Gustave Flaubert le escribía a su amante (Louise Colet) para distraerse del trabajo o para desatar la ira, la felicidad o la impotencia que generaba en él la escritura de su obra literaria más importante: Madame Bovary. La gran paradoja alrededor de la escritura simultánea de estos dos textos está relacionada con el hecho de que a pesar del innegable valor estético de la novela la lectura de las cartas en algunas ocasiones puede llegar a ser más estimulante, actual y universal, este hecho se debe, tal vez, a que son expresión cabal de lo que el mismo Flaubert consideraba sería la gran obra literaria del futuro: un texto autobiográfico escrito con total sinceridad, buen estilo y sin omitir detalles que pongan a salvo la imagen del escritor: “Cualquier hombre que supiera escribir correctamente crearía un libro soberbio al redactar sus Memorias, si las expusiera con sinceridad y de manera completa”.
Para vivir tranquilo hay que vivir solo
7 OctDebido a su indiferencia ante el mundo y a sus ideas estrafalarias en relación con las de la mayoría -con los lugares comunes- tanto como por su deseo de querer pasar desapercibidos aún en medio de sus excentricidades, de no querer llamar la atención de nadie, los melancólicos terminan siendo, paradójicamente, condenados por los demás debido a que su comportamiento es interpretado de manera equivocada o exagerada: su indiferencia se interpreta como arrogancia, su sequedad como orgullo y su frialdad como desprecio: “Lo que me sorprende es que, debajo de esas críticas se note un odio contra mí, contra mi persona, un prejuicio denigrador” (citado por Barnes. 1984; 1986: 37); “La diferencia que ha existido siempre entre mi modo de ver la vida y el de los demás ha hecho que me encerrase (¡no bastante, por desgracia!) en una áspera soledad de la que nada lograba hacerme salir. Me han humillado tantas veces, he escandalizado y hecho gritar tanto que he terminado, desde hace ya mucho tiempo, por reconocer que, para vivir tranquilo, hay que vivir solo y poner burletas en todas las ventanas por miedo a que el aire del mundo llegue hasta uno” (Flaubert. 1846; 1988: 91).
Bibliografía:
Barnes, Julian. El loro de Flaubert. Barcelona: Anagrama. 1986. Título de la edición original: Flaubert’s Parrot. Jonathan Cape Ltd. Londres: 1984.
Flaubert, Gustave. Carta a Louise Colet. Madrid: Siruela. 1989. Traducción, prólogo y notas de ignacio Malaxechevaerría.
23 años de esclavitud
25 SepUna dama no tentada no puede jactarse de castidad.
Montaigne
Hace doce años escribí el ensayo titulado “Superación del amor alucinado”, era un ajuste de cuentas con el amor y la conclusión es simple: el sexo es pura acrobacia y muestra evidente de salud, apertura mental y bienestar, el amor es una ilusión muy persistente, vale la pena amar el conocimiento y no a un hombre, poner por sobre todos los amores el amor al conocimiento o a la lectura o al cultivo del intelecto porque el conocimiento nos enaltece y el amor se acaba o se degrada. Como dice Flaubert: el tiempo pasa y el corazón olvida y porque se puede admirar a las personas más admirables del mundo gracias a lo que escribieron.
De mi primer amor no recuerdo casi nada, Flaubert me gusta desde 1979, es un amor para siempre, profundo y verdadero. Casi todos los días de mi vida pienso en una frase de Flaubert y me siento identificada con cada palabra. Hoy he pasado el día entero pensando en esta frase: Porque un imbécil tenga dos pies como yo, en vez de cuatro como un burro, no me creo obligado a quererlo, o al menos, a decir que lo quiero y que me interesa.
El ensayo sobre el amor -un portento de veinte páginas con cincuenta citas y siete páginas de bibliografía- lo escribí hace doce años y todavía me gusta, recuerdo mi estado de ánimo y lo que sentía mientras escribía; gracias al amor leí más de cien libros y aprendí mucho, debo reconocerlo. Lo escribí inspirada en la desilusión que me causó mi primer amor cuando descubrí que no era para siempre, que no era un ser sobrenatural, que era un humano más. Con ese amor fue una historia de trece años, un poco tormentosa porque fue el primero, supongo que a todas las personas les debe ocurrir más o menos lo mismo porque el primer amor es el de la inocencia.
Luego conocí a Andrés, el segundo amor, el verdadero, el de la madurez, la racionalidad, los planes conscientes, la fidelidad total y la confianza. Siete años de noviazgo y tres de convivencia fueron suficientes para convencerme de que 23 años de amor y erotismo son más que suficientes y no quiero seguir experimentando. Supongo que mi actual desidia tiene que ver con el hecho de que me entregué a esas dos experiencias con absoluta fe, franqueza, pasión y transparencia y como ya sé cómo es el comienzo, el nudo y el desenlace de las bellas historias de amor, esas experiencias fantásticas y fascinantes que nos hacen creer que somos seres afortunados porque encontramos a la persona con la que habíamos soñado siempre, como ya conozco el comienzo y el final esas experiencias han dejado de ser seductoras para mí. La lectura todavía sigue siendo una experiencia fascinante y prometedora.
No puedo ser como la mayor parte de la gente, no puedo vivir por imitación, por prestigio o por presión social. La mayoría de la gente confunde el amor con llenar su miseria existencial al lado de una persona por la que no sienten nada o a la que incluso odian; el amor es una empresa, el marido es auxiliar de cocina y de plomería, y en el peor de los casos un par de seres humanos se unen para ver cómo se engendra, nace, crece, envejece y muere un ser humano fruto de un cruce entre un hombre y una mujer que confundieron esa experiencia con lo que llama El amor.
Gracias a mis dotes intelectuales tengo el privilegio de contar con pretendientes permanentes durante todos los días del año, hombres entusiasmados con la idea de que podrían llegar a vivir una experiencia conmigo. Sexo o amor, nunca me queda del todo claro, pero el problema es que el amor empieza con sexo y el sexo es una lotería: para encontrar al príncipe hay que besar antes a cuatro sapos, dice la leyenda, y eso, a estas alturas de la vida, me parece simplemente ridículo y asqueroso.
La patria desde la mirada de dos personas inteligentes
25 AgoTodo el que posee méritos personales distinguidos, reconocerá más claramente los defectos de su propia nación, puesto que siempre la tiene presente a la vista. Pero todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo nada de lo que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, de vanagloriarse de la nación a que pertenece por casualidad; en eso se ceba, y, en su gratuidad, está dispuesto a defender (con manos y pies) todos los defectos y todas las tonterías propias de esta nación.
Schopenhauer
En cuanto a la idea de la patria, es decir, de cierta porción de terreno dibujada en el mapa y separada de las demás por una línea roja o azul, ¡no! La patria es para mí el país que quiero, es decir, con el que sueño, aquel en que me encuentro bien. Soy tan chino como francés, y no me alegro nada de nuestras victorias frente a los árabes, porque me entristecen sus reveses. Quiero a este pueblo áspero, persistente, vivo, último tipo de las sociedades primitivas y que, al hacer alto a mediodía, tumbado a la sombra, bajo el vientre de sus camellas, se burla, mientras fuma su chibuquí, de nuestra valiente civilización que tiembla de ira
Flaubert
Mi voluntad se derretía al fuego de la ironía interior, y dentro de mí cantaba el himno de la amargura y de la irrisión
19 AgoLa faceta ridícula que veo en el amor siempre me impidió entregarme a él. He deseado, en ocasiones, seducir a una mujer, pero con sólo pensar en el aspecto extraño que en esos momentos debía de tener, me entraban ganas de reír. Tanto es así que mi voluntad se derretía al fuego de la ironía interior, y dentro de mí cantaba el himno de la amargura y de la irrisión.
Gustave Flaubert
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