Archivo | febrero, 2022

Bendito distanciamiento social

12 Feb

Nací arisca. No entendía la cultura de los besos y los abrazos. Nunca he podido caminar con un hombre de la mano como diciendo esto es mío y no podría compartir bocados y besos en un restaurante, en un bar ni en una sala de cine porque me parece comportamiento de putas y conductores.

A mis progenitores les suspendí el beso a los doce años, me volví a despedir de beso de ellos cuando se convirtieron en ancianos y todavía no sé por qué. Con hermanos, cuñadas y sobrinos se empezó a dar esa melosería en los últimos años y donde me acostumbré a saludar de beso fue en el trabajo, en la entidad privada.

Me fascina que se hayan acabado las oficinas, las reuniones de trabajo y los encuentros desagradables con personas indeseables en los pasillos de los edificios. ¿Hay algo más desagradable que recibir al aliento podrido de un compañero de trabajo en una escalera? Creo que no. Mi sueño es que desaparezcan también los jefes y los ascensos, me gustaría que todos fuéramos gente encerrada en treinta metros cuadrados preparando su propia comida y comunicándonos a través de un computador.

Gracias a la pandemia se acabaron las sonrisas zalameras, las sobadas de chaqueta y los besos babosos en el borde de la boca y creo que es algo digno de celebrar. Si hay algo que debemos aprender de los orientales es a no manifestar supuesto cariño con intercambio de babas y choques de manos porque es una práctica social innecesaria cuando todos sabemos que tenemos otras formas más efectivas de comunicarnos como, por ejemplo, la palabra.

La palabra oral implica intercambio de babas y por eso usamos tapabocas. Con tapabocas no podemos expresar las emociones porque solo nos vemos los ojos y en esa medida se vuelve mucho más efectiva la palabra escrita o el audio desde la comodidad del hogar.

Caminar, caminar y caminar

12 Feb

Al comienzo jugaba, después nadaba e iba en bicicleta, después corría y desde hace unos veinte años camino.

Caminar es la mejor forma de vivir. Siempre por el mismo camino cuando camino sola y por diferentes caminos cuando voy acompañada.

Casi todos los días camino una hora diaria y a veces son dos, tres o hasta cuatro.

A veces camino durante varias horas y en el intervalo estoy una o dos horas mirando libros en una librería; veo libros que no leeré porque de entrada sé que no vale la pena leerlos. Cuando veo libros en las librerías me pregunto siempre por qué cualquiera escribe un libro y no siente vergüenza al escribir sus bobadas en letra grande y resaltadas con verde o con rojo.

Ayer estuve casi una hora en la sección de literatura colombiana y supe que la pandemia los volvió más perezosos, conformistas, mediocres y acomodados. Entre ellos se elogian sus obras de pésima calidad, entre ellos se llaman poetas arcaicos y todos ellos saben antes de cerrar los ojos para dormir que la literatura colombiana está pasando por su peor momento y no harán nada para cambiar tan lamentable situación.

Cincuenta años

12 Feb

Cumplí cincuenta años en medio de una pandemia en una casa habitada sólo por mí cuando el mundo entero estaba confinado y no recuerdo exactamente cómo fue ese día ni las palabras que pronunciaron las personas que me llamaron a felicitarme.

Dice George Orwell que a los cincuenta cada quien tiene la cara que se merece y yo todavía no sé si me merezco la cara que tengo, una cara que no ha cambiado mucho en los últimos veinte años.

Los manuales de belleza y de psicología femenina dicen siempre No te preocupes cuando cumplas cuarenta, ¡espera que tengas cincuenta! Ya tengo cincuenta años y seis meses y no me notado cuál es la causa de la preocupación o la inquietud.

Me inquieta más seguir siendo una adolescente eterna porque llevo en eso más de treinta años y el hecho de haber trabajado poco, estar lejos de la familia, no tener hijos y gozar de excelente salud, vitalidad y jovialidad han hecho de mi vida una experiencia de total plenitud pero me parece un poco aburrido seguir de rumba hasta el último día de mi vida.

He disfrutado de la compañía de tres o cuatro generaciones de gente que dejó la juventud hace mucho tiempo y ahora están muertos, enfermos, desesperados o envejecidos, no tengo nada de qué hablar con la gente que era amiga mía hace treinta años porque son señores y señoras azotados por la existencia.

No es fácil tener cincuenta para una persona como yo porque no sé cuál camino seguir. Leer ya no me motiva como cuando tenía nueve años, trabajar en línea no es tan emocionante como ver gente joven y enloquecer de risa con ellos diciendo barbaridades, el sexo y el amor se convirtieron en un disco rayado, los bienes materiales no me seducen y a nivel espiritual no me interesa avanzar más porque no aspiro a ser una santa ni una sabia.

¿Profesores universitarios con doctorado venderán empanadas en 2021?

12 Feb

Desde hace más de treinta años he oído historias de eminencias intelectuales, poetas reputados y profesores exigentes que por algún revés de la vida dejaron las aulas y los laboratorios y decidieron montar un negocio de galletas porque no veían más alternativa ante un panorama tan desolador: horarios extenuantes, compromisos excesivos, estudiantes desaplicados, desilusión ante la carrera y -en la mayoría de los casos- un despido abrupto e injustificado sin derecho a protestar porque la carta de despido se firma el mismo día que se firma el contrato.

Mucha gente cree que si viaja, escribe un libro de poemas, va a congresos y a conversatorios, publica en revistas indexadas y hace doctorados en Europa o en Estados Unidos como por arte de magia aparecerá el trabajo más prestigioso y mejor remunerado y eso no es cierto en 2020 ni en 2002 y mucho menos lo será en 2021 porque por lo visto seguiremos dando clase a través de Google Meet y ese método no motiva a los estudiantes ni a los padres, más si tenemos en cuenta que en Google Meet no podemos ser como realmente somos y los demás no nos conocen como quisiéramos que nos conocieran.

Sospecho que 2021 será decisivo para ver el futuro de la educación superior en Colombia y sospecho también que muchos estudiantes no van a seguir estudiando porque están desmotivados y tampoco tienen plata.

Este loco es mi maestro indiscutible

12 Feb

Mi forma de saldar cuentas consiste en responder a la tontería, lo más pronto posible, con algo inteligente; de esa manera tal vez la pueda reparar. Dicho en imágenes: envío una caja de dulces para librarme de algo agrio. Basta con que me hagan algo malo para que yo “ajuste cuentas”, de eso no cabe la menor duda: pronto encuentro una ocasión para agradecer al “malhechor” (a veces incluso por su infamia) o para pedirle algo, lo que puede ser más cortés que dar algo. También pienso que la palabra más grosera, la carta más grosera, son mejores, más adecuadas, que el silencio. Quienes callan siempre carecen de finura y gentileza de corazón; callar es una objeción, tragarse las cosas produce necesariamente mal carácter, incluso hace mal al estómago. Todos los que callan sufren de dispepsia.

Nietzsche

2020: un año sin comprar nada

12 Feb

Trabajo desde hace apenas dieciocho años y nunca necesité plata para vivir, por eso cuando me pagaron el primer mes por trabajar no entendía la transacción; luego supe que pagan porque se supone que trabajar es una especie de sacrificio y el sufrimiento se remunera con dinero en efectivo para comprar basura y consolarse de esa manera.

Al comienzo no sabía qué comprar con la ganancia y luego asimilé la dinámica y me convertí en una máquina de consumo; a los diez o doce años de consumir basura como una basuquera desquiciada e inconsciente reflexioné profundamente y supe que me había convertido en una persona como las que eran objeto de todo mi desprecio, un ser como los que me ponían a vomitar veinte años atrás con todas las fuerzas de mi ser, Consciente del error y la ceguera quise enmendarme, quise hacer compras conscientes y necesarias pero el problema era que seguía devengando un salario y ahorraba más, estaba en una verdadera encrucijada porque terminé involucrada en un proyecto de vivienda y ya tengo una vivienda y para qué quiero otra vivienda más.

La pandemia llegó a mi vida como una especie de Bendición del Señor porque mi gran propósito para este año consistía en no comprar nada, quería probar mi fuerza de voluntad al no dejarme someter a los deseos de la masa impuestos por las marcas y lo logré. Hoy es primero de diciembre, dicen que el veinte llegará un virus todavía más letal y que el mundo se acabará el 21 de diciembre de 2021 y aunque las noticias no sean muy alentadoras me siento satisfecha con mis pequeños logros y espero seguir evolucionando en el tiempo que nos queda de vida, de energía eléctrica y de internet.

Usar la ropa hasta que se rompa

12 Feb

Hasta 2002 lo que más me interesaba en la vida era leer, no me importaba la forma en que iba vestida porque no trabajaba ni había trabajado antes y hubiera podido vivir toda la vida en la misma casa, con la misma ropa y sin trabajar. El trabajo remunerado me hizo pensar por primera vez en que tenía que gastar esa plata que me ganaba y empecé a comprar ropa, zapatos, maletas y todo tipo de tonterías para ponerme encima. El sueldo también me dio para comprar casa y para comprar muchos más libros que en mis tiempos de lectora juvenil, cuando mi felicidad consistía en pasar todo el día en la biblioteca. La casa me sirve para vivir, los libros son una buena compañía y la ropa no es la gran cosa porque es puro consumo y nada más. Apariencia y banalidad.

Justo antes de la pandemia había tomado la decisión de dejar de gastarme la plata en tonterías sólo para justificar que si uno trabaja le pagan y lo justo es que si pagan es para que uno consuma. Completamos siete meses de trabajo en línea y mi ropa de trabajo es la misma ropa con la que salgo a caminar todo los días: una sudadera vieja. En siete meses he comprado solo comida y desechado dos prendas de vestir porque estaban rotas. Siento un placer morboso cuando veo que la ropa envejece hasta que se rompe y me gustaría volver a ser la misma de hace treinta años cuando no me importaba cómo iba vestida, cuando no miraba ropa en centros comerciales porque no tenía plata para comprar ropa y tampoco la deseaba.

El problema de no comprar ropa ni tonterías para ponerme encima es que termino ahorrando más pero ese problema tiene solución, el consumo absurdo es un mal sin remedio.

Vida de barrio

12 Feb

Dentro de una semana completamos seis meses de cautiverio en Bogotá y esos seis meses bastaron para que fuéramos domesticados como el animal que somos. Lo más gracioso de todo es que me acostumbré a la definitiva vida tranquila y me gusta mi vida de barrio aunque no hable con ningún vecino; sólo hablo amablemente con vendedores y cajeras, como siempre.

Adiós casinos, cafés, librerías, salas de cine, bibliotecas, universidades presenciales, bares, ferias del libro, restaurantes, compra de ropa, morrales y maletas de todos los estilos para cargar libros, fotocopias y agendas. Renuncio a todo eso porque lo que más me gusta en la vida es renunciar.

Hoy fui al Centro después de seis meses y es mucho peor que el desastroso Centro de hace cinco años. Hoy usé Transmilenio para llegar al Centro y solo vi rostros tristes de personas vencidas por la vida. Renuncio también al Centro y al transporte público.

Lo más probable es que me quede en mi vida de barrio hasta cuando pueda irme a vivir al campo rodeada de animales y plantas. Para evitar a los vecinos bastará una buena cerca y seis o siete perros grandes que le muestren los dientes a todo aquel buen samaritano que deseo saludar a esta pobre viejecita.

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El feminismo radical de Camila Cadavid

12 Feb

Supe de la existencia de Camila Cadavid porque es una de las lumbreras en Twitter que se constituyen en los escuderos de Carolina Sanín, gente dispuesta a hacerse matar por su estrella mediática. Antes eran Estefanía Uribe Wolff, Simón Villegas Restrepo, Ximena Guerrero y muy especialmente Simón Ganitsky -para nombrar sólo a los zalameros más desvergonzados- y es imposible saber qué es lo que hace la Maestra en la mente de esta gente joven para convertirlos en sus zombies; Caro busca gente que la adule y la gente que la adula es feliz mostrándose en estado de sumisión. Lo más sorprendente de todo es que Camila Cadavid  siendo sumisa con Caro se presenta también como feminista radical. Me cuesta mucho trabajo entender esas contradicciones.

En una ocasión Camila quiso interpelarme porque me estaba burlando de una de las tonterías escritas por Carolina Sanín, después de dos o tres intercambios quedó desarmada y me bloqueó. Ahora descubrí que esta mujer joven sin carácter tuvo una conversación con Vanessa Rosales en su programa Mujer vestida sobre feminismo radical y sobre eso me gustaría escribir.

Casi siempre nos definimos por lo que somos, no por lo que decimos  o por la forma en que nos presentamos ante los demás y de entrada dudo de la gente que se quiere presentar como radical en lo que sea porque sé que todo enano es crecido, todo mal amante es presumido y todo radical tiene mucho de cobarde y acomplejado. Uno no dice que es radical, uno es radical y probablemente la gente que se hace llamar feminista radical sólo está buscando un poco de seguridad en sí mismo al usar esa palabra tan rimbombante.

Dice Camila Cadavid que el feminismo radical quiere liberar a todas las mujeres. Si yo fuera ella y quisiera luchar contra toda forma de opresión trataría -para comenzar- de  liberarme de la opresión que ejerce sobre mí Carolina Sanín, me preguntaría por qué practico la idolatría ante un ser humano no precisamente evolucionado. ¿De Carolina Sanín aprendió Camila a bloquear a todas las mujeres que no están dispuestas a adularla sino a interpelarla?

Dice Camila que la mujer lesbiana es una mujer prófuga y que es radical porque sueña con una sociedad de Las mujeres. Oye uno estas afirmaciones y se pregunta si todavía hay gente que a estas alturas de la historia cree que ser lesbiana es una actitud tremendamente subversiva cuando desde hace ya bastante tiempo la verdadera subversión consiste en ser heterosexual, no darle importancia a las relaciones sexuales o ir todas las tardes a la biblioteca. Se ha banalizado tanto la homosexualidad que la lucha lésbica ha perdido todo su valor, se convirtió en una moda para parecer rebelde. Las relaciones lésbicas venden mucho en el porno y hombre heterosexual que se jacte de serlo fantasea en irse de trío con dos amigas lesbianas.

La raíz de la opresión es previa a la colonización y las feministas radicales quieren erradicar todas las opresiones, dice Camila con aire de superioridad, y mientras lo dice no puedo evitar sonreír con una mezcla de asombro y desconcierto ante el hecho de que una mujer colombiana se jacte de ser feminista radical cuando ni en Europa ni en Estados Unidos han logrado erradicar el patriarcado durante casi dos siglos de lucha. En Colombia ni siquiera hemos superado la devoción a la Virgen María transfigurada a través de la devoción y el sacrificio en nombre de la madre, la gente sigue valorando el trabajo duro como camino seguro hacia el Cielo, el chisme sigue siendo el gran deporte nacional y la dependencia económica entre padres e hijos y entre hijos y padres está más viva que nunca porque somos tan pobres que no nos podemos dar el lujo de independizarnos cuando tenemos cédula de ciudadanía. Produce más risa todavía oír a Camila Cadavid diciendo cada rato que es una privilegiada de clase y de raza. ¿Se habrá preguntado alguna vez Camila qué piensan en Estados Unidos o en Europa de los colombianos en general y de las mujeres colombianas en particular?

Dice Camila Cadavid que a ella le tocó ser feminista radical porque aunque es una mujer «privilegiada» su madre y su abuela sí que fueron víctimas del patriarcado; su feminismo busca erradicar el matrimonio, la familia y la  religión y lo que la nena inocente no sabe  es que se puede renunciar a la maternidad, el matrimonio, la familia y la iglesia sin necesidad de matricularse en el feminismo y sin ser lesbiana.

Dice después que la mayor traición al patriarcado es volverse lesbiana y que el feminismo radical es una forma de guerra porque se ubica fuera del sistema al cuestionar la  tradición y que ser lesbiana genera incomodidad. Le cuento a esta peladita inocente que genera más incomodidad una mujer soltera de cincuenta años sin hijos, familia, Dios ni mascota que no es lesbiana ni saluda a los vecinos y le encanta burlarse del feminismo de redes.

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