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De noche

16 May

¡Hundirse en la noche! Así como a veces se sumerge la cabeza en el pecho para reflexionar, sumergirse por completo en la noche. Alrededor duermen, los hombres.

Un pequeño espectáculo, un autoengaño inocente, es el de dormir en casas, en camas sólidas, bajo techo seguro, estirados o encogidos, sobre colchones, entre sábanas, bajo mantas; en realidad se han encontrado reunidos como antes una vez y como después en una comarca desierta: Un campamento al raso, una inabarcable cantidad de personas, un ejército, un pueblo bajo un cielo frío, sobre una tierra fría, arrojados al suelo allí donde antes se estuvo de pie, con la frente contra el brazo, y la cara contra el suelo, respirando pausadamente. Y tú velas, eres uno de los vigías, hallas al prójimo agitando el leño encendido que cogiste del montón de astillas, junto a ti. ¿Por qué velas? Alguien tiene que velar, se ha dicho. Alguien tiene que estar ahí.

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Vestidos

16 May

Cuando veo vestidos con múltiples pliegues, volantes y adornos que se acomodan lindamente sobre hermosos cuerpos, pienso que no se conservarán así por mucho tiempo, sino que mostrarán arrugas imposibles de planchar a la perfección, polvo que impregnará el encaje y que no se podrá quitar más: nadie querrá ser tan ridículo y desdichado como para ponerse por la mañana el mismo lujoso vestido y quitárselo por la noche.

Sin embargo veo chicas muy lindas mostrando variados músculos y huesitos, una piel tersa y finos cabellos, y que no obstante aparecen en esta especie de ingenuo disfraz, apoyan la misma cara en las mismas palmas de las manos y se dejan reflejar por su espejo; solamente a veces, por la noche, cuando regresan tarde de una fiesta, ante el espejo, el vestido les parece estropeado, deformado, lleno de polvo, ya visto por todos y casi inutilizable.

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Un singular silencio bienhechor

3 May

Después de la muerte de una persona, se produce, incluso en el mundo terrenal, un singular silencio bienhechor en lo que respecta al muerto: por fin ha cesado aquella fiebre terrenal, no se ve ya continuar aquella muerte, parece que se ha subsanado un error, es incluso para los vivos una oportunidad para tomar aliento, por todo lo cual se abren las ventanas de la habitación del muerto, hasta que se descubre que todo es apariencia y empiezan el dolor y los lamentos.

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Toda persona tiene que poder justificar su vida

3 May

Aquí nadie produce nada que vaya más allá de su posibilidad  vital espiritual; el hecho de que aparentemente trabaje por su alimentación, para vestirse, etc., es secundario, ya que con cada bocado visible  le dan otro invisible, y con cada traje visible un traje invisible, etc. Esa es la justificación de cada persona.  Aparentemente cimienta su existencia con justificaciones a posteriori, pero eso no es más que un juego de espejos psicológico, en realidad construye su vida sobre sus justificaciones. Aún así, toda persona tiene que poder justificar su vida (o su muerte, lo que es lo mismo), nadie puede librarse de esa tarea.

 

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El conocimiento por sí mismo es ya un consuelo

2 May

Uno podría pensar que está de sobra en el mundo y pese a ello, y sin falsear esa noción, hallar sostén en la conciencia de haberlo comprendido.  Eso sí que vendría a ser como   sacándose a un mismo del pantano tirándose del pelo. Lo que en el mundo físico resulta ridículo, es posible en el mundo espiritual. En esto no rige la ley de la gravedad (los ángeles no vuelan, en realidad no escapan a ninguna ley de la gravedad; lo que pasa es que nosotros, observadores del mundo terrenal, no podemos imaginárnoslo de otra manera), algo que, desde luego, no podemos concebir en un nivel superior. Qué pobre es mi conocimiento de mí mismo en comparación, por ejemplo,  con el conocimiento que tengo de mi habitación.

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Y luego volvió a su trabajo como si no hubiera pasado nada

2 May

«Y luego volvió a su trabajo como si no hubiera pasado nada».  Es un comentario que nos resulta familiar por haberlo oído en una  borrosa multitud  de viejas historias, aunque quizá no aparece en ninguna.

 

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Drama amoroso

2 May

Algunos suponen  que además del gran engaño original se organiza  en cada caso un pequeño engaño particular  especialmente destinado a ellos, esto es, que, por ejemplo,  cuando se representa un drama amoroso en el escenario, la actriz no sólo dirige una sonrisa hipócrita a su amado, sino que reserva, además,  una sonrisa con segundas intenciones  a ese espectador  concreto situado en el gallinero. Eso es ir demasiado lejos.

 

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