Archivo | noviembre, 2015

El placer de ver envejecer a los padres

30 Nov

Ver crecer a un niño es encantador, pero ver envejecer a un viejo que también fue joven y niño también lo es. Como fui una niña adelantada pude ver a mis padres con distancia y de forma objetiva y desapasionada desde que nací. Yo era una bebé pero no los veía como un señor y una señora sino como un par de jóvenes llenos de energía. Cuando yo nací mi mamá tenía veintidós años y mi papá tenía veintinueve y durante los cuarenta y cinco años que llevo de conocerlos han cambiado mucho pero siguen siendo los mismos.

La mayor parte de mi vida no la he vivido con ellos sino sola, pero ellos siempre han estado juntos y nunca los he perdido de vista. Ayer pasé casi todo el día en visita y me sorprendí con la belleza de mi mamá. Cuando yo era una niña no podía creer que fuera tan bonita. Nadie en la casa es tan bonito como ella y ella lo sabe y no disimula que lo sabe. La piel siempre ha sido blanca y  resplandeciente. No necesita retoques para tener la piel admirable. Los ojos son como los de un gato y puede hacer movimientos extraños con esos ojos hermosos. Es bonita y arrogante pero con nosotros puede llegar a ser sencilla. Cuando yo era niña me perdía en esos ojos y esa piel y ayer, mientras la miraba con atención, me costaba creer que es la misma piel y los mismos ojos aunque hayan pasado cuarenta y cuatro años. No era una ilusión óptica, no estaba enamorada de mi mamá, no era mi ídolo de infancia porque me consentía y jugaba conmigo sino porque de verdad era muy bonita, mucho más bonita que ahora y como nací enamorada de la belleza me volvía loca de amor porque mi mamá era bonita y jugaba conmigo.

En mi pobre papá operó la gran transformación. Siempre nos ha amado con locura, nos ha demostrado con hechos que por sobre todo en la vida la razón de su existencia y de su amor al trabajo son su esposa y sus hijos. La quiere mucho más a ella que a nosotros y nosotros lo aceptamos con resignación, parece que siempre ha sido un hombre enamorado. Es celoso como un loco, aunque los celos de ahora son un poco más controlados que los de hace cuarenta años. Varias veces nos ha dicho llorando de amor que quiere mucho a la señora de la piel blanca y los ojos hermosos que tanto me cautivaron a mí en la infancia. Es una linda historia de amor pero lo más lindo es que mi papá era una fiera indomable y ahora es un adorable abuelito que cambia de estado de ánimo como los niños. Es una mezcla explosiva de sensaciones, puede expresar total emoción ante un simple saludo y puede llorar de tristeza si le decimos, por ejemplo, que el 31 de diciembre no vamos a estar juntos porque como somos gente tan seria nos vamos a terminar aburriendo en ese día aburrido como nos hemos aburrido durante los últimos cuarenta años. El acepta con actitud madura pero no puede evitar manifestar tristeza de una forma que conmovería a la persona más insensible. ¿Por qué siente tanto? ¿Por qué nos quiere tanto? ¿Por qué no puede controlar sus sentimientos si antes lo hacía tan bien? Es un verdadero misterio ver a un hombre-fiera convertido en un niño sensible y mimado.

Los dos son de una vitalidad que siempre me ha sorprendido. En general me siento muy bien, creo que soy una persona que goza de excelente salud y tiene muy buena condición física. Creo que tengo energía acumulada y manifiesto deseos de vivir. Pero cuando los vuelvo a ver me vuelvo a desconcertar, vuelvo a sentir que nunca estaré a la altura de ellos. Pienso en mi propia vejez y me pregunto si llegaré a la edad que ellos van llegando de una forma tan digna y admirable. Porque son gente admirable y creo que ellos también me admiran un poco.

Como no somos gente ridícula no nos decimos nunca cómo nos amamos ni cómo nos admiramos pero es seguro que ellos se deben sentir un poco orgullosos de sus hijos. No nos dieron discursos, en mi casa educan con actos, no con discursos, y eso es lo que se merece el ser humano perfecto.

Escribir desde la normalidad

30 Nov

Uno de mis grandes placeres consiste en  indagar en la vida de las grandes mentes de todos los tiempos. Casi toda la gente admirable es de extremos: muy pobre, muy triste, muy enferma, muy suicida, muy adicta, muy infeliz, muy fea, muy tímida, muy frustrada, muy encerrada, muy abandonada, muy aislada, muy anormal, muy rechazada…  Las personas normales y corrientes no suelen ser talentosas, suelen ser personas comunes, gente que pasa por la vida como cualquier perro o gato de barrio.

Algunas personas me  han dicho que soy inteligente, que tengo talento y escribo muy bien. Me lo han dicho desde 1979. A veces yo también lo creo.  Puedo tomar distancia de mí misma y leer de forma objetiva lo que escribo. Una ventaja es que algunos de los textos que más me gustan los escribí hace más de veinte años. Los leo y pienso con asombro: «¿Yo escribí eso? Es muy bueno. ¿Por qué era tan culta, madura y profunda si era tan solo una niña? ¿por qué escribía como una doctora si era apenas una pobre muchacha?, ¿vengo de otra galaxia?, ¿nací aprendida?.. Son muchas preguntas y pocas respuestas.

Tengamos en cuenta que mi formación académica es en crítica literaria contemporánea y el único escritor colombiano que merece mi respeto y reverencia es Fernando Vallejo. Nadie más. No hay nadie que se merezca el honroso segundo lugar. No hay nadie en Colombia que se acerque a la originalidad, el estilo y la honestidad intelectual de Fernando Vallejo. Es un gran escritor  y los demás dan pena ajena.  Tengamos en cuenta que soy muy exigente. Implacable con los mediocres y los falsos. Esa exigencia mía me dice que podría llegar a escribir algún día textos de ficción y que probablemente esos textos podrían llegar a tener valor, valor ante mis ojos implacables. Creo que podría escribir composiciones poéticas dignas de mi cerebro y de mi formación académica. Decir con la arrogancia del autor que escribía libros dignos de ser leídos: «Si quiero leer un libro bien escrito lo escribo y luego lo leo». Es una propuesta «interesante». También pienso que podría escribir composiciones de corte nietzschiano como las que escribía el maestro cuando estaba a punto de caer en la locura profunda y definitiva, textos titulados «Yo, la mejor de todas», «Yo, la más inteligente de todas»… Yo, yo y yo pero no porque crea que yo soy la mejor o la más inteligente sino por el simple placer de leer. Escribir para leer y leer para sonreír y para ver sonreír a otros. Quiero escribir  pastiches  y parodias, ejercicios de estilo a partir de las obras de los escritores más locos y degenerados de la historia de la literatura. ¿Lo lograré? ¿eso está por verse? Como idea es una Gran Idea.

Leo viejos textos -textos escritos por quien esto escribe, la persona más común y simple que se puedan llegar a imaginar, una pobre señora sumida en la normalidad, un ser casi insignificante- leo algunos textos viejos que escribí con total convencimiento y me asombra la profundidad y la originalidad de algunas ideas, la forma en que organizaba las frases y la contundencia y versatilidad de las palabras. Si es verdad que tengo talento es extraordinario saber que soy una persona ordinaria, la más común de las personas. Me gusta ser la persona común, la señora  normal. ¿Por qué me gusta? Yo misma no lo sé.

Biología animal

28 Nov

Hay dos alternativas en literatura: hablar de sexo y dinero o no hablar de sexo y dinero.

Si el autor habla de sexo y dinero debe ser para burlarse del sexo y despreciar el dinero. Y esta será la literatura realista de crítica social. Para que la obra sea auténtica el autor debe ser sincero, debe burlarse del sexo y despreciar el dinero. Si va a despreciar el engaño, la adulación, la mentira, el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo… Si va despreciar todos esos sentimientos y prácticas viles tan frecuentes en los seres humanos debe ser sincero también. Que no sea una pose para quedar bien, para parecer profundo y sensible, para parecer lo que no es, para vender muchos libros, ganar muchos premios y encontrar buenos amigos y mejores amantes. No debe actuar de esa forma porque un lector inteligente y sensible lo descubrirá cuando lo vea en público (aunque es extraño encontrar personas inteligentes y sensibles en eventos públicos relacionados con literatura).  Si en tu libro quieres parecer Nietzsche no aparezcas con la cara de Ricardo Silva, Héctor Abad, Andrés Hoyos o cualquier otro escritor colombiano de renombre. Trata de ser tú mismo en la  vida y en la obra.

Si el autor no habla de sexo y dinero es porque se burla del sexo y desprecia el dinero, más todavía que el autor de literatura realista. Este es el autor de literatura fantástica. Aquí los seres humanos no se igualan con los conejos y los perros, no se rebajan a su condición más primaria, la de juntar las partes para darle vida a un nuevo ser o para resoplar como cerdos durante diez minutos de  locura; al autor sólo le importa ocuparse de las dotes intelectuales de sus personajes, su capacidad de análisis y síntesis. Le interesa lo más noble de su triste condición. Por eso se burla del sexo y desprecia el dinero y el recurso más efectivo para constatarlo tiene que ver con el hecho de que en sus composiciones los personajes no caen en prácticas sexuales y tampoco hay intercambios de dinero. No se habla de la condición sexual ni económica de los personajes.

Hay literatura fantástica en la que se involucra el sexo y el dinero, pero para que sea fantástica el sexo no debe estar relacionado con biología animal sino con violencia, crímenes y todo tipo de excesos. El lector debe terminar asqueado del sexo o muerto de la risa.

Los mejores representantes de estos géneros son Bukowski, Sade y Lovecraft. Sus libros están llenos de verdades que la gente no está dispuesta a oír, leer ni imaginar.

Pasar por alto a la humanidad

28 Nov

Del mismo modo que Kant deseaba establecer los fundamentos de una moral válida «no sólo para el hombre, sino para toda criatura racional», Lovecraft deseaba crear un universo fantástico capaz de aterrorizar a cualquier criatura dotada de razón. Por otra parte, los dos hombres tienen otros puntos en común; además de su delgadez y su afición a los dulces, podemos señalar la sospecha que pesaba sobre ambos de no ser del todo humanos. Sea como fuere, el «solitario de Königsberg» y el «recluso de Providence» se dan la mano en su voluntad heroica y paradójica de pasar por alto a la humanidad.

lovecraft-mundo-vida-michel-houellebecq_1_789392

Juguemos al sí y al no

28 Nov

¿La censuraron de nuevo en Twitter?

Sí.

¿Quienes dieron el golpe esta vez se adjudicaron la cerrada de la cuenta y lo anunciaron con orgullo como cuando suspendieron ?

No.

Fueron dos golpes duros este año. Bloqueada de una cuenta con 37.000 seguidores y cerrada de otra con 11.000.

Sí.

¿Hay un grupo de personas celebrando la cerrada de la cuenta?

No.

¿Hay un grupo de personas denunciando la cerrada de la cuenta?

No.

¿Le habían cerrado la cuenta antes?

Sí.

¿En 2012?

No.

¿En 2010?

Sí.

¿Le cerraron la cuenta con un enlace malicioso, como en el lejano 2010?

No.

¿Sabía que le iban a cerrar la cuenta?

Sí.

¿Alcanzó a avisar que estaban intentando vulnerar la seguridad de su cuenta?

Sí.

¿Es cierto que su cuenta parecía inviolable porque le habían dado la clave para hacer muy fuerte la seguridad, para que no volvieran a robársela o cerrársela?

Sí.

¿Sospecha de alguien?

No.

¿Odia a la persona o grupo de personas que la censuraron de nuevo?

No.

¿Los perdona como siempre?

Sí.

¿Usted sabe lo que es el odio?

No.

¿Creó una cuenta ayer para conversar con las veinte personas que le simpatizan?

Sí.

¿Sólo una de ellas la ha identificado?

Sí.

¿Hablaron a través de mensajes privados?

Sí.

¿Con esa cuenta tiene menos de diez seguidores?

Sí.

¿Se siente poca cosa al sentirse ignorada?

No.

¿Espera que todos la reconozcan?

No.

Una persona le ofreció una cuenta con cincuenta mil seguidores para que  «no se deje callar». ¿Va a hacer uso de esa cuenta?

No.

¿En su caso ganó la censura, la intolerancia y la indiferencia?

Sí.

¿Creó esa cuenta para despedirse de las veinte personas que le simpatizan?

Sí.

¿Extraña la fama de ?

No.

¿Se va a dedicar a leer y a escribir?

Sí.

¿Le queda un pésimo recuerdo de su experiencia en Twitter?

No.

¿Conoció gente agradable?

Sí.

¿Se enteró de la realidad nacional en tiempo real?

Sí.

¿Twitter sirve para algo?

Sí.

¿Se pierde mucho tiempo en Twitter?

Sí.

¿Su nueva cuenta es ?

Sí.

¿Cerrará esa cuenta después?

Sí.

¿Este año?

Sí.

¿El 31 de diciembre?

Sí.

¿2015 fue un año de grandes cambios?

Sí.

¿Eso le gusta?

Sí.

¿Está triste?

No.

¿Twitter es más adictivo que el bazuco?

Sí.

¿Ha probado el bazuco?

No.

¿Pero se imagina el efecto?

Sí.

Cuando dejó Facebook se despidió con una frase célebre: «Ya dije lo que tenía que decir». ¿Siente que esa frase aplica para su salida de Twitter?

Sí.

¿Desea de todo corazón no volver a crear una cuenta en Twiter cuando elimine ?

Sí.

¿Cree que también van a suspender o borrar ?

Sí.

¿Si la borran crea otra cuenta para despedirse de los veinte tuiteros que le simpatizan?

No.

¿Cree que ellos leerán esta entrevista?

Sí.

¿Y dan por entendido que los recordará durante un buen tiempo?

Sí.

¿Eso es todo?

Sí.

Usted cambió esta mañana mi mundo

27 Nov

Usted cambió esta mañana mi mundo. Me sentía melancólico, aterrorizado del futuro. Y cuando usted apareció quedé deslumbrado… la sangre se me oxigenó, los músculos se me fortalecieron, el pensamiento se me aclaró, y me creció el valor. El amor me dice las mentiras más absurdas: me dice que usted es la mujer más hermosa del mundo. Mi loco corazón me dice que llore como un chiquillo. Su voz me está desgarrando el corazón en jirones. Se ha introducido usted en lo más íntimo de mi ser, me inquieta y me desazona… Es extraño, ¿no es cierto? Tenga en cuenta que soy un hombre nada sentimental.

André Gide

13508327322283_f

¿Por qué el humor solemne ofende tanto?

27 Nov

¿Por qué logra ofender a tanta gente con su forma de escribir?

Porque soy una  heroína desbordante de alegría.

¿Usted qué piensa de la vida?

Creo que está disfrazada de apariencia y  de belleza y que tiene mucho de divertida.

¿Por qué algunas personas creen que usted es una persona peligrosa?

Porque manejo las armas de manera potente y victoriosa.

¿Cuáles armas?

Una palabra antes o después de la otra. Muchos puntos y pocas comas.

¿Cuál es el rasgo que mejor la caracteriza?

Intento configurar una cultura y establecer el dominio del arte sobre la vida.

¿Cree que lo logra?

Sí.

¿Por qué cree que la leen tanto a pesar de la repulsión que genera?

Porque hay gente que cree que digo la verdad.

¿Y dice la verdad?

Sí.  Ni la casa, ni la silla, ni la bufanda ni la piedra para partir un pedazo de panela descubren que ha sido la necesidad la que los ha concebido, sino el juego y el disfrute del tiempo libre: parece como si en todos ellos hubiera de expresarse una felicidad sublime y una serenidad olímpica y, en cierto modo, un juego con la seriedad. Lo mismo pasa con lo que escribo. No le brinda nada a las personas y sin embargo les sirve para algo. Leen. Leen y luego piensan en aquello que leen y la experiencia tiene que ser sublime, porque quieren volver a leer. Les gusta repetir. Quieren que no deje de escribir. Esa es la petición más constante que recibo. No quieren leer varias veces el mismo texto sino que sueñan con un texto nuevo cada día. Varias personas me han dicho que gozan mucho, como niños, con mis autoentrevistas. Mientras pasan sus ojos por esta línea los imagino fascinados. Y eso es simplemente encantador: escribir para darle placer a un lector ávido de estilo y corrección.

¿Qué es lo más claro en usted?

Logro conjurar los males gracias a que en mí es muy fuerte la energía interna que se convierte en constante claridad, animación y liberación. A través de un proceso que inició hace mucho tiempo puedo experimentar ráfagas de dicha de forma natural. Lo que llaman el simple placer de estar vivo. Como un gato durmiendo olvidado del universo o un perro vagabundo tomando el sol tirado en la mitad de una calle transitada. Puedo gozar como las bestias, puedo dejarme llevar por mis propios pasos por el simple placer de caminar.

¿Las palabras hirientes no la tocan?

No.

¿Las calumnias y las injurias no la tocan?

No.

Me estaba haciendo demasiado mayor para disfrutar de aquello

27 Nov

Lovecraft es un hombre lúcido, inteligente y sincero.  Al cumplir los dieciocho años se abate sobre él una especie de terror letárgico, cuyo origen conoce a la perfección. En una carta de 1920, habla mucho de su infancia.  Su pequeña línea férrea, con los vagones hechos de cajas de embalaje… La cochera, donde había instalado su teatro de marionetas. Y más adelante su jardín, cuyos planos había trazado él mismo, cuyas avenidas había delimitado. Regado por un sistema de canales que había cavado con sus propias manos, el jardín se escalonaba en torno a un pequeño césped, con un reloj de sol en el centro. Ése fue, dijo, «el reino de mi adolescencia».

Luego viene un pasaje, que concluye la carta: «Entonces me di cuenta de que me estaba haciendo demasiado mayor para disfrutar de aquello.  El despiadado tiempo había dejado caer sobre mí su garra feroz, y tenía diecisiete años. Los chicos mayores no juegan en casas de juguetes y falsos jardines; lleno de tristeza, tuve que cederle mi mundo a un chico más joven que vivía al otro lado del terreno. Y desde entonces no he vuelto a cavar la tierra, ni a trazar senderos o caminos; para mí,  esas operaciones están asociadas a demasiadas añoranzas, porque no podemos recuperar jamás la alegría fugitiva de la infancia. La edad adulta es el infierno».

lovecraft-mundo-vida-michel-houellebecq_1_789392

 

 

Ahora lo veo todo más claro

27 Nov

Mientras leía un viejo texto de Nietzsche -y reflexionaba sobre la verdad y la mentira con ceño fruncido y mirada profunda y reflexiva-, mientras eso hacía una bombilla del cuarto desde el que escribo esta bella composición empezó a titilar con desesperación hasta que la luz dejó de existir y llegaron las tinieblas y la oscuridad, no la obscuridad. La bombilla no existía para mí hasta que se convirtió en una bombilla muerta y empolvada. Sin pensarlo dos veces me levanté de mi mesa, olvidé por un momento al loco, desenrosqué la bendita bombilla y bajé por otra, por una bombilla nueva (siempre tengo dos o tres bombillas de repuesto porque soy adoradora de la luz y no podría dormir si cada roseta no tiene su correspondiente bombilla -deben ser más de treinta en total, nunca las he contado-).  Ha habido tardes tormentosas en las que la fuerza de mi ser- la furia interna que  a veces me posee-  hace que dos o tres bombillas dejen de funcionar en menos de una hora. Hay gente que se sorprende ante esas dotes mías, yo ya estoy acostumbrada. Puedo hacer morir una bombilla recién instalada con una simple mirada.

Subí de nuevo pensando en Nietzsche, instalé la bombilla nueva y oh milagro. Se aclaró de forma fantástica este espacio. No sé cuántos años completó esa bombilla en su roseta, era una bombilla ahorradora, de las que duran seis o siete años.  Ahora sospecho que estaba escribiendo en un sitio tan oscuro como en el que escribía sus poemas más tristes y melancólicos el pobre José Asunción Silva. Mientras una bombilla envejece rumbo a la extinción definitiva se rodea de tierra y la luz no es tan pura como cuando se instaló por primera vez. Si estoy tan inspirada y tan romántica es porque estoy escribiendo bajo el efecto de una luz nueva y sorprendente. Mi sospecha es que no cambiaba esa bombilla desde hace más de siete años y esa nueva luz me hace verlo todo nuevo. Siento que la vida es bella y lo gente buena. Siento que vale la pena vivir por el simple placer de ver esa luz cada mañana desparramándose sobre los libros, las películas y esta máquina portentosa desde la que escribo.

Mis dedos se deslizan como si tuvieran alas y sospecho de nuevo que así se sienten quienes escriben bajo el efecto de las drogas o el alcohol. Mi droga es esa bombilla nueva. Espero que dure tanto como la anterior y me inspire muchos poemas en prosa como el que acabo de escribir.

20100528042523

El revoloteo incesante alrededor de la llama de la vanidad

26 Nov

En los hombres alcanza su punto culminante este arte de fingir; aquí el engaño, la adulación, la mentira y el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo, en una palabra, el revoloteo incesante alrededor de la llama de la vanidad es hasta tal punto regla y ley, que apenas hay nada tan inconcebible como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una inclinación sincera y pura hacia la verdad. Se encuentran profundamente sumergidos en ilusiones y ensueños; su mirada se limita a deslizarse sobre la superficie de las cosas y percibe “formas”, su sensación no conduce en ningún caso a la verdad, sino que se contenta con recibir estímulos, como si jugase a tantear el dorso de las cosas. Además, durante toda una vida, el hombre se deja engañar por la noche en el sueño, sin que su sentido moral haya tratado nunca de impedirlo, mientras que parece que ha habido hombres que, a fuerza de voluntad, han conseguido eliminar los ronquidos.

Nietzsche