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El efecto Vallejo

1 Sep

Mi primer encuentro con Fernando Vallejo fue gracias a El fuego secreto y fue amor a primera vista. Era el año 1987 y yo era la chica incomprendida de un barrio triste que todavía andaba repitiendo el infinito grado noveno. Nadie creía en mí porque sospechaban que no sería ni siquiera Bachiller pero ya había leído a mis maestros de la vida y de la obra, mis guías espirituales desde 1979 hasta el presente y el futuro: Séneca, Schopenhauer, Sade, Nietzsche, Flaubert, Baudelaire y Rilke. Ya había leído a Andrés Caicedo pero no había leído a Bukowski, el borracho más ilustre de la historia de la literatura; no lo había leído por puro asco hacia los admiradores del artista más original que he conocido en la vida porque tiene mucho de bestial y lleva su vida al límite, pero también escribe: es poeta, cuentista, novelista y crítico. No es un borracho que escribe, es un ángel disfrazado de borracho que bebe hasta el último día de su vida y escribe mucho mejor que millones de estudiantes juiciosos que no han probado el alcohol.

A Bukowski lo vine a leer en 2013 o 2014 gracias a la influencia de Tefa, Juan y José y creo que es un hombre absolutamente auténtico y talentoso, tan grande como Fernando Vallejo pero peligroso para las mentes débiles, las personas sin carácter y los internautas sin talento pero con muchos seguidores:

Gracias a Bukowski muchos jóvenes inocentes asumirán que para ser poetas necesitan beber y gracias a Vallejo muchos viejos inocentes asumirán que para ser como Vallejo necesitan posar como Fabián Sanabria o como Carolina Sanín, dos burócratas clasistas y conservadores que han viajado mucho, estudiado mucho, hablado mucho y compiten en límites de estupidez y ridiculez. Sospecho que la mitad de sus “fans” son en realidad personas medianamente cultas que los miran asombrados esperando ansiosos el próximo numerito, la nueva puesta en escena de los payasos tristes enfermos de inautenticidad.

El estudiante alcoholizado probablemente no se gradúe nunca ni escribirá poemas, su obra será su alcoholismo.

Carolina Sanín y Fabián Sanabria seguirán dejándonos con la boca abierta porque todavía no hemos podido comprender si tienen límites o no.

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Carta de Bukowski al bibliotecario que prohibió su libro por racista, sádico y misógino

28 Jun

Estimado Hans van den Broek:

Gracias por la carta donde me informa de la remoción de uno de mis libros de la biblioteca de Nijmegen. Y de que lo acusan de discriminación contra la gente negra, homosexuales y mujeres. Y de que es sádico a causa del sadismo.

Lo que temo discriminar es el humor y la verdad.

Si escribo mal sobre negros, homosexuales y mujeres es porque así eran los que conocí. Hay muchos “malos”: perros malos, mala censura; incluso existen “malos” hombres blancos. Sólo que cuando uno escribe sobre hombres blancos “malos”, no se quejan. ¿Y será necesario decir que existen “buenos” negros, “buenos” homosexuales y “buenas” mujeres?

En mi trabajo como escritor, sólo fotografío en palabras lo que veo. Si escribo sobre “sadismo” es porque existe, yo no lo inventé, y si algo terrible ocurre en mi trabajo es porque esas cosas pasan en nuestras vidas. No estoy del lado de la maldad, si es que abunda algo como el mal. En mi escritura no siempre estoy de acuerdo con lo que ocurre, ni me regodeo en el lodo por puro gusto. También es curioso que la gente que despotrica contra mi trabajo parece no ver las secciones donde trato de la alegría y el amor y la esperanza, y existen tales secciones. Mis días, mis años, mi vida han conocido altas y bajas, luces y sombras. Si escribiera sola y continuamente de la “luz” y nunca mencionara lo otro, entonces, en tanto artista, sería un mentiroso.

La censura es la herramienta de aquellos que tienen la necesidad de esconder realidades de sí mismos frente a los demás. Su miedo no es más que su incapacidad para hacer frente a lo que es real, y yo no puedo ventilar ninguna rabia contra ellos. Sólo me dan esta consternada tristeza. En alguna parte, mientras crecían, los escudaron contra los hechos totales de nuestra existencia. Les fue enseñado mirar de una sola forma aunque existieran muchas.

No me alarmo de que uno de mis libros haya sido cazado y expulsado de los estantes de una librería local. En cierto sentido, me honra haber escrito algo que despertara algo en sus imponderables profundidades. Pero me hiere, es cierto, cuando el libro de alguien más es censurado, pues dicho libro, usualmente es un gran libro y hay muy pocos de esos, y a través de los tiempos ese tipo de libros a menudo se convirtieron en un clásico, y lo que alguna vez se pensó escandaloso e inmoral ahora son lecturas requeridas en muchas de nuestras universidades.

No digo que mi libro sea uno de ellos, pero digo que en nuestros días, en este momento donde cualquier momento podría ser el último para muchos de nosotros, jode sobremanera y es imposiblemente triste que aún tengamos entre nosotros a los pequeños amargados, a los cazadores de brujas y los voceros contra la realidad. Aún y todo, ellos también van aquí con nosotros, son parte del todo, y si no he escrito sobre ellos, debería, tal vez lo haya hecho aquí, y es suficiente.

que seamos mejores juntos,

suyo,

(firma)

Charles Bukowski

Una lata de cerveza de las altas

25 Jun

Regresé a la

ciudad

a mi apartamento

con la ventana delantera

rota

y entré

cerré la puerta

cogí una lata

de cerveza de las altas

de la nevera

la abrí

eché un trago

allí sentado a

las 10.30 de la mañana

en ese

sofá de indigente y

 

fue una de las

mejores cervezas

que he tomado

en mi vida.

Charles Bukowski

 

El simio lujurioso

24 Abr

Mis conversaciones con Juan Lozano son tan profundas que varias veces nos hemos sentado a pensar cuál sería el mejor método para que no se pierdan, hablar con testigos como si no los hubiera, que otras personas puedan disfrutar de nuestras fantásticas reflexiones y  puedan contemplar nuestro cerebro al desnudo. Es un derecho, tanta brillantez no puede quedar sólo entre él y yo, no sería justo con la humanidad. Es un Milagro que nos hayamos encontrado y esas conversaciones no se pueden perder.

Hemos pensando en la posibilidad de hablar siempre con conexión a internet, pero el problema es que cuando no hablamos cara a cara nos escribimos y podemos escribir durante cuatro horas consecutivas o más. Nos escribimos casi más de lo que hablamos, siempre estamos ávidos y somos insaciables.

Mientras descubrimos el método para hacer públicas nuestras conversaciones privadas quiero compartir un breve fragmento de nuestra conversación de anoche. El contexto es el siguiente: Fernando Vallejo dio un discurso en la feria del libro de Bogotá, los dos estamos leyendo a Jaime Bayly y yo estoy volviendo a leer Los ojos azules pelo negro, de Marguerite Duras. Desde hace dos meses estamos hablando de sexo, drogas y rock and roll.

Yo: El poema de Bayly que acabé de publicar en el blog (Suéltate el pelo)  me hace pensar en Virginia Mayer.

Juan: Sí, lo estoy leyendo y también pensé en ella. Una gordita en busca de amor.

Yo: Es un hombre sensible Bayly. Tiene uno muy bueno escrito al jardinero. Su mejor amigo. Ese libro (Los ojos azules pelo negro)  es muy extraño y muy triste. Lo voy a volver a leer. La tristeza de Marguerite Duras es asombrosa.

Juan:  Y de qué trata más o menos, ¿por qué se lo recordé? Cuénteme.

Yo: Por la idea de dormir juntos. El libro es de una pareja que se reúne en un cuarto, se vendan los ojos y sufren mucho. Dormir es un asunto serio.

Juan: Claro.

Yo: ¿Ha leído La casa de las bellas durmientes?

Juan: No le he leído, me lo han recomendado bastante.

Yo: Yo nunca he dormido con un amigo. Ni siquiera con mis hermanos. Siempre duermo sola cuando salgo con ellos y cuando me quedo donde mi mamá. Pero con usted me gustaría dormir. Es un misterio.

Juan: Sí, una experiencia.

Yo: La casa de las bellas durmientes es muy bueno. De los libros favoritos de Vargas Llosa y García Márquez.

Juan: Lo leeré.

Yo: También es un libro muy triste. Es la mezcla entre deseo y tristeza. Como el niño que llora después de tener sexo en el poema de Bayly.

Juan: Me gusta bastante ese poema.

Yo: Es muy bueno. Vamos a ver si consigo el libro. Hay varios muy buenos. Uno titulado No quiero ser presidente.

Juan: Sí, quiero leerlo, cuando lo devuelva a la LA lo saco.

Yo: Lo entrego el lunes.

Juan:  Noooo. Acabé de llegar a la casa. Me perdí a Fernando Vallejo. ¿Lo dieron en Canal Capital o  en televisión más humana por internet?

Yo: Sí. En vivo.

Juan: Que mal.

Yo: Pero ya lo publicaron en la página de El Espectador.

Juan: ¿Hace cuánto terminó? Ah, bien.

Yo: Terminó hace como veinte minutos.

Juan: Ojalá pueda verlo.

Yo: Sí.

Juan: Pero está el texto nada más. Yo quería verlo.

Yo: Sí. Acabo de verlo. Me imagino que lo publican en Youtube más tarde.

Juan: Pronto lo publican, me imagino.

Yo: Sí.

Juan: Se está pareciendo a Bukowski

Yo: Sí. La risa satánica. Lo mejor del discurso fue el final. Un insulto al público.

Juan: sí, lo leo, no sabia que Abad lo odiaba. Ese bobo. Bien que lo haya insultado. leyéndolo podría ser como los humoristas que le he enviado. Dicen lo mismo de diferente manera.

Yo: Terminaron peleando. Eran amigos. Sí. La gente estaba fastidiada. Ya sabe que hace autoficción. Le gusta incomodar al público y esta vez no habló. Leyó y se fue. Se notaba ofendido al final, se apropia del personaje. No le gusta que lo manoseen. ¿Ya pudo ver el discurso?

Juan: No, no lo han colgado. Todavía lo leo porque me pongo a leer otras cosas.

Yo: Yo estoy leyendo el libro de Marguerite Duras.

Juan: ¿Y qué tal?

Yo: Es un libro que asusta. Es como una situación de locos. Lloran todo el tiempo y se miran dormir. Se conocieron por casualidad. Es un libro único. Se lee y no se olvida nunca, da tristeza leerlo. Marguerite Duras era alcohólica, triste y sola.

Juan:  Una mujer inteligente entonces.

Yo: Sí. Mucho. Y la biografía es asombrosa también. Tenía alma de puta y fue promiscua siempre, escribe sobre sus amantes. ¿Ha leído o visto El amante? La hipótesis de ella es que todas las mujeres quieren ser prostitutas pero no se lo permiten.

Juan: No he leído nada de ella, otra pendiente. Sí, como ninfómana. Así es, como dice nuestro querido Vallejo, somos unos simios lujuriosos.

Yo: Es muy valiente. Escribe que cuando era niña tenía dos cosas claras: quería escribir y tener muchos amantes. Lo hizo. Al final de la vida le agregó mucho alcohol y una casa inmensa a esa vida.

Juan: La mujer está muy reprimida, la educan para que esté sometida y sea sumisa, la religión las jodió demasiado. Por eso las compadezco.

Yo: Tiene un libro muy bueno titulado Escribir. Me gusta mucho Marguerite Duras, ella dice que para escribir se necesita soledad. Igual que Virginia Woolf. Ella es como la hija de Virginia Woolf. Así como Bayly con Bukowski.

Juan: De todas maneras creo que la sexualidad de hombre y mujer es distinta, el hombre esta más dispuesto todo el tiempo. Hay diferencias biológicas. La mujer creo que es más ciertas temporadas.

Yo: Claro. Las mujeres tienen alma de putas pero también tienen muy clara la idea de pecado y de infierno y muchas son promiscuas pero reprimidas. Hasta las prostitutas. Rezan y son muy decentes, no le admiten todos los requerimientos a los clientes. Son señoras respetables.

Juan:  Leeré a Margarite Duras.

Yo: Sí.

Juan: Jaja. Sí. ¿y usted qué dice?, ¿piensa que es así? ¿que todas quieren ser prostitutas?

Yo: Cuando era niña sí lo pensaba. Marguerite Duras dice que todas las mujeres lo piensan.

Juan: Lo cierto es que la mujer tiene una capacidad sexual impresionante, mucho más que el hombre.

Yo: Es por el cuerpo, uno se mira en el espejo y se imagina en un prostíbulo. A mí me pasaba.

Juan: Sí, es un cuerpo muy sexual, como diseñado para eso.

Yo: O en una revista pornográfica. La belleza, la juventud y el deseo se juntan y aparecen esas fantasías.

Juan: Claro, el posar, el exhibirse, el mostrar la belleza y que otros disfruten de esa portento de la biología que es el cuerpo femenino.

Yo: Sí. Yo he visto la película con mis sobrinas y se ponen nerviosas. Hay muchas frases incómodas, como que hay una niña que se prostituye cuando sale del colegio y las otras la envidian porque les gustaría hacer lo mismo.

Juan: ¿Cuál película?

Yo: El amante. Hay dos libros. El amante, El amante de la china del norte y la película El amante. Es basada en una historia real. Ella tiene 16 años, se para como una puta y se consigue un amante chino. Luego él se casa con una china pero se aman siempre, cuando el chino muere escribe El amante de la china del norte. La película parece porno, fue tan escandalosa como El último tango en París.

Juan: La próxima la compro.

Yo: Es muy buena. Y los libros también. Todo lo de Marguerite Duras.

Juan: Somos simios lujuriosos, el más lujurioso de todos los animales. Por la locura del cerebro. Lo que pasa es que el que conoce el placer intelectual y otros placeres, pues también disfruta de otras cosas.

Yo: Claro, es muy intenso. La mayor parte de la gente ni siquiera se entera.

Juan: Lo importante es no reprimirse, como con el tema de las drogas,  a uno le da más fuerza eso. Las drogas y el sexo son importantes para el que no los tiene…

Yo: Ah, sí. Lo que decía Bukowski. Y la promiscuidad también es triste. Marguerite Duras lo hacía para hundirse luego en la tristeza.

Juan: Yo lo que creo es que no hay salida. Como que todo termina siendo triste. Vivir es una tragedia.

Yo: Para mí no. Yo casi siempre me siento muy bien. Esa es una ventaja. Lo que me tiene triste es que he comprado mucha ropa. No me gusta, me siento superficial. Me gusta andar con ropa vieja.

Juan: Sí es una ventaja. Yo disfruto lo que me gusta, he aprendido a eso, pero no dejo de ver la tragedia y el absurdo que es esto, pero antes me entristecía, me iba por el abismo, ya estoy más tranquilo y resignado a ciertas cosas.

Yo: Es la edad, a medida que pasa el tiempo todo es más fácil.

Juan: Sí, eso espero.

Yo: La gente le tiene pesar a los viejos pero sufren menos. Yo creo que lo más duro es entre los 15 y los 30.

Juan: Sí, antes también me pasaba por tener ideales que no se cumplían y esas cosas, ya como que tengo una visión más desesperanzada y eso me tranquiliza. Así, es. Es la época más dura. A mí me dio muy duro. Pero sobreviví. Drogas, encerrado largas temporadas en clínicas, noviazgos locos, ideales destruidos, en fin…

Yo: Usted se merece una vida tranquila. ¿Soñaba mucho?

Juan: Así es. Y sueño bastante. Ayer soñé que me desdoblaba, porque me daba pereza levantarme al baño, entonces mandé a mi espíritu y yo me quedé en cama. Y soñé con mi exnovia, que vivía con ella de nuevo.

Yo: ¿Y ella todavía lo quiere?

Juan: No, y yo tampoco viviría con ella de nuevo, es pasado. Tal vez el sueño me mostraba que me hace falta una novia o algo así.

Yo: Usted sí tiene de 9 y de 4. Debe ser complicado.

Juan: sí, tengo de los peores del eneagrama. También el fóbico. El 6.

Yo: No son los peores, es una mezcla explosiva. Lo he estado pensando. ¿usted se siente mal siendo como es?

Juan: No, yo disfruto mucho mi mente. Creo que tengo mucha sensibilidad y me considero inteligente. Una inteligencia ligada al lenguaje y filosófica, algo así. Abstracta.

Yo: A mí me gusta mucho como es. Muy suave, analítico, culto, sensible, apasionado, tranquilo…

Juan: De razonamiento abstracto. Sí, me gusta mi tranquilidad. No soy bello o algo así, pero me gustaría ser la versión masculina de Remedios la bella.

Yo: Es una mezcla de femenino y masculino, inteligencia, intuición, cultura y observación.

Juan: Como que sabe que todo es absurdo, una mentira.  Que no vale la pena tanto esfuerzo.

Yo: Volverse más leve.

Juan: Me gusta ser un espectador de la vida, como ser espectador del desastre.

Yo: Sí. Usted necesita una herencia. No merece trabajar.

Juan: Ya no creo en que la realidad se pueda cambiar con ingentes esfuerzos, creo que todo conduce al fracaso.

Yo: Yo tampoco creo en el esfuerzo, todo tiene que ser fácil.

Juan: Me gustaría trabajar en cosas físicas, y escribir y leer, y beber y fumar, ir a prostíbulos. La vieja vida de los hombres.

Yo: A mí me hubiera gustado no haber trabajado nunca, es chévere vivir en estado de pureza.

Juan: A mí por eso me gustan los relatos de Bukowski, hacer trabajos físicos, sencillos, largas noches en bares y prostíbulos, pero ser un obrero lúcido claro. Leer y escribir. Pero lo mejor es no hacer nada, claro.

Yo: Los mejores filósofos y escritores no trabajaron nunca.

Biología animal

28 Nov

Hay dos alternativas en literatura: hablar de sexo y dinero o no hablar de sexo y dinero.

Si el autor habla de sexo y dinero debe ser para burlarse del sexo y despreciar el dinero. Y esta será la literatura realista de crítica social. Para que la obra sea auténtica el autor debe ser sincero, debe burlarse del sexo y despreciar el dinero. Si va a despreciar el engaño, la adulación, la mentira, el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo… Si va despreciar todos esos sentimientos y prácticas viles tan frecuentes en los seres humanos debe ser sincero también. Que no sea una pose para quedar bien, para parecer profundo y sensible, para parecer lo que no es, para vender muchos libros, ganar muchos premios y encontrar buenos amigos y mejores amantes. No debe actuar de esa forma porque un lector inteligente y sensible lo descubrirá cuando lo vea en público (aunque es extraño encontrar personas inteligentes y sensibles en eventos públicos relacionados con literatura).  Si en tu libro quieres parecer Nietzsche no aparezcas con la cara de Ricardo Silva, Héctor Abad, Andrés Hoyos o cualquier otro escritor colombiano de renombre. Trata de ser tú mismo en la  vida y en la obra.

Si el autor no habla de sexo y dinero es porque se burla del sexo y desprecia el dinero, más todavía que el autor de literatura realista. Este es el autor de literatura fantástica. Aquí los seres humanos no se igualan con los conejos y los perros, no se rebajan a su condición más primaria, la de juntar las partes para darle vida a un nuevo ser o para resoplar como cerdos durante diez minutos de  locura; al autor sólo le importa ocuparse de las dotes intelectuales de sus personajes, su capacidad de análisis y síntesis. Le interesa lo más noble de su triste condición. Por eso se burla del sexo y desprecia el dinero y el recurso más efectivo para constatarlo tiene que ver con el hecho de que en sus composiciones los personajes no caen en prácticas sexuales y tampoco hay intercambios de dinero. No se habla de la condición sexual ni económica de los personajes.

Hay literatura fantástica en la que se involucra el sexo y el dinero, pero para que sea fantástica el sexo no debe estar relacionado con biología animal sino con violencia, crímenes y todo tipo de excesos. El lector debe terminar asqueado del sexo o muerto de la risa.

Los mejores representantes de estos géneros son Bukowski, Sade y Lovecraft. Sus libros están llenos de verdades que la gente no está dispuesta a oír, leer ni imaginar.

¿Y qué tiene de malo el amor?

16 Sep

Meg y Tony llevaron a la mujer de Tony al aeropuerto. En cuanto Dolly estuvo a bordo, fueron al bar del aeropuerto a tomar algo. Meg pidió un whisky con soda. Tony con agua.
—Tu mujer confía en ti —dijo Meg.
—Sí —dijo Tony.
—Me pregunto si yo puedo confiar en ti.
—¿No te gustaría echar un polvo?
—Esa no es la cuestión.
—¿Cuál es la cuestión?
—La cuestión es que Dolly y yo somos amigas.
—Nosotros podemos ser amigos.
—De esa manera no.
—Tienes que ser moderna. Estamos en la edad moderna. La gente se divierte. Se desinhibe. Joden de mil modos. Se tiran perros, niños, pollos, peces…
—A mí me gusta escoger. Tengo que sentirme interesada.
—No seas pueblerina. Sentir interés está pasado de moda. Si sigues por ese rollo mucho tiempo, cuando te des cuenta, acabarás creyendo en el amor.
—¿Y qué? ¿Qué tiene el amor de malo, Tony?
—El amor es una forma de prejuicio. Amamos lo que necesitamos, amamos lo que nos hace sentirnos bien, amamos lo que es conveniente. ¿Cómo puedes decir que amas a una persona cuando hay diez mil personas en el mundo a las que amarías más si llegases a conocerlas? Pero nunca las conoceremos.
—Sí, de acuerdo, pero hay que hacer todo lo posible.
—Concedido. Pero hay que tener en cuenta, de todos modos, que el amor sólo es consecuencia de un encuentro al azar. La mayoría de la gente le da demasiada importancia. Sobre esta base, un buen polvo es algo de lo que no hay por qué burlarse.

Charles Bukowski, en Golpes en el vacío

El infierno según Bukowski

11 Sep

La mayor parte de la especie humana es un gran pedazo de mierda, pero de alguna manera necesito salir, y asegurarme de que casi toda la humanidad sigue siendo un gran pedazo de mierda.

Y yo me marcho de aquí sin creer en Dios. Eso estará bien, puedo encajarlo de frente. Es algo que tienes que hacer, como ponerte los zapatos por la mañana. Creo que voy a echar de menos escribir. Escribir es mejor que beber. Y escribir mientras bebes, eso siempre ha hecho que bailen las paredes. Puede que exista el infierno, ¿eh? Si es así, yo estaré allí, y ¿sabéis una cosa? Todos los poetas estarán allí, leyendo sus obras, y yo tendré que escuchar. Me ahogaré entre sus pavoneos de vanidad, su desbordante autoestima. Si existe el infierno, ése será el mío: un poeta detrás de otro, leyendo sin parar…

Charles Bukowski

La sencillez es la clave

11 Sep

El principal problema, para los filósofos, es que deben humanizar su lenguaje, hacerlo más accesible, porque entonces los pensamientos se iluminan mejor, se hacen todavía más interesantes. Creo que están aprendiendo que es así. La sencillez es la clave.

Cuando escribes debes delizarte. Puede que las palabras se retuerzan y entrecorten, pero si se deslizan, entonces hay un cierto encanto que lo ilumina todo. La escritura cuidadosa es escritura muerta. Creo que Sherwood Anderson fue uno de los que mejor jugaban con las palabras, como si fueran rocas, o trozos de comida que se pudieran comer. PINTABA sus palabras en el papel. Y eran tan sencillas que sentías fogonazos de luz, puertas que se abrían, paredes que resplandecían. Veías alfombras y zapatos y dedos. Él tenía las palabras. Encantador. Y sin embargo, eran como balas también. Te podían noquear. Sherwood Anderson sabía algo, tenía el instinto. Hemingway se esforzaba demasiado. Percibías todo ese esfuerzo en su escritura. Eran duros bloques, pegados entre sí. Y Anderson era capaz de reírse mientras te contaba algo serio. Hemingway nunca se reía. Alguien que escribe de pie a las 6 de la mañana no puede tener sentido del humor. Quiere derrotar algo.

Charles Bukowski

Estupidez y miedo animal

9 Sep

La especie humana me ha repugnado siempre. Y lo que les hacía repugnantes era, básicamente, la enfermedad relación-familia, que incluía matrimonio, intercambio de poder y ayuda, que como una llaga, una lepra, se convertía luego en tu vecino de la puerta de al lado, tu barrio, tu distrito, tu ciudad, tu condado, tu estado, tu nación… cada cual cogiendo el culo del otro en el panal de la supervivencia por pura estupidez y miedo animal.

Charles Bukowski, en La gran boda zen.

Me daban ganas de llorar de lo bueno que era

4 Sep

En fin, me lancé a los pechos, chupando primero uno, luego el otro, me sentía como un niño. Al menos sentía lo que yo imaginaba que podría sentir un niño. Me daban ganas de llorar de lo bueno que era. Tenía la sensación de poder estar allí chupando aquellos pechos eternamente. A la chica parecía no importarle. ¡De hecho, brotó una lágrima! ¡Era tan delicioso, el que brotara una lágrima! Una lágrima de plácido gozo. Navegando, navegando. Dios, ¡lo que tienen que aprender los hombres! Yo había sido siempre hombre de piernas, mis ojos siempre quedaban atrapados por las piernas: las mujeres que salían de los coches me dejaban siempre absolutamente extasiado. No sabía qué hacer. Ay, cuando salía una mujer de un coche y yo veía aquellas PIERNAS… SUBIENDO. Todo aquel nylon, aquellas trampas, toda aquella mierda… ¡SUBIENDO! ¡Demasiado! ¡No puedo soportarlo! ¡Piedad! ¡Que me capen como a los bueyes!… Sí, era demasiado… Y ahora, me veía chupando pechos. En fin.
Metí las manos bajo aquellos pechos, los alcé. Toneladas de carne. Carne sin boca ni ojos. CARNE
CARNE CARNE. Me la metí en la boca y volé al cielo.

Charles Bukowski, en «La barba blanca».