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Mil lectores en quince días y eso que nadie me conoce ni me quiere

19 Ene

Para comenzar, tres reflexiones de Virginia Woolf pocos años antes de morir, es decir, poco antes de 1941:

  1. Todo eso de ser tan distinguida y tan culta, es algo que hay que eliminar sin contemplaciones.
  2. No, decididamente no voy a escribir para las revistas que pagan mejor, de hecho, soy incapaz de hacerlo. De ese modo estoy poniendo diariamente en práctica Tres guineas.
  3. Las cartas me irritan. Ni una sola que sea desinteresada. Siempre piden algo: que hable, que escriba, que dé una conferencia, que vea a tales personas. Eso es la fama.
    Hay un ensayo famoso titulado: “Me he ganado la vida sin trabajar”. El autor habla de la escritura, de vivir de la escritura.

Fue un hombre feliz y realizado porque su gran placer consistía en escribir y además le pagaban por hacerlo, era una especie de emprendedor antes del emprendimiento, una excelente influencia para mí antes de la existencia de los influencers y de internet. Me eduqué para ser enemiga del trabajo y a lo largo de la vida he buscado libros que me ayuden a justificar el ocio, la aristocracia del alma, la vida sin tiempo, el cultivo del alma, la falta de interés por el dinero y la risa franca mientras escribo y mientras camino viendo sufrir a los demás.

Nuestro autor era un autor de otros tiempos, de la época en que no había internet ni redes sociales y sabíamos de la vida de los Grandes gracias a la publicación de sus Diarios y sus Cartas, los buenos tiempos en los que literatura se escribía con L mayúscula. En ese tiempo vender libros ya era un negocio pero no era un negocio tan grotesco como el que vivimos en el siglo XXI, el siglo de la incertidumbre, las redes sociales, las adicciones, la enfermedades mentales, la crisis ambiental, laboral y familiar, el caos en el transporte urbano y el límite más absurdo de consumo, viajes, apariencia y banalidad.

Las tres citas de Virginia Woolf son perfectas para pensar en mi propio proyecto de escritura y todavía no sé si mis decisiones radicales tienen algo que ver con la lectura del Diario de la autora de Una habitación propia y Tres guineas, dos libros que también fueron un gran influencia desde más o menos hace unos treinta años, o si le debo más en lo relacionado con mis ideas radicales a Schopenhauer, Pascal, Flaubert, Bernhard y Chandler, todos hombres, por supuesto. El hecho es que probablemente esos tres libros más la lectura de varias novelas de Virginia Woolf, más la lectura de varias biografías de más de mil páginas en las que narran los detalles minuciosos de la vida de Virginia Woolf, influyeron en buena medida en la idea que tengo de la escritura como negocio.

Escribo desde hace veinte años y mi gran orgullo y placer es simple: siempre ha sido gratis porque escribir es como amar y el amor no se cobra porque se convierte en prostitución, esa última reflexión se consolidó en mi vida leyendo a Ovidio y la afiné un poco más leyendo a Daniel Pennac. Para Daniel Pennac el amor y la lectura son gratis porque son placenteros, para mí es más placentero escribir que leer y por eso regalo la escritura, porque me parece vil cobrar por hacer lo que más me gusta.

Al Clásico del siglo XX le parecía elegante vivir de la literatura, a mí me parece más elegante vivir de la renta, la herencia o la docencia y esquivar como quien huye de la peste todo lo que tenga que ver con vender la escritura y venderse uno mismo como escritor, pensador o sabio en revistas, ferias y fiestas porque la escritura está completamente devaluada y cualquier persona escribe un libro con la ilusión no sólo de vivir de eso sino también para posar de artista.

Esta mañana leí este hilo envidioso de la escritora varada sobre la miseria que gana ella con su libro sobre la depresión y lo bien que le va a la influencer que gana 17 millones por cada historia en Instagram y me hice la siguiente pregunta:

¿Es más triste ser Margarita Posada buscándole pelea a la estrella de los niños porque no sabe nada de depresión o es más triste que la gente más influyente sea tan joven y no sean precisamente filósofos ni artistas sino gente bonita bien asesorada con un excelente plan de negocios?

Supongo que es mejor ser Luisa Fernanda W porque es muy joven, seguramente hace lo que le gusta y gana bien, es como nuestro autor clásico:

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Twitter: el arte de revolcarse entre la mierda

28 May

Me acaban de ofrecer una cuenta con 24.000 seguidores para que regrese a Twitter y la respuesta contundente es:

¡No!

Una semana fuera de ese Bronx me tiene convencida de que estar allá es estar en las drogas y mi única droga es la lectura.

Espero escribir extensamente sobre lo que es Twitter después de haber perdido mi tiempo allá durante nueve años tratando de rehabilitar y educar a tanta gente enferma.

Pueden ofrecerme una cuenta con cien mil seguidores y la respuestas seguirá siendo ¡No! porque ver a Daniel Coronell, a Paloma Valencia, a Gustavo Petro, a Fabián Sanabria y a tanta otra gente con el rostro descompuesto gracias al abuso de la droga sin sustancia me sacó corriendo de ese lugar oscuro que tiene cautiva a tanta gente inocente, ignorante, convencida, engañada y seducida.

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De la pantalla al papel

16 Jul

La mayoría de la gente no sabe por qué usa redes sociales

La mayoría de la gente no sabe para qué sirve crear y nutrir un blog

La mayoría de la gente no sabe quién es, qué quiere, que le gusta, de dónde viene ni para dónde va.

En tiempos de redes sociales y de telefonía móvil todos parecemos nivelados por lo bajo, parecemos parte de la masa y nos confundimos con la masa para poder analizar a la masa de primera mano, sin intermediarios ni intérpretes. Puro trabajo de campo permanente y en pie de lucha no precisamente para adoctrinar sino para educar, educación con látigo hasta que todos entiendan la lección.

Hay quien cree que los lectores, los profesores y los intelectuales no deben estar aquí porque son gente seria y distinguida que no se junta con la masa infame y que sigue investigando a la usanza antigua, como en pleno siglo XX.

¡Ellos son los que se pierden la experiencia!

Desde 1999 publico en internet porque quería saber qué significa ir contra la corriente, no del papel a la pantalla sino de la pantalla al papel.

El papel es del siglo XX y la pantalla es del siglo XXI pero en todo proceso de transición pesa más lo antiguo, que se resiste a morir y a desaparecer como desaparece todo en la vida.

Como lectora de libros en papel que alcanzó a publicar en papel y luego se pasó a la pantalla puedo contarles que pasar de la pantalla al papel es mucho más revelador cuando se trata de seleccionar lo más bochornoso de un blog que lo más selecto de una serie de ensayos eruditos escritos por la intelectual seria y rigurosa que era yo entre 2000 y 2002.

La pantalla cambia los hábitos de lectura y el estilo en la escritura, que no es necesariamente trivial.

Leer en papel los textos que provocaron la ira de la horda produce risa y asombro porque en medio del cinismo hay momentos sublimes llenos de emoción no fingida, humor tan bueno que me hace reír a mí misma porque había olvidado algunos fragmentos sublimes y ahora la Apuesta consiste en pasar de nuevo a la pantalla aquello que pasó por el papel luego de haber pasado por la pantalla.

No voy a escribir cien libros para demostrar que tengo talento porque estoy segura de lo que soy, de lo que tengo y de lo que valgo. Van a ser sólo cinco libros que se devorarán unos a otros.

De Amando a Elsy odiando a Ensayista serán dos volúmenes y van tres con el libro de ensayos que escribí para enseñarme a vivir a mí misma. No me interesa volver a leer ese libro porque aprendí bien, casi de memoria, esas lecciones de vida y de sabiduría que me di a mí misma. Escribí esos textos para enseñarme a vivir y creo que valió la pena.

Los dos libros que faltan espero escribirlos durante los próximos veintidós años. Es un proyecto ambicioso y lograré la meta si empiezo a vivir mucho más despacio a partir del 9 de junio de 2020. Ese es el propósito inicial.

¿Qué es Twitter después de ocho años?

8 Feb

Creé una cuenta en Twitter en 2010 y todavía no renuncio a esa red como he renunciado a todas las demás porque como objeto de estudio sigue siendo fascinante. Twitter es una red muy pequeña que se va reduciendo cada día más y va quedando la gente más mezquina, con menos carácter, con más baja autoestima y más abandonada.

¿Cómo veo el comportamiento de los usuarios colombianos en esta red y cuál es el perfil psicológico de los más activos?:

Twitter es más adictivo que el basuco y la prueba es que muchos usuarios se han despedido hasta diez veces para siempre regresar más enfermos y más adictos, la última vez siempre regresan peor que la anterior. El síndrome de abstinencia es poderoso y dudo que algún psiquiatra o psicólogo sepa cómo sacar a una persona adicta a la tonta red que lo ata y no lo suelta. Si el opio es la cadena de ocho vueltas Twitter le debe haber dado más de doce vueltas a los que se han despedido más de doce veces y regresan como si nada, sin asomo de rubor.

En Twitter la gente no es necesariamente fea pero se siente muy fea y ese problema los lleva a obsesionarse con otras personas para tratarlas de feas, esa es la misma razón por la cual la mayoría de los usuarios se niegan a mostrar su rostro y se escudan detrás del rostro de una persona bella, sensual o enigmática. Todos sabemos que decirse feo es asunto de niños de preescolar. ¿Quién no ha oído a un niño de tres años diciéndole a un adulto en tono de reproche?: ¡Yo a usted ya no la quiero, usted es fea! Ha pasado de moda atacar en masa a una persona por fea pero el tiempo me ha permitido constatar que la gente fea de Twitter se siente inconforme con su propia cara (aunque no sea precisamente la cara de un monstruo) y goza asumiendo la actitud de un niño de tres años peleando con la tía que no lo quiere llevar al parque.

En Twitter no se impone la justicia ni la decencia sino el linchamiento y el odio y dar el nombre propio y poner la cara tiene sus riesgos. Hemos visto gente que ha sido obligada a renunciar a un cargo público, otros se han tenido que ir del país, otros han tenido que ir al psicólogo o al psiquiatra después de un ataque de tuiteros en manada. La falta de amor propio y el abandono se suman a la frustración, la frustración lleva a la ira y la ira de muchos se convierte en una gigantesca bola de mierda que le puede derribar la casa, la vida y la honra a una persona en un fin de semana.

En Twitter se vive la ilusión de amistad y esas amistades de mentiras se alimentan de conversaciones insulsas entre la gente que se siente fea; lo más seguro es que no tienen muchos amigos en la vida real y de tenerlos los dejan sentados en la mesa hablando solos como bobos mientras ellos miran el teléfono porque para ellos es más vital responderle una interacción a la amiga virtual que mirar a los ojos a una persona real. Los enfermos no diagnosticados y no tratados, por supuesto, pasan todo el día chateando en Twitter sobre temas intrascendentes, se favean y se retuitean sus bobadas y se jactan de su red de amigos, una red de amigos sin amigos.

En Twitter las Causas nunca han pasado de moda y a pesar de que se ha comprobado durante casi diez años que muy pocos tuiteros se han enriquecido, han encontrado marido rico y se han convertido en famosos de verdad, figuras influyentes y respetables gracias a sus tuits, siguen remando con entusiasmo con la idea de que algún día verán los frutos que no llegan. Años y años de trabajo perdido exponiendo sus vidas privadas, sus vergüenzas privadas, sin ningún tipo de pudor, sin amor propio, y siempre con la ilusión de que la exposición se vuelva rentable y esperando se quedan. Exponen el cuerpo, exponen a la madre, a toda la familia, a la mascota, luchan por las mujeres, por las reservas, por los derechos de los sin derechos. No creen mucho en la Causa, es una puesta en escena y no se cansan de insistir, de seguir arando en el desierto.

En Twitter abunda la frase sabia y la reflexión profunda, mucha cháchara y poca Sabiduría; las frases hermosas se escriben para proyectar, para representar, nada de eso tiene que ver con el ser, ni siquiera con el tener.

Contarlo todo

8 Feb

Jeremías Gamboa quiere ser escritor y escribió un libro de 507 páginas para expresar su deseo, un libro gordo sobre el deseo de querer ser escritor. Para darle forma a la idea se valió de la autoficción, el género que más vende y causa polémica en este tiempo ya que algunos teóricos y críticos lo ven como:

– Un género del que se ha abusado porque es facilista. Es más sencillo hablar de mi vida que crear mundos de ficción; la autoficción no exige tanto trabajo artístico e imaginación como la ficción.

– Una alterativa desgastada, agotada, descuidada en el estilo, en el manejo de la materia narrativa.

– La autoficción no existe porque cuando narramos lo hacemos ocultando o distorsionando los hechos y entonces no vemos plasmada en la obra la verdad revelada de la vida del autor sino literatura, historias contadas a través de narraciones escritas.

– Toda literatura es autoficción porque aunque se modifiquen nombres, espacios y hechos el escritor siempre está hablando de su propia vida y emociones, enmascarándose en los supuestos personajes e historias ficticias.

El narrador empieza diciendo: ¿Qué historia? Pues la mía: no tengo otra historia que contar… Desnudo y sentado frente a la computadora de mi cuarto esta mañana quiero escribir… Quizá se trate simplemente de eso, de que he aprendido finalmente que la cosa es hacer y no juzgarme.

Un joven humilde de barrio popular conoce no se sabe cómo a Mario Vargas Llosa y el maestro considera que ha encontrado al nuevo niño genio de las letras peruanas; esta afirmación conmociona el mundo literario y todos quieren leer la novela sobre el deseo de escribir, de dedicarse sólo a ese oficio y sobre la impotencia de los primeros intentos ante la página en blanco: ¿Por qué me bloqueé durante tantos años?, me pregunto. ¿Por qué ahora no tengo las ganas de sentarme a escribir esto y simplemente me siento y lo escribo? Me ahogaba en el primer párrafo porque no tenía la menor idea de cómo arrancar mis textos.

Se trata de un libro que se puede leer de varias formas y del que se pueden decir muchas cosas, parece escrito para generar polémica y fue un libro polémico en Perú y en España, no sé qué tanto en Colombia. Lo leí por recomendación de un amigo y nunca había oído mencionar al autor. Lo leí y pensé en Marguerite Duras y en la frase clásica, el famoso Escribe, no hagas nada más de Raymond Queneau:

Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe haber una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir. Para empezar, uno se pregunta qué es ese silencio que lo rodea. Y prácticamente a cada paso que se da en una casa y a todas horas del día, bajo todas las luces, ya sean del exterior o de las lámparas encendidas durante el día. Esa soledad real del cuerpo se convierte en la, inviolable, del escribir. Nunca hablaba de eso a nadie. En aquel periodo de mi primera soledad yo había descubierto que lo que yo tenía que hacer era escribir. Raymond Queneau me lo había confirmado. El único principio de Raymond Queneau era éste: “Escribe, no hagas nada más”.

Recordé a Raymond Chandler, a Gustave Flaubert y a Thomas Bernhard y cómo estos artistas comprometidos se oponen de forma radical y con violencia a lo que hoy llamamos escribir para convertirse en escritor profesional, por contrato, personas presionadas a escribir un libro por año, escritura que no nace de la necesidad apremiante de expresarse sino que fluye al ritmo del mercado, del libro como objeto masivo, un producto más de la sociedad de consumo, bienes culturales que nos hacen sentir más cultos o valiosos, con mejor gusto o más exigentes. Tengo la sospecha de que Jeremías Gamboa es un escritor manufacturado para generar dividendos como si se tratara de un producto de consumo masivo y que la marca Vargas Llosa hizo de él una promesa que no veo tan prometedora porque la prosa es muy descuidada, abusa de los lugares comunes, cuenta una historia en 507 páginas que perfectamente cabría en 150 si el autor hubiera depurado el manuscrito y lo depuró, claro. Hay varias versiones del libro. Lo ha ido puliendo en el camino pero no lo presenta como manuscrito sino como obra definitiva y ese acto es irrespetuoso con los lectores que leyeron una especie de borrador con la seriedad de la obra definitiva y pagaron por el libro convencidos de que se encontrarían con Gran literatura ya que era una obra recomendada por Mario Vargas Llosa, quien goza de reconocimiento como lector exigente y exquisito.

El libro es también una especie de manual para escritores y muchos de los consejos no están relacionados con la poesía sino con ver cómo van aumentando las páginas en la pantalla, como si se tratara de una trabajo bien hecho más que de una pasión, una idea que exige ser expresada. Estos son algunos de los consejos que presenta el autor-narrador:

-Si tienes ideas sólidas, tus textos serán breves. Textos larguísimos casi siempre denotan falta de ideas.

– Los buenos escritores nunca se hacen notar.

Encontrar el silencio total y escucharte, reconocer los sonidos que hay dentro de ti.

Estaba convencido de que correr me ayudaría a escribir. Correr haría circular mi sangre y me ayudaría a despejar lo suficiente mi cabeza.

Me convencí de que sólo empezaría a escribir algo si es que permanecía sentado en mi máquina del mismo modo en que ellos estaban a todas horas metidos en el mar esperando pacientemente la llegada de las olas.

La idea de un joven escritor que vive en un departamento cerca del mar y que emplea todo el tiempo de su día a día a su trabajo creativo era una imagen hermosa pero a la vez insostenible, ya lo sabía.

Son frases digeribles que nos podrían servir para armar un curso de escritura creativa. ¿Quién no ha tomado un curso de escritura creativa? ¿Quién no sueña con enriquecerse a costa de la escritura? Es un derecho soñar con escribir, es un derecho tratar de hacer poesía, cuento o novela. Lo que molesta mucho es que tanta gente sin formación sueñe con ser artista y crea que se trata simplemente de mover los dedos sobre el teclado, gente que piensa en fama, poder y dinero más que en verdad, arte, estética, estilo y compromiso.

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Diálogo socrático sobre la verdad y la mentira en sentido extramoral

8 Feb

– @marcodensayista tú eres de mis favoritas. Te sigo con placer a pesar de que equiparen mi carácter con el tuyo y eso me traiga problemas en la vida real, pero como dijo Madonna “if you can’t take the heat, stay out of the kitchen”…

Si te traigo problemas en la vida real lo mejor es que no me sigas.

Eso le dijeron a San Pedro. Si la gente tiene un problema contigo o conmigo, suena raro, pero no es mi problema.

Pero no te conozco, nunca te he visto, ¿Cómo es posible que te haga daño y le haga daño a esa gente que te recomienda que me evites si no hablo con más de tres personas aparte de mi familia?

Muchos se toman muy personal esta red social. Yo me la tomo en serio pero solo en esta red social, dentro de ella. Es un tema complicado porque justamente este yo de aquí es el mismo afuera. Te sigo hace mucho y siempre has sido consecuente, en eso sí se puede confiar.

Se lo toman tan personal que creen que hago daño digitando. ¡Pobres seres humanos! ¿No es más fácil ignorar como dicen ellos mismos? ¿Por qué leen si les molesta tanto? Nunca sigo a más de cincuenta personas porque no hay a quién más seguir. Es tan triste todo en Colombia.

La verdad, lo verdadero, lo realmente honesto es una gema… es preciosa porque es absoluta y obvio no es común. Yo es que amo la verdad, por rara, fea y rechazada que sea. No podría ser un bienpensante a pesar de ser un ser humano indigno, vil y mentiroso.

A mí me gusta la verdad insolente, la que pone a estos cerdos colombianos a temblar de ira y a decir que me van a dejar sin trabajo, me van a matar, me van a echar ácido; la que los pone a decir que me invento la vida que vivo y tengo ochenta cuentas aquí.

La verdad es fea… la mentira es bonita. Mentir es ético, suave, lacio, fluido, blandito, sonriente, conciliador… la verdad es escabrosa, corrugada, maloliente, áspera, dura, asfixiante, triste, cruel, disociadora y sobre todo solitaria.

Yo paso la vida espantando gente. La soledad no es la condena por ser como soy sino algo que he elegido y eso también ofende a la horda, creen que tienen derecho sobre mí porque les gusta lo que leen y estoy obligada a hablar con ellos porque son mis “fans”. Pobres seres.

Lo que me gusta de túiter es que uno ve a la gente por lo que realmente es. Es un acceso directo al cerebro de los usuarios.

La mayoría de los colombianos no lo han estrenado.

Por:

Camilo Jiménez Varón y Elsy Rosas Crespo

Twitter en el mundo de la modernidad líquida

15 Ene

Tres amigos, tres hombres risueños, amables y graciosos son tres seres humanos de carne y hueso, gente con la que se puede caminar, ir a cine y oír música. Músculos, carne y sangre, realidad real, algo que se puede tocar, átomos, materia viva, lo sólido que no se desvanece en el aire.

Tres puede parecer poco al lado de catorce mil seguidores y mil rts por cada tuit, pero los tuiteros dizque influyentes juran que son poderosos porque todo el día tienen sentado el culo frente a la pantalla y son dizque famosos en medio de gente tan fracasada en la vida social como ellos. Bobos entre bobos escribiendo frases tontas, lugares comunes, verdades de cajón, fórmulas que conocen bien para parecer lo que no son y para que sus bobadas sean repetidas por otros bobos como ellos con pensamiento uniformado en lo que se supone debemos pensar para parecer buenos ciudadanos, buenos seres humanos, humanos ejemplares, gente respetable y digna de ser imitada.

Olas de indignación de mentiras en manos de falsos mamertos, falsos seres de mente abierta, defensores del pensamiento libre, libertad de expresión y el derecho a no estar de acuerdo con lo que piensa la masa estúpida. Nada de eso es real, es simple movimiento de dedos comandados por un cerebro hueco que le teme al vacío y a la soledad y lo que este cerebro hueco de los tuiteros no sabe es que los cerebros huecos están interconectados a través de materia inexistente, esos amigos no existen, esas ideas no existen y esas vidas no existen.

Twitter es una cloaca insufrible, olla podrida, el mundo de mentiras perfecto para observar cómo, de qué forma tan lamentable, se puede hundir una mente sin rumbo.

Instagram y el fetichismo de la imagen

24 Ene

Tengo cuenta en Instagram desde diciembre de 2015, la creé por sugerencia de una persona que me dijo algo como «Si impactas tanto con la escritura no me imagino lo que puedes llegar a hacer con las fotografías». Creé la cuenta y empecé a tomar fotos, muchas fotos. No seguí a nadie porque allá no encontraré gente como Man Ray o Leni Riefenstahl y si los llegara a encontrar -si en esa red social hubiera imágenes dignas de mis ojos- esas pobres imágenes estarían navegando entre millones y millones de fotos basura. Sospecho que Instagram puede ser tanto o más hediondo que Facebook y no quise hacer la prueba. Durante los dos últimos meses seguí a dos amigos pero lo que me interesaba de Instagram era el chat, nada más.

¿Qué me sorprende de mi cuenta en Instagram?

Las visitas diarias. Superan las de Twitter y las de este blog.

Muchas personas pasan diariamente por ahí y contemplan mis imágenes perturbadoras. Sé que son perturbadoras porque llegan a inquietarme a mí también.

¿Por qué me perturban?

Porque son fotos de estados de ánimo y fotos de momentos importantes para mí. Todos los días reviso esas fotos y las voy borrando; dejo sólo las que me transmiten un mensaje concreto y el mensaje es para mí, no para el espectador anónimo.

He recibido comentarios del tipo: «No me gusta su actitud en Twitter ni lo que escribe en el blog pero me gusta mucho su cuenta en Instagram». Yo también me gusto mucho ahí porque revelo mi parte más humana y además me sirve para navegar en el tiempo y el espacio, la memoria y el olvido; para hacer grandes reflexiones sobre la permanencia, el cambio, los ciclos y el eterno retorno.

Carolina Sanín y el peligro de dejarse devorar por el mundo virtual

21 Ene

Me he ocupado de Carolina Sanín desde hace siete años, supe de su existencia en Twitter y a partir de ese momento le he hecho seguimiento a su carrera, a sus actitudes y a su apuesta  estética porque es feminista y porque está interesada en la literatura, como yo. No la sigo porque esté obsesionada con ella, la envidie o la odie sino porque es perfecta para pensar en temas de mi total interés como lo son el campo literario, los intelectuales colombianos, la literatura del futuro  y especialmente internet, cómo se puede afectar la vida personal y laboral cuando los usuarios no son hábiles para navegar en estos mundos en los que no se sabe en qué momento la persona se convierte en personaje y el personaje termina arruinando la vida del sujeto, la vida privada de la persona de carne y hueso que sufre y llora, que siente miedo con todo su cuerpo y  no sabe cómo encaminar de nuevo esa vida real que ha sido tragada por el personaje virtual.

Lo que en algún momento parecía tener forma se desfiguró por completo porque teniéndolo todo (capital social, intelectual, económico, cultural y simbólico) Carolina Sanín asumió la actitud de una joven inocente que no tiene nada sino apenas una cuenta en Twitter o en Facebook y se lanza con furia al vacío con un propósito bien definido: volverse famosa, influencer, emprendedora, empresaria, conseguir novio rico o de la farándula, convertirse en actriz porno siendo periodista, etcétera. La joven inocente y arriesgada apuesta y gana o no gana, si pierde no pierde nada puesto que no tiene nada que perder, no  tiene capital y por eso es arriesgada y pendenciera; hará el ridículo durante una o dos semanas y luego aparecerá la apostadora de turno, la protagonista del nuevo show mediático. Una persona como Carolina Sanín no necesitaba jugar en las redes sociales de esa forma y mucho menos en Facebook, donde la ignorancia, el fanatismo, la zalamería y la desinformación son ley.

Carolina Sanín en muy poco tiempo parece haber acabado con la obra que había construido, con su formación profesional y su desempeño laboral. Terminó poniéndose en contra de la universidad de la que es egresada y de la que luego fue profesora. Eso se llama desde la teoría del campo no saber jugar, no saber mover las fichas, no saber apostar, jugar de forma torpe. Y toda una suma de errores no es más que el fruto de haber sentido que podía ejercer más poder desde un tonto perfil de Facebook que desde el mundo real. Sintió que sus fans y los cientos de mensajes zalameros que recibe cada día tenían más valor que lo que había cosechado en el mundo real, en la realidad ajena a las redes sociales.

Como experta en lectura y escritura en redes sociales cuál es mi consejo para no caer en estos límites absurdos:

Cuando sienta que su vida virtual es más relevante que su vida real, que la gente de carne y hueso y su propio cuerpo, cuando su personaje virtual empiece a ser más importante que el cuerpo que usted habita y ese personaje empiece a afectar de forma negativa su vida real y sus relaciones con otros seres humanos en diferentes entornos, lo mejor es desaparecer de una vez y para siempre de todas las redes sociales, hacer de cuenta que no existen. Muchas personas en el mundo viven perfectamente sin redes sociales.

Cuando sienta que su personaje en internet es más fuerte que usted como persona, como ser humano de carne y hueso que disfruta comiendo, bebiendo, durmiendo, caminando, trabajando y compartiendo la vida con otros seres humanos, lo mejor es desaparecer de las redes sociales de una vez y para siempre, no pensarlo tanto, no seguir arruinando la vida.

Internet produce adicción física y psicológica y puede ser más peligroso que el bazuco, arruina vidas y el usuario debe estar siempre alerta. En este mundo negro donde la persona deja de ser relevante para darle todo el poder al personaje puede caer el niño de siete años y la profesional mayor de cuarenta, no es un asunto simple y no debe ser tratado con ligereza.

Carolina Sanín matoneada

4 Nov

Una persona demasiado llena de sí misma no puede tener buen sentido del humor, una escritora que insulta sin compasión desde una red social no puede esperar se tratada con dulzura cada vez que agrede a una persona o a un grupo de personas con un español digno de una vendedora de fritanga; debe estar dispuesta a recibir todo tipo de burlas y asumir que en las redes sociales las reglas del juego no se corresponden con las de la realidad real, aquí no existen títulos ni dignidades. No puede esperar que después de insultar a los estudiantes de la Universidad de los Andes en Facebook la feliciten por ser sincera, irreverente, contestataria, amiga de la verdad y le den un premio de periodismo de inmersión o de literatura de autoficción.

Si a un grupo de estudiantes en un espacio real les da por jugar cartas encima de una mesita la profesora no tiene ninguna autoridad para escribir en Facebook que preferiría verlos robando o consumiendo drogas.

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Esos juicios no son una broma y lo más natural es que a una agresión se responda con más agresiones y con un meme.

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Carolina Sanín ha creado un personaje grotesco en Facebook y en YouTube, la versión de una mujer altanera que insulta sin compasión y sin mesura en un español no precisamente digno de una profesora de literatura de la Universidad de los Andes. Ese personaje grotesco se hunde en la exposición de temas banales tratados con profundidad y en temas serios tratados con ligereza y cada cierto tiempo logra que sus pataletas virtuales en Facebook lleguen a Twitter, después a los medios y después al despacho del rector de la Universidad de los Andes.

El último gran escándalo ha causado más revuelo que todos los anteriores, se han manifestado varios columnistas en diferentes medios, hay cartas firmadas por profesores indignados que no saben cómo funcionan las redes sociales, hay columnas de estudiantes denunciando que la Universidad de los Andes se convirtió en un negocio rentable y que en el claustro hay o ha habido profesores abusadores que encierran niñas menores de veinte años en los salones no precisamente para discutir asuntos relacionados con crítica literaria.

Hay quienes se ponen de parte de la víctima (por ser mujer) y hay quienes se burlan sin compasión de la profesora-escritora ávida de fama, de premios y de reconocimiento que aspira a ser la versión moderna de Quevedo y termina recordándonos a Nicolás Arrieta-; lo que ella llama humor es la peor representación del mal gusto y en su cadena de insultos terminó damnificado hasta el pobre  Héctor Abad Faciolince.

Carolina Sanín quiere formar parte del campo literario, quiere ser la versión femenina de Fernando Vallejo y sueña con escribir un libro como El olvido que seremos, éxito indiscutible en ventas. Intenta ser la fusión de Vallejo y Abad y su fórmula la ha llevado a ponerse al lado de figuras tan lamentables como Catalina Ruiz-Navarro y Virginia Mayer, que  se solidarizaron con ella.

¿Qué pasa con Carolina Sanín?

¿Por qué deshonra el apellido del abuelo?

¿Por qué le cuesta tanto trabajo entender que la realidad virtual y la realidad son mundos diferentes?

¿No es preocupante que quienes estén poniendo en aprietos a las directivas de las universidades por hacer mal uso de las redes sociales y mezclarlas con entornos laborales sean los profesores y no los estudiantes?

¿Qué sentido tiene que una profesora universitaria matonee a los estudiantes desde una red social y luego se ponga en el papel de víctima cuando los agredidos responden con un meme y luego con otro?

¿Es el fin de la civilización?

¿Me volverán a amenazar de muerte o con ácido por tratar estos temas tan sensibles en este humilde blog?

¿Cuál será la próxima pataleta de Carolina Sanín?

¿Los viajes, el estudio y los apellidos ilustres no sirven para nada?