Desde hace más de treinta años he oído historias de eminencias intelectuales, poetas reputados y profesores exigentes que por algún revés de la vida dejaron las aulas y los laboratorios y decidieron montar un negocio de galletas porque no veían más alternativa ante un panorama tan desolador: horarios extenuantes, compromisos excesivos, estudiantes desaplicados, desilusión ante la carrera y -en la mayoría de los casos- un despido abrupto e injustificado sin derecho a protestar porque la carta de despido se firma el mismo día que se firma el contrato.
Mucha gente cree que si viaja, escribe un libro de poemas, va a congresos y a conversatorios, publica en revistas indexadas y hace doctorados en Europa o en Estados Unidos como por arte de magia aparecerá el trabajo más prestigioso y mejor remunerado y eso no es cierto en 2020 ni en 2002 y mucho menos lo será en 2021 porque por lo visto seguiremos dando clase a través de Google Meet y ese método no motiva a los estudiantes ni a los padres, más si tenemos en cuenta que en Google Meet no podemos ser como realmente somos y los demás no nos conocen como quisiéramos que nos conocieran.
Sospecho que 2021 será decisivo para ver el futuro de la educación superior en Colombia y sospecho también que muchos estudiantes no van a seguir estudiando porque están desmotivados y tampoco tienen plata.
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