A pesar de que tantos novelistas intentan ser graciosos cuando narran sus historias pocos lo logran, no es fácil abordar la cursilería ni la crítica al Arte Moderno de manera divertida, tampoco es frecuente estar a la caza de palabras lindas y terminar una novela con un buen balance. En La delicadeza abunda el humor fino -el humor que hace reír de verdad- también nos recuerda la melancolía, la tontería y la dulzura del Amor Verdadero, se burla muy bien del Arte Moderno y nos regala hermosas palabras, empezando por la palabra del título: delicadeza.
Delicadeza es una palabra delicada como naturalidad, elegante, tranquilo, belleza, felicidad, melancolía, malva, solícito, respetuoso, fiel. La delicadeza es abundante en palabras bellas, el repertorio seleccionado por David Foenkinos es de colección, tanto como algunas citas de Roland Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso o como en un ensayo sensible de carácter literario o psicológico sobre amor, melancolía y locura amorosa.
Quien siente en La delicadeza también es un enamorado:
«En pleno corazón de tanta soltura, de pronto lo asaltó un sentimiento que iba a estropearlo todo: sintió que lo embargaba la melancolía.
Al principio, fue una nubecita de nada, como una forma de nostalgia. Pero no, mirándola de cerca, se podía discernir el aspecto malva de la melancolía. Y mirándola desde más cerca todavía, se podía ver la verdadera naturaleza de una auténtica tristeza. De buenas a primeras, como una pulsión morbosa y patética, se hizo consciente de la vacuidad de esa velada».
La historia es sencilla: un hombre aborda a una mujer en la calle, conversan, se enamoran y se casan, a los siete años él muere atropellado por un carro un domingo cualquiera mientras su esposa lee un libro de autor ruso que no es Dostoievski ni Tolstoi. La mujer pasa tres años de dolor intenso y mientras supera el dolor dos hombres disputan su cariño, ella escoge al más insignificante según los estándares vigentes y el poderoso intenta separarlos; la pareja de recién enamorados huye y la novela termina en un juego de escondidas en el jardín de la casa de la abuela de la enamorada la mañana siguiente a la noche en que inició su inocente experiencia erótica:
«Sabía sólo que era el momento, y que en esas situaciones, quien decide es el cuerpo. Markus estaba ahora sobre ella. Y ella se aferraba a él.
Las lágrimas resbalaron por sus sienes. Él besó sus lágrimas.
Y de esos besos nacieron otras lágrimas, esta vez las de Markus».
La delicadeza se goza más si se han acumulado experiencias amorosas delicadas, si se goza con la lectura de novelas melancólicas, si se han leído y sufrido textos como Werther, Duelo y melancolía y Fragmentos de un discurso amoroso, si se han pasado horas contemplando Melancolía de Durero y se han leído los textos sobre la melancolía de Walter Benjamin y Susan Sontag, es una novela para sonreír recordando locuras de juventud a nivel emocional e intelectual. También es una novela sobre la tristeza, el presente y la felicidad, un libro de autosuperación en el mejor sentido de la palabra.
Foenkinos, David. La delicadeza. Bogotá: Planeta. 2011. 218 páginas.
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