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La sociedad del ocio es una apariencia que encubre cierto tipo de la producción-consumo

17 Oct

La sociedad del ocio es una apariencia que encubre cierto tipo de la producción-consumo del espacio-tiempo social. Cuando el trabajo productivo propiamente dicho se reduce, el ejército de reserva de la vida industrial es empleado en el consumo. Todo el mundo es sucesivamente obrero y materia prima en la industria de las vacaciones, del ocio, del espectáculo.  El trabajo existente es el alfa y el omega de la vida existente. La organización del consumo más la organización del ocio debe equilibrar exactamente la organización del trabajo. El «tiempo libre» es una irónica medida en el transcurso de un tiempo prefabricado, rigurosamente hablando, este trabajo no podrá ofrecer más que este tiempo libre, tanto para la élite ociosa -que de hecho cada día se vuelve más semi-ociosa- como para las masas que sólo acceden a un tiempo libre momentáneo.

Cuestionario. En Textos situacionistas. Crítica de la vida cotidiana.

El descanso eterno

18 Ago

Nací en 1970 pero empecé a tener conciencia de mí misma en 1975, cuando me obligaron a madrugar por primera vez para ir a estudiar. Recuerdo ese primer día como uno de los días más tristes de mi vida. 

En el colegio me encontré con adultos falsos y niños estúpidos, ese día -mi primer día de clase- supe que no me gustaba estudiar y que tampoco me gustaba madrugar.

Durante la infancia y la adolescencia sufrí mucho con mi educación, a los quince años decidí renunciar a esa mentira, supe que me gustaba descansar sin pausa y a eso consagré el resto de mi vida, a ver pasar las horas sin hacer nada por mi futuro. Sólo pensaba en el placer, en mi propio placer, en el gusto de no hacer nada. Sospechaba que la aristocracia de nuestro tiempo consiste en hacerse cargo de las horas. ¡Que trabajen los esclavos, yo nací para descansar! Estaba segura de que tenía razón, los equivocados eran los demás, aquellos adultos tontos que creen en el éxito y en las realizaciones personales relacionadas con el dinero, los amigos y los viajes de placer o de negocios.

Cuando todavía era niña de uniforme me gustaba elevar globos, pasé muchas horas de mi vida elevando cometas grandes y globos pequeños desde la terraza de mi casa. Nunca fue tiempo perdido ver cómo algo que está al alcance de mi mano se va y luego -después de varias horas- vuelve a mis manos y lo vuelvo a soltar cada día y vuelve a regresar. Hay globos y cometas que se van y nunca regresan. Esa sensación me gustaba mucho, bajar de la terraza con las manos vacías y la cara azulada -porque mi hora favorita para elevar cometas era antes de que oscureciera y a esa hora hace mucho frío en Bogotá. Era una emoción indescriptible ver cómo mi globo se desplazaba tanto que ya no lo veía convertido ni siquiera en un punto. Elevando globos y cometas se pasan muchas ideas por la mente, la que más me gustaba era la de eternidad. Elevé globos y cometas durante varios años, lo hacía para olvidarme de tantas horas perdidas en un salón de clase. Elevando globos desarrollé el arte de la paciencia. 

Cuando me aburrí de los globos me consagré al tejido pero tengo mejores recuerdos de las horas perdidas, malgastadas a conciencia, con los globos que con las lanas y con las agujas, son placeres diferentes. Las ideas que se pasan por la mente no son las mismas pero sospecho que se piensa de forma más concentrada tejiendo que elevando cometas, aunque en las dos actividades la vista nos lleve por caminos diferentes.

La lectura la descubrí estudiando y cuando descubrí la lectura supe también que los libros se encontraban en las bibliotecas y dejé los globos, las cometas y el tejido y me dediqué a leer. Mis libros favoritos eran los de filosofía, quería saber cuál es la mejor manera de vivir y leyendo esos libros supe que mi forma de vivir era la mejor de todas y que lo había descubierto viviendo, sin necesidad de leer ningún libro. Perder las horas leyendo es un placer que todavía disfruto, pero como soy generosa quiero compartir lo que leo con otras personas y hablando de libros descubrí que me gustaba ser profesora  y fui profesora desde muy joven, cuando todavía era una niña y algunos de los estudiantes podían ser todavía más niños que yo pero me miraban con respeto y reverencia.

Ser profesora es otra forma de descansar, escribir es otra forma de descansar. Lo que escribo en este blog se me pasa por la mente casi siempre mientras camino, porque también me gusta caminar y caminar es una experiencia tan gratificante como elevar cometas, tejer bufandas y saquitos, lavar ropa a mano, barrer la casa o leer.

Una entrevista sobre las entrevistas

1 Mar

Odio la publicidad, sinceramente. He pasado por la piedra de molino de las entrevistas y las considero una pérdida de tiempo. El tipo que encuentro en esas entrevistas haciéndose pasar por mí suele ser un engreído al que no me gustaría conocer.

(Raymond Chandler)

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a) ¿Alguna vez ha sido entrevistada?

b) No, sólo he sido entrevistada por mí misma.

a) Pero, ¿le han pedido que conceda una entrevista?

b) Ah, sí, varias veces.

a) ¿Y no ha aceptado?

b) No, Chandler me ha puesto sobre aviso, por él sé lo que significan las malditas entrevistas… una engreída que se hace pasar por mí… Eso no me gusta.

a) Se ha visto hablando en público.

b) Sí.

a) ¿ Y cómo se siente hablando en público?

b) Bien, el problema es cuando veo hablando en público a otras personas y descubro que todos los que hablamos en público nos queremos hacer los inteligentes. Hace dos semanas estuve viendo grabaciones de escritores y críticos, incluída yo, y todos asumen más o menos la misma pose y dicen más o menos lo mismo, ver esos videos me sumió en una depresión de la que casi no logro salir.

a) ¿Cree que es más peligroso ser artista o crítico?

b) Artista, no tengo ninguna duda.

a) ¿Por qué?

b) Porque el artista de esta época todavía cree que es tan artista como Flaubert o Kafka y esos artistas son imposibles en este tiempo en el que los artistas están obligados a sentirse del mismo lado de Juanes, Shakira o Héctor Abad Faciolince. Están obligados a ser felices, a sonreir, a ser chistosos, humanitarios, a tomar partido en relación con la política, el deporte, la moda. Firman contratos en los que se incluye que están obligados a responder las misma pregunta obvia todas las veces que de una emisora, un periódico, una revista o un programa de televisión los llamen personas que no han leído sus libros y no saben nada de literatura; están obligados a sonreír en los lanzamientos de sus libros y ferias del libro, tienen que aceptar invitaciones a conversatorios sobre la grandeza de su obra y su vida de artista y, además, tienen que ir a la venta de libros a firmar autógrafos y escribir dedicatorias a gente que no conocen, mientras despliegan una encantadora sonrisa de reina de belleza de pueblo. Eso sería insoportable para un artista porque el artista no es un vendedor de libros. El artista de nuestro tiempo puede escribir las frases más existencialistas, los monólogos más joyceanos, las metáforas metafísicas más convincentes, pero cuando su libro aparece publicado lo escrito por él en éxtasis místico en su estudio se ve nublado porque termina irrevocablemente condenado a ser un vendedor de libros compulsivo.

a) Usted es una persona angustiada, una Pensadora, pasa la mayor parte de su tiempo sumida en la más dolorosa soledad sufriendo por los demás, usted sufre porque hay personas que trabajan mucho. ¿En este momento quién es el hombre más trabajador si pensamos en el campo cultural colombiano?

b) Ricardo Silva Romero.

a) ¿Lo admira?

b) No.

a) ¿Por qué?

b) Porque trabaja mucho.

a) ¿Y acaso el trabajo no dignifica al ser humano?

b) Sí, claro, lo dignifica, pero yo me imagino a este pobre muchacho viendo películas de mala gana todas las semanas para escribir su columna de cine en la revista Semana, me lo imagino escribiendo de manera compulsiva para tres o cuatro revistas más de diverso calibre, me lo imagino viendo Muertos de Susto y Allien Vs Depredador y luego, tal vez por sugerencia del jefe, terminar escribiendo que estas películas son imperdibles y que Harold Trompetero es un director de culto, una especie de Scorsese a la colombiana. Se necesita mucha sangre fría para ejercer este trabajo y seguir viviendo, como si nada. Me lo imagino investigando todos los días en Google para armar sus novelas de más de trescientas páginas y luego, además de ser columnista, consagrarse a la carrera de vendedor de libros, yo creo que esa vida no es digna de ser vivida.