- Mis chistes son muy pesados
Nací en una familia con humor ácido pero creo que mi humor es más ácido que el de todos ellos juntos seguramente porque soy la única soltera y sin hijos. Mis hermanos son mayores y menores y ese hecho me concede el privilegio de ser una nulidad, una hermana que no necesita demostrar nada ni tener ningún tipo de autoridad como tampoco ser la nena consentida de nadie.
Mi madre que está en el Cielo desde hace seis meses varias veces lloró de tristeza y de desilusión ante mis comentarios crueles pero la mayoría del tiempo compartido pasábamos horas enteras muertas de la risa diciendo barbaridades y riendo como embriagadas sin haber consumido una sola gota de licor. Antes de morir soñaba con que nos viéramos mucho más y nos vimos; estoy segura de que murió convencida de que mis chistes pesados son una gota en un mar de bondad y si alcanza a sentir algún tipo de energía mientras escribo esta línea sabe que soy una persona esencialmente justa y noble, como lo sabe la gente que me conoce de verdad. Ella me conoció de verdad, eso es lo que espero.
Otro dato que podría servir para entender mi «maldad» es que mi humorista favorito de todos los tiempos es Groucho Marx en Sopa de ganso y me fascina ese humor ordinario enmarcado en el arte, la ética y la critica despiadada. Tengo el gen del comentarista pesado y mi pasión es la crítica literaria, también me gusta el Sócrates borracho e imprudente retratado por Foucault en El coraje de la verdad: «Su deber, su obligación, su responsabilidad, su tarea, consiste en hablar, y no tiene derecho a sustraerse de esa misión. Lo veremos precisamente en Sócrates, que lo recuerda a menudo en la Apología. Ha recibido del dios la función de interpelar a los hombres, tomarlos por el brazo, hacerles preguntas. Una tarea que él no abandonará. Aún amenazado de muerte, la cumplirá hasta el final, hasta su último suspiro».
2. Me meto con el aspecto físico de las personas
Las personas somos cuerpos y hay un tema que me llama la atención del feminismo actual: la gordofobia, el odio a los gordos. No odio a nadie y mucho menos a una persona gorda pero si voy en un bus prefiero que el destino, la suerte o el azar me conceda un puesto individual y si no hay uno disponible sueño con que mi compañero de viaje no vaya a pesar más de ochenta kilos porque el viaje podría ser un poco desagradable. He escrito sobre gordofobia y me he ocupado en Twitter y en este blog de algunas mujeres gordas que por gordas se sienten con el derecho a pasar por encima de los demás y a aplastarlos con su grosería. En este momento estoy pensando en Virginia Mayer, la periodista que quiso maltratarme y estuvo de moda hace pocos años por su escritura obscena y descuidada, por la exhibición de su vida personal de forma vulgar y lastimera.
3. Cometo abusos
La palabra abuso es una palabra de moda por el abuso sexual, que también es tema central en la agenda feminista desde hace unos diez años y ahora muchos hombres temen acercarse o mirar a las mujeres porque pueden ser víctimas de un escrache real o fabricado. Si escribir sobre escritores, intelectuales, influencers, feministas pop… es cometer abusos lo que uno esperaría es que las personas abusadas desmintieran lo que afirmo o se estableciera un diálogo a partir de un tema pero eso ha ocurrido sólo con Margarita Rosa de Francisco, los demás se limitan a decir en contextos de chisme que soy una mala persona que comete abusos y voy por ahí dañando vidas. Cuando escribo sobre un tema o sobre una persona es porque esa persona o ese tema me interesan, esa práctica se llama Crítica con C mayúscula y la crítica no es sinónimo sólo de elogio sino también de análisis y valoración. Es crítica literaria un ensayo explicando la originalidad de Fernando Vallejo como es crítica literaria un ensayo explicando por qué Carolina Sanín es la imitadora más lamentable de Fernando Vallejo.
4. Mis prácticas erróneas enlodan mis buenos quehaceres
Soy un ser humano y los seres humanos no somos ángeles por más que aspiremos a serlo y si cometo errores es precisamente porque soy un ser humano, no un ángel. El ejercicio como crítica no lo considero una práctica errónea, al contrario, creo que en Colombia no hay crítica cultural ni literaria sino que lo que se practica aquí es la lambonería generalizada y el miedo a perder contactos, amigos o posibilidades (así de pobres somos) por no decir lo que de verdad pensamos con las palabras justas. Como buen pueblo que somos aunque creamos que vivimos en un país aquí las verdades se dicen en tono de chisme, en secreto, a través de mensajes privados. En un país en el que no se ejerce la crítica una persona como yo es vista como equivocada, confundida y desorientada.
5. Soy varias personas
Desde hace mucho tiempo ha habido gente a la que le cuesta creer que sólo soy una pobre mujer, no una organización. La semana pasada volví a conocer a una persona que quería comprobar con sus propios ojos que soy real, un ser de carne y hueso, que soy solo una y nadie más. Este punto tiene mucho que ver con el anterior y duele saber que el carácter y la actitud crítica no pueden ser sinónimos de uno solo, una mujer que habla con nombre propio y rostro propio y nunca ha buscado el apoyo de nadie para analizar nada ni para defenderse de nadie.
6. Sufro de rabia y resentimiento
Hasta hace unos cinco años tenía momentos de ira, nada que haya interferido en el trato conmigo misma ni con los demás, se trataba de una ira fruto de la frustración ante la ceguera, la ignorancia, la superficialidad, el plagio, el falso feminismo, el mal uso de las redes sociales y la telefonía móvil. Traté de hacer pedagogía desde Twitter durante unos cinco años (201o-2015) y sólo recibí la suspensión de varias cuentas, amenazas de muerte, de ataques con ácido, de perder el empleo, de acabar con mi vida; fui víctima de matoneo masivo por parte de centenares de tuiteros colombianos que se sentían ofendidos con mis análisis minuciosos sobre el comportamiento de la gente en las redes sociales y sobre el mal uso de internet en general. Sospecho que en toda la historia de esa red nunca se ha tratado de forma tan violenta a ninguna mujer con apelativos del tipo: loca, fea, malcogida, frustrada, resentida, pobre, marimacho, ordinaria, mal vestida… Creo que la rabia desapareció para siempre en 2018 o 2019 porque sé que es imposible cambiar el estado de casi todo en Colombia y ahora hablemos de mi resentimiento:
Desde niña soy una persona ávida de soledad, tranquilidad y sencillez y por eso no aspiro a tener riquezas (vivo en una casa casi vacía), no quiero triunfar en nada porque triunfar implica llenarse de compromisos (no soporto ir a cocteles, recitales, presentaciones de libros, ferias ni festivales relacionados con nada) y el prestigio me importa poco (no soporto a los ricos, a los triunfadores ni a los famosos). No quiere tener una Carrera ni escribir novelas o libros, me gusta escribir textos cortos que en el futuro se seleccionan para un libro y eso ya lo he hecho.
En la pandemia la universidad dejó de interesarme y por eso decidí renunciar para siempre al sistema laboral y ahora me siento muy bien vendiendo mi biblioteca y dando cursos personalizados cara a cara o vía Google-Meet. No sé mucho de resentimiento y no me siento como una persona resentida porque creo que el resentimiento está relacionado con la frustración y el resentido sufre porque no puede alcanzar lo que alcanzan otros. No deseo ser como Héctor Abad o como Levy Rincón, como Gustavo Petro, como Vicky Dávila ni como Pilar Quintana. Lo que deseo de todo corazón es tener mucho tiempo libre para hacer lo que me gusta: caminar, descansar, comer, dormir, ver películas, hablar con gente y ver pasar las horas sin pensar en planes futuros porque a lo largo de la vida he hecho lo que he deseado, es la ventaja de tener claro lo que se desea y desear poco a pesar de tener todo el talento.

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