Jamás vistió esos insípidos trajes de gasa que todo lo dejan ver y nada adivinar. Prefería las telas que crujen, las faldas largas, murmurantes, cubiertas de lentejuelas y adornos metálicos, que obligan a una rodilla muy vigorosa a levantar con fuerza los corpiños de saltimbanqui; bailaba no con aros, por cierto, sino con pendientes que casi me atrevería a decir eran lámparas de cristal. Con gusto hubiera atado al bajo de sus faldas numerosas muñecas raras, como lo hacen las viejas bohemias que nos leen la buenaventura de una manera amenazadora y a quienes se encuentra otra vez en pleno mediodía bajo los arcos de las ruinas romanas, muy chuscas, por lo demás, pero de las que el romántico Samuel, uno de los últimos románticos que posee Francia, estaba enamorado.
Baudelaire, en La Fanfarlo
Comentarios recientes