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Carolina Sanín y el peligro de dejarse devorar por el mundo virtual

21 Ene

Me he ocupado de Carolina Sanín desde hace siete años, supe de su existencia en Twitter y a partir de ese momento le he hecho seguimiento a su carrera, a sus actitudes y a su apuesta  estética porque es feminista y porque está interesada en la literatura, como yo. No la sigo porque esté obsesionada con ella, la envidie o la odie sino porque es perfecta para pensar en temas de mi total interés como lo son el campo literario, los intelectuales colombianos, la literatura del futuro  y especialmente internet, cómo se puede afectar la vida personal y laboral cuando los usuarios no son hábiles para navegar en estos mundos en los que no se sabe en qué momento la persona se convierte en personaje y el personaje termina arruinando la vida del sujeto, la vida privada de la persona de carne y hueso que sufre y llora, que siente miedo con todo su cuerpo y  no sabe cómo encaminar de nuevo esa vida real que ha sido tragada por el personaje virtual.

Lo que en algún momento parecía tener forma se desfiguró por completo porque teniéndolo todo (capital social, intelectual, económico, cultural y simbólico) Carolina Sanín asumió la actitud de una joven inocente que no tiene nada sino apenas una cuenta en Twitter o en Facebook y se lanza con furia al vacío con un propósito bien definido: volverse famosa, influencer, emprendedora, empresaria, conseguir novio rico o de la farándula, convertirse en actriz porno siendo periodista, etcétera. La joven inocente y arriesgada apuesta y gana o no gana, si pierde no pierde nada puesto que no tiene nada que perder, no  tiene capital y por eso es arriesgada y pendenciera; hará el ridículo durante una o dos semanas y luego aparecerá la apostadora de turno, la protagonista del nuevo show mediático. Una persona como Carolina Sanín no necesitaba jugar en las redes sociales de esa forma y mucho menos en Facebook, donde la ignorancia, el fanatismo, la zalamería y la desinformación son ley.

Carolina Sanín en muy poco tiempo parece haber acabado con la obra que había construido, con su formación profesional y su desempeño laboral. Terminó poniéndose en contra de la universidad de la que es egresada y de la que luego fue profesora. Eso se llama desde la teoría del campo no saber jugar, no saber mover las fichas, no saber apostar, jugar de forma torpe. Y toda una suma de errores no es más que el fruto de haber sentido que podía ejercer más poder desde un tonto perfil de Facebook que desde el mundo real. Sintió que sus fans y los cientos de mensajes zalameros que recibe cada día tenían más valor que lo que había cosechado en el mundo real, en la realidad ajena a las redes sociales.

Como experta en lectura y escritura en redes sociales cuál es mi consejo para no caer en estos límites absurdos:

Cuando sienta que su vida virtual es más relevante que su vida real, que la gente de carne y hueso y su propio cuerpo, cuando su personaje virtual empiece a ser más importante que el cuerpo que usted habita y ese personaje empiece a afectar de forma negativa su vida real y sus relaciones con otros seres humanos en diferentes entornos, lo mejor es desaparecer de una vez y para siempre de todas las redes sociales, hacer de cuenta que no existen. Muchas personas en el mundo viven perfectamente sin redes sociales.

Cuando sienta que su personaje en internet es más fuerte que usted como persona, como ser humano de carne y hueso que disfruta comiendo, bebiendo, durmiendo, caminando, trabajando y compartiendo la vida con otros seres humanos, lo mejor es desaparecer de las redes sociales de una vez y para siempre, no pensarlo tanto, no seguir arruinando la vida.

Internet produce adicción física y psicológica y puede ser más peligroso que el bazuco, arruina vidas y el usuario debe estar siempre alerta. En este mundo negro donde la persona deja de ser relevante para darle todo el poder al personaje puede caer el niño de siete años y la profesional mayor de cuarenta, no es un asunto simple y no debe ser tratado con ligereza.

Una casa para escribir

21 Feb

Virginia Woolf necesitaba una habitación propia y terminó matándose; murió sin descubrir que lo que de verdad necesitaba era una casa suya y soledad, para escribir.

Marguerite Duras no fue tan conformista, tuvo la fortuna de nacer un poco después de Virginia Woolf, tenía el terreno mejor abonado. Ella necesita una casa inmensa y soledad para escribir. Lo sabía desde niña y construyó su vida en función de ese deseo.

Admiro a Virginia Woolf pero admiro más a Marguerite Duras porque fue más fuerte y arriesgada.

Virginia Woolf fue como tantas mujeres conformistas que vio en el matrimonio con un hombre -un socio y un hermano- el sustento más cómodo para aparecer como una señora normal y respetable ante la sociedad, como una mujer que no sucumbió ante la soledad. Le rindió culto a la familia y soñó con ser normal y aunque esa vida no le resta mérito a su obra vale la pena preguntarse qué tipo de textos hubiera escrito en caso de haberse atrevido a dar el gran paso. ¿Hubiera escrito textos como los que escribió Marguerite Duras?

La escritora más consciente que he leído es Marguerite Duras y he tomado varias ideas suyas para adaptarlas a mi propia vida. Una vida como la de ella sin incluir la tristeza, el alcohol ni el puterío.

Ella tenía claro desde muy joven que amaba el sexo y a los hombres pero la escritura era lo que de verdad le importaba. Quería tener un amante, varios amantes, mucho sexo, muchos amantes, mucho alcohol y soledad, pero lo que de verdad quería era escribir, escribir era lo que de verdad le importaba en la vida.

Compró una casa inmensa con su propio dinero, con ganancias obtenidas escribiendo. Eso es maravilloso.

Compró una casa inmensa para perderse en ella y para sentirse aún más sola porque la soledad la cautivó desde la infancia y decidió que la soledad es el mejor sustento para escribir.

Un hombre que escribe necesita una mujer para que lo atienda, para que lo adore como a un rey y para que lo mime como a un niño, un hombre que escribe necesita una mamá para que le sirva de amante cuando se sienta solo. La mujer del escritor puede ser su madre, su esposa, su sobrina o su sirvienta, cualquiera de las cuatro sirve; si es una mujer multifuncional como algunas impresoras, es la mujer perfecta, lo que importa es que sea una mujer. Un hombre que escribe necesita una mujer que haga el papel de mamá y le levante el ánimo cuando se siente solo, miserable, mediocre y fracasado, es decir, un hombre que escribe necesita una mujer a su lado la mayor parte de las horas de su triste vida.

Una mujer que escribe no necesita un hombre a su lado. Un hombre al lado de la mujer que escribe se convierte en un estorbo, en un mueble, en alguien que termina sobrando en el espacio de la escritura.

Marguerite Duras necesita apropiarse de la totalidad de la casa, ella forma parte de la casa, la casa no es un simple espacio en el que transcurre el tiempo sino que es el espacio para escribir y en esa casa se debe crear la atmósfera perfecta para la escritura y lo fundamental es la soledad.

***

Tenía pensado vender esta casa, estaba pensando en una casa para la vejez, en un espacio bien pensado para pasar los últimos años de mi vida, sean dos o sean cuarenta y cuatro-, lo tenía decidido, pero cuando pienso que tengo que abandonar esta casa, la casa en la que he pasado los últimos once años de mi vida me duele empezar de nuevo. Esta casa es una casa cultivada, se ha ido llenando de mí, es como si fuera yo. Me da pesar que otras personas se apropien de ella y tal vez me sientan a mí sin saber que soy yo, sin saber que era la casa de la escritura y tal vez la quieran para convertirla en la casa del televisor, la lujuria y la violencia. Esta casa no se merece ese triste final, merece estar conmigo hasta el último día y luego ser clausurada. Que pueda ser vista sólo desde afuera, una casa mágica a la que es prohibido entrar porque es la casa de la escritura y si no está habitada por quien escribe pierde la esencia de su ser.

 

Carta abierta a un lector enamorado

9 Jul

Desde hace una semana un lector frecuente de este blog dejó varios comentarios, decía que envidiaba a Andrés, que le encantaría conocer a alguien como yo porque sería un privilegio. Para demostrarle que soy una señora de carne y hueso que desayuna, almuerza, come, duerme y trabaja como cualquier otro ser humano le pedí que me siguiera en Twitter y habláramos. Hablamos y se deshizo en halagos. Quería conocer mi voz y que yo conociera la suya, entonces pasamos a WhatsApp y oí su voz.

Hablamos durante cuatro o cinco horas y mi deseo era que entendiera que soy una persona común y el hecho de que escriba tan bien no me convierte en un ser sobrenatural. Para que viera que soy humana le dije que podríamos vernos algún día y tal vez podríamos llegar a ser amigos. Más allá de eso no porque vivimos en ciudades diferentes y tenemos muy pocos rasgos comunes. Para comenzar nos separan 18 años de edad y no quiero volver a relacionarme con hombres menores porque no quiero que me tomen por feminazi. Le conté varios detalles de mi vida privada para que me viera como la persona común que soy, ese detalle lo hizo sentir en una relación íntima y se ilusionó un poco más.

Hoy le dije que no deberíamos volver a hablar pero insistió. Tuve que bloquearlo y entonces decidió dejar comentarios en el blog diciendo que es un bobo. Sus últimos mensajes en Whatsapp fueron reproches, que mi nivel es muy alto para un hombre como él, que tengo razón al rechazarlo.

Es una situación muy incómoda, no lo voy negar.

No soporto la idea de que alguien se entusiasme o sufra por la señora que escribe aquí. Ni amor ni odio, esos sentimientos no deben tener nada que ver con la escritura. La gente no debería experimentar sentimientos gracias a la escritura sino por el trato directo con las personas, aunque escriban bien o no porque ese detalle no es tan importante en las relaciones humanas. La escritura es un oficio más y la gente que escribe también es humana, como todos los demás, no deben tener privilegios.

La escritura tiene muy poco que ver con la persona que escribe. Hay libros enteros sobre eso, la persona que escribe no debe ser confundida con la escritura y el escritor no debe usar su estatus de «artista» para tener un séquito de admiradores y para disponer del cuerpo de sus lectores sólo porque escribe muy bien. Eso no es justo y los escritores que confunden la escritura con el sexo son unos abusadores. Los lectores que convierten al escritor en objeto del deseo también están un poco confundidos porque el sexo no tiene nada que ver con la escritura. Lo mejor que se puede hacer con un texto escrito es leerlo y ya.

La mayoría de los escritores

4 Feb

La mayoría de los escritores son gente tan fea que sus caras destruyen un sentimiento que quizá podría haberles sido favorables. Quizá soy demasiado sensible, pero varias veces me he sentido tan repugnado por esas caras que no he podido leer los libros sin que la cara se interpusiera. Especialmente esas caras de mujeres maduras gordas con ojos de cuervo.

Es horrible admirar el libro de un hombre y después conocerlo, y destruir todo el placer que causó su obra con unas pocas posturas egocéntricas, de modo que no sólo a uno le disgusta su personalidad, sino que nunca puede volver a leer nada de él con una mente abierta. Su pequeño ego malo siempre está espiándolo a uno detrás de las palabras.

Otros escritores están haciendo cosas todo el tiempo (charlas en ferias del libro, giras de firmas de autógrafos, conferencias, difusión de sus personalidades en tontas entrevistas) que, no puedo evitar pensarlo, los hacen parecer un poco baratos. Para ellos es parte del oficio, para mí, es lo que lo vuelve un oficio.

Cada cosa que uno alcanza elimina un motivo para querer alcanzar algo más. ¿Quiero ser un gran escritor? ¿Quiero ganar el premio Nobel? No si es demasiado trabajo. Qué diablos, les dan el premio Nobel a demasiados mediocres para que me interese. Además, tendría que ir a Suecia y ponerme un frac y pronunciar un discurso. ¿El premio Nobel vale todo eso? Diablos, no.

¿Por qué diablos esos idiotas editores no dejan de poner fotos de escritores en sus sobrecubiertas? Compré un libro perfectamente bueno… estaba dispuesto a que me gustara, había leído sobre él y entonces le echo una mirada a la foto del tipo y es obviamente un completo imbécil, una basura realmente abrumadora (fotogénicamente hablando) y no puedo leer el maldito libro.

El simple arte de escribir. Cartas y ensayos escogidos. Raymond Chandler. Barcelona: Emecé: 2004. 326 páginas.

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