La última columna de Virginia Mayer se titula «Gordos, calvos y peludos exigiendo mujeres flacas». Comienza explicando por qué le dolieron tanto las críticas que le hicieron a ella por criticar el reinado nacional de la belleza, enfatiza que las mujeres gordas también tienen derecho a apreciar la belleza de una reina porque las gordas también conocen los ideales estéticos de la belleza femenina como cualquier otro ser humano. Por increíble que parezca el origen de la indignación es el reinado nacional de la belleza, sí, esa banalidad creada para divertir masas embrutecidas, las mismas masas que gozan viendo, telenovelas, realitys y partidos de fútbol. Las predilectas de los políticos, los dueños de los medios y los anunciantes.
Nuestra adorada Virginia Mayer ve reinados de belleza y nos cuenta por qué los reinados de belleza son patéticos. ¿una persona con dos neuronas ve reinados de belleza? No. ¿una persona con dos neuronas se detiene a pensar en el coeficiente intelectual de una reina de belleza? No. ¿una persona con dos neuronas trata de explicarnos por qué los reinados de belleza son patéticos? No. Pero Virginia Mayer sufre y llora porque los reinados de belleza son machistas y refuerzan ideas tontas como que las mujeres altas, delgadas, esbeltas y de sonrisa diseñada son las mujeres deseadas por los hombres calvos, gordos y peludos.
Virginia Mayer: no seas tonta. Todos sabemos que la belleza es escasa y que por ser tan escasa nos sobrecogemos de emoción ante una cara hermosa, un cuerpo equilibrado, una voz divina, una forma de caminar elegante. Hombres y mujeres admiramos la belleza femenina porque las formas equilibradas llaman la atención y los cuerpos grotescos nos invitan a mirarlos con rechazo o con burla, es parte de nuestra triste condición humana, no somos ángeles, somo miquitos burlones.
El cuerpo de los demás y el cuerpo propio dan pistas sobre la salud, la edad, el estado de ánimo y la condición física; el cuerpo y la forma en que cargamos con ese cuerpo es nuestra carta de presentación ante los demás nos guste o no. Los animales también se seleccionan así y aunque te cueste creerlo las perras, las gatas y las cerdas no saben de feminismo ni de machismo, son animales y ya. Debes saber que tú, yo y el resto de los seres humanos descendemos de otros animales, no somos creación divina ni nos modelamos a nuestro antojo, conservamos intacto el deseo inconsciente de copular con los ejemplares mejor dotados aunque no queramos reproducirnos o hayamos superado la edad para realizar semejante hazaña. La belleza tiene que ver con la biología, no es una creación humana, está en la naturaleza.
Te invito a que superes la inocencia y la ignorancia, sumérgete en los libros de Desmond Morris, Richard Dawkins y Rodolfo Llinás, no leas sólo basura feminista de mujeres viejas, feas y resentidas porque la vida no las ha tratado bien, no armes tanto alboroto porque las masas embrutecidas se emocionan viendo tetas y culos, en esos seres el miquito está más latente que en los seres privilegiados que renunciamos desde hace mucho tiempo a ver programas de televisión.
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Virginia Mayer escribió en tono indignado: «Mientras mis médicos en Nueva York me decían que hiciera ejercicio y controlara mi sobrepeso, aquí me han dicho que soy obesa mórbida. Los obesos mórbidos del primer mundo son los que andan en sillas eléctricas al no poder moverse por sus propios medios. Aquí la obesa mórbida soy yo. Sociedad enferma». Ahí también te equivocas. En Colombia la mayor parte de la gente no tiene problemas de obesidad como los que tú padeces, pocas personas tienen 50 kilos de sobrepeso como tú. En Nueva York podrías pasar por una persona normal pero Bogotá no es Nueva York. En Bogotá podemos gozar de una alimentación balanceada y hay cierta conciencia sobre el cuidado del cuerpo con fines relacionados con salud y bienestar más que con obsesiones sexuales y complacencia ante la mirada ajena, esas obsesiones tuyas no son las obsesiones de la mayoría de las mujeres en Bogotá ni en Colombia.
Continúa Virginia Mayer con esta joya: «Tengo un amante, un hombre que a pesar de asegurar que estoy entre el top tres de los mejores polvos de su vida, me ha dicho que si me adelgazo podría penetrarme más profundamente». Ay, Dios mío, qué niveles alarmantes de superficialidad.
«Es cierto que estoy gorda, y mi salud se está viendo comprometida por los 50 kilos que me sobran. La artritis degenerativa que tengo en la espalda no se ve beneficiada por mi sobrepeso. Subo dos pisos de escaleras y llego ahogada. No me puedo quedar dormida si no me empepo. Me sobran los motivos para adelgazar, es verdad. Pero esta sociedad no me condena por no estar sana, me condena porque no soy flaca». Ay, Dios mío, Virginia Mayer necesita con urgencia un psicólogo y un nutricionista que la asesore. Si aspira a ser nuestra Virginia Woolf o nuestra Marguerite Duras es preciso que, para comenzar, aprenda a leer y a escribir y no use su condición física para inspirar la lástima de este público morboso acostumbrado a ver expuesta la miseria de la gente común en Laura en América o El show de Cristina.
«Vivir en Colombia con sobrepeso es tóxico para el alma. Aquí es pecado ser gorda. La gorda siempre podría ser diferente. A la gorda no la aceptan como tal, ¡siempre está la posibilidad de que haga dieta! Y yo, hasta el momento, me he negado. Es mí opción». Ay, Dios mío, estas pataletas insoportables las llamas periodismo en KienyKe.
«Deliro con mujerones como Monica Bellucci, Scarlett Johansson, Marcela Mar y Carolina Guerra». Ay, Dios mío. Parece que Virginia no sabe que estas mujeres son mujeres diseñadas para hacer películas y armar revistas.
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