Supe de la existencia de Carolina Sanín hace menos de un mes y ese tiempo me bastó para desilusionarme de ella. ¿Dónde supe de su existencia? En Twitter, por supuesto, como supe también allí que hay un personaje lamentable llamado Suso el Paspi y una presentadora de farándula llamada Jessica Cediel que lloró ante Pirry mientras narraba su drama relacionado con una cirugía estética mal practicada. Sí, los profesores de literatura de los Andes ahora son Trending Topic en Twitter como cualquier Amparo Grisales o Natalia París y no precisamente porque escriban literatura o crítica literaria sino porque, como las figuras de la farándula, escriben con el propósito de ser insultados bajo el precepto de Oscar Wilde.
Carolina Sanín no logró hacerse notar con sus lamentables obras literarias ni con sus columnas de señora amargada y ahora, como si se tratara de una caricatura de Fernando Vallejo mimada, se despide de su espacio en El Espectador con un insulto de varios párrafos que sólo se pueden tomar en serio sus eternos enamorados y los jóvenes melancólicos que se deprimen porque llueve y porque no llueve.
No debe ser agradable saberse sobrina de Noemí Sanín, bella, burguesa, doctora en literatura, políglota, feminista, espectadora sufrida de la deplorable televisión colombiana -incluyendo reinados de belleza y conciertos de Juanes- y además de todo eso, solitaria, triste, melancólica y clara en lo que tiene que ver con su odio a los taxistas, el agua embotellada, las mujeres enmorcilladas en sus pantalones debajo de sus botas y sus horribles «rayitos».
Carolina Sanín, como todo buen principiante que aspira a convertirse en Maestro de Las Letras Colombianas, en este momento adopta el estilo de Héctor Abad Faciolince y Evelio Rosero antes de convertirse en divos, en buenos vendedores de libros, en bebedores compulsivos de whisky en eventos culturales patrocinados por El Malpensante, Soho o Arcadia (no debemos olvidar que nuestra sufrida escritora ha publicado en estas revistas); pasa por la fase en que sufre, llora y se lamenta porque nadie comprende la hondura de su pensamiento, el estilo de su prosa, los mensajes cifrados que se ocultan en párrafos de aparente sencillez.
No quisiera estar en el cuerpo de Carolina Sanín, no debe ser fácil soportar el peso de un apellido y una familia, estar bajo la sombra y seguramente la tutela de una tía que pocas escritoras quisieran tener, un rostro hermoso que excita a hombres ordinarios que sueñan con un beso de la mujer seria que escribe cuentos para niños que no soportan ni siquiera los niños, la misma mujer que seguramente ha estudiado con juicio los clásicos de la literatura tal vez con la idea de que en estos tiempos la literatura significa lo mismo que significaba hace veinte años, una mujer demasiado seria y exquisita para soportar los insultos de millones de ignorantes que pasan sus días escuchando música popular y viendo televisión colombiana.
Este escrito parece (¿o es?) de Carolina Sanin. Supongo que sientes que tienes el suficiente pedigree literario para convertirte en una defensora acérrima de Fernando Vallejo con tus «No hables de lo que no sabes» y para adjetivar acerca de las personas creyéndote sentada en un tarrado de sabiduría (Qué lamentable jeje). No se debe confundir adjetivar con argumentar. Si a mi me gustó «Pelea en el parque» y no me produjo emoción literaria un libro cumbre de la literatura occidental como «Entre fantasmas» entonces seré adjetivado como ignorante que escucha rancheras y Calvin Harris y así sucesivamente, porque eso es un círculo vicioso. ¿Eres Carolina Sanin? Mejor: Eres una Carolina Sanin, no lograste diferenciarte de ella porque usas sus mismas fórmulas. Supongo que estarás ocupada haciendo separadores de libros con frases célebres de Fernando Vallejo.
Me encantan tus críticas, dulces y directas, además muy divertidas.
Solo una vez -y por rosca, debo admitirlo- fuí a un evento para twitteros, si así es en Bogotá, imagínate cómo es en Medellín. Creo que es mejor conocer a los pocos twitteros que me gustaría conocer en otros espacios.
Saludos.