Sibarita, hedonista y egoísta

17 Jul

Te das a los placeres con facilidad. Nunca te sacrificas, eres sibarita, hedonista, egoísta y no amas el dinero.

Estefanía Uribe Wolff

He visto cara a cara a Tefa sólo una vez, pero hemos hablado por teléfono varias veces y hemos conversado en Twitter durante los últimos cuatro o cinco años. Hemos peleado como gatas, como novias, y también nos hemos querido con mayor o menor intensidad. Puedo decir con orgullo que es una de las personas que mejor me conoce sin haberme visto, sólo leyendo lo que escribo; es hábil e inteligente, sabe descifrarme, sabe llegar al fondo y a la esencia de mi ser y eso siempre será estimulante para alguien como yo porque no es fácil encontrar interlocutores como ella.

Tefa me describió, ahora yo voy a desarrollar punto por punto cada una de esas cualidades mías, cualidades de las que me siento orgullosa porque he trabajado en ellas con empeño y con amor  a lo largo de mi vida y gracias a ese empeño y a ese amor, que en realidad es autoamor, he saboreado con risa y con placer la suma de millones de momentos cuidadosamente planeados para que sean casi perfectos y estoy satisfecha con lo gozado hasta ahora, creo que lo he hecho bien. Soy digna de mí.

No es fácil vivir en estado de placer permanente durante cuarenta y seis años, para lograrlo se necesita cálculo, salud, buen estado de ánimo, predisposición innata, creatividad, suerte y mucha inteligencia.

Salud

Para disfrutar la vida a cabalidad es preciso tener excelente salud. Desde 1979 supe que había nacido para gozar y supe también que un cuerpo adolorido no puede disfrutar las glorias del placer. Uno de los placeres más sublimes de la vida consiste en comer y asociado al acto de comer está el hecho de gozar de buena salud. La salud depende del cuidado en la primera infancia, de los genes, la nutrición, el mantenimiento del cuerpo y, entonces, si quiero gozar cada momento con intensidad debo cuidar cada uno de los sistemas que sumados se constituyen en mi cuerpo y el gran sistema, el sistema mayor, el sistema por excelencia, es el digestivo: el alimento se convierte en sangre, energía y huesos; un cuerpo sano se acompaña siempre de buen estado de ánimo  y espíritu festivo y con sangre, energía y huesos resistentes puedo correr, saltar, brincar, gritar, retorcerme de risa y de placer.

Los órganos involucrados en el acto de comer (labios, dientes, lengua…) sirven para disfrutar de este placer sublime, pero también sirven para sonreír, para hablar y para besar y esos placeres precisan de no ser descuidados, no se debe desperdiciar nada.

Desde la infancia he consagrado la vida a darme placer a través de la cavidad bucal y como sé que me encanta comer con voracidad, pero no quiero subir de peso -porque es insano y antiestético- cuando sé que hay un banquete y no quiero desperdiciar nada, dos o tres días antes del festín tomo jugos de frutas y mucho té para poder devorar como una bestia y a cabalidad. Me gusta sorprender a mis familares y amigos con mi apetito voraz y al lado de mi apetito voraz hay siempre otros placeres: hablar, hacer bromas y reír.

No como con cualquier persona, sólo como con las personas que son de mi total agrado porque sé que comer es un acto sagrado, una liturgia. El centro y motor de nuestra vida no es el cerebro sino el estómago, centro sensible de nuestras más finas emociones. Soy celosa y selectiva, no como con cualquiera, no se ilusione conmigo.

Dinero

La plata no me gusta, no me interesan los lujos, los viajes, los lugares exóticos ni la apariencia, no necesito casi nada para vivir. Aprendí a despreciar el dinero, la apariencia y los bienes materiales viviendo  y viendo vivir a los demás en función del dinero, los bienes materiales y la apariencia; viéndolos vivir decidí que no quiero ser como ellos, no quiero desear lo que ellos desean, no quiero gozar lo que ellos gozan, no me interesa. El hecho de no amar el dinero me convierte en una persona libre porque no vivo pensando en lo que tiene el otro y no tengo yo. En esa dirección no apunta mi deseo. El bien más preciado a lo largo de mi vida tiene que ver con el disfrute del tiempo libre. Para vivir no necesito plata, necesito tiempo para dormir, caminar, descansar, leer, mirar por la ventana. Me seduce la idea de ir caminando por ahí como un perro de nadie, un gato de nadie, una persona que no es mirada sino a la que le gusta mirar.

Amor

El placer lo descubrí en la infancia, uno de los recuerdos más antiguos de mi vida es que bañaban al bebé y lo ponían desnudo en la cama sobre unas sábanas recién lavadas y entonces la dulce Elsy se quedaba dormida sobre esas sábanas. No recuerdo cuando me despertaba sino cuando me quedaba dormida, supongo que eso sólo pasó una vez en la vida pero a mi cerebro y a mi cuerpo le gustó la sensación y guardó el recuerdo con celo para que a partir de ahí construyera el edificio de mi vida y a partir de ahí lo construí. Ese es mi gran recuerdo de infancia, creo que nací para gozar. Tal vez por eso me encanta lavar a mano, ver ropa recién lavada y el acto de planchar, me encanta lavar y planchar sábanas. Ese es  mi fetiche. Las sábanas me hacen pensar en descanso y en sueño pero también me hacen pensar en sexo y en amor y a esos placeres he consagrado mi vida desde 1989. Pero no soy una puta promiscua, es algo mucho más sofisticado: encuentro a un hombre admirable digno de darle todo mi amor y mi placer, gozo con él del tiempo libre, las comidas, las caminatas, la conversación y la risa durante muchos años, hasta que los dos quedamos saciados y satisfechos con tanto placer y tanto amor y nos despedimos al final con una franca sonrisa de satisfacción y de gratitud.

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