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8 de noviembre de 2015

8 Nov

11:11 a.m. Domingo

Anoche tardé un poco en dormirme, es algo que suele suceder un día en la semana. Estoy tan llena de mí, me siento tan plena que la plenitud no me deje dormir porque la sensación es muy intensa. Me siento muy bien por ser yo, eso es todo, parece poco pero es mucho, la sensación es muy agradable, tanto que a veces termino pensando en sexo, recordando algunos muy buenos momentos rebosantes de salud y energía. No miro el reloj porque no es aconsejable, mirar el reloj atrae el insomnio, pero sospecho que me dormí un poco después de las doce. No soñé. A veces lo mejor es no soñar.

No amaneció lloviendo y el día no es frío y como es domingo es el día de salir a caminar. ¡Maravilloso! Antes de salir tomo café y me hago un masaje. Por ser domingo el masaje es en todo el cuerpo porque tengo todo el tiempo y puedo hacerlo con mucha calma. Una caminata después de un masaje es como una droga, me siento muy bien. Cuando me siento muy bien pierdo el apetito porque me gusta sentir como que vuelo, es cuando más recuerdo a Virginia Woolf y entiendo su fastidio al hecho de comer:

No comer es un vicio, una especie de droga: con el estómago vacío se siente limpia y veloz, con la cabeza despejada, lista para la pelea. Toma un sorbo de café, baja la taza, estira los brazos. Levantarse a lo que parece ser un buen día, prepararse para trabajar pero no embarcarse todavía, resulta una de las experiencias más singulares. En este momento las posibilidades son infinitas, tiene muchas horas por delante. Su mente canturrea. Es posible que esta mañana logre atravesar el ofuscamiento, las tuberías atascadas, y llegar al oro. Lo siente en su interior, un segundo yo prácticamente indescriptible, o más bien un yo paralelo, más puro. Si fuera religiosa, lo llamaría el alma. Es más que la suma del intelecto y de sus emociones, más que la suma de sus experiencias, aunque corre por las tres como venas de metal brillante. Es una facultad interior que reconoce los misterios que animan el mundo porque está hecha de la misma sustancia y cuando es muy afortunada es capaz de escribir directamente a través de esa facultad. La satisfacción más profunda que conoce es escribir en ese estado, pero su capacidad de hacerlo viene y se va sin previo aviso. A veces levanta la pluma y la sigue con su mano mientras se mueve por el papel; a veces levanta la pluma y descubre que es sólo ella, una mujer con una bata de estar en casa y una pluma en la mano, temerosa e incierta, apenas competente, sin ninguna idea de dónde empezar o qué escribir. (La señora Woolf)

Las Horas. Michael Cunningham. Bogotá: Norma. 2000. 281 páginas.

Imagen

4:13 p.m.

Salí con la firme intención de comprar un mueble nuevo para organizar más libros y terminé almorzando como si llevara un mes sin comer. Lo mejor de todo es que estaba delicioso.

Hoy he pasado el día como me gusta, como un perro o gato doméstico, sin hacer nada pero sintiéndome muy bien. Así sospecho que se siente la gente feliz, aquellos que nunca han leído un libro, tienen esposa gorda, cinco hijos, aman la televisión y cada mañana le dan gracia al Dios vengador por tantos regalos. Cuando me siento bien -con la sospecha de que así se debe sentir la gente común- no alcanzo a llegar a envidiarlos, lo que siento es pena por ellos al saber que pasan por la vida con la misma profundidad con la que pasa su mascota. No, tal vez sus mascotas son un poco más reflexivas, no hay que despreciar a los perros y a los gatos, animales cariñosos y encantadores.

De noche

16 May

¡Hundirse en la noche! Así como a veces se sumerge la cabeza en el pecho para reflexionar, sumergirse por completo en la noche. Alrededor duermen, los hombres.

Un pequeño espectáculo, un autoengaño inocente, es el de dormir en casas, en camas sólidas, bajo techo seguro, estirados o encogidos, sobre colchones, entre sábanas, bajo mantas; en realidad se han encontrado reunidos como antes una vez y como después en una comarca desierta: Un campamento al raso, una inabarcable cantidad de personas, un ejército, un pueblo bajo un cielo frío, sobre una tierra fría, arrojados al suelo allí donde antes se estuvo de pie, con la frente contra el brazo, y la cara contra el suelo, respirando pausadamente. Y tú velas, eres uno de los vigías, hallas al prójimo agitando el leño encendido que cogiste del montón de astillas, junto a ti. ¿Por qué velas? Alguien tiene que velar, se ha dicho. Alguien tiene que estar ahí.

Kafka

Consejos gratis

18 Mar

Perdí la memoria hace ya bastante tiempo

Y el truco para perderla es simple y no ha pasado de  moda:

Vive la vida de instante en instante, tal como la vivo yo.

Cuando camines sin afán recuerda tu vida de hora en hora,

De día en día, de mes en mes, de año en año…

Rememora cada anécdota de tu pasado y el día menos pensado se borrarán los tontos recuerdos de tu mente de tanto como los has distorsionado.

Aunque no te sientas feliz tampoco te sentirás triste, como un ridículo  poeta ansioso por narrar sus historias de memoria, olvido, soledad y melancolía. ¡Esos temas pasaron de moda hace mucho tiempo ya!

La tristeza también pasó de moda, pero no es necesario exagerar.

No es necesario sonreír con toda la cara para darle a entender a tu prójimo que ahora no te embarga la tristeza.

En todo caso siempre será preferible leer a un tonto poeta melancólico que a un sucio vendedor de trucos para ser feliz en cinco cortos pasos, no leas basura de autosuperación y en cuanto te sea posible no vuelvas a ver televisión, esa basura deprime a cualquiera.

La soledad es un estado del alma y lo más probable es que no tengamos alma.

Conclusión: no estás solo.

Si el insomnio se apodera de tus noches y en medio de las sombras ves figuras de perros flacos y mujeres ahogadas, no desfallezcas, el insomnio también tiene solución: búscate un amante que te deje tan agotado que olvides por completo las penas que acongojan tu triste corazón. No te preguntes mucho si será o no será el amor de tu vida, si la vida tiene sentido o no lo tiene, si el fin del mundo llegará pronto. Goza el momento como te enseñé en el primer apartado y en tus noches de insomnio dedícate a recordar pero sin darle mucha importancia a los recuerdos, hazlo por el simple placer de ejercitar el cerebro y no cuentes las horas que faltan para que amanezca, en cuanto te sea posible no vuelvas a mirar el reloj.

Si cumples mis preceptos al pie de la letra también desesparecerá de una vez y para siempre la sensación de abandono.