Mi mamá me convirtió en adicta al café. No recuerdo cuándo empezó a llevármelo a las seis de la mañana todos los días y cuando me dejaron viviendo sola, siendo apenas una infante de diecinueve años, empecé a prepararlo yo misma.
Comencé con uno dos o tres horas antes del desayuno y después aprendí a gozar el placer del café después del almuerzo. Como en mi casa también toman café cuando vienen de visita lo comparto con ellos y si conozco a alguien siempre le pido que nos tomemos un cafecito (si tengo hambre, con leche. Pero eso no ocurre casi nunca). Hay noches en las que no duermo porque me he encontrado con varias personas y con todas he bebido una taza de café o hasta dos o tres. Hasta quedar temblando de emoción porque disfruto conversando y porque el café es una especie de droga para el cerebro. Mientras pasa el insomnio de esa noche disfruto pensando que valió la pena disfrutar tanto y que habrá otras noches para dormir sin pensar de la forma en que me pone a pensar el café acumulado durante el día.
El café sabe mejor en un café que en una panadería, pero el mejor café, el que más disfruto y el que más deseo, es el café que preparo yo misma y saboreo muy despacio, con ojos y sonrisa que nadie conoce, ni siquiera yo.
Una fantasía era recibir café por correo, suelo recibir libros y, claro, me emociono, me gusta que los libros viajen en aviones y camiones hasta que llegan a mí; pero siempre había soñado con probar café que viniera de otras manos, no de un supermercado.
El milagro se dio: la semana pasada estaba hablando del placer de tomar café con dos o tres tuiteras y a través de un mensaje privado @SergioAL_ me preguntó si me gustaría recibir un café del Quindío y yo encantada le dije que sí, que claro, que me encantaría recibir café. El lo envió el viernes y llegó hasta el lunes. Pasé el fin de semana ansiosa imaginando el placer que sentiría cuando lo probara. Cuando llegó lo destapé y el empaque era mucho más vistoso de que lo me hubiera imaginado. Esperaba terminar el que me queda del paquete anterior pero hoy estaba dichosa después del almuerzo y decidí probarlo de una vez.
Es una delicia, no sé describir las cualidades del café. Lo disfruté desde cuando destapé la bolsa, dejé caer un poquito en un recipiente para olerlo, puse a calentar el agua, la mezclé con el café y lo empecé a saborear. Han pasado más de dos horas y todavía tengo intacta la sensación. ¡lástima no saber de café para describirla!
Le reporté a mi amigo tuitero el placer que me espera mientras termino el regalo y él me respondió con un: «en serio? Así de bueno? Qué bien. Podrías organizar una sección con lo que te pueda ir enviando».
Pueden envidiarme: pocas personas disfrutan como disfruto yo de los placeres privados. Espero hacer el reporte de lo que me vaya enviando nuestro amigo complaciente con las mujeres sensibles.
Etiquetas: café, juventud, mujeres, placer, tuiteros, twitter
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