Odio la publicidad, sinceramente. He pasado por la piedra de molino de las entrevistas y las considero una pérdida de tiempo. El tipo que encuentro en esas entrevistas haciéndose pasar por mí suele ser un engreído al que no me gustaría conocer.
(Raymond Chandler)
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a) ¿Alguna vez ha sido entrevistada?
b) No, sólo he sido entrevistada por mí misma.
a) Pero, ¿le han pedido que conceda una entrevista?
b) Ah, sí, varias veces.
a) ¿Y no ha aceptado?
b) No, Chandler me ha puesto sobre aviso, por él sé lo que significan las malditas entrevistas… una engreída que se hace pasar por mí… Eso no me gusta.
a) Se ha visto hablando en público.
b) Sí.
a) ¿ Y cómo se siente hablando en público?
b) Bien, el problema es cuando veo hablando en público a otras personas y descubro que todos los que hablamos en público nos queremos hacer los inteligentes. Hace dos semanas estuve viendo grabaciones de escritores y críticos, incluída yo, y todos asumen más o menos la misma pose y dicen más o menos lo mismo, ver esos videos me sumió en una depresión de la que casi no logro salir.
a) ¿Cree que es más peligroso ser artista o crítico?
b) Artista, no tengo ninguna duda.
a) ¿Por qué?
b) Porque el artista de esta época todavía cree que es tan artista como Flaubert o Kafka y esos artistas son imposibles en este tiempo en el que los artistas están obligados a sentirse del mismo lado de Juanes, Shakira o Héctor Abad Faciolince. Están obligados a ser felices, a sonreir, a ser chistosos, humanitarios, a tomar partido en relación con la política, el deporte, la moda. Firman contratos en los que se incluye que están obligados a responder las misma pregunta obvia todas las veces que de una emisora, un periódico, una revista o un programa de televisión los llamen personas que no han leído sus libros y no saben nada de literatura; están obligados a sonreír en los lanzamientos de sus libros y ferias del libro, tienen que aceptar invitaciones a conversatorios sobre la grandeza de su obra y su vida de artista y, además, tienen que ir a la venta de libros a firmar autógrafos y escribir dedicatorias a gente que no conocen, mientras despliegan una encantadora sonrisa de reina de belleza de pueblo. Eso sería insoportable para un artista porque el artista no es un vendedor de libros. El artista de nuestro tiempo puede escribir las frases más existencialistas, los monólogos más joyceanos, las metáforas metafísicas más convincentes, pero cuando su libro aparece publicado lo escrito por él en éxtasis místico en su estudio se ve nublado porque termina irrevocablemente condenado a ser un vendedor de libros compulsivo.
a) Usted es una persona angustiada, una Pensadora, pasa la mayor parte de su tiempo sumida en la más dolorosa soledad sufriendo por los demás, usted sufre porque hay personas que trabajan mucho. ¿En este momento quién es el hombre más trabajador si pensamos en el campo cultural colombiano?
b) Ricardo Silva Romero.
a) ¿Lo admira?
b) No.
a) ¿Por qué?
b) Porque trabaja mucho.
a) ¿Y acaso el trabajo no dignifica al ser humano?
b) Sí, claro, lo dignifica, pero yo me imagino a este pobre muchacho viendo películas de mala gana todas las semanas para escribir su columna de cine en la revista Semana, me lo imagino escribiendo de manera compulsiva para tres o cuatro revistas más de diverso calibre, me lo imagino viendo Muertos de Susto y Allien Vs Depredador y luego, tal vez por sugerencia del jefe, terminar escribiendo que estas películas son imperdibles y que Harold Trompetero es un director de culto, una especie de Scorsese a la colombiana. Se necesita mucha sangre fría para ejercer este trabajo y seguir viviendo, como si nada. Me lo imagino investigando todos los días en Google para armar sus novelas de más de trescientas páginas y luego, además de ser columnista, consagrarse a la carrera de vendedor de libros, yo creo que esa vida no es digna de ser vivida.
Etiquetas: autoentrevista, Colombia, entrevista, literatura, ocio, Ricardo Silva Romero, trabajo
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