Después de cinco meses encerrados, en espera del pico de la pandemia y la segunda ola, los colombianos estamos resignados a trabajar desde la casa y a comunicarnos con familiares y amigos a través de llamadas telefónicas. La universidad ahora es en línea, la revista Semana se convirtió en un programa permanente en YouTube, Caracol instaló las cámaras de televisión en la casa de los periodistas y muchos internautas interesados en política ven todas las noches debates de las figuras más renombradas y los escándalos más deliciosos.
Nadie puede quejarse ahora de que no tiene tiempo libre, lo cogió el trancón o le dio pereza salir porque estaba lloviendo. Tenemos la mejor programación en línea en vivo y en diferido desde el lugar más acogedor para cualquier ser humano que se jacte de serlo: la casa, el lugar donde somos nosotros mismos porque no estamos acosados por el juicio de la mirada ajena, el aliento putrefacto del intelectual con el que nos podríamos cruzar en el espacio público o la persona impertinente que aparece de la nada y nos daña la tarde. Para las personas sensibles y delicadas es la actitud de los demás la que nos saca corriendo espantados de los eventos multitudinarios tan propicios para la mentira, el engaño, la falsedad y la zalamería.
La caída de Aída Merlano y su confesión desde Venezuela no fue nada al lado de la Ñeñepolítica, la detención domiciliaria de Alvaro Uribe Vélez y el fenómeno de redes llamado Matarife. Esos eventos y otros han sido ampliamente debatidos en las redes sociales y gracias a la generosidad del tiempo libre podemos solazarnos todas las semanas viendo al abogado del Río, al abogado Cancino, a Petro, a Morris, a Cepeda y ahora a Fernando Vallejo en Los Danieles. Nuestra educación política se está forjando con altura y de forma relativamente barata gracias a las delicias de las redes sociales que se han convertido en una excelente oportunidad para que brillen las ideas y los valores más que las formas y la influencia. Es tan propicia la pandemia para ser dueño de su propia educación que estoy tentada a ofrecer cultura para todos, Bourdieu y Bauman al alcance de los niños. La pandemia es el pretexto perfecto para experimentar nuevas formas de aprendizaje y transmisión de información.
Después de cinco meses de confinamiento dejó de importar el sitio a donde llegas, si llegas en carro, en taxi o en buseta, la marca y el color de tus zapatos, la ropa que llevas puesta y los amigos que frecuentas. En ese desvanecimiento de las formas está brillando una joven promesa del periodismo que vine a conocer apenas hace unos cuatro meses, se trata de Levy Rincón. Levy está totalmente sintonizado con Daniel Mendoza, Julián Martínez, Gonzalo Guillén y Miguel Ángel del Río Malo, estos señores están en una especie de cruzada contra la injusticia y la ceguera en la que vive este pobre país desde su fundación y todos coinciden en que el gran artífice del desastre reciente es Alvaro Uribe Vélez. Ninguno de ellos sabe lo que es el miedo y están obsesionados con la verdad, la equidad y la justicia.
Levy tiene un canal en YouTube llamado Notiparaco y en cuatro meses logró lo que ningún youtuber colombiano ha logrado en diez años. Sus debates y sus entrevistas son vistas de forma masiva en vivo y en diferido y lo que más seduce es la forma en que trata a sus invitados, es uno de los pocos periodistas sin formación como periodista que deja hablar a la gente y además crea el ambiente propicio para que se expresen con tranquilidad. En Twitter escribe poco pero de forma contundente, estamos acostumbrados al cierre de sus tuits con un ¡Gran hijueputas! o un ¡Malparidos!, aquí le va tan bien como en YouTube y sospecho que también le va muy bien en Facebook. Levy es una absoluta revelación, el influencer que estaba esperando desde hace mucho tiempo, estaba a punto de perder la esperanza.
La intelectualidad más rancia de este pobre país sin esperanza lo atacó pero el tiro les salió por la culata porque hoy es mucho más grande que hace un mes. Este joven sin formación académica y sin amigos influyentes invita a su programa a los políticos, abogados y analistas más prestigiosos del país y ellos aceptan encantados; cuando el programa es en vivo hay hasta 22.000 personas conectadas a las 11 de la noche. Nunca nadie en Colombia logró convocar en un espacio físico a las tres de la tarde a más de quinientas personas teniendo dos doctorados, veinte viajes y quince libros publicados. Lo de Levy es una bofetada a nuestra rancia intelectualidad colombiana. Mi sueño es que aparezca más gente como él porque Colombia merece otras voces y otras estéticas.
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