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La vida comienza a los 30

10 Ene

Las personas razonables no se casan ni tienen hijos porque quieren saber en qué consiste la vida, suelen preguntarse por qué tienen cerebro (sienten cómo les vibra dentro de la caja craneana) y se preguntan si vale la pena usar las tecnologías existentes para comunicar sus maravillosas ideas; se inquietan por saber qué hay más allá de la reproducción de la especie y la familia, es decir, del sexo y el amor, el amor más básico, el que nos impulsa a buscar una pareja para reproducirnos y el que nos impulsa a convertirnos en bestias si alguien intenta hacerle daño a nuestra cría o a la madre de nuestros hijos; suelen preguntarse si pueden llegar a ser más que un simple mamífero (un conejito más) y casi siempre terminan escribiendo un libro presentando sus conclusiones. A esos señores (casi todos hombres) los llamamos Los filósofos. Los grandes pensadores de todos los tiempos no tuvieron hijos y se brindaron la posibilidad de reflexionar sobre las implicaciones de tan seria decisión.

Somos seres gregarios pero no estamos obligados a tener hijos porque podemos tener padres, hermanos, tíos y sobrinos; podemos intercambiar vida con ellos sin que intervengan en nuestro propio desarrollo, sin que tengamos que compartir la vivienda con ellos. Podemos interesarnos en saber cuál es el rumbo natural de la vida de un ser humano que intenta burlar la naturaleza, el plan divino que se le marca desde la cuna a cada hombre o mujer. Podemos burlar el mandato que nos invita a crecer, multiplicarnos, engordar, envejecer y luego a morir orgullosos de nuestros hijos.

Si me hubiera casado con el amor de mi vida tendría casi treinta años de matrimonio, hijos de 25, nietos y tal vez bisnietos porque en Colombia la gente se sigue reproduciendo de forma natural, no es algo sobre lo que se dude. El ignorante y el letrado dan vida con el mismo entusiasmo. Entre los 20 y los 25 muchos jóvenes dicen que JAMÁS se casarán ni tendrán hijos, pero la mayoría de la gente no cumple; aunque se casen y se reproduzcan después de los 30 se están negando el placer de sentir las edades de la vida más allá de la simple reproducción y la agotadora vida en pareja constituida fundamentalmente para dar nueva vida e instaurarse como ejemplo ante la sociedad.

Cuando una persona se condena a la reproducción hasta ahí llega su libertad y autonomía, tiene que ser serio, responsable, adulto y buen ciudadano si no quiere ser juzgado por familiares,  vecinos y amigos; tiene que ser por sobre todas las cosas un buen padre, una buena madre, porque está comprometido a educar a los empleados del futuro, a los nuevos consumidores.

Cerca de cumplir 50 años (tengo 46) siento que el trecho entre los cero y los treinta es un trecho irrelevante; es cierto que siempre seremos los eternos inexpertos y que cada edad trae su incertidumbre, pero una persona menor de treinta años es mucho más torpe que una de 46, una persona de 46 que no tiene hijos y ha vivido una experiencia muy corta de convivencia en pareja (tres años).

Desde que tengo uso de razón (1979) me he acostumbrado a hacer el balance de mi vida, a recrear el pasado y a soñar con el futuro. Esta mañana abrí los ojos, quise recordar los momentos más memorables de mi vida entre 1979 y 1999 y no encontré nada porque la verdadera emoción comenzó cuando cumplí  treinta, fue cuando empecé a escribir y cuando el amor eterno se me presentó como una de las grandes mentiras que se creen los jóvenes y por eso terminan jugando a ser esposos amorosos y padres ejemplares.

Se puede ser la novia amorosa y el tiempo se encarga de mostrar la historia como algo divertido. Con la maternidad y el matrimonio es diferente, esas ficciones y compromisos son para toda la vida.

Mi sospecha es que en este nuevo mundo -el que viene después de 1999- la juventud va hasta los 60 y la madurez comienza a los 70.

Contra las suegras

8 Ene

Cuando una mujer está enamorada de los hombres pero no de la familia, los hijos ni la convivencia feliz desarrolla especial repulsión hacia ese ser repulsivo llamado la suegra. Ese personaje macabro termina convertido en un estorbo puesto que no tiene ninguna utilidad en una relación sin fines patrimoniales ni reproductivos sino sólo lúdicos, es decir, sexuales.

Bien sabemos que la familia, los hijos y la sociedad son los pilares sobre los cuales se funda la gran mentira, ese gran invento de los humanos para saciar el miedo a la soledad y a la autonomía.  Para vivir con la sensación de que no están solos y de que no se sustentan en el vacío.

Si una mujer es amable y solícita con su suegra es porque está buscando marido o quiere conservar al actual y cree que conquistar a la arpía le servirá de muleta para darle sustento a su miedo y su inseguridad, es decir, para conservar a SU hombre.

 

Familia unipersonal

8 Jul

Me contó mi hermana que en Bogotá hay proyectos de vivienda para familias unipersonales. Algo con lo que yo soñaba hace diez años -cuando estaba comprando casa- y no encontré. Cuando compré la casa desde donde escribo este post el modelo definido de familia -visto desde los proyectos de vivienda- era simple: un hombre, una mujer, dos niños, que equivalen a: habitación principal, dos habitaciones pequeñas, estudio, área social, cocina, comedor, terraza, balcón, dos o tres baños. Esa era la estructura general de los proyectos de vivienda hace diez años en Bogotá.

¿Qué es una familia unipersonal?

Es una familia constituida por una sola persona.

Parece una contradicción pero no lo es porque la familia es la base de la sociedad, la sociedad mueve la economía y si una persona que vive sola consume vivienda esa vivienda debe ser puesta a disposición de la nueva familia.

La vivienda para familias unipersonales no tiene espacio para comedor, espacios inmensos para recibir a los amigos ni cocinas muy bien dotadas. Tienen un solo baño.

Esa era mi vivienda soñada. Miré los proyectos, me antojé y luego decidí que ese tipo de vivienda no es para mí.

¿Por qué?

Porque la soledad es hermosa cuando se comparte con familias tradicionales, es excitante sentirse diferente a todos los vecinos, ser visto como un bicho raro, tratar de adivinar qué piensan las vecinas gordas de una familia como la mía. Un conjunto de familias unipersonales debe ser un conjunto macabro porque si todas las personas que viven solas a conciencia como yo son como yo, ese el comienzo del fin de la civilización porque las personas que viven solas a conciencia tienen bien definido por qué lo hicieron y lo último que quieren ser es buenos vecinos, es decir, ser amigos de sus vecinos y aspirar a ser como ellos. Tengamos en cuenta que los tres años de convivencia con Andrés no alteraron mi mente de soltera eterna porque llevaba viviendo sola 23 años y mi cerebro se acomodó a su estado natural en cuatro meses.

Hace dos semanas pensaba que podría volver a vivir con alguien. Hoy pienso que no, es mucho más sana la relación entre un hombre y una mujer cuando cada quien vive en su casa.

El panorama de los conjuntos residenciales para familias unipersonales debe ser tan desolador como el presentado en las novelas francesas recientes, las de Houellebecq, Foenkinos, Beigbeder… Personas  solas que a veces se sienten abandonadas, gente satisfecha porque se siente autosuficiente, controlada, madura, independiente, fuerte… Pero en lo más íntimo de su ser, cuando se ponen sinceros con ellos mismos, se sienten absolutamente solos y miserables.

Todo lo que han dicho los grandes filósofos sobre los valientes que han decidido vivir solos como proyecto de vida es imposible de realizar en este tiempo de éxito profesional, cambio de sexo, tetas gigantes de silicona, viajes baratos y antidepresivos que se consiguen en los supermercados.

La familia unipersonal del siglo XXI no tiene nada que ver con la del siglo XIX o XX. Esa soledad no se alimenta de filosofía ni de literatura sino de libertad sexual y bohemia y yo no podría soportar unos vecinos bogotanos que se creen moralmente superiores porque beben, se drogan, son promiscuos, gente de mente abierta de la que intenta suicidarse cada cierto tiempo, intelectuales de avanzada que admiran a los intelectuales franceses de comienzos y mediados del siglo XX y aspiran a ser como ellos pero no lo lograrán nunca porque están más cerca del modelo gringo aunque no lo sepan.

La familia feliz

3 May

Cuando ella se dejó caer en el sofá, dirigiendo una mirada hostil al tabulé, pensé en la vida de Annelise y en la de todas las mujeres occidentales. Por la mañana seguramente se hacía el brushing y luego se vestía con cuidado, conforme a su estatus profesional, y creo que en su caso era más elegante que atractiva, en fin, era una dosificación compleja, debía de dedicarle a ello bastante tiempo antes de llevar a los niños a la guardería, el día transcurría entre correos electrónicos, teléfono y citas diversas y luego volvía a casa hacia las nueve de la noche, agotada, se desplomaba, se ponía una sudadera y unos pantalones de chándal, y así se presentaba ante su amo y señor y él tenía que tener, necesariamente debía de tener, la sensación de que la habían jodido, y que eso no iba a arreglarse con los años, los hijos crecerían y las responsabilidades profesionales aumentarían automáticamente, sin tener ni siquiera en cuenta el decaimiento de las carnes.

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Contra la reproducción

10 Nov

Nací dotada de una inteligencia superior a la de cualquier miembro de mi familia. Cuando tuve conciencia de mis dotes miré a mi alrededor y me pregunté estupefacta: ¿qué hago yo aquí? ¿quiénes son ellos?

Me sentía como si me hubieran abandonado en un país extraño, desarrollé una mezcla de compasión y asco por la humanidad y lo peor de todo es que yo formaba parte de esto, tenía que mezclarme con la podredumbre llamada gente y pensarlos como mi prójimo.  No fue fácil el comienzo, debo reconocerlo. Ahora vivo en estado de resignación.

La primera decisión que tomé en la vida sin haber leído ningún libro y sin haber hablado con ningún sabio fue: la vida no vale la pena. No me voy a reproducir como todos los demás.

Empecé a leer siendo muy joven y descubrí que los autores que más admiraba también despreciaban la multiplicación de los seres. Supe que era un mamífero cuando vi los perros con los ojos desorbitados por su perra y sentí asco. Supe que las mujeres no pueden ponerse en el nivel de las cerdas y las burras porque tienen cerebro y conciencia y  porque un embarazo es un desgaste innecesario de energía, un riesgo para la salud. Y los hijos una inversión económica tirada a la basura.

Al ver el tipo de hija que era yo, los pensamientos que se cruzaban por mi mente, supe que jamás tendría un hijo porque ese pobre ser no me daría la talla, no me merecería. Sin contar con que como mamífero, al haberme «realizado como madre» me hubiera convertido en una idiota más, porque así de «sabia» es la naturaleza y así de triste es la vida.

Además la genética es caprichosa y no vale la pena arriesgarse.

Millones de imbéciles se reproducen desde el comienzo de los tiempos justificando su acto perverso con ideas altruistas del tipo: quiero formar ciudadanos de bien, qué bonito es dar ejemplo, es maravilloso ver crecer a un niño indefenso, este es mi legado, mi apellido, mi herencia, la huella de mi paso por la vida…

Ningún ser humano pidió ser tirado a este mundo miserable y sin embargo este acto tonto se ha realizado de manera automática y no parará hasta cuando la Tierra explote o hasta cuando se cumpla el sueño postapocalíptico que ha presentado el cine y la literatura pero que casi nadie se toma en serio porque todavía sienten que vendrán tiempos mejores y no vale la pena estresarse pensando en tonterías sin importancia. La raza superior justificará su tontería diciendo que esperaban la venida gloriosa de su Salvador o de un ser de otra galaxia y hasta el final dirán que los hijos son la alegría del hogar y que se ven primorosos en sus perfiles de Facebook y de Twitter en compañía de sus padres. Hasta el último día los exhibirán como su gran obra de arte.

De entrada no creo en la humanidad, en su bondad ni en su altruismo, creo que la mayor parte de los seres humanos no saben que son un animal y como no lo saben no se asumen como tal, sienten que nacieron con alma, que fueron creados por un ser superior, que tienen una misión y que los hijos son el fruto del amor y una bendición, un regalo de su creador, de su dios.  

Amo a mi mamá

12 May

Mi mamá no es como la mamá de Fernando Vallejo,

Tampoco es como la de Marguerite Duras,

Virginia Woolf,

Emily Dickinson,

Flaubert

o Proust.

En pocas palabras:

No tengo problemas con  mi madre ni con la idea que me he ido creando de la linda palabra a lo largo de la vida.

No deseo estar pegada a ella como si fuéramos siamesas,

No soy su parásito, no nos tratamos como cajeros automáticos,

No me esclaviza a costa de su afecto

Evito todo tipo de cursilerías  que me hagan ver como la más falsa de las falsas.

No muero por colmarla de cariño como si se tratara de un ser sobrenatural porque no lo es,

No deseo verla muerta porque no me hace ningún daño ni me estorba, ella vive en su casa y yo en la mía.

Si me preguntaran en una entrevista qué pienso de mi madre respondería con naturalidad:

Hemos construido una relación muy sana, más sana de lo que cualquier psicólogo se pueda llegar a imaginar.

No escribo para santificarla porque no es una santa

No escribo para  condenarla porque ha sido tan buena como puede serlo la madre de una persona  como yo.

Si yo fuera mi madre me sentiría orgullosa de su hija, claro que sí.

En un mundo tan feo tuve suerte de tener una madre joven, bonita y juguetona.

De grande decidí que no sería madre porque no podría entregarme así como se entrega ella.

Ahora que yo soy una señora vieja y ella es 22 años mayor que yo y ella tiene una mamá 22 años mayor que ella, es decir 44 años mayor que yo, empiezo a sentir el abismo que ha sentido mi pobre mamá ante su mamá y ahora soy yo quien me levanto pensado: ¡yo podría vivir 44 años más y estos 43 años no son pocos! Ay.