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Contra las suegras

8 Ene

Cuando una mujer está enamorada de los hombres pero no de la familia, los hijos ni la convivencia feliz desarrolla especial repulsión hacia ese ser repulsivo llamado la suegra. Ese personaje macabro termina convertido en un estorbo puesto que no tiene ninguna utilidad en una relación sin fines patrimoniales ni reproductivos sino sólo lúdicos, es decir, sexuales.

Bien sabemos que la familia, los hijos y la sociedad son los pilares sobre los cuales se funda la gran mentira, ese gran invento de los humanos para saciar el miedo a la soledad y a la autonomía.  Para vivir con la sensación de que no están solos y de que no se sustentan en el vacío.

Si una mujer es amable y solícita con su suegra es porque está buscando marido o quiere conservar al actual y cree que conquistar a la arpía le servirá de muleta para darle sustento a su miedo y su inseguridad, es decir, para conservar a SU hombre.

 

Familia unipersonal

8 Jul

Me contó mi hermana que en Bogotá hay proyectos de vivienda para familias unipersonales. Algo con lo que yo soñaba hace diez años -cuando estaba comprando casa- y no encontré. Cuando compré la casa desde donde escribo este post el modelo definido de familia -visto desde los proyectos de vivienda- era simple: un hombre, una mujer, dos niños, que equivalen a: habitación principal, dos habitaciones pequeñas, estudio, área social, cocina, comedor, terraza, balcón, dos o tres baños. Esa era la estructura general de los proyectos de vivienda hace diez años en Bogotá.

¿Qué es una familia unipersonal?

Es una familia constituida por una sola persona.

Parece una contradicción pero no lo es porque la familia es la base de la sociedad, la sociedad mueve la economía y si una persona que vive sola consume vivienda esa vivienda debe ser puesta a disposición de la nueva familia.

La vivienda para familias unipersonales no tiene espacio para comedor, espacios inmensos para recibir a los amigos ni cocinas muy bien dotadas. Tienen un solo baño.

Esa era mi vivienda soñada. Miré los proyectos, me antojé y luego decidí que ese tipo de vivienda no es para mí.

¿Por qué?

Porque la soledad es hermosa cuando se comparte con familias tradicionales, es excitante sentirse diferente a todos los vecinos, ser visto como un bicho raro, tratar de adivinar qué piensan las vecinas gordas de una familia como la mía. Un conjunto de familias unipersonales debe ser un conjunto macabro porque si todas las personas que viven solas a conciencia como yo son como yo, ese el comienzo del fin de la civilización porque las personas que viven solas a conciencia tienen bien definido por qué lo hicieron y lo último que quieren ser es buenos vecinos, es decir, ser amigos de sus vecinos y aspirar a ser como ellos. Tengamos en cuenta que los tres años de convivencia con Andrés no alteraron mi mente de soltera eterna porque llevaba viviendo sola 23 años y mi cerebro se acomodó a su estado natural en cuatro meses.

Hace dos semanas pensaba que podría volver a vivir con alguien. Hoy pienso que no, es mucho más sana la relación entre un hombre y una mujer cuando cada quien vive en su casa.

El panorama de los conjuntos residenciales para familias unipersonales debe ser tan desolador como el presentado en las novelas francesas recientes, las de Houellebecq, Foenkinos, Beigbeder… Personas  solas que a veces se sienten abandonadas, gente satisfecha porque se siente autosuficiente, controlada, madura, independiente, fuerte… Pero en lo más íntimo de su ser, cuando se ponen sinceros con ellos mismos, se sienten absolutamente solos y miserables.

Todo lo que han dicho los grandes filósofos sobre los valientes que han decidido vivir solos como proyecto de vida es imposible de realizar en este tiempo de éxito profesional, cambio de sexo, tetas gigantes de silicona, viajes baratos y antidepresivos que se consiguen en los supermercados.

La familia unipersonal del siglo XXI no tiene nada que ver con la del siglo XIX o XX. Esa soledad no se alimenta de filosofía ni de literatura sino de libertad sexual y bohemia y yo no podría soportar unos vecinos bogotanos que se creen moralmente superiores porque beben, se drogan, son promiscuos, gente de mente abierta de la que intenta suicidarse cada cierto tiempo, intelectuales de avanzada que admiran a los intelectuales franceses de comienzos y mediados del siglo XX y aspiran a ser como ellos pero no lo lograrán nunca porque están más cerca del modelo gringo aunque no lo sepan.

Restauración del orden

30 Jun

Nací ordenada, creo que el orden de los objetos es el orden de la mente y de manera instintiva asumo que cada cosa tiene su lugar en el mundo, en el mundo que es una casa. Pero también soy tolerante y sé adaptarme. Viví con Andrés durante tres años y aunque tiene muchas cualidades no es un hombre ordenado, más bien es un hombre muy desordenado. Desde hace cuatro meses volví a vivir sola y poco a poco he ido apropiándome de nuevo del espacio y la experiencia ha sido sorprendente.

La semana pasada le dije a mi hermana que el cerebro se crea una imagen del espacio cuando debe compartirlo con otros seres humanos y sin decirlo cada quien delimita ese espacio compartido, hay barreras invisibles en los espacios compartidos por los seres humanos, todavía no puedo explicarlo bien pero sé de qué se trata. Pensando en mi espacio compartido con una sola persona durante tres años pienso que el origen de la violencia en Colombia está relacionado con el espacio, con el hacinamiento en el que vive la mayoría de la gente, por eso viven siempre con la sensación de que desean escapar, su hogar es un espacio hostil.

1. La cama

Cuando dormía sola pensaba que lo mejor de la vida era dormir sola y cuando compartía la cama con Andrés también lo pensaba, el cerebro se adaptó a las circunstancias espaciales para dormir y entonces comprendí la frase que dice que el humano es un animal de costumbres. En tres años me acostumbré a dormir acompañada pero había dormido sola durante cuarenta y dos años antes y mi cerebro lo sabía, lo recordaba y le gustaba, pero mientras viví con Andrés nunca apareció este recuerdo con nostalgia. El cerebro me hacía trampa porque el cerebro es la principal arma de supervivencia de la máquina de movimiento llamada ser humano. Mi cerebro está programado para asimilar todas las experiencias de forma positiva y por eso siempre siento que estoy pasando por el mejor momento de mi vida. Es una bella ilusión creada por mí misma y gracias a la escritura la hago ver todavía más bella de lo que pueda llegar a ser.

Cuando volví a dormir sola comprendí que durmiendo acompañada me sentía como una animalito acorralado e indefenso que debía aprender a compartir su espacio y aprendí. Nunca tuve dificultades para dormir acompañada, pero a medida que va transcurriendo el tiempo el animalito de costumbres que soy está repitiéndose de nuevo que es mejor dormir sola que acompañada. Sí, soy egoísta, sibarita, independiente y sé adaptarme a las situaciones, soy una buena máquina de supervivencia, un buen robot de carne.

2. La silla

Compré una silla para sentarme a leer, a pensar, a descansar, a tomar la siesta y a ver películas. Le pedí a quien me asesoraba que me diera exactamente eso: una silla para la reina. Esa silla debe tener unos cinco años, es decir, que cuando Andrés se vino a vivir aquí la silla estaba disponible para los dos. Pero poco a poco, sin decirlo, sin saber por qué, él se fue apropiando de la silla porque le fascina ver televisión y mi silla terminó siendo la silla del pc. Por una parte me acostumbré a ver televisión desde la silla del pc (y a estar todo el día conectada a internet, a leer libros y ver películas desde esa misma silla)  y por otra parte la silla de la reina se convirtió en la silla del rey. Nunca hablamos de la silla, nos sentíamos bien, muy bien, fueron tres años maravillosos de convivencia, pero me costó más de dos meses recuperar con timidez esa silla. Igual que con la cama me fui acomodando de nuevo en la silla, no volví a ver televisión y ahora leo más en la silla, duermo más en la silla y volví a ver tres películas diarias desde la silla, que es uno de los grandes placeres de mi vida, lo que he hecho durante tantas tardes a lo largo de mi dulce existencia.

3. La cocina

La cocina no tuve que recuperarla, la cocina tuve que abandonarla. Con Andrés me acostumbré a ser tolerante y comía un poco más, mucho más de lo que como cuando vivo sola. Puedo pasar casi un día entero sin comer y no me enfermo, me gusta comer sólo cuando tengo hambre y casi nunca tengo hambre porque como libros y películas. El primer gran placer que gocé de mi rescatada soledad fue el placer de no comer tanto y de no cocinar. No me gusta cocinar, me gusta desayunar y almorzar sola en restaurante, lo he hecho durante mucho tiempo y lo disfruto como cuando un perro come concentrado.

4. La casa

Vivo en esta casa desde hace diez años y creo que las casas tienen vida. sólo he vivido aquí y en la casa paterna, que luego se convirtió en mi casa porque mis adorados padres y mis hermanos menores se fueron a vivir en una casa nueva y por eso empecé a gozar los placeres de la soledad muy joven, desde los 19, desde 1989. Era una casa inmensa, me hubiera encantado vivir allá durante toda la vida, pero no se pudo, mi mamá me presionó para que tuviera mi propia casa y creo que hizo bien, es placentero vivir en la casa fruto del trabajo propio, no en la casa fruto del trabajo ajeno (de los padres).

¿Qué pienso de la soledad y de la convivencia ahora que han pasado cuatro meses?

Pienso que la convivencia mata la pasión, la cita, la sorpresa y en alguna medida el amor. Mi hermana tiene razón, uno termina viendo al novio como al hermano. Y esa no era la idea, ya tengo hermanos, no necesitaba un hermano más.

¿Valdría la pena volver a vivir con alguien?

Probablemente, pero no después de un noviazgo de siete años porque ya no tengo vida para placeres tan sublimes.

¿Volvería a tener un novio trece años menor?

No y mucho menos para una relación de diez años; ahora me siento como una vieja verde.

¿Le da miedo vivir sola?

No, vivir sola es mi proyecto de vida. La convivencia me sirvió para entender que toda la gente miente sobre la felicidad de la vida en pareja, son más felices los solteros que los casados. Ahora pienso que muchas personas casadas o en convivencia tienen amantes para olvidarse de los aburridor que puede ser llegar a la casa a hacer oficio con el ser amado, a pasar un fin de semana sin la emoción del encuentro porque hemos pasado toda la semana juntos y de tanto vernos ya no parecemos enamorados sino acostumbrados.

Te amo, pero vivo contigo

16 Mar

El amor es el pretexto para la reproducción y por eso es tan importante para todos aunque no estemos en edad de reproducirnos o hayamos decidido no hacerlo como cualquier marrana gorda. Porque supimos separar el amor de la reproducción, porque no nos dejamos engañar por la sociedad ni nos dejamos manipular por el impulso de la vida que motiva a todos los seres con órganos sexuales diferenciados a mezclarse unos con otros -aunque no crean en el amor-, a reproducirse como cualquier otro animal. La mayoría se reproduce de manera ciega, se divierten de lo lindo convirtiendo dos en tres y presentando el hecho como milagro, proeza o fruto del amor en Facebook y en Instagram. ¡Qué asco!

Los seres privilegiados que nacimos con el don para creer en el amor romántico lo cultivamos con mucho empeño porque la idea que tenemos del amor es lo que mejor nos define, casi más que la idea que tenemos de Dios, la Belleza o la Bondad.

¿Pero qué es el amor romántico?

Vayamos a Wikipedia:

El amor romántico es uno de los modelos de amor que fundamenta el matrimonio monogámico y las relaciones de pareja estables en las culturas modernas, principalmente las occidentales.

El amor idealizado es considerado como un sentimiento diferente y superior a las puras necesidades fisiológicas, como el deseo sexual o la lujuria, y generalmente implica una mezcla de deseo emocional y sexual, otorgándole, sin embargo, más énfasis a las emociones que al placer físico, a diferencia del amor platónico, que se centra en lo espiritual. Algunos analistas recientes1 inciden en que las características más señaladas de este tipo de amor se confirman y difunden a través de relatos literarios, películas, canciones. Se trata de un tipo de afecto que, se presume, ha de ser para toda la vida (te querré siempre), exclusivo (no podré amar a nadie más que a ti), incondicional (te querré pase lo que pase) e implica un elevado grado de renuncia (te quiero más que a mi vida).

El amor romántico es incompatible con la convivencia porque ésta le resta poder a la emoción del encuentro, al deseo de ver al ser amado, a permitirnos el placer de soñar con los momentos que se compartirán esa próxima vez que se espera con emoción e intensidad. Con la convivencia se acaba la novedad, es una especie de  ¡Sí! ¡Te amo!, pero tanto como a mi hermana o a mi mejor amigo, somos felices haciendo mercado, comprando ropa para los dos, en las salas de cine, en el parque jugando con los perritos y riéndonos en la cara de la gente como niños, viendo televisión y burlándonos de todo y de todos.

Pero tanta dicha, tanta pasión compartida, tantos maravillosos momentos que hemos vivido juntos, yo a tu lado y tú al mío, se convierten en una maldita rutina que me hace olvidar que un día te amaba tanto que deseaba vivir contigo para no cansarme de contemplarte cada mañana, cada atardecer y cada noche.

Julio Ramón Ribeyro tenía razón. La convivencia mata el amor. Uno se convierte en la mejor amiga o en la hermana del novio y eso no es justo:

El gran error de la naturaleza humana es adaptarse. La verdadera felicidad está construida por un perpetuo estado de iniciación, de entusiasmo constante. Y aquella sensación sólo la producen las cosas nuevas que nos ofrecen resistencia o que aún no hemos asimilado. El matrimonio destruye el amor, la posesión mata el deseo, el conocimiento aniquila el placer, el hábito la novedad, la destreza, la conciencia. Ser el eterno forastero, el eterno aprendiz, el eterno postulante: he allí una forma para ser feliz. Un fórmula sin embargo difícil. La naturaleza humana reclama la estabilidad. La estabilidad en el amor, en la residencia, en el pensamiento. Hay en nosotros una pesada carga de sedentarismo que nos obliga a vivir en un sitio, querer a una mujer, pertenecer fiel a una ideología. Y esto es terrible pero necesario. Necesario porque tiene sus compensaciones, y porque hace posible, además, la vida social. El nomadismo, como lo concibo -geográfico o intelectual- produciría una sociedad anárquica y primitiva, construida por hombres egoístas y dispersos.
Quién sabe, sin embargo, si esto será lo mejor. Por lo menos cada uno seria feliz -lo creo al menos- y ésta es ya una razón suficiente.