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Contra la bicicleta como medio de transporte en Bogotá

2 Feb

Bogotá es una ciudad inmensa que cada día crece más. Algunas personas deben recorrer trayectos diarios de más de dos horas para ir de su casa al trabajo y del trabajo a la casa y desde hace un buen tiempo surgió la moda de sentirse moralmente superior porque se llega al trabajo en bicicleta (y tiene gato).

Moda es moda y millones de personas se toman por los nuevos héroes de la vía porque soportan sol y lluvia, humo negro y vías desastrosas.

Yo los veo desde la ventana de mi buseta y me pregunto asombrada:

¿Son bobos a conciencia o nacieron para sufrir?

A medida que pasa el tiempo crece el número de personas masoquistas que se exponen diariamente a este tormento físico con la pretensión de que son humanos conscientes, amantes del planeta, ciudadanos ejemplares y como las masas tienden a imitar los comportamientos aunque sepan que son errados ahora ir en bici es casi que una cualidad intelectual. Los que vamos a pie somos tontos.

En vez  exigir que mejore el transporte público los amigos de la bici incentivan a sus congéneres para que hagan deporte en ropa de trabajo antes de llegar a la oficina. Cualquier persona que haya practicado el ciclismo con cierta regularidad sabe que después de media hora de trayecto el ciclista no sueña con llegar a trabajar sino con darse un baño, cambiarse de ropa y descansar un buen rato.

Obsesión fatal

17 Ene

Mi nombre es Elsy, tengo 46 años y no soy nadie.

No soy nadie en el sentido de que no he publicado una obra, no tengo amigos influyentes, no devengo sueldo de millonaria, no vivo en un barrio exclusivo de Bogotá, no tengo carro, no uso Uber, no tengo tarjeta de crédito ni cuenta corriente, no aparezco ni publico en medios, no soy modelo, youtuber, influencer, emprendedora, empresaria independiente ni nada parecido. No  tengo grandes aspiraciones en la vida y paso por un momento crucial porque me siento atascada como un carro, no sé si lo mejor es seguir o quedarme donde estoy y hay momentos en los que me pregunto preocupada: ¿Seguir para dónde si siempre he estado más o menos en el mismo lugar? Es complicado y lo peor de todo es que presiento que estoy exactamente en medio del camino, sospecho que me quedan más de cuarenta años por vivir.

Soy la persona más común con la que usted se pueda cruzar en esta ciudad sin méritos llamada Bogotá. Casi nunca salgo, me desplazo siempre a los mismos lugares, hablo con muy pocas personas y no tengo una vida digna de ser contada. No redactaré mis Memorias porque no serían más de dos páginas.

Y sin embargo tengo fans que me persiguen, me buscan, se esconden, juegan conmigo, intentan enamorarme, me dicen que me van a matar o se quieren casar conmigo, buscan hacerme dudar de mi propia valía o me dicen que soy la mujer más grande del universo, plantean juegos psicológicos y a la larga siempre termino preguntándome qué putas pasa, cómo es posible que la escritura en un simple blog y en una simple cuenta de Twitter desencadene emociones tan funestas que en varias ocasiones me han hecho sentir en una película de terror psicológico y me han llevado a preguntarme si esos admiradores o enemigos confundidos van a conducirme al suicidio como a Kurt Cobain o me van a matar como mataron al pobre John Lennon, mientras salga a comprar lo del desayuno en la tienda de la vecina. Lo pienso y me pregunto si la escritura tiene tanto poder y si esas personas de sentimientos confusos, obsesionados conmigo y empeñados en hacer de mi vida una pesadilla sin fin me toman por estrella de rock o por premio nobel de literatura.

En este momento no me interesa el sexo ni el amor, saber si soy bonita o fea, deseable o despreciable porque la edad no lo amerita, voy rumbo a la tercera, a la peor de todas. En este momento de la vida me obsesiona la escritura y sólo la escritura, nada más. Es casi lo único en lo que pienso, lo que me pone a suspirar. Parece una contradicción porque es precisamente la escritura la que desencadena la locura de mis fans enamorados pero es inevitable, escribir es lo que disfruto con pasión intensa desde hace más veinte años.

Estoy perdiendo la memoria o el pasado no me importa o no me toca, no sé qué es lo que pasa en mi cerebro, el hecho es que siento que estoy pasando por un momento crucial, lo que mi caja craneana oculta pasa por un proceso que seguramente se ha repetido durante varias generaciones en miembros de mi familia que no conozco y me tiene un poco sorprendida porque presiento que se trata de un viaje hacia lo desconocido.

Carolina Sanín matoneada

4 Nov

Una persona demasiado llena de sí misma no puede tener buen sentido del humor, una escritora que insulta sin compasión desde una red social no puede esperar se tratada con dulzura cada vez que agrede a una persona o a un grupo de personas con un español digno de una vendedora de fritanga; debe estar dispuesta a recibir todo tipo de burlas y asumir que en las redes sociales las reglas del juego no se corresponden con las de la realidad real, aquí no existen títulos ni dignidades. No puede esperar que después de insultar a los estudiantes de la Universidad de los Andes en Facebook la feliciten por ser sincera, irreverente, contestataria, amiga de la verdad y le den un premio de periodismo de inmersión o de literatura de autoficción.

Si a un grupo de estudiantes en un espacio real les da por jugar cartas encima de una mesita la profesora no tiene ninguna autoridad para escribir en Facebook que preferiría verlos robando o consumiendo drogas.

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Esos juicios no son una broma y lo más natural es que a una agresión se responda con más agresiones y con un meme.

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Carolina Sanín ha creado un personaje grotesco en Facebook y en YouTube, la versión de una mujer altanera que insulta sin compasión y sin mesura en un español no precisamente digno de una profesora de literatura de la Universidad de los Andes. Ese personaje grotesco se hunde en la exposición de temas banales tratados con profundidad y en temas serios tratados con ligereza y cada cierto tiempo logra que sus pataletas virtuales en Facebook lleguen a Twitter, después a los medios y después al despacho del rector de la Universidad de los Andes.

El último gran escándalo ha causado más revuelo que todos los anteriores, se han manifestado varios columnistas en diferentes medios, hay cartas firmadas por profesores indignados que no saben cómo funcionan las redes sociales, hay columnas de estudiantes denunciando que la Universidad de los Andes se convirtió en un negocio rentable y que en el claustro hay o ha habido profesores abusadores que encierran niñas menores de veinte años en los salones no precisamente para discutir asuntos relacionados con crítica literaria.

Hay quienes se ponen de parte de la víctima (por ser mujer) y hay quienes se burlan sin compasión de la profesora-escritora ávida de fama, de premios y de reconocimiento que aspira a ser la versión moderna de Quevedo y termina recordándonos a Nicolás Arrieta-; lo que ella llama humor es la peor representación del mal gusto y en su cadena de insultos terminó damnificado hasta el pobre  Héctor Abad Faciolince.

Carolina Sanín quiere formar parte del campo literario, quiere ser la versión femenina de Fernando Vallejo y sueña con escribir un libro como El olvido que seremos, éxito indiscutible en ventas. Intenta ser la fusión de Vallejo y Abad y su fórmula la ha llevado a ponerse al lado de figuras tan lamentables como Catalina Ruiz-Navarro y Virginia Mayer, que  se solidarizaron con ella.

¿Qué pasa con Carolina Sanín?

¿Por qué deshonra el apellido del abuelo?

¿Por qué le cuesta tanto trabajo entender que la realidad virtual y la realidad son mundos diferentes?

¿No es preocupante que quienes estén poniendo en aprietos a las directivas de las universidades por hacer mal uso de las redes sociales y mezclarlas con entornos laborales sean los profesores y no los estudiantes?

¿Qué sentido tiene que una profesora universitaria matonee a los estudiantes desde una red social y luego se ponga en el papel de víctima cuando los agredidos responden con un meme y luego con otro?

¿Es el fin de la civilización?

¿Me volverán a amenazar de muerte o con ácido por tratar estos temas tan sensibles en este humilde blog?

¿Cuál será la próxima pataleta de Carolina Sanín?

¿Los viajes, el estudio y los apellidos ilustres no sirven para nada?

¿Graffiti, vandalismo o street art?

8 Ene

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Memorias de una ensayista colombiana

12 Oct

Comencé a leer Chapinero de Andrés Ospina. La primera narración -titulada «Lorenzo»- no tiene gracia, sentido ni humor pero me llevó a recordar una historia vivida por mí hace veinticinco años. La bonita historia comenzó en una compraventa de Chapinero, como en el cuento de Andrés Ospina; pensé que podría narrarla y narrar de paso otras seis o siete historias ocurridas en 1989, cuando yo tenía apenas 19 años y soñaba con una vida de placeres inspirada en algunos libros que había leído, especialmente soñaba con ser como la heroína de Memorias de una cantante alemana. Ese libro me llevó a interesarme mucho en el tema y entre 1985 y 1989 me documenté con los clásicos de la psicología y la sexología moderna con la ilusión de ser como ella, como la mujer del libro. No lo logré, después supe que todo es literatura. Anoche, antes de dormirme, pensé que en mi lejana juventud viví historias porno-eróticas dignas de ser inmortalizadas a través del estilo que me caracteriza. No es fácil recordar todos los detalles de historias vividas hace un cuarto de siglo, pero voy a esforzarme. Si no recuerdo el rostro, el nombre, la mirada y la sonrisa del protagonista; si no recuerdo el lugar exacto donde ocurrieron los hechos, los llamaré simplemente X o Y, como en las novelas eróticas anónimas del siglo XVIII. Sin más preámbulos comencemos (no olvide el lector que todas las historias ocurrieron en el mismo año 1989, cuando yo tenía apenas 19 años):

Alberto

Alberto estaba enamorado de mí, no recuerdo nada de él, ni su rostro,ni  su voz, ni su mirada ni por qué éramos amigos. Sólo recuerdo que Alberto era dulce, joven y amable conmigo pero a mí Alberto no me gustaba. No entiendo por qué terminé en un paseo de fin de semana con él en compañía de esas personas a las que tampoco recuerdo. Sólo conocía a Alberto, a nadie más. La cita era en una compraventa de Chapinero. Y, claro, vi a los mariachis esperando al cliente, los moteles, la Caracas, las compraventas… Chapinero por las Caracas no es un sitio para caminar sino para ver desde la ventana del bus, la buseta, el colectivo, el taxi o transmilenio, la Caracas nunca ha sido un hermoso lugar para caminar y contemplar el paisaje. Llegué, entré a la compraventa, saludé, no recuerdo haberme arrobado de emoción estando dentro de ese lugar, viendo las «antigüedades» que ponen a suspirar a Andrés Ospina. Y eso que era una compraventa inmensa y bastante variada. Yo estaba entusiasmada con lo que me había prometido Alberto, no estaba pensando en nostalgias sino en diversión. Sospecho que bebimos, en esa época no era prohibido conducir bajo el efecto del alcohol y a mí me encantaba beber con moderación con conductores que también bebían con moderación mientras atravesábamos una trocha o una curva peligrosa en medio de la noche o cuando por exceso de velocidad había momentos en los que el carro quedaba suspendido en el aire, como en Los magníficos.

No recuerdo quién era el conductor, hacia dónde nos dirigíamos, cuántas personas íbamos dentro del carro; recuerdo que llegamos a nuestro destino y yo estaba dichosa porque podría nadar de noche en uno de esos lugares de Colombia con la temperatura perfecta para estar en vestido de baño a las diez de la noche sin sentir frío ni calor. Sospecho que la bendita casa que nos acogió estaba a menos de dos horas de Bogotá. Era una casa inmensa disfrazada de balneario y como me domina el espíritu deportivo me divertía más en la piscina y en los columpios que en la pista de baile y con el alcohol. Alberto estaba un poco triste porque nadaba, bebía, me columpiaba y bailaba más con los otros niños que con él. No recuerdo rostros de hombres viejos, recuerdo que los bailarines y los nadadores eran niños como yo. Recuerdo el rostro de dos niños que querían jugar conmigo. Recuerdo que les di dulces y apasionados besos a los dos y cuando quisieron ir un poco más allá les recordé que me gustaba mucho nadar y entonces nadábamos de nuevo.

Pasé de largo esa noche, no dormí ni un minuto. Cuando amaneció caminamos por una camino de herradura, esos caminos que tanto me gustan, y rumbo al pueblo hubo más besos con uno de los niños, el otro se quedó en la casa; con él nos divertimos en la piscina cuando regresamos del pueblo. Yo quería desayunar en el pueblo, le confesé a uno de los niños y él feliz y complacido se dispuso a acompañarme. Desayunamos, él me dijo que podríamos amarnos más intensamente, yo le dije que no lo daba por un desayuno y seguimos conversando, volvimos a la casa, volvimos a nadar.

No recuerdo lo que ocurrió durante el día ni nada del regreso. Recuerdo que esa fue la única noche de mi vida que pasé de largo porque tantas emociones me afectaron un poco la memoria, se me recargó el cerebro, casi no podía conciliar el sueño por exceso de emoción.

Mis enemigos van muy en serio

15 Feb

Ayer publicaron fotos mías dentro de un bus como diciendo tranquila que ya sabemos cuál es su ruta y la tenemos identificada y hoy en un comentario en este blog me pidieron que no jodiera más y me preguntaron qué me decían dos números telefónicos adjuntos. Son mis números de teléfono fijo y celular. Publiqué el comentario sin los números y le respondí amablemente al agresor.

El número del teléfono móvil se lo he dado a mucha gente, el del teléfono fijo a nadie, es una línea nueva, no tiene más de seis meses.

He recibido llamadas de números privados. No hablan, sólo oyen mi voz. ¿Qué viene después? ¿Tan peligrosa soy para la sociedad? ¿Quién está detrás de estos ataques tan directos y hasta dónde piensa llegar?

¿Estoy escribiendo la crónica de una muerte anunciada?

Las cartas que me envían mis amigos invisibles

8 Feb

¡Ay ensayista! te advertí hace algunas semanas el costo de hacer trascendental lo intrascendente. Es un esfuerzo inútil y fútil, y ya que te he leído con cierta constancia, creo que vales más que eso. No es sano desgastarse glorificando la miseria de algunos seres engreídos en un país donde la crítica siempre ha sido asesinada, ¡muchos han muerto por menos! No leo las notas que le dedicas a las estrellitas insignificantes, me parecen glorificaciones sin sustancia. Si tanto te gusta ese tipo de burlas creo que deberías replantear tus métodos. Puedes hacerlo, pero no directamente, no de un modo tan simple como citándolos y recitándoles su pobreza. Este no es un problema sólo de Colombia, que en sí es un país difícil, es un problema del tiempo en el que vivimos. Nos gobierna el silencio absoluto, el silencio cómplice de los medios, la presión de una observación suprema en donde todos nos sentimos de antemano agredidos por las luces de un espectáculo iracundo en donde todos estamos expuestos. Valora tu privacidad. No expongas a tus familiares al cúmulo de enemigos que te has fabricado. Mucha gente ha muerto por verdades mucho más importantes, y sin embargo, su destino fue igual de insignificante que cualquier otra muerte casual. Si tuvieses la osadía de meterte con políticos y no con estrellitas de twitter probablemente ya estarías muerta. Yo aprendí eso de un modo mucho más cruel.

En Trasmilenio he visto reacciones ilógicas de parte de personas comunes. No soy de Bogotá, así que eso no deja de sorprenderme; una agresividad atroz por parte de gente que en apariencia parece muy normal, muy tranquila. Cualquier provocación obtiene una respuesta desproporcionada. Hay frustración y agresividad en la ciudad. No creo que exista mejor síntoma de la degradación emocional de la ciudad.

¿Sabes que puedes burlarte de ellos de un modo mucho más elegante sin que se den cuenta siquiera? Ese es precisamente el poder de la literatura. Úsalo. Creo que deberías involucrarte un poco más con eso que has observado desde una distancia prudente toda la vida.

Hace algunos días pensaba en una historia con un personaje muy similar a ensayista, una sobreviviente del último cataclismo habitando una ciudad en ruinas. Luego de pasar el día caminando por la ciudad dedica las tardes a escribí sobre gente muerta. ¡Y ni siquiera sabe si existen otros sobrevivientes! pero no por eso deja de escribir. Su inspiración son antiguos ídolos de barro, gente agresiva y engreída que acaricio la cúspide de una sociedad arruinada, gente que creyó por un instante acariciar con sus dedos un cielo de cartón. Para mayor comodidad, lleva sus cadáveres a un anfiteatro, y allí los observa mientras les recuerda su miseria. La suya es una tarea bastante absurda, ¿no crees?

Feminismo colombiano

4 Jul

En 1929 Virginia Woolf escribió Una habitación propia y a partir de ese momento ese ensayo se constituyó en un texto clave para pensar en las mujeres, el arte, el dinero y el feminismo. Ha pasado casi un siglo y el feminismo sigue estando de moda, se siguen escribiendo libros sobre el asunto, pero los cambios de fondo no son muy evidentes; no se sabe si por falta de difusión del material teórico y si porque hombres y mujeres son más dichosos viviendo en estado natural, como cualquier animal con ojos para ver y patas para desplazarse y buscar con quién copular: machos y hembras mezclan su material genético para que no se pierda el prodigio, para vivir la plenitud del milagro de la vida, como si no hubiera más sentido que la reproducción de los seres y la multiplicación de los nombres y los apellidos.

A continuación voy a tratar de presentar de forma breve y concreta las formas de vivir el feminismo en Colombia, hay feminismo para todos los gustos, según las necesidades y la conveniencia de cada mujer. Cada colombiana tiene su andamiaje teórico en el cual escudarse, ideas maravillosas para justificar su propia estupidez.

1. El puterío como feminismo

Hay una vertiente del feminismo que parte del cuerpo y de la libertad de la mujer para disponer de ese cuerpo-máquina como le plazca porque es lo único que de verdad le pertenece. Si el cuerpo y la explotación de la sexualidad se constituyen en fuente de placer -y de ingresos- es la mujer y sólo la mujer quien, gracias a una decisión autónoma, decide convertirse en la máquina de follar, en la gran puta. Si cobra o no cobra no es relevante, lo que de verdad importa es que la mujer decida sobre su cuerpo y ya.

2. La madre cabeza de hogar

Hay una vertiente del feminismo que parte del siguiente presupuesto: la mujer es una verraca, mucho más verraca que el hombre. La predisposición biológica para  parir le confiere poder y si es capaz de parir y de educar a sus hijos como ciudadanos de bien, sin necesidad de un hombre, esa mujer se constituye en una especie de heroína, es la Hembra superior a todas aquellas que no han vivido la experiencia más bella de la vida: la maternidad.

Esta teoría goza de mucha aceptación en Colombia. Algunas de estas mujeres ven al hombre como semental, el gran trabajo, la gran realización y el ser ejemplar de la historia será siempre la mujer, la guerrera, la incansable, la que lo entrega todo por amor a la cría.

Algunas feministas quieren al hijo pero no quieren al hombre; algunas llevan su rebeldía a constituirse en abiertamente lesbianas. Lesbianismo y feminismo son una buena combinación para convertirse en una mujer respetable en algunos contextos. Ellas también se sienten autónomas.

3. La empresaria exitosa

Hay una vertiente del feminismo que parte de la idea de que la mujer no es inferior al hombre y compite con éste con la idea de gozar del poder que ha sido instaurado a lo largo de los siglos para ser beneficio propio del gozo masculino. Entonces la mujer se convierte en una máquina de producir plata, es una mujer que desea ser famosa, reconocida y admirada por millones de seres humanos, masas que se extasían ante su presencia. Son cantantes, bailarinas, diseñadoras, fabrican perfumes, promueven causas y son hermosas, casi siempre muy femeninas y muy tranquilas, controladas, claras en sus metas como los grandes ejecutivos, como los hombres.

4. La todoterreno

Hay una vertiente del feminismo que parte de la idea de la realización de la mujer. Ella puede disfrutar del trabajo, la maternidad, la feminidad, la intuición, la creatividad, la sexualidad, se trata de la mujer que puede ser muchas mujeres y en cada faceta se desempeña bien, es una mujer exitosa en un nivel o en varios y se lleva bien con la publicidad y con los bancos, ella es un cliente preferencial. Los niños son un buen gancho para atraer clientes pero algunas mujeres pueden llegar a ser todavía más dóciles que el más mimado de los bebés.

El dinero que cae en las manos de las mujeres es dinero que se esfuma de forma más dispersa que el que cae en las manos de los hombres, la mujer es mejor administradora, más intuitiva, más organizada. Ellas saben cómo gastarse el dinero, cómo llegar a ser mujeres admirables, son mujeres que gozan viendo cómo se esfuma la ganancia de forma organizada y creativa.

5. La indignada

Hay una vertiente del feminismo que parte de la idea de que ser feminista consiste en llorar durante toda una vida porque las mujeres han sido maltratadas, violadas, mutiladas, humilladas, estigmatizadas, minimizadas, atacadas de forma física y psicológica a lo largo de la historia. Lloran por las víctimas del pasado y por las del presente. Buscan víctimas todos los días para exhibir, para sensibilizar a la sociedad entera sobre hechos que no se pueden volver a repetir, ven agresión por doquier, se convierten en mujeres amargadas, resentidas, frustradas y solitarias porque el sufrimiento por el dolor ajeno se convierte en su propio peso, en su propio castigo.

Algunas lo sufren de verdad y mueren vírgenes y mártires. Otras, la mayoría de estas buenas mujeres, suelen mezclar otros tipos de feminismo, especialmente el feminismo del puterío y el de la mujer exitosa que no es menos que nadie, menos que el hombre. Esos papelones suelen hacer sentir bien a las masas embrutecidas, la chusma se siente bien ante la representación de la mujer más buena del mundo, la que es capaz de ponerse en el papel del otro y sufrir con las demás, sufrir por los dolores de comunidades enteras. Mártires como Cristo o iluminadas como Buda.

Fin de viaje. La vida tranquila

16 Jun

Después de cuatro años me habían convencido. Estaba decidida a salir de Bogota: Bucaramanga por tierra en compañía de mi ser amado. De momento me pareció divertido imaginarlo sentado a mi lado en un bus durante seis o siete horas, quería conocerlo en una nueva faceta. ¿Cómo será ver al hombre más impaciente del mundo en un plan de ese tipo?

Invité a mi compañero de viaje a comprar los pasajes y dijo que le daba pereza. Yo le dije: a mí también, a mí me da pereza comprar los pasajes, sacar la maleta, comprar lo que necesitamos, empacar lo que vamos a llevar, que los vecinos nos vean saliendo con una maleta ruidosa, subir al maldito taxi y llegar a un aeropuerto con aire de funeraria o a una terminal de transporte terrestre con aire de plaza de mercado. Mi papá me enseñó a despreciar el transporte terrestre desde niña, él considera indigno viajar por tierra si no es en carro, en Su carro. Si sabe que su hija viaja por tierra en un bus inmundo durante más de una hora se enfurece conmigo y me mira con cara de fiera furiosa. Nunca lo he hecho, claro, esta sería mi primera aventura de carretera.

La casa a la que estábamos invitados es la casa de la fantasía: una casa grande con tres mujeres fuertes, doce gatos propios y otros cinco que van a comer. Andrés está fascinado con ellas tanto como yo porque es difícil coincidir con mujeres así, se seducía con la idea de vernos a las cuatro hablando con nuestras voces fuertes y seguras: cuatro mujeres serias que leen y escriben y se apasionan hablando de política. Libros y política. ¡Emocionante! Pero la pereza es más fuerte que la seducción. Le pasa a él y me pasa a mí. Preferimos quedarnos aquí soñando con ellas que salir a comprar los pasajes.

Soñar es mejor que vivir, los viajes no curan los dolores del alma, los paisajes son subjetivos… Mi desgracia es que cuando me alejo del Hogar lo añoro más que cuando estoy aquí y si contemplo un paisaje pienso en un libro. Cuando salgo y los demás esperan que viva una experiencia divertida mi idea fija es siempre la misma: me gusta leer.

Cuando decidí que definitivamente no íbamos me quité un peso de encima y Andrés también, supongo. Esa soy yo, esa es mi naturaleza, no tengo otra y lo mejor de todo es que me gusta. Ha habido ocasiones tristes en las cuales a punto de salir, en el último minuto, con la maleta lista, preparada para la aventura, reacciono y la pereza me detiene. La furia me domina y soy implacable si alguien quiere obligarme a hacer lo que no quiero, es decir, a salir.

A mucha gente le cuesta creer que hay gente a la que no le gusta salir de la casa, gente que no añora ni siquiera los placeres que ofrece Bogotá, la gran ciudad, la Capital. No me interesa, no la conozco, me pierdo en sus calles y me fascina ir siempre a los mismos lugares y encontrarme con las mismas personas. Soy simple, sin gracia, el único sitio en el que me siento más yo es aquí, sentada ante este teclado, escribiendo, como si fuera Marguerite Duras.

He intentado ceder pero no puedo, más de una vez me he devuelto de un destino sola y mortificada. Cuando estoy de nuevo aquí me siento bien, mejor que bien. No tiene sentido intentarlo de nuevo.

Queridas amigas: gracias por la invitación, perdón por decir hoy sí y mañana no, tendrían que estar en este cuerpo para que pudieran entender lo que significa para mí el Hogar, la Casa, el sitio desde donde soy más yo, donde siempre estoy tranquila, el espacio que no me hace desear nada porque para mí esto es lo mejor. En fin de un viaje, la vida tranquila, el día sin planes, estar siempre en el mismo lugar sintiendo pasar las horas, ver como pasa el tiempo sin desear nada, al lado de un hombre que es todavía más rebelde que yo. El no habla, él no escribe, él duerme mucho más que yo, está ahí, siempre a mí lado, aunque no sepa qué piensa de mí. No importa. Pero no está triste, es lo que sospecho, salimos a caminar, nos cruzamos con perros callejeros y gatos de jardín, creemos que nos sentimos bien uno al lado y eso, finalmente, es lo que importa, que uno crea que se siente bien y la vida es perfecta, como la soñamos siempre.

El peligro de tener una cuenta en Twitter

21 May

La semana pasada un bus en Fundación explotó con más de cincuenta niños que se transportaban sin compañía de adultos. Treinta y dos de ellos murieron incinerados. Niños entre dos y doce años.

La noticia le dio la vuelta al mundo y en Colombia todavía no salimos del asombro, cómo es posible que pasen estas cosas en un país que sueña con el desarrollo, que aspira a mejorar sus niveles de educación y de humanidad. Hasta el papa se pronunció con dolor sobre una tragedia que se pudo haber evitado.

Mientras el dolor y el asombro embargaba a la mayoría de los colombianos un grupo de tuiteros decidió escribir todo tipo de barbaridades con el HT #MePrendoComoNiñoEnBus. Las frases ofensivas en contra de los niños muertos y de las personas que viven en Fundación y en la costa colombiana eran, a medida que pasaba el tiempo, más desafortunadas. Cómo es posible que haya personas tan crueles, nos preguntábamos todos con asombro.

Los agredidos decidieron divulgar los nombres de los promotores del HT y a uno de ellos estuvieron a punto de lincharlo en la Universidad de Ibagué, un estudiante de Derecho. Los insultos de algunos agredidos se pusieron en el nivel de los agresores, deseaban una muerte dolorosa para ellos. Venganza a cambio de respeto por el dolor ajeno.

Esta mañana revisé mi cuenta de Twitter y me encontré con un hecho asombroso:

Mientra dormía un grupo de tuiteros suplantaron mi nombre y mi cuenta en Twitter y en Facebook. Le hicieron creer a muchas personas que yo también agredía a los niños incinerados y a las personas de Fundación. Una persona que me aprecia guardó los pantallazos de la suplantación y los insultos al usuario falso y a continuación vamos a analizar las cuatro fotografías:

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Con la cuenta de Andrea Molina repudian lo que hizo Jorge Alejandro Pérez Monroy, el estudiante de la Universidad de Ibagué, y en la conversación sobre el repudio usan mi foto y mi nombre de usuario en Twitter para hacerse pasar por mí. La pregunta es simple: ¿Qué hay en la mente de una persona que hace este tipo de cosas? ¿Por qué busca confundir de esta manera a los usuarios de las redes sociales? Crearon cuentas falsas en Facebook y en Twitter.

 

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2)

Después de los mensajes en los que supuestamente insulto a los niños incinerados vienen los insultos en un grupo de Facebook. Los tuits y los mensajes que  hacen pasar como míos en Facebook son similares a los que escribían los tuiteros agresores, mensajes infames, claro, pero los comentarios a los supuestos tuits no son menos agresivos. Piden quemar, matar, masacrar…

¿El creador de la cuenta falsa en Twitter y del grupo en Facebook pretendía que hoy yo fuera quemada viva? ¿Quién es? ¿Por qué lo hace? ¿Es una broma? ¿Algo que no debe ser tomado en serio? Veamos hasta dónde hemos llegado. ¿Que hubiera pasado si una persona valiente no se hubiera quedado toda la noche denunciando la suplantación mientras yo dormía? ¿Hubiera salido hoy mi nombre en todos los noticieros y hubiera tenido que irme de la ciudad por miedo a morir asesinada porque a alguien se le ocurrió hacer una broma de mal gusto tal vez porque no le simpatizo o porque su cuenta está bloqueada en Twitter? Creo que estamos llegando a límites insospechados. La forma en que funcionan las redes sociales en Colombia es cada día más preocupante.

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3)

En esta fotografía siguen los insultos y el deseo de que me maten de la forma más dolorosa posible.

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4)

Me enviaron la foto del  promotor de la «broma». Debe ser un niño menor de edad, lo más probable es que sus padres no saben qué hace su hijo en las redes sociales y confían en él porque es su hijo. Un niño menor de edad que no mide los alcances de sus supuestas bromas.

He sido víctima antes de este tipo de usuarios y casi siempre son niños menores de edad, estudiantes de colegio o de primeros semestres de universidad. Cada vez que recibo ataques como este me pregunto lo mismo: ¿Por qué yo? Tengo 43 años, escribo sobre libros, trato temas serios, de personas adultas. ¿Por qué estos niños pretenden que los denuncie ante la policía si saben que no lo voy a hacer. Sería incapaz de acusar a un niño con una cara como esta por varios delitos informáticos.

 

Niños de Colombia: los invito a reflexionar, no podemos continuar así, ¿Debemos sentarnos a esperar en qué momento aparece en el noticiero el anuncio de que mataron a un tuitero porque fue víctima de una «broma» como la que me hicieron anoche a mí? ¿Qué hubiera pasado si esta persona valiente no se hubiera tomado el trabajo de detenerlos? ¿Hasta dónde habrían llegado? ¿Querían sentirse orgullosos porque me habían visto arder viva bajo la furia irracional de un grupo de tuiteros que buscan venganza sobre un ser de ficción creado por ustedes? Piénsenlo bien, no es justo que me traten de semejante manera.