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Alejandro Ordoñez Maldonado admira a Nicolás Gómez Dávila

29 May

La buena noticia es que estoy fascinada con mi descubrimiento reciente: las frases maravillosas de Nicolás Gómez Dávila. La mala noticia es que también le fascinan al Procurador General de la Nación. Le gustan tanto que hasta comparte textos en Word para que todos gocemos con su sabiduría: la sabiduría del pensador colombiano que perfectamente puede compararse con Pascal y con Montaigne  y la sabiduría del Procurador a través de su cuidadosa selección.

Asusta saber que Alejandro Ordoñez tome al pie de la letra algunas reflexiones extravagantes  para esta época de Nicolás Gómez Dávila y que fortalezca su lucha contra el aborto, la comunidad gay, la izquierda colombiana,  la idea que tiene de las mujeres, el poder de la iglesia…  y que seguramente le dé ideas a los miembros del partido nazi  colombiano a costa del ingenio de este intelectual refinadísimo que seguramente no mataba una mosca porque pasaba el día leyendo y pensando en lo que leía.

Si Nicolás Gómez Dávila está en el Cielo debe estar muy preocupado con la apropiación y la interpretación que el hombre más poderoso de Colombia haga de sus textos maravillosos. Con ustedes, una presentación del autor y una selección de citas de nuestro nuevo inquisidor hechas  a su medida y a la de quienes lo admiran. Se trata de una buena lectura que ha caído en las manos equivocadas:

Nicolás Gómez Dávila

SENTENCIAS DOCTAS DE UN PENSADOR ANTIMODERNO O DE UN AUTÉNTICO REACCIONARIO

Santa Fe de Bogotá 2001

Prólogo

“quizás desciendo de esos hombres viejos que en sus cuevas pintaron animales, después ánforas dioses y azulejos y después construyeron catedrales.”

R.P Leonardo Castellani

Nicolás Gómez Dávila es el más importante exponente del pensamiento reaccionario en Colombia y por esa misma circunstancia es un total desconocido para la gran mayoría de los colombianos, incluso para quienes por tener con éste una misma comunión de ideales deberíamos conocer y difundir ampliamente su obra. Sus textos son de muy difícil consecución, circulan fotocopiados en muy restringidos círculos intelectuales, más como una pintoresca muestra de nuestra historia periodística que para señalar la vigencia de sus doctas sentencias.

Nació en Cajicá en 1913 y murió en Bogotá en 1994. A muy temprana edad se mudó a Francia siendo sus institutores sacerdotes benedictinos; durante los cálidos veranos se trasladaba Inglaterra donde completó su formación, nunca asistió a centro universitario alguno, convirtiéndose en el más importante autodidacta colombiano del siglo XX.

Regresó a Colombia a los 24 años y al morir a sus 81 años tenía una de las bibliotecas privadas más grandes del mundo. Cerca de 34,000 volúmenes la conformaban. Allí pasó la mayor parte de su vida, convirtiéndose sin lugar a dudas en un anacoreta urbano.

Recientemente el departamento de historia de la facultad de ciencias sociales De la Universidad de los Andes al hacer referencia su obra, afirmó: «para este bogotano, su verdadera familia intelectual es la de la reacción… él mismo se declaren sus escolios… heredero de un pleito sagrado, receptáculo irrenunciable de una tradición reaccionaría y ultramontana…»

Católico tradicional de esos que nunca se aggiornaron a pesar de las reformas eclesiales, las cuales le causaron gran desazón. La misma publicación señaló más adelante al respecto: «sería erróneo sin embargo, suponer que su catolicismo fue exento de problemas. Gómez Dávila jamás aceptó las reformas litúrgicas del segundo concilio Vaticano y fue un declarado enemigo de las tendencias modernizantes en la Iglesia». Bastaría con leer alguna de sus sentencias más contundentes sobre la materia: «el segundo concilio Vaticano parece menos una asamblea episcopal que un conciliábulo de manufactureros asustados porque perdieron la clientela». «En el segundo concilio Vaticano no surgido lenguas de fuego sino un ardiente riachuelo».

Previó con incomparable agudeza los frutos que al final del siglo XX y en los albores del siglo XXI, se recogerían en un mundo que alborozadamente enarboló desde la Revolución Francesa el dogma del «progreso necesario». Con su incomparable agudeza, en una de sus sentencias más premonitorias, aseveró: «el adversario de los principios modernos no tiene aliados más leales que las consecuencias de esos principios».

Podemos afirmar que Gómez Dávila fue un pensador antimoderno que fustigó acerbamente todo aquello de lo cual la modernidad se enorgullece. La autonomía del hombre frente Dios, su soberanía, su agnosticismo, su racionalismo. El profesor Reinhart Maurer de la Universidad libre de Berlín al dictar una conferencia sobre la obra de Gómez Dávila, en el año de 1988, titulada «la posmodernidad reaccionaria», al referirse a su pensamiento manifestó: «lo posmoderno corre el riesgo de desembocar en una escalación de la modernidad. O de convertirse en una «nueva era» que busca distanciarse de ella. Queda la alternativa de los reaccionarios que asume Gómez Dávila; los únicos que no tienen que asumir que prosiga inexorablemente el progreso de la organización básica tecnológica-tecnocrática-democrática de la sociedad, pues se remiten a lo antiguo cultural y a lo antiguo europeo para demoler las estructuras fundamentales de la modernidad. El ejemplo más impresionante de semejante actitud espiritual que yo conozca la ofrece Gómez Dávila.

La reacción es necesaria para que la humanidad no siga rodando aceleradamente en una dirección cada vez más problemática. Hay reservas importantes que permiten reaccionar y que se fundan en el espíritu premoderno. Aquí se puede encontrar la salida de la trampa tecnológica en la que cayó la humanidad con la historia moderna. Hay quienes formulan así la salida: «pensar en adelante sólo es posible como crítica de las ideologías de ayer en nombre de las viejas culturas de Europa». Nadie, sin embargo, más consecuente con esto que Gómez Dávila».

La mayor parte sus obras las escribió en un estilo muy particular. Las sentencias, los aforismos y los escolios fueron el género literario por él utilizado, con razón se le puede considerar como el Pascal hispanoamericano. Temas de la más variada índole fueron tratados por él en dicho estilo, desde la teología hasta la arquitectura, desde la liturgia hasta la política, desde la filosofía hasta el arte.

Me propongo entonces, con criterio doctrinario, catalogar sus escolios que no fueron presentados por el autor en el orden ni con la titulación que aquí aparecen. Es un extracto de su prolija obra que pretendo sea conocida por quienes como él mismo afirma: «conspiramos sin ilusión alguna contra el mundo actual, pacientes, tenaces, porfiados, llevando acaso entre los pliegues de un harapo el destino del mañana».

Dr. Alejandro Ordoñez Maldonado.

                                                        «Ya que el dogmatismo cambió de campo, la impiedad tiene que cambiar de sitio»

«Hoy toca rechiflar a los santones democráticos»

                              «A los que nos acusan de insolencia recordemos que el que hay que vengar un poco a los simples y a las beatas»

Nicolás Gómez Dávila: un colombiano dispuesto a decir lo que pensaba

28 May

Casi todos los autores se vanaglorian de decir la verdad, de desnudar su alma sensible a través de la palabra pero casi todos mienten, es parte de su condición humana, de su miedo, su interés, su deseo de ser amados, su búsqueda eterna de  vida fácil y cómoda. Reflexionan así: sentirme amado, comprendido y admirado por  mis contemporáneos me asegura un puesto en la historia de la literatura y le da bienestar a mi miserable existencia. Eso deben pensar cada mañana al despertar Héctor Abad Faciolince, Ricardo Silva Romero, Alberto Salcedo Ramos y otros treinta tontos más que se toman por joyas vivas de la literatura colombiana contemporánea. El 98% de estos inocentes seres mueren engañados y son olvidados pronto.

Nicolás Gómez Dávila lo resumiría así:

Del que se dice que “pertenece a su tiempo” sólo se está diciendo que coincide con el mayor número de tontos en ese momento.

Ayer  tuve el placer de leer por primera vez con atención las frases contundentes de este bogotano amargado, fanático, culto, clasista, soberbio y cruel y supe que es como mis autores favoritos, amigos de las sentencias que debieron gozar como niños mientras las escribían y que por lo general son  mansas palomas, gente que pasó la mayor parte de su vida leyendo y que cuando tomaron la mala decisión de compartir un momento con sus semejantes enfermaron al regresar a su cuarto y reflexionaron sobre lo vivido mientras escribían y vomitaban. Casi todos los autores dispuestos a decir lo que piensan son más o menos así.

Nuestro autor no tiene problema en llamar bobo, tonto, idiota o imbécil a su lector y eso es maravilloso. Si escribe de esta manera es porque no le interesa nada, ni siquiera que los demás crean que se trata de un alma sensible:

Los reaccionarios les procuramos a los bobos el placer de sentirse atrevidos pensadores de vanguardia.

El manifiesto firmado por más de tres personas resulta siempre un ejemplo más del mismo tema idiota.

La presencia de un imbécil entristece.

Las nomenclaturas metafóricas (v. g. cuerpo social — cerebro electrónico— etc.) proveen de soluciones y de enigmas al imbécil.

La “explicación” no necesita ser cierta para tranquilizar al tonto.

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A los escritores de frases maravillosas no vale la pena comentarlos sino citarlos, voy a conseguir todas las frases de este bogotano ilustre y prometo seleccionar las mejores para deleite de todos. Tenía que decir lo admirable que me parece este autor porque es extraño este tipo de escritura en países felices, violentos, despiadados, dominados por la ignorancia, el alcoholismo, la promiscuidad, el mal gusto, la superficialidad y la tontería como Colombia. No somos tan poca cosa finalmente. Hay países que no tienen su Nicolás Gómez Dávila, su José Asunción Silva ni su Fernando Vallejo.

Si Nicolás Gómez Dávila fuera tuitero

28 May

Gran escritor no es el que carece de defectos, sino el que logra que sus defectos no importen.

La soledad nos enseña a ser intelectualmente más honestos, pero nos induce a ser intelectualmente menos corteses.

Se acostumbra pregonar derechos para poder violar deberes.

No les demos a las opiniones estúpidas el placer de escandalizarnos.

Los reaccionarios les procuramos a los bobos el placer de sentirse atrevidos pensadores de vanguardia.

La decisión que no sea un poco demente no merece respeto.

Las influencias no enriquecen sino a los espíritus originales.

El manifiesto firmado por más de tres personas resulta siempre un ejemplo más del mismo tema idiota.

Para renovar no es necesario contradecir, basta profundizar.

La presencia de un imbécil entristece.

Abundan los que se creen enemigos de Dios y sólo alcanzan a serlo del sacristán.

Sólo lo inesperado satisface plenamente.

Los textos reaccionarios les parecen obsoletos a los contemporáneos y de una actualidad sorprendente a la posteridad.

Cada una de las sucesivas ortodoxias de una ciencia le parecen verdad definitiva al discípulo.

Las épocas de liberación sexual reducen a unos pocos gritos espasmódicos las ricas modulaciones de la sensualidad humana.

Sólo la contemplación de lo inmediato nos salva del tedio en este incomprensible universo.

Las soluciones en filosofía son el disfraz de nuevos problemas.

Cierta clase de alusión culta es propia del semi-culto.

Tan sólo el hombre inteligente y el estólido saben ser sedentarios. La mediocridad es inquieta y viaja.

Nada le es tan funesto al arte como el entusiasmo del público.

Las nomenclaturas metafóricas (v. g. cuerpo social — cerebro electrónico— etc.) proveen de soluciones y de enigmas al imbécil.

Indicios de civilización sólo son la claridad, la lucidez, el orden, los buenos modales, de la prosa cotidiana.

La filosofía que se tecnifica no gana en certidumbre, sino en ininteligibilidad.

Del que se dice que «pertenece a su tiempo» sólo se está diciendo que coincide con el mayor número de tontos en ese momento.

El libro que no escandalice un poco al experto no tiene razón de existir.

El reaccionario no es un pensador excéntrico, sino un pensador insobornable.

A la sombra del pintor genial, decenas de pintores de talento pueden crecer; la sombra del gran poeta, en cambio, es letal.

Literatura es todo lo que está escrito con talento.

Al vulgo no se le puede enseñar nada sino deduciéndoselo de sus apetitos, de su codicia, de su miedo.

El buen gusto aprendido resulta de peor gusto que el mal gusto espontáneo.

La lectura de poetas menores seguramente figura entre los suplicios del infierno.

Ideario del hombre moderno: comprar el mayor número de objetos; hacer el mayor número de viajes; copular el mayor número de veces.

Cuidémonos de llamar «aceptar la vida» aceptar sin resistencia lo que degrada.

Proletario consciente en el vocabulario marxista significa pueblo convertido a los ideales burgueses.

Lo que distingue al hombre culto del inculto es su manera de ignorar.

La «explicación» no necesita ser cierta para tranquilizar al tonto.

A la gente no la indigna el error en sí, sino el error, o la verdad, que no estén de moda.

Más que lo que dice, al imbécil lo delata su dicción.

Ya no hay clase alta, ni pueblo; sólo hay plebe pobre y plebe rica.

Las palabras son las verdaderas aventuras del auténtico escritor.

En todo sistema filosófico hay un lugar secreto,donde la rigidez del raciocinio se quiebra, donde la continuidad del pensamiento se rompe.

Los lugares comunes de las letras clásicas fueron los preceptores de Occidente.

En las utopías de una época se originan las matanzas de la siguiente.

Nada inquieta más al incrédulo inteligente que el católico inteligente.

Para ridiculizar basta citar fuera de contexto.

Los credos del incrédulo me dejan atónito.

La aserción breve no debe ser ocurrencia repentina sino conclusión lacónica.

La pérdida de transparencia es el primer síntoma de decadencia de un idioma.

La perfecta transparencia de un texto es, sin más, una delicia suficiente.

Al repudiar los ritos, el hombre se reduce a animal que copula y come.

El contemporáneo que no admira a los escritores de su tiempo comete algunas injusticias, pero evita un sin número de cómicos errores.

Sólo es transparente el diálogo entre dos solitarios.

Mis convicciones son las mismas que las de la anciana que reza en el rincón de una iglesia.

Marxismo y psico-análisis han sido los dos cepos de la inteligencia moderna.

Más que la estupidez misma lo irritante es un vocabulario científico en su boca.

Nuestras repugnancias espontáneas suelen ser más lúcidas que nuestras convicciones razonadas.

Todo el que se sienta parte de una muchedumbre cualquiera sin incomodarse, debe avergonzarse.