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Murió Jota Mario Valencia

8 Jun

En Colombia la televisión valió la pena hasta hace unos veinte años y por eso es tan fácil dejar de ver televisión, porque es una especie de suplicio para una persona con dos dedos de frente. Si me quisieran torturar bastaría con sentarme frente a un televisor durante quince horas y obligarme a ver la cartelera de televisión nacional: telenovelas, noticieros, realitis, programas de humor, transmisión de partidos de fútbol y quién sabe qué más tipo de esperpentos mediáticos que no me alcanzo a imaginar.

Pacheco y Gloria Valencia fueron grandes presentadores de la televisión colombiana, presentadores de la televisión colombiana no grandes escritores, filósofos ni escenógrafos, pero en este país olvidado de la mano de Dios “personalidades” como Pacheco y como Gloria Valencia son más reconocidos, aclamados, llorados y recordados que José Asunción Silva y Gabriel García Márquez. De Silva los colombianos saben muy poco o nada y de García Márquez saben que nació en Aracataca, ganó un premio nobel y lo asocian con la palabra Macondo pero no saben exactamente qué es Macondo ni por qué Colombia es como Macondo.

Con Pacheco y Gloria Valencia empezamos a ver a Jota Mario Valencia y los conocedores sabíamos que gracias a este presentador-personaje-patético-grotesco excesivamente molesto se venía el desastre que me obligó a renunciar a la televisión para siempre. Pasaron veinte años y Jotica seguía ahí, todos los días metido entre la pantalla adormeciendo, entreteniendo y humillando a la gente, posando de sabio, erudito, profundo y profeta. Jota Mario era un colombiano típico y por eso era tan amado, porque reflejaba lo que somos, nuestro nivel cultural, nuestro sentido del humor y la idea que tenemos del hombre y la mujer, de la elegancia y el triunfo, del mal gusto y el fracaso.

Uno quiere dejar de ver televisión para siempre pero en Colombia es imposible porque hay televisores en todas partes y ahí, en restaurantes, panaderías, centros comerciales, bancos… vi transcurrir la brillante carrera del hombre que Colombia llora desde ayer. Jota Mario es la síntesis perfecta de lo que somos, recoge los valores y el sentido del humor de todo un pueblo y es apenas comprensible que todo un país sienta que perdieron al hombre más valioso de los últimos tiempos porque los dueños del país saben que estos son los ídolos que su pueblo merece.

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Una muñeca bailando

13 Mar

Cuando era niña no me sentía niña sino niño o señor, más señor que niño, y veía televisión con mucha seriedad, con la mano en la barbilla. Sentía que extrañaba mi barba, viví con esa sensación hasta cuando cumplí catorce años, sentía que venía de otra vida y que mi familia no era mi familia, vivía con la sensación de que había llegado al lugar equivocado.

Me gustaba mucho ver programas musicales en vivo y si el cantante bailaba acompañado de otros bailarines me gustaba más. Estaba enamorada de Raffaela Carrá cuando tenía siete años, la veía cantando y bailando y me imagina que yo no era una niña de siete años sino un muchacho de veinte, soñaba que ese muchacho se fascinaba tanto con esta mujer que parece una muñeca bailando y no podía entender que un hombre renunciara a ser hombre porque deseaba verse como Marilyn Monroe o como Brigitte Bardot. Yo pensaba que si fuera hombre y deseara verme como una mujer elegiría como modelo a Raffaela Carrá.

Este video es la materialización total de la muñeca bailando

Aquí no es una muñeca, es una mujer. Cuando la veía pensaba que encarnaba el ideal de mujer libre. La veía como feminista sin haber leído sobre feminismo

Sábados Felices después de diez años

30 Mar

Hace doce años decidí no volver a ver televisión y lo hice, me felicité por tomar la decisión, estaba orgullosa de mi cerebro ante semejante acto de rebelión; ahora, también por un acto de rebelión, decidí pagar por ver televisión. ¿por qué lo hice? Quiero saber en qué va la basura y, después de dos semanas, he aquí mi primer análisis de tan dolorosa experiencia.

Sábados Felices es el programa más antiguo de la televisión colombiana, nació con ella, lleva 42 años al aire sin interrupción y es uno de los programas con mayor rating en todo el país. Por ahí tenía que comenzar.

El programa sigue siendo más o menos el mismo de hace diez, veinte, treinta y cuarenta años: una burla burda a los defectos de la gente, a las manías de las mujeres, a las chismosas, a los viejos, a los enfermos, a los tontos, a las gordas… y hay en algunos humoristas una clara posición política manifiesta de manera no velada, no se trata de un chiste que el televidente deba interpretar sino que son mensajes directos. Se olvida uno mientras oye el «chiste»  de que está ante un programa de humor.

El televidente de  Sábados Felices es el mismo de Noticias Caracol y la conclusión que debe sacar es simple: Venezuela está muy mal comandada por Maduro. Ahora en Sábados Felices se sienta una posición clara sobre la política en Venezuela y sobre lo que pensamos los colombianos de lo que está pasando allá. A través del humor se sintetiza la ideología de un pueblo, nos definimos por aquello que nos hace reír, esa es la gran novedad: el programa más visto de la televisión colombiana presenta la posición política que coincide con la de Noticias Caracol. No es poca cosa, es un asunto digno de estudio, un asunto serio y preocupante.

Mi recuerdo más claro de Sábados Felices tiene que ver con la agresión persistente hacía la mujer; ese recurso sigue intacto en el programa pero se refuerza mucho más con la publicidad. Hace ochos días me impactó la cantidad de comerciales sobre pañales desechables para las primeras etapas del bebé y me parecía muy bien elegido el eslogan para manipular mejor a las pobres señoras que tienen que ver todos los fines de semana Sábados Felices con el esposo o los hijos al lado, el eslogan dice así: «un amor para toda la vida», algo como: «si no quieres o no tienes a un hombre al lado -para hacerte sentir más mujer-, tienes a tu hijo, consuélate, mujer, es peor estar sola». Parece que ese fuera el mensaje directo que se quiere dirigir a la teleaudiencia femenina, que además de ser agredida por los cuentachistes debe sentirse encantada de la vida porque tiene un hijo, un amor para toda la vida.

Esta semana me impactó más la publicidad sobre «protección femenina», hace diez años no era tan persistente la idea de que el cuerpo de la mujer produce malos olores que se deben eliminar como se eliminan -de forma radical- los malos olores del hogar con los productos de aseo y de desinfección profunda. Estoy asombrada con la cantidad de productos que ofrecen en los intermedios de Sábados Felices para que la mujer sienta que su cuerpo es el cuerpo de los malos olores y que esos malos olores deben ser erradicados de raíz, como si ese fuera el comienzo del arte de ser mujer. Esa obsesión es nueva, no la conocía, y me parece infame. ¿por qué los publicistas y los fabricantes de productos para el aseo dejaron en paz al hogar y se ensañaron contra las mujeres? Me imagino el nivel de histeria al que deben llegar algunas mujeres con la sensación de que huelen mal y por más que usen todos los inhibidores de olores que ofrecen en el mercado siguen viviendo con la sensación de que sus cuerpos son asquerosos. Supongo que esa locura tiene que ver con el hecho de que tantas mujeres padezcan «enfermedades de mujeres», sospecho que el desprecio que la publicidad hace del cuerpo femenino lleva a algunas mujeres a enfermarse, a sentirse culpables por tener ese cuerpo que alberga la inmundicia, a sentir que el hecho de ser mujer la condena a estar enferma y a oler muy mal, a pesar de que use todos los productos que ofrecen en el mercado. Esto no es justo, estamos tocando fondo.

Conclusión:  el asunto es más complejo de lo que había imaginado cuando decidí volver a ver televisión.

 

Prefiero ser ama de casa que humorista

22 Mar

Esta semana me encontré con una amiga hastiada de tanto trabajar, de la realización de proyectos que no colman sus expectativas aunque desde la mirada ajena parezcan grandes realizaciones personales e intelectuales. Estaba cansada, agotada.

«¿Y tú qué?» Me preguntó.

«Nada, bien» -dije yo- «Descansando mucho como siempre, feliz con mis horitas, mis lecturas, mis caminatas y mis siestas de la tarde. Pero tengo un capricho, una idea que estoy gestando en mi mente: el sueño femenino de ser una feliz ama de casa gorda y despreocupada. Andrés está dichoso con su trabajo y como dicen las abuelas Donde come uno comen dos, sin contar con que no somos dos bolas de sebo que sólo trabajan para comer».

Ella dijo: «Ojalá yo pudiera conseguirme también un hombre que me mantuviera».

«Tengo otras dos ofertas», dije yo: «Deconstruirme en humorista o escribir telenovelas, eso da plata, me dijeron» Y le resumí la idea que un magnate de las telenovelas y del humor colombiano me presentó y desea presentar en el futuro como obra de teatro para plasmar lo fracasados que pueden llegar a ser los profesores universitarios y los intelectuales en general:

Una exitosa escritora de telenovelas vive con un escritor fracasado que también da clases en una universidad, el pobre hombre sueña con ser tan exitoso (tener mucha plata) como su esposa y siente envidia cuando ve las telenovelas que ella hace. Ella lo encuentra un día viendo la telenovela -de la que tanto reniega el intelectual mamerto que odia la televisión- y él le reclama porque ella lo toma a él como personaje para las historias que hacen llorar a las amas de casa gordas.

Mi amiga palideció y me dijo con voz temblorosa: «¡No lo hagas!, entre realizarte como ama de casa gorda y ser humorista o escribir telenovelas escoge lo primero, no vayas a perder la dignidad». Y, claro, mi amiga tiene razón, si yo fuera un hombre preferiría vender aguacates en una carreta que ser humorista colombiano o escribir telenovelas para terminar de embrutecer a este pobre pueblo.

Espero que haya quedado claro que a mi amigo el magnate del humor le importa la plata y sólo la plata.

El noticiero de las siete

16 Ene

Se supone que a medida que pasa el tiempo nos divertimos más con nosotros mismos porque tenemos abundante material en el cerebro llamado memoria; podemos contrastar, comparar y sonreír ante los aciertos y los errores cometidos en el pasado y anhelamos seguir soñando con un futuro menos inocente porque contamos con ese tesoro prodigioso llamado la experiencia de la vida. Nada de eso es cierto, los recuerdos no sirven para nada porque lo que recordamos sin desearlo casi siempre son imágenes que no podemos comprender y no sabemos por qué se convierten en recuerdos recurrentes que a veces nos hacen sufrir, soñar o sentir estúpidos.

Desde hace más de un año cuando son las siete de la noche recuerdo que veía el noticiero a esa hora con mi papá cuando era niña. Esa experiencia no tenía nada de significativo para él ni para mí, había emociones y recuerdos mucho más fuertes que esperaría fueran los más memorables a su lado, pero no, lo que recuerdo de él y junto a él es el tonto noticiero de las siete. El era joven pero yo era más joven que él; ahora él es un viejo y yo soy una señora de 43 años, un número no apto para pensar en una niña que ve televisión muy concentrada mientras espera la llegada de su héroe.

Ahora no vemos televisión y no hablamos mucho porque él es todavía más serio y pesimista que yo, pero a los dos nos duele que se la haya esfumado la vida y le queden menos años de los que le gustaría esperar. Tal vez lo que se resume con esa imagen mía viendo el noticiero de las siete es el recuerdo de lo mucho que me gustaba ver televisión cuando era niña y de lo emocionante que era verlo llegar a él, más si traía regalo sorpresa de comer para los niños. Mi papá es de esos papás que adoran a los niños, se fastidian con los jóvenes y vuelve a ser cariñoso cuando los niños se convierten en viejos como él. Es un cariño expresado a través de la expresión de su rostro, nada que ver con frases cursis o discursos estúpidos. No somos ese tipo de gente.

Yo pasaba horas ante la pantalla y sentía que aprendía mucho y me divertía más de lo que merecía, me gustaba más ver televisión que estudiar, veía televisión sola y con mucha solemnidad. Como había tanta programación en vivo lo que más esperaba era los errores para poder reírme de los presentadores o de los invitados.

A medida que pasa el tiempo siento más pesar por la televisión de ahora y cuando veo un uniforme de colegio siento ganas de vomitar. Los uniformes, las rejas, los coordinadores, las filas y las notas sólo pueden estimular a una persona muy dócil con déficit cognitivo.

El nirvana del pobre

4 Feb

La televisión es perfecta. Basta con girar los botones, arrellenarse en el sillón y vaciar la mente de todo pensamiento. Y ahí queda uno, contemplando las burbujas que se forman en el barro primigenio. No tiene que concentrarse. No tiene que reaccionar. No tiene que recordar. No se extraña el cerebro porque no se le necesita. El corazón y el hígado y los pulmones siguen funcionando normalmente. Aparte de eso, todo es paz y silencio. Es el nirvana del pobre. Y si aparece alguien de mente malvada y le dice que uno parece una mosca en un cubo de basura, no hay que prestarle atención.

El simple arte de escribir. Cartas y ensayos escogidos. Raymond Chandler. Barcelona: Emecé. 2004. 326 páginas.

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