Archivo | agosto, 2020

La Sabiduría del señor Bukowski

20 Ago

El que fuera o no un genio no me preocupaba tanto como el hecho de que sencillamente no quería formar parte de nada. El impulso animal y la energía de mis semejantes me pasmaba: que un hombre fuera capaz de cambiar neumáticos el día entero o conducir una camioneta de helados o presentarse al Congreso o abrirle la entrañas a un hombre en una operación quirúrgica o asesinato, todo eso me superaba. No quería empezar. Sigo sin querer. Cualquier día que pudiera estafarle a este sistema de vida me parecía una buena victoria.

Consejos no solicitados

20 Ago

¿Dónde quedará el estatus de los profesores universitarios?

20 Ago

No es mi posición social lo que me hace acaudalado, sino mis juicios; y éstos puedo llevarlos conmigo… sólo ellos son míos y no pueden serme arrebatados.

Epicteto, Discursos (h. 100)

Cuando descubrí la educación quise salir corriendo de allá pero en Colombia si no eres bachiller no puedes trabajar ni siquiera en un D1 o en un Oxxo, si no tienes una carrera profesional no vales nada socialmente y si no tienes una maestría no puedes ser profesor universitario. Yo no quería ser profesora universitaria pero desde hace cuatro meses estoy dando clases en línea a estudiantes que se matricularon para recibir clases presenciales. Esas clases las recibe de forma más o menos similar el estudiante del Sena, el de la Nacional, el de la Javeriana y todos los demás, incluidos los estudiantes de Bachillerato, Básica Primaria y Jardín. No he dejado de pensar dónde quedará todo el despliegue social de profesores y estudiantes de universidades en Bogotá, la ciudad universitaria del país pobre, ignorante y arribista llamado Colombia.

Yo quería ser Intelectual pero no quería títulos universitarios y eso en Colombia es imposible porque leer por leer se ve como tiempo perdido; aquí la gente no estudia porque le gusta leer y escribir sino porque quiere tener plata y ascender socialmente, se comparte la idea de que se logra estudiando en la universidad y no en cualquier universidad, por supuesto.

Descubrí la palabra Intelectual cuando tenía doce años y a partir de ese conocimiento quería armar el edificio entero de mi vida, quería ser intelectual sin haber terminado el bachillerato y sin haber pasado por la horrorosa universidad colombiana porque cuando tenía trece o catorce años supe que en Colombia la universidad no es sinónimo de educación sino de estatus, un espacio en el que vales lo que pagas, la ropa que llevas puesta, el sitio donde vives, los amigos que frecuentas y las bebidas alcohólicas y las drogas que consumes.

Después de haber sido estudiante universitaria durante seis años y profesora durante diecinueve, viendo el panorama mundial en plena pandemia y recordando mi tránsito por la universidad, las bibliotecas, las zonas de estudiantes, las salas de profesores, los cafés, las ferias del libro,  los eventos culturales y sociales alrededor del vino y el whisky, el ascenso y la autoridad me pregunto dónde quedará el despliegue fastuoso de los “intelectuales” colombianos que valían porque iban de avión en avión y de hotel en hotel con su aura de Autoridad dispuestos a intimidar con su estilo en auditorios donde la gente estaba dispuesta a creer todo lo que decían aunque a veces no entendieran de manera clara el discurso porque algunas reflexiones son muy complejas y a veces los profesores universitarios colombianos citan o cantan en otras lenguas.

Ahora que todos estamos encerrados y nadie ve nuestros títulos, teléfonos, carros, ropa, nuestra forma de caminar, hablar, comer, sonreír… Nadie puede viajar ni ser elegante mientras atraviesa un pasillo y hace ruido con sus zapatos. Todos estamos al frente del computador hablando o escribiendo para tratar de impresionar porque no sabemos qué pasará con la universidad colombiana en 2021 y 2022 y como somos tan pobres y sólo devengamos un salario podríamos terminar con la mano extendida en una calle cualquiera igual que las cajeras de Claro que se quedaron sin empleo porque ahora sólo reciben pagos a través de medios electrónicos.

Un profesor universitario en Colombia hace seis meses era un ser humano hundido en la incertidumbre porque la universidad estaba en crisis, la pública y la privada. La deserción siempre ha sido uno de los grandes problemas de la educación en Colombia y en los últimos años la situación era cada vez más preocupante. En Colombia mucha gente ha dejado de creer en la educación como la mejor forma de ascenso social y económico y ahora que estamos encerrados los profesores dependen de los estudiantes que se matriculen. En pocas palabras, los profesores universitarios son una simple fachada como lo son tantos profesionales y lo que provoca un poco de alivio es saber que esta situación no es exclusiva de Colombia, antes de la pandemia se hablaba de precariedad laboral, de gente joven que ni estudia ni trabaja porque no cree en el estudio ni en el trabajo y de gente que ha estudiado mucho y ha escrito más de cien artículos científicos que nadie ha leído y no tiene trabajo, nadie lo contrata porque trabajo no hay.

La guerra de Catalina Ruiz-Navarro contra Ciro Guerra

20 Ago

Ser víctima otorga prestigio, exige escucha, promete y fomenta reconocimiento, activa un potente generador de identidad, de derecho, de autoestima. Inmuniza contra cualquier crítica, garantiza la inocencia más allá de toda duda razonable. ¿Cómo podría la víctima ser culpable, o responsable de algo?

Daniel Giglioli en Crítica de la víctima

Catalina Ruiz-Navarro está empeñada en destruir la carrera de Ciro Guerra y lo dejó bien claro ayer en la conversación con Mariángela Urbina Castilla, del programa Las igualadas, de El Espectador:

“Nosotros no tenemos que esperar a que un juez nos diga qué creer, porque yo creo que esos testimonios están ahí para que la gente pueda hacer sus propias conclusiones, esa idea de que el periodismo es equilibrado y perfectamente  objetivo siempre ha sido falsa  y yo creo que es lo que estamos haciendo las periodistas feministas y tengo que hacerme unas preguntas: ¿Por qué los hombres que tienen más poder en el mundo del cine son hombres? ¿Dónde están todas esas directoras de cine talentosas que hay miles y por qué ellas no reciben tres mil millones de pesos del Ministerio para hacer su trabajo? ¿Por qué esos espacios del arte están monopolizados por unos hombres que resultan ser unos acosadores? No va a pasar nada si las próximas películas de Ciro Guerra no las vamos a ver, eso le abre espacio a un montón de directoras y a un montón de personas en Colombia que son talentosas y que pueden ser talentosas sin acosar a nadie”.

Lo importante no es saber si Ciro Guerra es acosador o violador, lo importante es abrirle espacio a mujeres directoras porque el mundo del cine está acaparado por los hombres y para lograr su cometido se basa en ocho narraciones ambientadas en espacios similares  con víctimas que parecen clones unas de otras. Catalina Ruiz-Navarro asume que es una narración con todos los tintes de subjetividad y amarillismo, sabe que la intimidad de las vidas ajenas presentadas en tono picante hacen mucho ruido y generan indignación mientras aparece el siguiente escándalo; sabe también que de eso se alimentan los internautas en plena pandemia, desesperación sexual e incertidumbre económica, sabe que muchos de sus interlocutores son amantes del porno y los shows mediáticos y que esos shows son mucho más divertidos cuando los involucrados son figuras públicas con gente común. Tiene bien claro que la gente dejó de ver telenovelas y ahora consume historias de seres humanos reales.

Pensemos en la siguiente reflexión de una de las teóricas más rigurosas sobre la narración en el mundo de las redes y el espectáculo:

Entre los usos está por supuesto ese despliegue de lo íntimo/privado -a veces un desliz hacia lo obsceno-, que no perdona ningún espacio ni especialidad, se trate del político, la estrella, el científico o el hombre y la mujer comunes. Así, en la multiplicidad del infinito de superficies y audiencias de la globalización, se impondrá como tematización recurrente al “asomarse” a la interioridad emocional, y de este modo, contrariando una vez más el clásico decoro burgués, saldrá a la luz el mundo de la afectividad y las pasiones, no ya en virtud de los grandes asuntos sino en el detalle más nimio de su domesticidad. Leonor Arfuch, en El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea. (FCE. 2010. Página 81).

El reportaje sobre los siete acosos y una violación de Ciro Guerra consta de treinta páginas de escenas obsceno-pornográficas con las que se puede escribir un cuento grotesco en el que un director de cine se convierte en una especie de Bestia gorda, calva, grande y pesada que devora corderitos blancos, delicados y con novio que van en busca de contactos dentro del mundo del cine. Catalina Ruiz-Navarro deja bien claro que los acosos se dan en contextos de  baile, alcohol, fiesta… que a veces las cosas se salen de control pero se impone el deseo de ascender en el plano social y laboral porque así funciona ese mundo y las pobres mujeres no tienen más alternativa que beber y bailar con los directores de cine.

Las narraciones, presentadas con la clara intención de impresionar, escandalizar o divertir al lector, están escritas en este tono:

.. Entonces me volvió a poner la mano en la rodilla y ahí empezó el forcejeo. Era yo tratando de que no me tocara la vagina, yo trataba de correrle la mano, entonces no alcanzó a tocarme ahí. El man intentó por segunda vez darme un beso y le dije: “¡Hey! ¡Ya te había dicho que no! De verdad, ¡no quiero darme besos contigo!”. Él empezó a ponerse molesto, me dijo: “¿Tú sabes que voy a ser uno de los jurados en Cannes, de la Semana de la Crítica?” y yo le dije: “Sí, sí vi las noticias, te felicito”. Entonces el man empezó a decirme “¿No quieres ir a mi hotel? ¡Tengo un hotel increíble! ¿No quieres pasar una noche conmigo? ¿No quieres tener unos orgasmos?”. Durante todo ese tiempo él estuvo tratando de manosearme la entrepierna y yo tratando de quitarlo. 

Sí recuerdo que este hombre grande y calvo estaba por ahí. Y luego yo me fui a mi casa en un taxi y Beatriz se quedó esperando su Uber con unos conocidos y al día siguiente, cuando me levanté, recibí todos sus mensajes de texto diciendo: “¡Dios mío! No te imaginas lo que me pasó con este director en el Uber!”. Ese día fuimos a almorzar, porque nuestras oficinas quedaban muy cerca, y en el almuerzo me contó todo. Me contó todo menos de 24 horas después de que pasara, fui una de las primeras personas a las que les contó. Ella estaba muy afectada por lo que pasó. Yo pensaba: “¡Dios mío, no puedo creer que te haya pasado esta mierda!”, y eso fue todo. La vida siguió y no volvimos a hablar de eso, hasta que llegó Cannes.

Estas frivolidades dignas de TVyNovelas o Mujeres al límite por la forma en que se tratan las historias y se hacen las narraciones le quitan toda la seriedad al asunto y lo peor de todo es que gracias a estos “trabajos periodísticos” pueden destruirle la carrera a otros directores de cine o artistas por ser hombres reconocidos por su talento y porque necesitan abrirle espacio a miles de artistas colombianas.

Para escribir literatura no es preciso sonreír y bailar con directores de cine que parecen osos y sin embargo no vemos brillar los nombres de los centenares de escritoras colombianas.

¿Dónde están esas lumbreras?

Llevo más de veinte años buscándolas y solo encuentro libros horrorosos de Carolina Sanín, Amalia Andrade, Pilar Quintana, Gloria Susana Esquivel y otras muchas mujeres posando de víctimas aunque tengan todas las comodidades para escribir y no convivan con ningún macho que las oprima.

¿Por qué en vez de andar peleando con el falo opresor mejor se ponen a estudiar con juicio a ver si algún día hacen una obra digna para ejercitarme como crítica literaria?

Medio pollo

20 Ago

En la pandemia cada quien tiene sus miedos

Y mis miedos estaban relacionados con los domicilios y las bolsas plásticas

Nunca he pedido un domicilio a lo largo de mi nada accidentada vida

Pero sí me encanta comprar cositas de comer cuando voy caminando por la calle

Después de tres meses de provocación permanente como un perrito con bozal que saliva viendo restaurantes hoy no pude más y caí en la tentación

Primero fui a un centro comercial a oler el área de comidas y el placer experimentado fue una experiencia superior.

Salí de ahí y seguí caminando, compré lo que necesitaba, entre otras cosas una guanábana

Y cuando iba de regreso pasé por un asadero de pollos y vi a las aves dando vueltas y no lo pude soportar, caí en la tentación y me compré medio pollo y me lo llevé para la casa.

Entré, me quité el tapabocas, me lavé las manos y lavé las gafas, organicé el mercado y me dispuse a comerme mi medio pollo asado

Creo que es una de las mejores comidas de la vida no precisamente porque me guste el pollo sino porque me gusta mucho comer en restaurante y ese medio pollo fue una  absoluta experiencia superior.

Si fue tan placentero comerme medio pollo no me alcanzo a llegar a imaginar el éxtasis cuando vuelva a entrar a una sala de cine, una librería, una universidad, un casino, la biblioteca y un café.

La gente que dice que podría seguir viviendo eternamente como si estuviera en cuarentena no conoce los placeres que experimentamos las personas amigas de la calle, de ver gente y de comer afuera.