Al hablar de un marido que, en un ataque de furia, le había pegado un puñetazo a la arpía de su mujer, lo bastante duro como para provocar lesión en los lóbulos frontales y causarle la muerte en menos de veinticuatro horas. Sin embargo, a pesar del carácter mortal de golpe, la mujer había sido capaz de lanzarle al marido todavía una última imprecación antes de morir, amenazándole con retorcerle el cuello. Esto demostraba, según creía Gratiolet, que ella había conservado la facultad del habla, lo cual, a su vez, demostraba que Broca debía estar equivocado.
Citado por Semir Zeki, en Una visión del cerebro. Barcelona. Ariel. 1995: 37-38.
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