Un buen cuento tiene la carga emotiva del momento culminante, del acontecimiento, del instante y el impacto. Escribir es ser sacudido por un desdoblamiento entre el tiempo sucesivo que implica el lenguaje y lo que por una ráfaga de relámpago escapa al orden del tiempo. El estado de la mente creativa exige una hiperlucidez de los sentidos; es necesario limpiarlos de las capas superpuestas de la rutina, del cansancio y la repetición para sostener el sentido de la novedad: «Me arriesgaré a ir más lejos: afirmo que la inspiración tiene algo que ver con la congestión, y que todo pensamiento sublime se presenta acompañado de una sacudida nerviosa, más o menos fuerte, que repercute hasta en el cerebelo».
Galia Ospina
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