desperté luego en los internautas colombianos, las amenazas de muerte, la censura, los avisos clasificados, las calumnias, los peores insultos, recordé lo mejor de 2007 y lo peor de 2010 y 2015 y en ese proceso recordé también que no me gusta recordar ni añorar el pasado porque no sirve de nada, recordé que programé mi mente desde hace mucho tiempo para vivir el instante pleno y puro y sé que si sigo navegando por el 2007, por el 2008, el 2009… voy a terminar encontrándome con textos que ya estaban borrados de mi mente y que no vale la pena volver a recordar porque cada recuerdo es una nueva interpretación, una distorsión de la realidad que casi siempre convertimos en idilio, en el mundo perfecto.

El pasado le quita brillo al presente. No quiero terminar pensando que todo tiempo pasado fue mejor porque no es cierto y porque aunque así fuera no vale la pena vivir de esa manera, atormentado con el pasado.

Otro problema de continuar con ese ejercicio de recordación tiene que ver con que se perdería el ritmo de la escritura, es obvio que la persona que escribía en el lejano 2007 no es la misma que escribe ahora y entonces perdería sentido el hecho de que estos espacios sean llamados bitácoras. Se llaman así porque el lector puede ver los cambios en quien escribe, es un diario íntimo compartido con el mundo entero.

Quince años de escritura. Causas y consecuencias

29 Jul

Hace quince años era el año 2000 y yo tenía treinta años, he pasado un tercio de mi vida escribiendo.

¿Por qué empezó a escribir?

Porque era una estudiante muy juiciosa en la universidad y me tomaba tan en serio la elaboración de reseñas y ensayos que terminé de estudiar y seguí escribiendo, no para mis profesores sino para mí.

¿En qué momento empezó a publicar sus textos?

En 2002 o un poco antes, no lo recuerdo bien.

¿Dónde empezó a publicar?

En revistas universitarias de España y Chile.

¿Qué publicaba en esas revistas?

Ensayos.

¿Qué tipo de ensayos?

Ensayos argumentativos, era lo que mejor sabía hacer.

¿Por qué?

Porque me acababa de graduar y había escrito dos trabajos de grado que me habían ejercitado mucho en la escritura. Tuve excelentes profesores en el pregrado y en la maestría.

¿Sobre qué eran esos ensayos?

Los primeros son sobre crítica literaria y los últimos son sobre las grandes preguntas que me hacía en ese tiempo: el amor, el erotismo, el origen del arte, la risa, la melancolía, la escritura…

¿Se siente satisfecha con esos ensayos?

Sí, claro, creo que es lo mejor que he hecho. Yo misma me asombro de la rigurosidad, de la cantidad de referencias, de lo pertinente de las citas, de la bibliografía tan selecta y de la forma de desarrollar las ideas. A veces vuelvo sobre esos ensayos y me siento orgullosa porque aprendo leyéndome, me asombro de lo claras que tenía las ideas; ahora soy mucho más relajada, aprendí a serlo escribiendo sobre la risa. Parece como si quien escribiera fuera otra persona pero soy yo y ese yo logra sorprenderme porque me gusta su estilo. No es como el de ahora pero me gusta mucho.

¿De esa época recuerda algún incidente molesto gracias a lo que usted escribía?

Sí, claro, Ricardo Cano Gaviria es inolvidable.

¿Quién es Ricardo Cano Gaviria?

Un escritor colombiano sobre el que hice mi trabajo de grado en la maestría.

¿Y qué pasó con este autor?

Se molestó mucho porque escribí en ese trabajo que él no era la reencarnación de Silva y que el gran escritor de nuestro tiempo no es él sino Fernando Vallejo.

¿Fue la primera persona que quiso perjudicarla porque no escribió lo que él quería que escribiera?

Sí.

¿Cómo podemos llegar a esa historia, a partir de cuáles textos?

Es fácil entenderlo todo leyendo dos textos: Cartas de Ricardo Cano Gaviria a Elsy Rosas Crespo y José Asunción Silva y Ricardo Cano Gaviria: lector artista, lector que escribe. Los dos están publicados en este blog.

¿Por qué dejó de publicar sus ensayos en esas revistas?

Porque aparecieron los blogs.

¿Cuando aparecieron los blogs dejó de escribir ensayos?

Sí.

¿Por qué?

Porque los blogs son más amigables con los textos cortos.

¿Y entonces cambió su estilo y los temas sobre los que escribía?

Sí.

¿Eso fue en 2005?

Sí. 2005 0 2006, no lo recuerdo bien.

Pero su blog más antiguo empieza en 2007.

Antes tuve otro y lo borré.

¿Por qué lo borró?

Porque tenía dudas.

¿En esa época ya recibía amenazas de muerte?

No, en esa época sólo me relacionaba con lectores de otros países. Vine a conocer a los internautas colombianos en 2010, gracias a Twitter.

¿Entonces entre 2005 y 2010 era bloguera?

Sí.

¿Y en 2010 empieza la nueva temporada gracias a Twitter?

Sí.

¿Y qué piensa de todo lo que ha provocado su presencia en Twitter?

Tiene ventajas y desventajas.

¿Más ventajas o más desventajas?

Más ventajas.

¿Por qué?

Porque a pesar de todas las agresiones he podido conocer mejor la naturaleza de los colombianos.

¿Qué es lo que más la ha asombrado?

El odio y lo que ese odio genera.

¿La habían amenazado de muerte antes?

No.

¿Le habían hecho seguimiento para saber dónde vive, cuáles son sus números telefónicos y su lugar de trabajo para intimidarla?

No, nunca.

¿Vive con miedo?

No

¿Por qué?

Porque esa es mi naturaleza. Olvido pronto y perdono a todas las personas que me han ofendido. Si me matan también los perdono porque de algo me tengo que morir, soy humana como ellos.

Carta abierta a un lector enamorado

9 Jul

Desde hace una semana un lector frecuente de este blog dejó varios comentarios, decía que envidiaba a Andrés, que le encantaría conocer a alguien como yo porque sería un privilegio. Para demostrarle que soy una señora de carne y hueso que desayuna, almuerza, come, duerme y trabaja como cualquier otro ser humano le pedí que me siguiera en Twitter y habláramos. Hablamos y se deshizo en halagos. Quería conocer mi voz y que yo conociera la suya, entonces pasamos a WhatsApp y oí su voz.

Hablamos durante cuatro o cinco horas y mi deseo era que entendiera que soy una persona común y el hecho de que escriba tan bien no me convierte en un ser sobrenatural. Para que viera que soy humana le dije que podríamos vernos algún día y tal vez podríamos llegar a ser amigos. Más allá de eso no porque vivimos en ciudades diferentes y tenemos muy pocos rasgos comunes. Para comenzar nos separan 18 años de edad y no quiero volver a relacionarme con hombres menores porque no quiero que me tomen por feminazi. Le conté varios detalles de mi vida privada para que me viera como la persona común que soy, ese detalle lo hizo sentir en una relación íntima y se ilusionó un poco más.

Hoy le dije que no deberíamos volver a hablar pero insistió. Tuve que bloquearlo y entonces decidió dejar comentarios en el blog diciendo que es un bobo. Sus últimos mensajes en Whatsapp fueron reproches, que mi nivel es muy alto para un hombre como él, que tengo razón al rechazarlo.

Es una situación muy incómoda, no lo voy negar.

No soporto la idea de que alguien se entusiasme o sufra por la señora que escribe aquí. Ni amor ni odio, esos sentimientos no deben tener nada que ver con la escritura. La gente no debería experimentar sentimientos gracias a la escritura sino por el trato directo con las personas, aunque escriban bien o no porque ese detalle no es tan importante en las relaciones humanas. La escritura es un oficio más y la gente que escribe también es humana, como todos los demás, no deben tener privilegios.

La escritura tiene muy poco que ver con la persona que escribe. Hay libros enteros sobre eso, la persona que escribe no debe ser confundida con la escritura y el escritor no debe usar su estatus de «artista» para tener un séquito de admiradores y para disponer del cuerpo de sus lectores sólo porque escribe muy bien. Eso no es justo y los escritores que confunden la escritura con el sexo son unos abusadores. Los lectores que convierten al escritor en objeto del deseo también están un poco confundidos porque el sexo no tiene nada que ver con la escritura. Lo mejor que se puede hacer con un texto escrito es leerlo y ya.

Escribir un correo es un asunto muy serio

23 Jun

Tengo una dificultad en la vida y es que a la gente que conozco cara a cara sólo puedo tratarla con dulzura y amabilidad y cuando escribo soy otra, una persona muy diferente, una especie de monstruo implacable y despiadado dominado por la prepotencia y el orgullo. Sé que produzco la sensación de tomarme por omnipotente y sabia. Es escritura, no soy yo, la persona que habla con tranquilidad, la del trato amable, la sonrisa franca y los modales suaves. La señora de pocas palabras que quiere pasar desapercibida en una conversación de más de tres personas.

Cuando escribo pensando en un texto público que será leído por mucha gente los dedos vuelan en el teclado y me domina la risa, cuando voy a escribirle a una persona a la que conozco cara a cara, a los que me conocen de verdad, los que saben el tipo de persona que soy en el trato personalizado (la persona más indefensa y confiada que pueda existir sobre la tierra)  tengo que esforzarme, cambiar muchas palabras, revisar el texto varias veces, redactar varias versiones hasta encontrar la que mejor plasma la verdadera esencia de mi ser.

Cuando escribo mensajes privados no me gusta dar la impresión de ser la señora que escribe sino la señora que habla y como la escritura y la oralidad no son la misma cosa me cuesta mucho trabajo escribir de tal manera que mi interlocutor no sienta que es Ensayista sino que es Elsy, la persona, la señora amable y de muy pocas palabras la que le está enviando el mensaje.

Hoy tuve que enviar dos mensajes de ese tipo dirigidos a dos personas tan amables como yo, el problema es que esas personas también leen lo que escribo en este blog. Creo que no herí a ninguno de los dos, las respuestas fueron inmediatas y quedé con la sensación de que les quedó bien claro que puedo escribir mensajes privados que me hagan ver como soy, no como lo que se refleja a través de la escritura pública.

Escribir es como bailar

22 Jun

Acabo de presenciar quince minutos de una clase de «rumba», hacer ejercicio con música para bailar, deporte mezclado con diversión. Antes de que hubieran transcurrido los primeros cinco minutos supe que escribir es como bailar: se tiene talento o no se tiene. De nada sirve el esfuerzo, el deseo de hacerlo bien, de dejarse llevar por la emoción del momento si no se tiene sabor en las caderas para bailar el mapalé y estilo en la escritura para lograr que las señoras que ven bailar a su profesor lo conviertan en objeto del deseo y los lectores de este post lean lo que estoy escribiendo hasta el final por el simple placer de leer, porque tengo el poder de seducir con las palabras así como el bailarín seduce con la gracia y el encanto de su cuerpo en movimiento.

Yo miraba al bailarín y él bailarín me miraba a mí, sabía que estaba fascinado con mi admiración porque lo hacía muy bien, pocas personas tienen verdadero talento y este profesor lo tenía. Los asistentes al curso lo contemplaban con adoración, especialmente las mujeres. Recordé a mi amigo bailarín, él tiene muchas pretendientes porque ellas, al verlo bailar, sueñan con que es un gran amante, y recordé también que el desempeño en la pista de baile no tiene nada que ver con el desempeño sexual. Aunque el baile está cargado de erotismo nada tiene que ver con el sexo, son escenarios diferentes. La gente se suele confundir, suelen asociar ambas cosas porque una puede llevar a la otra y porque las dos están relacionadas con el sabor, el movimiento, el ritmo y la pasión, pero son asuntos diferentes, no me queda la menor duda. Les habla la voz de la experiencia.

Mientras lo miraba con su cara de satisfacción al sentirse adorado pensaba en mi propio placer cuando la gente me dice que le gusta lo que escribo, que tengo mucho talento, que soy un diamante en bruto, que esperan ansiosos mi libro… No puedo negar que es una sensación muy agradable. Pero mi dicha se multiplicó cuando recordé que él baila y yo escribo y los dos gozamos viendo gozar a otros mientras contemplan la manifestación de nuestro talento. Pero recordé que yo también soy profesora como él  y no pude tener claro si son más intensos los momentos de gozo cuando me dejo llevar por el teclado, en conexión con el cerebro, o cuando me oigo en un salón de clase y a veces me sorprendo con la mirada de asombro o con la admiración que algunas veces manifiesta un estudiante ante lo que acabo de decir o ante la forma de decirlo, o cuando camino pensando en el libro que estoy leyendo o cuando camino pensando en un texto que quiero escribir, o cuando me quedo mirando muy concentrada y dichosa durante quince minutos a un profesor de baile como hoy o cuando me siento un ángel, un hada o una persona que vive con la sensación de que no camina sino vuela bajo el efecto de ninguno droga sino por el simple placer de caminar. Lo mejor de caminar es dejar de caminar, caminar y llegar a escribir sobre lo importante que es para alguien como yo caminar para escribir. Hay una relación evidente entre mis piernas, mis ojos, mis dedos y mi cerebro.

Creo que el profesor bailarín es afortunado porque goza absolutamente gracias a su don, pero creo que yo soy mucho más afortunada que él porque para él todo termina cuando termina la clase mientras que las lecturas, las ideas para escribir, oír mi propia voz y mi propio discurso cada semestre ante rostros nuevos son placeres mucho más intensos que los vividos por el profesor de baile. No lo creo, lo sé.

Contra las biografías

19 Jun

Durante veinte años o más me desviví por las biografías y ahora que yo misma me he convertido en un personaje digno de ser estudiado por los especialistas en literatura y en psicología del arte siento que las biografías son una verdadera patraña, una gran mentira.

Poco tiene que ver la familia ilustre de Virginia Woolf con su talento, poco tiene que ver el alcoholismo de Bukowski con su poesía, poco tiene que ver la pobreza de William Blake con sus visiones, poco tiene que ver la biblioteca de Emily Dickinson con sus experiencias en el jardín de su casa y poco tiene que ver la sinceridad de Nietzsche con su locura. No es muy diferente ser el hijo de un ministro o de un carnicero, estudiar en el mejor colegio del barrio o ir todos los días a una biblioteca pública, haber viajado por todo el mundo o no haber salido nunca de la casa, haber sido reconocido y aplaudido en vida o haber muerto sumido en la pobreza, el olvido, la burla y el desprecio.

Todo queda en manos del tiempo y la vida del autor dice muy poco, casi nada de su obra, de lo más asombroso y perturbador de lo que escribió cuando era un simple ser humano sentado ante una hoja de papel, una máquina de escribir, un computador o un iPad.

Hay mucha gente culta, alcohólica, sensible, devota, amante del campo, delirando en un hospital psiquiáitrico, sumida en la pobreza y el abandono, hay mucha gente viviendo en las mejores y en las peores condiciones y ni la comodidad ni la miseria los convierte en artistas, partamos de este principio: no hay condiciones materiales, sociales, intelectuales ni psicológicas ideales para fabricar seres excepcionales.

Los biógrafos y los analistas se esfuerzan, buscan orden y lógica, explicaciones que nos lleven a comprender la naturaleza del artista gracias a sus carencias o sus excesos, sus influencias, sus genes y lo más probable es que la explicación no se encuentra ahí sino que va mucho más allá y lo que buscan con tanto empeño leyendo muchos libros para luego escribir otros, esa verdad sobre el talento del artista no se encuentra escudriñando la vida privada de la gente, sus traumas de infancia ni su lista de amigos y enemigos.

Ahora la moda del momento consiste en que un periodista comparte una semana de vida en la casa del artista, se inmiscuye en su privada con la ilusión de llegar al fondo de su ser y luego escribe un perfil  para una revista prestigiosa con muchas fotografías en pose casual y una prosa regular sobre lo que significó conocer a fondo a una persona sobre la que todos quieren saber algo más allá de lo que pueden ver cuando leen lo que escribe.

A mí me han propuesto esos ejercicios y nunca salgo del asombro, creo que esa no es la forma más inteligente y sutil de llegar a la esencia de un ser excepcional.

Y entonces pensaba en usted

28 May

El texto que leerán a continuación es el fragmento de un mensaje mucho más extenso enviado por un tuitero que me admira y me lo quiso hacer saber a través de la escritura. El no soportó el ambiente tuitero y unos días después de marcharse me manifestó por qué le gusta leerme. Me gusta la fuerza que ve en mis palabras y la forma en que lo manifiesta.

Espero que les guste tanto como a mí:

Ayer cuando le dije que disfrutaba la forma como entraba al baile con las manos por delante quitando máscaras, pensaba en una mujer que en estrépito interrumpe cualquier baile veneciano, o mejor, que entraba gritando al set de grabación de Eyes Wide Shut de Stanley Kubrick gritando

“¡¡¿¿Qué es esta maricada??!!”

Entonces pensé en esa chispa que hemos perdido, entonces pensé en cómo la falta de arrojo se remplaza por los moldes que elegimos, pretendiendo salir positivos luego de ser vaciados. Y todo se vuelve una pose de adolescentes refinados. Entonces aparecen los niños y las niñas genio que necesitan aplauso y que corren frenéticos a él; entonces aparecen los vergonzantes que lastimeros hacen de la miseria de los pobres su bandera y su experiencia de orden superior. Entonces aparecen todos los perros de mercado de pueblo viejo queriendo un pedazo del gomelo del que nadie sabía que era menos que nadie.

Pensaba en usted, y deseé volver a clase, porque sacar a pasear las palabras sin llevar tras de sí las cosas se ha vuelto un trámite fácil en la fragilidad de gente fragmentada que escribe en retazos. Entonces pensé en usted, con la máscara corrida y envuelta en un tufo de anís, riendo mientras todos se le quedan viendo sin saber qué hacer, sin saber que es precisamente ese no saber lo que los hizo del montón.

Carta abierta a los amigos de mis hermanos y a los amigos de mis sobrinos

20 May

Gracias a la suspensión de la cuenta de Twitter  (debido a que fue reportada  de forma masiva entre el lunes y el martes de la semana pasada según acuerdo definido por un líder a quien no le simpatizo y no me quiere ver escribiendo allá pero probablemente me lee aquí y deja comentarios desobligantes en algunas entradas), gracias a que cientos de personas decidieron ejercer la censura sobre mí, supe que me lee más gente de la que imaginaba y que muchos de esos lectores fieles y anónimos están dispuestos a ayudarme de alguna manera.

Me han hecho sentir como una noble damnificada.

Gracias a esa lamentable experiencia -la suspensión de mi cuenta de Twitter- vi cumplirse de manera palpable la frase popular que dice No hay mal que por bien no venga. La cuenta fue suspendida pero he recibido el apoyo y el afecto de muchas personas sobre las que no sabía nada. Apareció, por ejemplo, un compañero de bachillerato de uno de mis hermanos menores. El me lee en Twitter y leyéndome llegó a pensar si no sería yo la hermana de uno de sus compañeros de clase del lejano 1999. Gracias a sus conversaciones con mi hermano sobre las conversaciones que yo tenía con él en la casa y que luego él compartía entusiasmado con sus compañeros de colegio, el actual lector tuitero de esta pobre señora pensó si no podría ser la hermana de él, me dijo el nombre de mi hermano y, claro que sí, soy yo. Su compañero de clase  recuerda esas conversaciones, recuerda y aprecia todavía a mi hermano aunque lleva muchos años sin verlo y me aprecia un poco a mí gracias a la admiración que mi hermano manifestaba ante sus compañeros cuando era un joven estudiante de bachillerato. Él y yo, el amigo de la juventud de mi hermano, terminamos hablando a través de mensajes privados -precisamente en Twitter- con mi nueva cuenta  @ennsayista sobre esa bonita coincidencia.. Eran conversaciones sobre libros, claro, los mismos libros de que los suelo hablar en mi cuenta de Twitter. ¿No es eso hermoso y conmovedor?

Mi vida no está hecha de tragedias, pero este triste incidente -la suspensión de la cuenta de Twitter- me llevó a comprometerme más con la gente que me lee y confía en lo que escribo. Mis enemigos -si es cierto que tengo enemigos- me hicieron ver que también hay mucha gente que disfruta con lo que escribo y no creen que sea tan peligrosa como algunas personas pretenden creer que soy. Yo me veo como una persona más bien inofensiva.

Esas personas nobles, el amigo de mi hermano, por ejemplo, me han pedido que no me deje callar, que siga escribiendo en Twitter con otra cuenta, consideran que no voy por ahí dañando vidas sino desinflando egos, eso me han dicho varias personas de diferentes formas y es reconfortante saber que interpretan de ese modo la valoración que he hecho de algunos personajes públicos, escritores, periodistas, expertos en social media y emprendedores colombianos en la red en un tono que puede molestar a algunos, ilustrar a otros y divertir a muchos.