Freud quería dormir y estar solo. Se encerraba en su estudio, viajaba solo y caminaba solo.
Los cinco grandes hombres intentaban dormir y descansar pero los cinco vivían con una mujer y cuando más disfrutaban era cuando no estaban cerca de esa mujer, cuando podían acostarse a dormir sin pensar en el futuro, sin pensar en que pronto regresaría ella, haría ruido y querría hablar con el genio que suele encerrarse en su estudio y pide a gritos no ser interrumpido. ¿Por qué si eran tan inteligentes y amaban tanto la soledad y el descanso soportaron la convivencia con una mujer? ¿Cobardía? ¿Miedo? ¿Por qué Marguerite Duras sí podía vivir sola para escribir y estos genios no? ¿A los hombres geniales no les interesa el plan de vivir en una habitación propia como Virginia Woolf?
Unos recurren a la droga, otros al alcohol y ninguno de los cinco sabe lo que significa saborear el placer de dormir en estado de pureza, no saben lo que es el sueño natural. Lo que para ellos era apenas un sueño es para mí la realidad real de cada noche. Ellos saben que dormir bien es el gran tesoro y yo también lo sé. Ellos soportaban sus sueños artificiales y yo duermo cada noche como una santa. ¡Punto para mí!
Cuando veo la desesperación de estos hombres porque no saben vivir, porque aman la soledad pero el miedo no les permite entregarse a ella a cabalidad, cuando los veo deseando la tranquilidad como quien desea el mundo de la fantasía me pregunto por qué a los grandes hombres les cuesta tanto vivir de manera tranquila si es tan sencillo. Dormir es un arte y para ejercerlo bien el sueño debe ser profundo y no inducido. No hay nada más placentero que el sueño natural.
Jaime Bayly sueña con un hijo gay, un hombre que se ame a sí mismo por sobre todas las cosas y saboree el placer de descansar. Jaime Bayly es un hombre inteligente, sabe que la vida no tiene sentido y no vale la pena buscárselo. Lo único que de verdad importa es comer bien, dormir bien, no hacerle daño al prójimo y amarse a sí mismo por encima de todos los demás:
Quiero que James sea peluquero, diseñador de moda o decorador de interiores. Quiero que sea muy bello y persiga ciegamente la belleza y solo la belleza. Quiero que solo crea en lo que se puede ver y tocar, y se ame a sí mismo más que a todos los prójimos sumados y hacinados. Quiero que sea egoísta, ególatra, egocéntrico. Quiero que esté absolutamente fascinado de conocerse. Quiero que sus manos le den más placer que las de cualquier otra criatura humana.
Gustave Flaubert le escribía a su amante (Louise Colet) para distraerse del trabajo o para desatar la ira, la felicidad o la impotencia que generaba en él la escritura de su obra literaria más importante: Madame Bovary. La gran paradoja alrededor de la escritura simultánea de estos dos textos está relacionada con el hecho de que a pesar del innegable valor estético de la novela la lectura de las cartas en algunas ocasiones puede llegar a ser más estimulante, actual y universal, este hecho se debe, tal vez, a que son expresión cabal de lo que el mismo Flaubert consideraba sería la gran obra literaria del futuro: un texto autobiográfico escrito con total sinceridad, buen estilo y sin omitir detalles que pongan a salvo la imagen del escritor: “Cualquier hombre que supiera escribir correctamente crearía un libro soberbio al redactar sus Memorias, si las expusiera con sinceridad y de manera completa”.
Mis conversaciones con Juan Lozano son tan profundas que varias veces nos hemos sentado a pensar cuál sería el mejor método para que no se pierdan, hablar con testigos como si no los hubiera, que otras personas puedan disfrutar de nuestras fantásticas reflexiones y puedan contemplar nuestro cerebro al desnudo. Es un derecho, tanta brillantez no puede quedar sólo entre él y yo, no sería justo con la humanidad. Es un Milagro que nos hayamos encontrado y esas conversaciones no se pueden perder.
Hemos pensando en la posibilidad de hablar siempre con conexión a internet, pero el problema es que cuando no hablamos cara a cara nos escribimos y podemos escribir durante cuatro horas consecutivas o más. Nos escribimos casi más de lo que hablamos, siempre estamos ávidos y somos insaciables.
Mientras descubrimos el método para hacer públicas nuestras conversaciones privadas quiero compartir un breve fragmento de nuestra conversación de anoche. El contexto es el siguiente: Fernando Vallejo dio un discurso en la feria del libro de Bogotá, los dos estamos leyendo a Jaime Bayly y yo estoy volviendo a leer Los ojos azules pelo negro, de Marguerite Duras. Desde hace dos meses estamos hablando de sexo, drogas y rock and roll.
Yo: El poema de Bayly que acabé de publicar en el blog (Suéltate el pelo) me hace pensar en Virginia Mayer.
Juan: Sí, lo estoy leyendo y también pensé en ella. Una gordita en busca de amor.
Yo: Es un hombre sensible Bayly. Tiene uno muy bueno escrito al jardinero. Su mejor amigo. Ese libro (Los ojos azules pelo negro) es muy extraño y muy triste. Lo voy a volver a leer. La tristeza de Marguerite Duras es asombrosa.
Juan: Y de qué trata más o menos, ¿por qué se lo recordé? Cuénteme.
Yo: Por la idea de dormir juntos. El libro es de una pareja que se reúne en un cuarto, se vendan los ojos y sufren mucho. Dormir es un asunto serio.
Juan: Claro.
Yo: ¿Ha leído La casa de las bellas durmientes?
Juan: No le he leído, me lo han recomendado bastante.
Yo: Yo nunca he dormido con un amigo. Ni siquiera con mis hermanos. Siempre duermo sola cuando salgo con ellos y cuando me quedo donde mi mamá. Pero con usted me gustaría dormir. Es un misterio.
Juan: Sí, una experiencia.
Yo: La casa de las bellas durmientes es muy bueno. De los libros favoritos de Vargas Llosa y García Márquez.
Juan: Lo leeré.
Yo: También es un libro muy triste. Es la mezcla entre deseo y tristeza. Como el niño que llora después de tener sexo en el poema de Bayly.
Juan: Me gusta bastante ese poema.
Yo: Es muy bueno. Vamos a ver si consigo el libro. Hay varios muy buenos. Uno titulado No quiero ser presidente.
Juan: Sí, quiero leerlo, cuando lo devuelva a la LA lo saco.
Yo: Lo entrego el lunes.
Juan: Noooo. Acabé de llegar a la casa. Me perdí a Fernando Vallejo. ¿Lo dieron en Canal Capital o en televisión más humana por internet?
Yo: Sí. En vivo.
Juan: Que mal.
Yo: Pero ya lo publicaron en la página de El Espectador.
Juan: ¿Hace cuánto terminó? Ah, bien.
Yo: Terminó hace como veinte minutos.
Juan: Ojalá pueda verlo.
Yo: Sí.
Juan: Pero está el texto nada más. Yo quería verlo.
Yo: Sí. Acabo de verlo. Me imagino que lo publican en Youtube más tarde.
Juan: Pronto lo publican, me imagino.
Yo: Sí.
Juan: Se está pareciendo a Bukowski
Yo: Sí. La risa satánica. Lo mejor del discurso fue el final. Un insulto al público.
Juan: sí, lo leo, no sabia que Abad lo odiaba. Ese bobo. Bien que lo haya insultado. leyéndolo podría ser como los humoristas que le he enviado. Dicen lo mismo de diferente manera.
Yo: Terminaron peleando. Eran amigos. Sí. La gente estaba fastidiada. Ya sabe que hace autoficción. Le gusta incomodar al público y esta vez no habló. Leyó y se fue. Se notaba ofendido al final, se apropia del personaje. No le gusta que lo manoseen. ¿Ya pudo ver el discurso?
Juan: No, no lo han colgado. Todavía lo leo porque me pongo a leer otras cosas.
Yo: Yo estoy leyendo el libro de Marguerite Duras.
Juan: ¿Y qué tal?
Yo: Es un libro que asusta. Es como una situación de locos. Lloran todo el tiempo y se miran dormir. Se conocieron por casualidad. Es un libro único. Se lee y no se olvida nunca, da tristeza leerlo. Marguerite Duras era alcohólica, triste y sola.
Juan: Una mujer inteligente entonces.
Yo: Sí. Mucho. Y la biografía es asombrosa también. Tenía alma de puta y fue promiscua siempre, escribe sobre sus amantes. ¿Ha leído o visto El amante? La hipótesis de ella es que todas las mujeres quieren ser prostitutas pero no se lo permiten.
Juan: No he leído nada de ella, otra pendiente. Sí, como ninfómana. Así es, como dice nuestro querido Vallejo, somos unos simios lujuriosos.
Yo: Es muy valiente. Escribe que cuando era niña tenía dos cosas claras: quería escribir y tener muchos amantes. Lo hizo. Al final de la vida le agregó mucho alcohol y una casa inmensa a esa vida.
Juan: La mujer está muy reprimida, la educan para que esté sometida y sea sumisa, la religión las jodió demasiado. Por eso las compadezco.
Yo: Tiene un libro muy bueno titulado Escribir. Me gusta mucho Marguerite Duras, ella dice que para escribir se necesita soledad. Igual que Virginia Woolf. Ella es como la hija de Virginia Woolf. Así como Bayly con Bukowski.
Juan: De todas maneras creo que la sexualidad de hombre y mujer es distinta, el hombre esta más dispuesto todo el tiempo. Hay diferencias biológicas. La mujer creo que es más ciertas temporadas.
Yo: Claro. Las mujeres tienen alma de putas pero también tienen muy clara la idea de pecado y de infierno y muchas son promiscuas pero reprimidas. Hasta las prostitutas. Rezan y son muy decentes, no le admiten todos los requerimientos a los clientes. Son señoras respetables.
Juan: Leeré a Margarite Duras.
Yo: Sí.
Juan: Jaja. Sí. ¿y usted qué dice?, ¿piensa que es así? ¿que todas quieren ser prostitutas?
Yo: Cuando era niña sí lo pensaba. Marguerite Duras dice que todas las mujeres lo piensan.
Juan: Lo cierto es que la mujer tiene una capacidad sexual impresionante, mucho más que el hombre.
Yo: Es por el cuerpo, uno se mira en el espejo y se imagina en un prostíbulo. A mí me pasaba.
Juan: Sí, es un cuerpo muy sexual, como diseñado para eso.
Yo: O en una revista pornográfica. La belleza, la juventud y el deseo se juntan y aparecen esas fantasías.
Juan: Claro, el posar, el exhibirse, el mostrar la belleza y que otros disfruten de esa portento de la biología que es el cuerpo femenino.
Yo: Sí. Yo he visto la película con mis sobrinas y se ponen nerviosas. Hay muchas frases incómodas, como que hay una niña que se prostituye cuando sale del colegio y las otras la envidian porque les gustaría hacer lo mismo.
Juan: ¿Cuál película?
Yo: El amante. Hay dos libros. El amante,El amante de la china del norte y la película El amante. Es basada en una historia real. Ella tiene 16 años, se para como una puta y se consigue un amante chino. Luego él se casa con una china pero se aman siempre, cuando el chino muere escribe El amante de la china del norte. La película parece porno, fue tan escandalosa como El último tango en París.
Juan: La próxima la compro.
Yo: Es muy buena. Y los libros también. Todo lo de Marguerite Duras.
Juan: Somos simios lujuriosos, el más lujurioso de todos los animales. Por la locura del cerebro. Lo que pasa es que el que conoce el placer intelectual y otros placeres, pues también disfruta de otras cosas.
Yo: Claro, es muy intenso. La mayor parte de la gente ni siquiera se entera.
Juan: Lo importante es no reprimirse, como con el tema de las drogas, a uno le da más fuerza eso. Las drogas y el sexo son importantes para el que no los tiene…
Yo: Ah, sí. Lo que decía Bukowski. Y la promiscuidad también es triste. Marguerite Duras lo hacía para hundirse luego en la tristeza.
Juan: Yo lo que creo es que no hay salida. Como que todo termina siendo triste. Vivir es una tragedia.
Yo: Para mí no. Yo casi siempre me siento muy bien. Esa es una ventaja. Lo que me tiene triste es que he comprado mucha ropa. No me gusta, me siento superficial. Me gusta andar con ropa vieja.
Juan: Sí es una ventaja. Yo disfruto lo que me gusta, he aprendido a eso, pero no dejo de ver la tragedia y el absurdo que es esto, pero antes me entristecía, me iba por el abismo, ya estoy más tranquilo y resignado a ciertas cosas.
Yo: Es la edad, a medida que pasa el tiempo todo es más fácil.
Juan: Sí, eso espero.
Yo: La gente le tiene pesar a los viejos pero sufren menos. Yo creo que lo más duro es entre los 15 y los 30.
Juan: Sí, antes también me pasaba por tener ideales que no se cumplían y esas cosas, ya como que tengo una visión más desesperanzada y eso me tranquiliza. Así, es. Es la época más dura. A mí me dio muy duro. Pero sobreviví. Drogas, encerrado largas temporadas en clínicas, noviazgos locos, ideales destruidos, en fin…
Yo: Usted se merece una vida tranquila. ¿Soñaba mucho?
Juan: Así es. Y sueño bastante. Ayer soñé que me desdoblaba, porque me daba pereza levantarme al baño, entonces mandé a mi espíritu y yo me quedé en cama. Y soñé con mi exnovia, que vivía con ella de nuevo.
Yo: ¿Y ella todavía lo quiere?
Juan: No, y yo tampoco viviría con ella de nuevo, es pasado. Tal vez el sueño me mostraba que me hace falta una novia o algo así.
Yo: Usted sí tiene de 9 y de 4. Debe ser complicado.
Juan: sí, tengo de los peores del eneagrama. También el fóbico. El 6.
Yo: No son los peores, es una mezcla explosiva. Lo he estado pensando. ¿usted se siente mal siendo como es?
Juan: No, yo disfruto mucho mi mente. Creo que tengo mucha sensibilidad y me considero inteligente. Una inteligencia ligada al lenguaje y filosófica, algo así. Abstracta.
Yo: A mí me gusta mucho como es. Muy suave, analítico, culto, sensible, apasionado, tranquilo…
Juan: De razonamiento abstracto. Sí, me gusta mi tranquilidad. No soy bello o algo así, pero me gustaría ser la versión masculina de Remedios la bella.
Yo: Es una mezcla de femenino y masculino, inteligencia, intuición, cultura y observación.
Juan: Como que sabe que todo es absurdo, una mentira. Que no vale la pena tanto esfuerzo.
Yo: Volverse más leve.
Juan: Me gusta ser un espectador de la vida, como ser espectador del desastre.
Yo: Sí. Usted necesita una herencia. No merece trabajar.
Juan: Ya no creo en que la realidad se pueda cambiar con ingentes esfuerzos, creo que todo conduce al fracaso.
Yo: Yo tampoco creo en el esfuerzo, todo tiene que ser fácil.
Juan: Me gustaría trabajar en cosas físicas, y escribir y leer, y beber y fumar, ir a prostíbulos. La vieja vida de los hombres.
Yo: A mí me hubiera gustado no haber trabajado nunca, es chévere vivir en estado de pureza.
Juan: A mí por eso me gustan los relatos de Bukowski, hacer trabajos físicos, sencillos, largas noches en bares y prostíbulos, pero ser un obrero lúcido claro. Leer y escribir. Pero lo mejor es no hacer nada, claro.
Yo: Los mejores filósofos y escritores no trabajaron nunca.
Eres gordita
no paras de fumar
(pero nunca fumas a mi lado
y te adoro por eso)
hablas como cantando un bolero tristón
tus ojitos cansados ruegan amor
y no hay nada que te guste más
que tomar champagne con los amigos
en esa espléndida terraza
frente al cerro santa lucía
no me has contado tu vida
pero sé que necesitas desesperadamente
un poco de amor
los labios de un hombre devorándote
el incendio de su piel con la tuya
tres orgasmos seguidos/por qué no
con un amante sucio
que se revuelque contigo
arriba del cerro santa lucía
o en la cama trajinada
de un motel de paso
sé que estás solísima
y el amor es una idea borrosa
y nunca un guapo se perdió en tus labios
sé que nadie te quiere a morir
ni siquiera tú misma
pues el otro día te pregunté
tomándonos una copa en la terraza
por qué tienes un hueco en el pelo
y me dijiste con una sonrisa desolada
porque a veces me vuelvo loca
me arranco mechones
y me tiro a llorar
en el piso del baño
quiero darte un consejo
con todo el cariño
que me inspira tu voz dulce
y sin embargo fatigada:
quiérete mucho
como nadie te enseñó a quererte
y suéltate el pelo
y deja de llorar en el baño
(sólo porque no encuentras a un hombre
que se encienda contigo)
y no fumes más
anda al gimnasio
ponte a trotar
suda tu pancita con cien abdominales
mírate rico en el espejo
y juega contigo en las noches
tócate/mímate/quiérete harto
hasta que llegue un hombre
que sepa querete y tocarte
mejor que tú misma
no sigas jalándote el pelo
porque así sólo vas a encontrar
a un hombre abusivo
que terminará de arrancarte
el poco pelo
que aún tengas
bota el cigarro
anda al gimnasio
y hazme caso
sé tu misma
el amante
que no encuentras
Antes se me ocurrían cuatro grandes ideas en un solo día y pensaba: lo que me hace falta es tiempo para escribir.
¿Por qué no he vuelto a escribir?
Porque paso mucho tiempo hablando de libros y de ideas locas y no tan locas con Juan Lozano y entonces estoy pensando más en leer que en escribir, en escribir sobre los libros que voy a leer.
Pasamos horas hablando de brujas blancas, de druidas y de sacerdotes negros. De hablar con el árbol y con el jaguar.
Vi La bruja, la película. Retomaré mis libros de esoterismo e intuición. Compré un libro para convertirme en una bruja blanca que practica la magia verde.
Para ser la bruja blanca con la que sueño necesito seguir viviendo sola, seguir leyendo, seguir sonriendo y darle un poco más de brillo a mi mirada. La forma de caminar seguirá siendo la misma.
No aspiro a hacer hechizos, a pronunciar oraciones ni a hacer encantamientos. No quiero someter ni doblegar. Todavía no sé qué es lo que quiero pero sé que quiero algo y ese algo está relacionado con procesos de lectura y escritura.
Bien sabemos que las escritoras también son una especie de brujas.
Una mujer que pasa la mayor parte de las horas de su vida sola y en silencio
Una mujer de risa maliciosa que tiene mucho tiempo libre para leer y que sabe escribir para hacer reír al listo y hacer llorar al tonto se puede ver como una bruja, como una dulce bruja blanca que practica la magia verde.
El fragmento que voy a copiar a continuación forma parte de «La literatura universal según el profesor Artolete», uno de los graciosos textos (para lectores cultivados) de un libro y un autor que descubrí este año gracias a la sugerencia de Gabriel Solano:
Alfredo Iriarte y sus Crónicas descomedidas.
Lo que hace Alfredo Iriarte es el mejor humor y es evidente que varios malos escritores intentan imitarlo y hacen reír sólo a los más tontos, que en Colombia son mayoría indiscutible. El gran payaso llamado Daniel Samper Ospina es el peor y más celebrado imitador de este autor tan respetable.
Con ustedes Alfredo Iriarte burlándose de Hamlet en la voz de un profesor de literatura que en un trance de locura despertó y lo comprendió todo:
La linda y delicada Ofelia, hija de un cortesano lambón y sapísimo llamado Polonio, está perdidamente enamorada del loquito, pero Hamlet, en vez de corresponderle como cualquier varón entero, lo que hace es ponerse a hablar solo o a echarle unas filosofías rarísimas cada vez que se la encuentra, para terminar al fin insultándola, sugiriéndole que se meta de puta, y haciéndola llorar de la manera más cruel. El fantasma del papá se le sigue apareciendo como para que se mueva y haga algo, pero nada que el bobo se atreve. Lo único que hace es encerrarse con mamá Gertrudis a echarle indirectas a ver si confiesa. Es ese el momento en que Polonio que, como queda dicho, es el gran sapo de la Corte, se oculta detrás de unas cortinas y Hamlet, en un berrinche de locura, lo atraviesa de una estocada por oír conversaciones ajenas.
Desde 1979 (nací en 1970) me ha inquietado mi claridad de pensamiento, seriedad, buen juicio, racionalización de todo lo que hago, amor a la lectura y a la escritura, obsesión con el orden, autocuidado llevado al límite (nunca me he enfermado ni he ido al médico), el poder de hacer muchas cosas sin agotarme y sin que ninguna se me salga de las manos, el hecho de haber trazado un plan de vida que he cumplido a cabalidad y mi búsqueda desesperada de la verdad. Verdad con V maýuscula.
He de confesar aquí que he leído a Freud desde la infancia y es seguro que ha influido de forma poderosa en mí. Ayer descubrí no sólo que ha influido y tiene grandes ideas que traté de realizar en mi más tierna juventud como, por ejemplo, la sublimación del deseo a través del arte y el poder de la melancolía, sino que al parecer es absolutamente cierto lo determinante que es para un ser humano a lo largo de su vida el tipo de vínculo que estableció en la infancia con su padre y con su madre. Ese el es gran motivo de este ensayo: explicar que descubrí ayer y que hoy casi lloro de alegría mientras me tomaba mi café al recordar ese descubrimiento maravilloso de ayer. ¡Hermanos! Descubrí ayer que lo que soy -si es que soy algo-, que lo que valgo -si es que valgo algo-, lo que soy y lo que valgo lo soy y lo valgo gracias al hombre que me dio la vida.
Todo surge -según el libro revelador- de un exceso desbordado de admiración, un sentimiento que a veces confundo con una especie de idolatría. Este pobre ser hace lo que hace para lograr que su padre pose su mirada sobre mí.
Yo a mi papi de forma inconsciente: «Voy a ser mejor que tú y a elevarme por encima de tu capacidad de evaluarme. ¡Ya lo verás!».
Gracias a esas dos grandes ideas (la sublimación del deseo a través del arte y el poder de la melancolía) escribí mis más hermosos ensayos sobre el amor, la melancolía, la risa y el movimiento. En esa época (hace quince años) navegaba entre la mente y el cuerpo, entre el cuerpo y la idea y entre la vida y la muerte (claro, también leía como loca y le creía todo a Platón). A través de mi propio camino de experimentación con la soledad, el dolor, el sufrimiento y el conocimiento de mis propios límites, a través del deseo obsesivo de conocer cada impulso de cada órgano de mi cuerpo y de mi mente y de ejercer control sobre esos impulsos, llegué a la conclusión de que es mejor reír que llorar y vivir que solazarse en la muerte. Supe también que el amor romántico no es tan cursi y que el sexo tiene su parte divertida. Creo que superé a Freud. En ese entrada y salida del infierno a través de la experimentación con el cuerpo y la mente fue decisivo Pascal, el otro hombre obsesionado con experimentar y conocer sus propios límites. Yo quería ser sólo mente -como Freud- y llegué a la conclusión de que se piensa mejor cuando se le da un poco de gusto al cuerpo.
No sé cómo llegué a Freud pero sé que es uno de los autores que más ha influido en mi forma de pensar y de sentir. Mi pelea a lo largo de la vida no ha sido con Dios sino con Freud. He pasado por momentos de fe total y en otras ocasiones he escupido y despreciado con risa asesina sus «grandes ideas». He pasado por periodos de adoración malsana y de desprecio absoluto. Seguramente también veo a Freud como a mi papi.
Pero vayamos al origen: ¿Cómo es mi papá?
Mi papá es un hombre absolutamente responsable con sus hijos y con su esposa. Se casó una sola vez en la vida con una sola mujer, a la que dice amar con locura y por la que ha manifestado durante los últimos 55 años (es decir, siempre) unos celos enfermizos a los que él llama amor desesperado (porque mi mamá tiene un encanto natural que atrae a los hombres y es una mujer risueña -algo que mi papá, en su ceguera, interpreta como coquetería). Tuvieron siete hijos a los que se les dio total libertad para que hicieran lo que les diera la gana con su vida. Se les dio educación y se les dijo que leer vale la pena. Es un hombre amargado, furioso, excesivamente crítico con su señora y con sus hijos; es tan bravo que sus ataques de ira no nos producen miedo ni frustración sino risa. A lo largo de su atormentada existencia se ha esforzado por controlarse pero al parecer es imposible. Ya tiene 77 años y sigue siendo la misma fiera que conozco desde 1970. Ahora es una fiera controlada, seguramente también ha estudiado sus propios límites, pero al parecer es muy complicado luchar contra la naturaleza de su ser, la naturaleza psicológica del pobre hombre debe ser muy compleja.
Vamos un poco más atrás y hagamos la pregunta que se ha hecho mi mamá durante toda su vida: ¿Por qué él es así?
¿Cómo fue la infancia de la fiera y por qué es tan buen padre?
Mi pobre papá es el hijo menor y único hombre -el consentido- de una pareja de esposos que dormían con ese bebé en la misma cama hasta los seis o siete años. El padre era un señor muy exigente, serio y poderoso (tenía mucha plata y quería lo mejor para sus hijos, especialmente para el elegido, es decir, para mi papá) y la madre era una señora de pelo larguísimo ( mi pobre papá recuerda como el pelo de su madre se enrollaba en su cuerpo mientras dormía y todavía llora amargamente recordando a su mamá, especialmente el día de la madre). Cuenta la leyenda (más por las versiones de las tías, mi papá se niega a hablar de su infancia con nosotros, en realidad se niega a hablar de cualquier cosa con nosotros, cuando abre la boca es para insultar, criticar, despreciar… y todo eso acompañado de una risa y unas muecas que nos producen mucha risa y aprendimos a imitar a la perfección).
Sin dar muchas vueltas he de decir que mi pobre papá fue un huérfano tipo Batman: su padre murió en hechos confusos relacionados con una moza que tenía, ella quería que abandonara a su esposa y se fuera a vivir con ella y ante la negativa decide preparar un filtro de furia femenina que le causó la muerte al abuelo que no pude conocer. Al poco tiempo la madre de mi pobre papá, la madre amorosa y fiel de pelo larguísimo, muere de dolor, lo que llamaban en esos viejos tiempos pena moral. Un muerto arrastraba a otros vivos a la muerte, y entonces mi pobre papá siendo apenas un niño tuvo que convertirse en el hombre de la casa con sus hermanas mayores, que deben ser tres o cuatro. Los tíos de los pobres niños los despojaron de sus riquezas y de la historia no sé más pero no hay duda de que la infancia de mi pobre papá es absolutamente traumática y merece toda nuestra comprensión, admiración y amor.
¿Por qué es tan buen padre?
¡Fácil!
El ve a los niños como seres vulnerables porque él fue un niño despojado por los adultos, por la gente que se suponía, debería haberlo protegido. Cuando el pobre hombre se convierte en padre tiene un imperativo categórico: he sufrido tanto como niño que le daré todo el amor a los niños de mi entorno y los niños de su entorno somos nosotros, sus hijos, y como adora a los niños de su entorno y mi mamá también es una adoradora de niños, por eso decidieron tener siete. Para él no hay más familia que su esposa y sus hijos, desconfía de entrada de los demás seres humanos, ni siquiera trata con cariño a sus hermanas que lo adoran y lo admiran con reverencia porque fue como un padre para ellas. Para él amor significa alimentación, vivienda, educación, vestuario, recreación, música, aparatos de última tecnología, comentarios mordaces y chistes crueles. No nos daba besos, nos daba música y bailaba para nosotros cuando estaba de buen animo. Daba consejos de valentía y defensa personal, es la representación humana del coraje, el esfuerzo, el orgullo y la arrogancia. Mi pobre papá hubiera sido un buen maestro de artes marciales.
Estábamos jugando a la casita, a los esposos, a la familia feliz y realizada con Andrés, pero un día decidimos que era preciso parar con ese juego porque no éramos niños y no podíamos seguir así, sumidos en la irresponsabilidad. El y yo no éramos serios, no llegamos a la adultez como pareja.
Pasó un año y yo sigo siendo la misma, incluso creo que me río más ahora que hace un año, me río sola y acompañada, en público y por teléfono, pero ha ocurrido algo sorprendente: ahora sí me siento como una señora y cada vez que se refieren a mí como Señora me gusta y lo disfruto. Y la pregunta es simple: ¿Por qué?
La convivencia no le agregó nada a mi vida pero la recuperación de la soledad sí. Me siento bien, siento que empiezo una nueva etapa de mi vida. Me gusta ser señora, creo que por fin estoy rozando la etapa adulta, me gusta apropiarme de mi nuevo papel, estoy aprendiendo a asumirme como La señora Elsy. Cuando me dicen señorita me ofendo y corrijo al atrevido.
Un comentario de Gustavo Vélez Arcila que vale la pena convertir en post. El comentario fue dejado en el post titulado «Las ventajas de no tener hijos»:
La naturaleza tiene todas las artimañas para garantizar este “torrente de gente”, y hasta en la reproducción vegetal acude al engaño para polinizar ; en nosotros escoge el momento de mayor inconsciencia e irresponsabilidad para la reproducción , segundo te muestra un ser maravilloso y joven que el tiempo te va mostrando que solo era el instrumento para la perpetuación de esta especie tan poco recomendable como es la humana y el cincel para tallar un ser perfecto que es el que demanda la piedrita en el zapato en que ahora se te corvirtió el idilio para al final te confieses que las razones que te movían , ya despojado el proyecto de las cintas y las rosas , era bien narcicistas: ver tu fenotipo reproducido en un ser que te obedece y complace , y abrirse a tumbar selva para establecer una estirpe a codazos en un mundo que no comparte ni regala nada , como decía Nietzche , puro afán de dominio.
Para comenzar, tres reflexiones de Virginia Woolf pocos años antes de morir, es decir, poco antes de 1941: Todo eso de ser tan distinguida y tan culta, es algo que hay que eliminar sin contemplaciones. No, decididamente no voy a escribir para las revistas que pagan mejor, de hecho, soy incapaz de hacerlo. De ese […]
Ayer vi Vita & Virginia y pensé en Tefa, en Carolina Sanín y en Amalia Andrade. En Tefa porque me quería echar mano, le gustaba mi carácter y mi pluma y soñó como tantas otras mujeres seductoras -mucho más graciosas y arriesgadas que los hombres para declarar su amor o su deseo- en que por […]
Me han acusado de ser profesora de la Universidad Nacional de Colombia, de la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad de Stanford Me han acusado de ofrecer el Premio Nobel de Literatura Me han acusado de conocer todos los cafés de Chapinero Me han convertido en personaje de novela Me han compuesto canciones […]
Dicen que uno está viejo cuando ya no le importa nada o cuando pierde la capacidad de asombro y si es así el asunto entonces yo tengo la edad mental de una niña de catorce años porque lo que ocurre en Colombia me sigue sorprendiendo hasta el límite de dejarme con la boca abierta aunque […]
Cuando era niña veía televisión y oía radio con mucha atención. Veía a Margarita Rosa de Francisco y también la oía. Ella quería ser famosa, sabía que era bella, se presentaba como una mujer fuerte, con carácter, convencida de que sería grande y llegaría lejos y entre más la veía y más la oía […]
Comentarios recientes