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Análisis pragmático del discurso lastimero de Virginia Mayer

11 Oct

¿Quién es Natalia Roldán?

Es una periodista  de la revista Cromos que contactó a Virginia Mayer en Twitter con un sencillo «Hola. Soy periodista de Cromos y quiero escribir sobre ti, por Polaroids. ¿Me darías un teléfono o un correo para contactarte?». Virginia la contactó, se conocieron mejor y de la conversación salió un esperpento periodístico que analizaremos a continuación.

La introducción es apoteósica: «Sincera hasta la crudeza, idólatra de Bukowski y Frida Kahlo, libre y libertina, Virginia Mayer empezó a hacerse famosa cuando escandalizó a los puritanos con sus calientes columnas en Kien y Ke. Ahora es una reconocida escritora y tuitera».

¿Sincera hasta la crudeza? ¿Qué tipo de imbécil se define a sí mismo como sincero hasta la crudeza. ¡nadie! O sí, alguien: Virginia Mayer, la periodista más inocente que he tenido el gusto de leer.

Idolatra a Bukowski y a Frida Kahlo. ¡Qué novedad! Otra pobre muchacha que por el hecho de tomarse unas cervezas de vez en cuando con las amigas y por padecer un terrible dolor de espalda se siente hermana de artistas que merecen un poco de respeto.

«Libre y libertina». Virginia se autodefine como libre y libertina y yo me pregunto qué es ser libre y libertino, nadie puede serlo, estamos condicionados. ¿ella busca escandalizarnos? Esas frases tontas causan escándalo por lo tontas que pueden llegar a ser. Sí, estoy obsesionada con la tontería. Virginia es la maestra indiscutible representando el papel de muchacha tonta, muy tonta.

«Empezó a hacerse famosa cuando escandalizó a los puritanos con sus calientes columnas en Kien y Ke. Ahora es una reconocida escritora y tuitera». Como diría Ricardo Cano Gaviria: «esto no hay por dónde agarrarlo», ¿qué puede uno decir sobre la fama y las columnas calientes de Virginia Mayer? ¿a quién escandaliza con la basura que escribe en Kien y Ke? ¿a la gente que sabe escribir? ¿quiénes son los puritanos?

«Cuando te la presentan es pura dulzura. Sonríe –con los labios siempre rojísimos–, saluda con su voz acaramelada y se ve adorable detrás de los rollitos de su figura», escribe la periodista pudiendo ser sincera; pudo haber escrito, por ejemplo, «Es una gorda sin gracia con voz de ardilla» pero se empeña en afinar al personaje con palabras que sólo pueden engañar a un albañil o a un lector de El olvido que seremos.

«Parece mentira que es ella quien también escribe, sin el menor resquicio de pudor, que folla a la carta; que le gustan las tetas grandes, más grandes y chiquitas, y que se masturbaba con un muñeco Alf cuando empezó a conocer el placer que le podía regalar su cuerpo». ¡Ríanse!

«Aunque parece una blanca paloma, hace tres años llegó a Kien y Ke con una columna en la que destapaba todo lo que se podía saber acerca de su vida, incluso las revelaciones sexuales más brutales. Los más mojigatos pusieron el grito en el cielo, otros la leyeron con morbosidad y sin falta, y algunos encontraron en ella una voz que se atrevía a contar lo que todos vivimos pero no confesamos». ¿Todo lo que se podía saber acerca de su vida? ¿acaso ella quién es? ¿una estrella del cine porno? ¿Natalia París? ¿La gorda Fabiola? ¿revelaciones sexuales más brutales? Ni siquiera Nacho Vidal usaría la expresión «revelaciones sexuales más brutales» si llegara a narrar algún día la historia de su vida. ¿quién se cree Virginia Mayer? ¿por quién nos toma? ¿juega con nosotros como juega Carolina Sanín con sus videos en YouTube? ¿qué es esto? ¿el fin del mundo? ¿estamos dominados por la tontería absoluta?

«Mayer empezó a coquetear con el periodismo cuando decidió estudiar Comunicación Social, interesada en la radio. Todavía en la universidad, pasó por Javeriana Estéreo, trabajó con Jaime Sánchez Cristo y luego su hermano Julio se la robó para que fuera su productora internacional en Miami». Julito y Andrés Hoyos son los padrinos intelectuales de esta joyita. ¡Ríanse de nuevo!

«¿Qué vio en ella la voz más conocida de Colombia? «Soy la persona más intensa que has conocido –explica–. No me rindo, y estoy convencida de que si uno toca puertas y toca puertas y toca puertas, las abren. Yo le conseguí a Julio, entre muchas otras, la entrevista con Paul McCartney por la que se ganó el Simón Bolívar»». Oh, ah, ay, Virginia nos confiesa cómo se ha ganado a pulso cada triunfo cosechado. Y reniega de nosotros, los pobres habitantes del país del Sagrado Corazón.

«Pero Mayer odió el blanco –blanquísimo– Miami. Odió que todo el mundo quisiera ser J.Lo y Ricky Martin, que los carros brillaran tanto y que en cada esquina hubiera un latino pretencioso, así que escapó. Terminó en Nueva York, estudiando escritura creativa. Lo suyo no eran las chivas noticiosas sino la gente, en su intimidad, y en la ciudad que nunca duerme empezó a coleccionar esas historias que le interesaba contar y con ellas fue armando un libro cuyos capítulos llegaron a Kien y Ke en Bogotá. Su voz directa y sincera les llamó mucho la atención y le ofrecieron una columna que escribió durante un tiempo desde Estados Unidos pero finalmente llegó a Colombia como periodista de planta del medio digital». Virginia considera que trabajar en Kien y Ke es un gran triunfo como periodista y como profesional.

«El cuerpo de Mayer ha sufrido mucho y ella con él. Cuando tenía diez años y vivía en Uruguay –allí creció, su papá es uruguayo y su mamá colombiana–, sufrió un accidente mientras jugaba en el parque, al caer sobre un tubo que se clavó en su vagina. «Di 100 besos antes de tener sexo porque siempre pensé que no podía ser penetrada». Luego, dos décadas más tarde, debió someterse a una cirugía de columna: tenía una hernia del tamaño de una pelota de golf que presionaba el nervio ciático y que la obligó a aguantar el dolor más intenso que jamás había sentido. «Desde ese entonces, no hay nada que me parezca más sexi que un bastón –cuenta–. Pensar que esa persona puede sentir el mismo dolor que yo sentí y saber que aún así sigue marchando me parece increíble». Ahora sabe que sufre de artritis degenerativa y en su casa tiene pequeños altares para Frida Kahlo, pues se identifica con su historia y vive obsesionada con su sufrimiento: «Sé que mientras duela estoy viva»». Desde hace un tiempo Virginia usa como estrategia para ser más «famosa» ponerse en el papel de víctima, nos cuenta que está enferma, endeudada, cada día más gorda; sabemos que se hace tratar por problemas psicológicos, que está sola, deshecha, triste… Busca inspirar lástima y lo logra. Como tierna representante de esta pobre patria expone la miseria propia para recaudar fondos con los que sobrevivir ¿Imaginan a Bukowski o al marqués de Sade desarrollando semejante pose? Yo no, estos hombre tenían dignidad, eran orgullosos y arrogantes.

«Ese cuerpo condenado a la mala suerte también fue el que le indicó que las mujeres despertaban algo especial en ella y el que la llevó a aceptar que es bisexual: «Yo empecé a afrontar esas sensaciones cuando llegué a Bogotá a estudiar comunicación. Aquí perdí mi libertad, me sentí atrapada, juzgada. En ese entonces mis sueños todavía eran los que mis viejos tenían para mí y solo hasta que llegué a Nueva York pude sentirme realmente libre, ser fiel a mi naturaleza».» Virginia se endeudó más que un usuario del Fondo Nacional del Ahorro para pagar sus estudios en el exterior pero se vanagloria como cualquier provinciano de que su coeficiente intelectual y su estilo en la escritura mejoraron de manera evidente gracias a que es una joven «bien preparada» porque montó en avión.

Y siguen los lamentos y la lambonería por parte de la pobre periodista: «Cuando aprendió a ignorar el qué dirán, siempre cargando sobre sus hombros la dramática historia de su cuerpo, empezó a seguir su corazón y a escribir con su estómago. Tardó nueve años en terminar su primera novela, Polaroids, que se nutre de su vida, de la gente que la rodea y de las historias que ha conocido en su andar gitano por el mundo. Su voz literaria es honesta y deja entrever su amor por Bukowski, Sade, Bret Easton Ellis y los beatniks. El libro tiene algunas escenas sexuales, pero no es literatura erótica: «Se tiene la idea de que yo soy la gurú del sexo, pero simplemente me gusta lo más íntimo de la gente». Por eso, como periodista le interesa escribir sobre lo que es tabú, sobre drogas, libertinaje y vidas no convencionales. Al leerla no se encuentra a una autora pretenciosa, sino a una maravillosa contadora de historias, que lleva al lector encantado del título al punto final con un lenguaje sencillo, franco y cercano».

«Mayer se considera impulsiva, energética, fiel, libre y libertina. Adora las groserías colombianas, como «pirobo» y «gonorrea», y las majestuosas montañas bogotanas. Le encantan las mujeres masculinas y los hombres viejos. Asegura que siempre va en subida, pero no pisa cabezas para avanzar. Confiesa que nunca ha probado follar con amor, que no tiene arrepentimientos y que no cree en nada. Y aunque admite que le encanta el sexo puerco, al final es una romántica que sueña con enamorarse de «alguien con quien quedarse en la casa un viernes tomando vino con la luz apagada y las ventanas abiertas»». ¿Cómo puede ser nuestra heroína libre y libertina con veinte kilos de más, tan enferma como se nos presenta? No creo que tenga mucho de qué arrepentirse porque tampoco creo que haya recibido propuestas sexuales muy atrevidas, para tener sexo puerco, como lo llama ella, se necesita buen estado físico y nos acaba de confesar que un amante suyo es una especie de confidente que la llama para preguntarle si se tomó los medicamentos y durmió bien.

Hay gente que pide compasión para Virginia Mayer, hay gente que se molesta con posts de este tipo. Pero, por favor, alguien tiene que denunciar la infamia, la mentira, la pose, el engaño. ¿por qué hay periodistas como Natalia Roldán y medios como Cromos que se empeñan en subestimar a los lectores? ¿quién cree este tipo de patrañas? ¿cuando se quedan sin personas para entrevistar no sería más decoroso publicar números menos voluminosos a costa de expresar un poco de respeto hacia los lectores?

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