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La depresión es hoy la dolencia psicológica más común

17 Jul

Vivir en condiciones de incertidumbre prolongada o en apariencia incurable augura dos sensaciones similarmente humillantes: la de ignorancia (no saber lo que deparará el futuro) y la de impotencia (ser incapaz de influir en su rumbo). Y no cabe duda de que ambas son humillantes: en nuestra sociedad sumamente individualizada, donde se presume (contrafácticamente, por así decir) de que cada individuo carga con la plena responsabilidad de su destino en la vida, estas sensaciones dan a entender la incompetencia del afectado para abordar las tareas que otras personas, a todas luces más exitosas, parecen llevar a cabo gracias a su mayor destreza y empeño. La incompetencia sugiere inferioridad: y ser inferior ante la mirada de los demás es un doloroso golpe asestado a la autoestima, la dignidad personal y el valor de la autoafirmación. La depresión es hoy la dolencia psicológica más común. Asedia al creciente número de personas que en estos tiempos fueron incluidas en la categoría colectiva de «precariado», palabra acuñada a partir del concepto de «precariedad» en su denotación de incertidumbre existencial.

Hace cien años, la historia humana solía representarse como un relato sobre el progreso de la libertad. Ello implicaba, en gran medida a la manera de otros relatos populares semejantes, que la historia se orienta de forma sistemática en la misma e inalterada dirección. Los recientes cambios de humor público sugieren otra cosa. El «progreso histórico» hace pensar más en un péndulo que en una línea recta. En los tiempos de Freud y sus escritos, la cuita más común era el déficit de libertad; sus contemporáneos estaban dispuestos a renunciar a una porción considerable de seguridad a cambio de que se eliminaran las restricciones impuestas a sus libertades. Y finalmente lo lograron. Ahora, sin embargo, se multiplican los indicios de que cada vez más gente cedería de buen grado parte de su libertad a cambio de emanciparse  del aterrador espectro de la inseguridad existencial… ¿Estamos en presencia de un retorno del péndulo? Y si en efecto es así, ¿cuáles podrían ser las consecuencias?

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No hay contexto para ser serio y riguroso

3 Mar

A medida que transcurre el tiempo tengo más asesores de imagen,  personas emocionadas ante mi presencia que imploran un poco de seriedad, más erudición, menos frases agresivas y -en la medida de mis posibilidades- la supresión de palabras tipo imbécil o idiota promedio para referirme a mi prójimo porque no vale la pena, no sirve para nada y además: ¿qué necesidad tengo de insultar?, ¿quién me confiere el derecho a decir qué es bueno y qué es malo, quién es tonto y quién no lo es?

Me piden a gritos que escriba lo que quiere leer  mi público: lectores que  confían en mí porque soy grande, inteligente, erudita y tengo mucho que decir de maneras distintas. Yo hago lo posible, soy una mansa paloma, pero escribir es otra cosa y además vivo con la sensación de que hace más de diez años dije  lo que tenía que decir  con la rigurosidad intelectual que me caracterizaba, cuando todavía creía que valía la pena tomarse en serio el papel de escritora de ensayos, cuando jugaba a ser crítica literaria.

No vale la pena volver a decir lo mismo de cien formas distintas. Sin contar con que  vivimos otros tiempos. A quién le interesa ser  un gran intelectual en tiempos de velocidad extrema,  internet móvil, diseño computarizado de sonrisa, asteroides rondando la Tierra, renuncia de papas, mujeres con apariencia de muñecas inflables que caminan por la calle y miran con  desprecio a las mujeres asquerosamente naturales, niños de siete años que sueñan con ser estrella de televisión por el simple placer de ser asediados en la calle por sus fans, niñas de seis años y ancianas de setenta en actitud de señorita que sale al centro comercial a buscar el amor con prendas más ceñidas de lo esperado.

Y con Twitter para enterarnos de lo que ocurre en el mundo en tiempo real  con amplios despliegues de humor negro e ironía mientras se narra el último terremoto o la última masacre. Twitter para gozar  el placer morboso que nos inspiran las latas retorcidas del último avión que cayó o la imagen de la  muerte trágica de la figura pública en decadencia. Pensamos que nosotros no somos tan tontos como las tontas figuras públicas y creamos muchos tuits sobre la tontería que no nos permite respirar, que nos asfixia de tanta risa como nos produce pensar en la tontería propia y en la tontería ajena. Como en el amor, con Twitter, hemos aprendido a ser tontos juntos a costa de tanta tontería deliberada.

No hay contexto para ser serio y riguroso y tampoco hay literatura digna de mis modelos de análisis. Me eduqué con Séneca, Pascal y Bourdieu. Lo siento, es demasiado tarde para mí.

Veinte razones para no usar internet móvil

3 Mar

1. De manera  instintiva renuncio a los gustos del idiota promedio.

2. No me gusta chatear.

3. No soy adicta a la música, las noticias, las redes sociales ni nada que no pueda consultar desde el PC que uso sobre un escritorio, no sobre las piernas.

4. No soy una figura pública.

5. No lo necesito para vivir ni para trabajar.

6. No me gusta hacerle sentir a la gente que me aprecia que soy una persona ocupada, seria, comprometida, intelectual o estresada. Me gusta darle toda la atención a las pocas personas que de verdad me interesan, siempre que hablo miro a los ojos, no al teclado.

7. Mi familia no me lo perdonaría, llegar a mi casa con una tableta, un PC para usar sobre las piernas, un blackberry, un Iphone o cualquier juguete parecido sería tan bochornoso como llegar con un piercing o un tatuaje. Motivo de risa lastimera.

8. Me sentiría ridícula.

9. Internet no vale más que mirar la realidad real desde la ventana de un bus.

10. Salir es una manera de liberarse de internet.

11. Me fascina estar desconectada.

12. Me gusta no estar disponible todo el tiempo.

13. No soporto el chisme.

14. No me gusta la tecnología de punta.

15. Me gusta mirar, oír, pensar y dormir en los buses de servicio público.

16. Soy inteligente.

17. No soy posuda.

18. Internet me gusta como experiencia privada.

19. Esta de moda y no soporto la moda.

20. No soy esclava de la tecnología.

El arte del futuro

5 Feb

No ya más este sujeto-individuo de la bildung, construido como estabilización y memoria sedimentada de una sucesión ordenada de saberes, de experiencias, sino un sujeto que aflora con apenas resonancia laxa en el borde de sus actos de producción de sentido, autoinvestido por ellos y la tenue permanencia de su halo. La forma de una cultura –de un concepto de conocimiento- que por encima de todo se proyecta como dispositivo de invención, como potencia de alumbramiento de novedad, dibuja el perfil difuso de este nuevo sujeto, sin sombra ni memoria arcana, autoinventado y autoproducido solo en el curso de sus actos y en la leve remanencia de sus alientos.

José Luis Brea, en El net.art y la cultura que viene.Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. 2009. Página 26.

La última instantánea de la inteligencia del mundo

5 Feb

Se terminó esa principalidad de la cultura anciana, patrimonial, basada en la experiencia, la memoria y el asentamiento sedimental de lo ya sabido: ella carece de respuestas frente al mundo que tenemos, frente al que viene encima. No es que la juvenil posea respuestas. Es que en ese carecer de alguna, ella se siente cómoda, en su sitio. En el mundo –en su refractaria inasequibilidad contemporánea- el que se ha hecho insultantemente joven, irresuelto, y toda la demanda que eso arroja señala el único sector de la población que no ha perdido la capacidad de ser sí mismo –en medio de esa devastación (de la inteligencia, de la capacidad de comprender). Como se dijo hace algún tiempo del surrealismo, puede ahora decirse de la cultura de la juventud: representa la última instantánea de la inteligencia del mundo.

José Luis Brea, en El net.art y la cultura que viene.Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. 2009. Página 35.

Compulsión de repetición

5 Feb

Cada vez la necesidad de archivo es menor, toda la información se encuentra en línea, es meramente operativa, horizontal. Todo dato relevante está activo en la propia operación, en la programación que procesa. No hay tradición, no hay memoria -salvo la propia memoria archivada de trabajo, de proceso. Y ella es una memoria sin imagen, una mera disposición lingüística, performacional, una especie de arquitectura espasmódica de unos y de ceros, de síes y de noes, que juegan en todo momento su influencia inmediata. La fuerza que lo mueve no es el recuerdo, la tensión de repetición de lo ya conocido. No hay figuras que contengan, la tradición ya no es operativa, como fuerza genésica. Los nuevos signos se alumbran a sí mismos sin el recurso a cualesquiera formas ya conocidas, ni siquiera configuradas. La repetición de lo idéntico ya no es la estructura profunda de la forma de nuestra cultura, por fin comparece en la historia de la humanidad, un modo de cultura que no trabaja bajo las figuras de la tradición, de la re-presentación de lo idéntico.

José Luis Brea, en El net.art y la cultura que viene. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. 2009. Página 35.

La resistencia ¿Un libro de autosuperación?

4 Feb

Ernesto Sabato es un intelectual polifacético, a lo largo de su vida ha sabido comprometerse sólo consigo mismo y nunca ha temido el desprecio de sus amigos o colegas del momento, tampoco parece importarle mucho la impresión que puedan tener sus lectores cada vez que le da un giro al estilo en su escritura o cambia de manera radical la eleccion de los temas que aborda. En cada uno de sus textos se encuentra la voz del hombre comprometido, pero el estilo cambia a medida que cambia su perspectiva ante la vida, el arte, Dios, la escritura, la idea de trascendencia o cualquier otro asunto digno de reflexiones profundas. Leer Sobre Héroes y tumbas se constituye en una experiencia no precisamente similar a la que nos conduce Uno y el universo; Uno y el universo no nos llevaría a evocar al autor de La resistencia o Antes del fin.

En cualquier librería se encuentran textos de autosuperación relacionados con amor, felicidad, curación, santidad, soledad, vejez… cada autor le brinda a sus lectores las claves para lograr el éxito de manera rápida y efectiva si se atreve a seguir una serie de instrucciones, si se aventura a encontrar aquello que está buscando, en muchos de ellos dice: «Si usted ha comprado este libro ha dado el gran primer paso, ¡felicitaciones! se trata de una frase contundente seguida de otras similares, al terminar el libro el lector se sentirá relajado, probablemente tomará para sí algunos de los consejos, el asunto que aquí importa no es si los libros de autosuperación se han constituido en una necesidad para la filosofía, si están en sintonía con la sociedad de masas, el consumo, la búsqueda de la felicidad, la crisis actual, la necesidad de volver a la ética y los valores, sino por qué razón un intelectual de la altura de Ernesto Sábato escribe textos que se podría pensar han sido pensados para los lectores de libros de autosuperación?

E libro está dedicado a los jóvenes y es un hecho que los jóvenes leen a Ernesto Sábato con reverencia, pero las reflexiones del sabio no logran calar en la mente de ellos, no deciden cambiar sus hábitos sólo porque un hombre mayor de noventa años les advierte que estamos a punto de perder lo poco de humano que nos queda gracias al desarrollo de la tecnología, el trabajo deshumanizado, la competencia feroz, la masificación, la reverencia a los dioses de la televisión…

La resistencia se lee e impacta, se revalúan algunos valores pero llega un momento en el que se siente la imposibilidad de realizar aquello que allí se propone porque la manifestación de la Humanidad también desgasta y aniquila, la contemplación de lo bello de la naturaleza, la sabiduría de los viejos, el valor de lo pequeño también llega a desgastarse y algunos reflexiones que parecen muy profundas pueden pasar por pura cursilería, en una ocasión, en un foro de jóvenes argentinos decidí copiar esta reflexión para ver el efecto que causaba en los lectores, los comentarios no se hicieron esperar, estaban cargados de agresividad, se pensaba que quien los había escrito era una mujer joven, soñadora y bastante ridícula, cuando les dije que se trataba de una cita tomada de un libro de Ernesto Sabato, tan amado por los argentinos, nadie se atrevió a seguirlo acusando pero tampoco justificaron la cita:

«El destino se muestra en signos e indicios que parecen insignificantes pero que luego reconocemos como decisivos. Así, en la vida uno muchas veces cree andar perdido, cuando en realidad siempre caminamos con un rumbo fijo, en ocasiones determinado por nuestra voluntad más visible, pero en otras quizás más decisivas para nuestra existencia, por una voluntad desconocida aun para nosotros mismos, pero no obstante poderosa e inmanejable, que nos va haciendo marchar hacia los lugares en que debemos encontrarnos con seres o cosas que, de una manera u otra, son, o han sido, o van a ser primordiales para nuestro destino, favoreciendo o estorbando nuestros deseos aparentes, ayudando o obstaculizando nuestras ansiedades, y, a veces, lo que resulta todavía más asombroso, demostrando a la larga estar más despiertos que nuestra voluntad conciente». (Sábato. 1999: 28-29).

Bibliografía:

Sabato, Ernesto. La resistencia, Bogotá: Seix- Barral. 1999.