Archivo | junio, 2019

Tres aclaraciones

27 Jun
  1. No leo en Twitter desde un heterónimo sino desde Google y espero dejar de consultar en esa sucia red dentro de uno o dos meses de forma definitiva.
  2.  Ser Elsy Rosas Crespo siempre con los dos apellidos y dando la cara es lo que me resulta más seductor como ser humano. No necesito ocultarme detrás de nombres falsos para decir lo que pienso, si tuviera que recurrir a eso preferiría no haber nacido.
  3. “Todo el mundo” no me odia, también hay gente que me admira y la mayoría de los seres humanos no saben que existo.

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Tiffany Doggett

27 Jun

Como soy rebelde no sigo el gusto de la masa y desconfío de lo que les gusta a todos.

Mucha gente a la que admiro me ha hablado de Orange, una serie de Netflix.

La palabra serie me recuerda a la gente más detestable de Twitter y la palabra Netflix me produce náuseas.

Me regalaron la Oportunidad de ver series en Netflix durante dos meses y medio ¡Gratis! y entonces empecé a ver Orange para entender mejor la naturaleza del fanatismo.

Me ha gustado aunque me recuerda la detestable televisión y espero ver esta serie completa por pura disciplina.

La gente que ve series habla de series, de los personajes y las situaciones que ocurren en las series. Trata de amar, odiar e identificarse con los personajes y las situaciones.

Ayer en una conversación me dijeron que yo en Twitter era como este personaje y quedé estupefacta.

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El arte de desaparecer

12 Jun

No hay nada más emocionante que irse sin avisar cuando todos esperan el desenlace final porque apenas está empezando la fiesta.

Me fui de varios colegios sin avisar.

He dejado de hablarle a mucha gente sin ninguna explicación.

Abandoné varios trabajos antes de haber terminado el primer día.

Me fui de mi barrio de infancia sin haber saludado a ningún vecino.

Me iré de mi barrio actual sin haber saludado a ningún vecino.

Llegaré a la vivienda del futuro -el lugar en el que espero morir- y nadie sabrá quién soy ni por qué decidí llegar a morir ahí y no en otro lugar.

Me fui de todas las redes sociales sin un adiós y sin un por qué, sin que ninguno de esos millones de pequeños seres que leyeron mis ocurrencias durante quince años tuvieran la certeza de que yo era yo. Nunca oyeron mi voz.

Distorsión de la imagen propia

9 Jun

En Colombia el 80% de las mujeres existen para agradar a los demás, viven para la mirada ajena y por eso somos potencia mundial en consumo de maquillaje, tratamientos faciales y capilares, cirugía estética y fajas. Las mujeres colombianas aman la opresión y les gusta ser tratadas como niñas o como muñecas y por eso usan tacones, medias de seda, cuatro capas de maquillaje, faldas cortas, escotes pronunciados… pero muchas de estas muñecas andantes se toman también por feministas empoderadas que luchan contra el patriarcado y el falo opresor.

Mientras los hombres beben y ven partidos de fútbol las mujeres van a gimnasios y salones de belleza. Después de ser madre y esposa el sueño de la inmensa mayoría de colombianas es ser reina, modelo, presentadora, youtuber o influencer de la moda al estilo Ita Maria, ella es un referente para jóvenes universitarias.

Las mujeres colombianas son superficiales, masoquistas y machistas. Nadie lo duda. Pero va una pregunta: ¿Por qué en Colombia abundan más los hombres con una imagen distorsionada de ellos mismos y por qué al ser tan abundantes estos personajes se convierten en parte de nuestra colombianidad?

En la televisión colombiana ha prevalecido siempre el personaje masculino al estilo Trino Epaminondas Tuta, Pedro El escamoso y N.N. Jorge Barón, Julio Sánchez Cristo, Diomedes Díaz, Galy Galiano, Darío Gómez y un larguísimo etcétera no son personajes sino personas y estos pobres seres se han tomado o se siguen tomando por referentes de la moda, la elegancia y el buen gusto.

La muerte de Jota Mario Valencia me llevó a recordar a los hombres colombianos más grotescos porque tienen una imagen distorsionada de ellos mismos y no se imaginan lo ridículos que son y la risa mezclada con compasión que pueden llegar a desatar.

Ellos son -desde mi humilde opinión- los hombres colombianos vivos más grotescos porque son víctimas del autoengaño, son nuestros pequeños gigantes.

Fabián Sanabria

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Abelardo de la Espriella

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Juan Esteban Constaín

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Murió Jota Mario Valencia

8 Jun

En Colombia la televisión valió la pena hasta hace unos veinte años y por eso es tan fácil dejar de ver televisión, porque es una especie de suplicio para una persona con dos dedos de frente. Si me quisieran torturar bastaría con sentarme frente a un televisor durante quince horas y obligarme a ver la cartelera de televisión nacional: telenovelas, noticieros, realitis, programas de humor, transmisión de partidos de fútbol y quién sabe qué más tipo de esperpentos mediáticos que no me alcanzo a imaginar.

Pacheco y Gloria Valencia fueron grandes presentadores de la televisión colombiana, presentadores de la televisión colombiana no grandes escritores, filósofos ni escenógrafos, pero en este país olvidado de la mano de Dios “personalidades” como Pacheco y como Gloria Valencia son más reconocidos, aclamados, llorados y recordados que José Asunción Silva y Gabriel García Márquez. De Silva los colombianos saben muy poco o nada y de García Márquez saben que nació en Aracataca, ganó un premio nobel y lo asocian con la palabra Macondo pero no saben exactamente qué es Macondo ni por qué Colombia es como Macondo.

Con Pacheco y Gloria Valencia empezamos a ver a Jota Mario Valencia y los conocedores sabíamos que gracias a este presentador-personaje-patético-grotesco excesivamente molesto se venía el desastre que me obligó a renunciar a la televisión para siempre. Pasaron veinte años y Jotica seguía ahí, todos los días metido entre la pantalla adormeciendo, entreteniendo y humillando a la gente, posando de sabio, erudito, profundo y profeta. Jota Mario era un colombiano típico y por eso era tan amado, porque reflejaba lo que somos, nuestro nivel cultural, nuestro sentido del humor y la idea que tenemos del hombre y la mujer, de la elegancia y el triunfo, del mal gusto y el fracaso.

Uno quiere dejar de ver televisión para siempre pero en Colombia es imposible porque hay televisores en todas partes y ahí, en restaurantes, panaderías, centros comerciales, bancos… vi transcurrir la brillante carrera del hombre que Colombia llora desde ayer. Jota Mario es la síntesis perfecta de lo que somos, recoge los valores y el sentido del humor de todo un pueblo y es apenas comprensible que todo un país sienta que perdieron al hombre más valioso de los últimos tiempos porque los dueños del país saben que estos son los ídolos que su pueblo merece.

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Carolina Sanín y Luciana Cadahia

5 Jun

Las redes sociales son más adictivas que el basuco y cuando las personas torpes usan las redes sociales suelen mostrarse más torpes de lo que pueden llegar a ser hablando o escribiendo por más educación, viajes y amigos que hayan sumado a lo largo de sus tristes vidas.

Luciana parece la hija de Carolina y tienen mucho en común: son mujeres feministas, mamertas arrogantes, cuaderneras convencidas de que son más feministas y más mamertas que las demás mujeres y además forman parte de la rosca intelectual colombiana, que también tiene tentáculos en el exterior; forman parte del grupo de niños y niñas mimados, malcriados y caprichosos convencidos de que las redes sociales son más que una congregación de adolescentes solitarios con dificultades para relacionarse en la vida real con otros seres humanos. Ellos creen que van a cambiar el mundo y que sus jefes tienen que postrarse ante ellos porque están acostumbrados a satisfacer todos su caprichos porque así fueron educados por sus padres.

Ellos, unos veinte mocosos de más de treinta y cinco años que sólo han sabido relacionarse con gente como ellos porque no les gusta juntarse con la chusma y que gracias a esa marginación voluntaria son unos tarados sociales, gente torpe a más no poder para usar las redes sociales y las relaciones laborales, pobres seres desvalidos y blandengues que a pesar de que tengan cédula desde hace mucho tiempo y a pesar de que se sientan muy seguros porque son muchos -como si fueran adolescentes norteamericanas de una institución de educación media- ellos, en su inocencia, creen que tienen más poder que las instituciones para las que trabajan porque hablan fuerte en las redes sociales y son retuiteados por centenares de personas que aspiran a existir aunque sea en los sueños de estos poetas, pensadores, profesores y locos.

Carolina Sanín fue despedida de la Universidad de los Andes por andar peleando con los niños más groseros de Facebook y Luciana Cadahia fue despedida de la Javeriana al parecer porque adoctrinaba a sus discípulos en Cátedra Petrista. Carito lleva como cinco años en esa pelea y Lucianita lleva una semana pero ha armado mucho más alboroto.

Para el lector frecuente de este blog va la siguiente pregunta:

¿En la Universidad Javeriana explicarán primero si ya terminaron de revisar el trabajo de grado de Catalina Ruiz-Navarro para saber si incurrió o no en plagio en más o menos cuarenta páginas o le explicarán primero al país y a la Comunidad Académica Internacional por qué Luciana Cadahia fue despedida de la Universidad sin una razón?

Todos los semestres las universidades públicas y privadas renuevan su planta de profesores y es algo a lo que estamos acostumbrados desde hace mucho tiempo. ¿Por qué Lucianita arma semejante show cuando ella y todos sabemos que en este momento en Colombia a centenares de profesores no les renovarán el contrato o serán despedidos sin ninguna explicación y les desearán éxitos en sus proyectos futuros?

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