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Los profesores no somos héroes

18 May

Soy profesora desde hace veinticinco años y cuando era niña no soñaba con ser profesora. Recuerdo mi primer día de clase como uno de los momentos más tristes de la vida porque yo no quería estudiar y estar con gente desconocida, lo que quería era dormir hasta tarde; me parecía injusto que teniendo apenas cinco años me impusieran un sistema carcelario con celdas, uniformes, filas, guardianes, tareas, timbres, horarios y todo lo demás.

Nunca me acostumbré a esa cárcel y por eso terminé el bachillerato de noche. La gran liberación fue dejar el uniforme, las filas, la dirección de grupo y la amenaza de ser anotada en los libros de mal comportamiento.

No entiendo por qué terminé el bachillerato y entiendo menos por qué estudié en la universidad si rechazo las poses intelectuales, la superioridad moral y el conocimiento impuesto. Tampoco entiendo por qué estudié literatura y, como si no fuera suficiente, tampoco entiendo por qué terminé estudiando una maestría, también en literatura, si la literatura es elitista y yo siempre me he considerado hija del pueblo. Lo más lógico hubiera sido haber estudiado sociología.

Era tan buena estudiante, estaba tan domesticada, que antes de terminar la maestría ya estaba destinada a la cátedra universitaria.

Al comienzo fui una profesora implacable y con el paso del tiempo me he ido convirtiendo en un mejor ser humano con las personas más jóvenes que yo. No creo que la mayoría de los profesores universitarios sean grandes intelectuales ni grandes lectores y tampoco creo que sean más inteligentes y creativos que los demás empleados. Me cuesta creer que todavía haya gente creyendo que la mayoría de los profesores aman su profesión y tampoco creo que sea uno de los trabajos más útiles. Hay muchos profesores que son profesores porque no lograron sus sueños o no encontraron otros trabajos y no precisamente porque amen el conocimiento o la pedagogía o porque tengan mucho que decir, enseñar o compartir.

En tiempos de pandemia convirtieron en héroes y aplauden desde los balcones a los médicos y me parece muy ridículo que ahora quieran convertir también en héroes y aplaudan desde los balcones a los profesores porque los profesores no son héroes sino asalariados y el próximo semestre es muy incierto para todos estos supuestos genios porque no nos podemos

En defensa de la ropa cómoda después de la cuarentena

18 May

La casa siempre es el mejor lugar para soñar desde la distancia porque la casa es sinónimo de comodidad, de ser uno mismo y no actuar para nadie. Llevo dos meses encerrada y lo más sorprendente no ha sido trabajar en línea, cocinar todos los días, no hablar con nadie cara a cara ni contemplar el descubrimiento de los bogotanos que se quedaron sin “la señora que les colabora” mientras experimentan por primera vez en su miserable existencia el placer de cocinar, barrer y trapear el piso. Ellos descubrieron que hacer oficio relaja y nos hace más humanos y yo descubrí que aunque no uso tacones, faldas, medias de seda, pantalones apretados, escotes ni ninguna prenda que me oprima el cuerpo ni me haga sentir como un pedazo de carne dispuesto en la calle para ser convertido en moneda de cambio, a pesar de que no me maquillo, no me aliso, no me peino ni me martirizo el cuerpo ni el alma para satisfacer el ojo curioso de los transeúntes, a pesar de considerarme una mujer libre desde lo exterior, descubrí que esa ropa que yo usaba hace dos meses para estar fuera de la casa era ropa mucho más incómoda de lo que me hubiera podido llegar a imaginar. Mi sueño es gastar la ropa y los zapatos de trabajo y usar ahora sí ropa cómoda de verdad. Después de la cuarentena me voy a liberar y lo más irónico es que para ejercer esa liberación lo único que tengo que hacer es vestirme como se visten los “pobres” cuando están más relajados: un pantalón de sudadera, una camiseta, unos zapatos de peluche y un saco de algodón.

Ayer fui al Centro para saber cómo están las calles por las que transitaba hace dos meses. Para ir al Centro no estoy acostumbrada a llevar la ropa de la casa y cuando me puse mi supuesta ropa cómoda para salir descubrí que me sentía oprimida y vulnerada. Ya no me parece tan cómoda, me pareció que era mucha ropa y además tenía que usar reloj, pulsera y anillo para convencerme de que iba para el Centro. Estando casi lista para salir me sentí disfrazada y, claro, un profesor se disfraza de profesor para ir a sus clases y cuando salgo casi siempre voy para una clase y ayer sólo quería ver cómo estaba el Centro. Me despojé del disfraz, me puse mi ropa cómoda de estar en la casa, cogí mi bus y me sentí muy bien.

Me parece bien que habiliten más ciclovías y ciclorrutas, me parece bien que haya muerto menos gente en los últimos dos meses por enfermedades respiratorias, sueño con que la gente deje de andar en carro, que dejen de seguir viendo el carro como cosa de ricos y no como cosa de animales egoístas y acaparadores; sueño también con que la gente aprenda a usar ropa cómoda en la cuarentena y cuando termine la emergencia se liberen de forma definitiva porque quien oprime y martiriza el cuerpo vive de la mirada ajena y vale muy poco como ser humano.

La guerra contra la pandemia la ganaron los bancos

18 May

De entrada no debemos creer en la condición humana y mucho menos debemos creer que las crisis cambian la condición humana, pero hay gente inocente como yo y en algún momento llegué a creer que la gente iba a despertar, llegué a ilusionarme con que dejarían de consumir, aparentar, engañar menos y usarían el cerebro y la sensibilidad un poco más.

Llevo dos meses sin comprar nada aparte de comida y pensé que la mayor parte de la gente en Colombia estaba haciendo más o menos lo mismo y no. Ayer me encontré con esta noticia sobre las compras digitales y el dinero electrónico. Lo que más me sorprende es que la gente está comprando gimnasios para entrenar en casa. El culo tonificado sigue ocupando el gran primer plano en sus miserables vidas y mucha gente seguirá cultivando su culo aunque no vuelva a salir nunca de su casa. Quieren un cuerpo para el espejo y para las redes sociales, el cuerpo en relación con otros cuerpos se volvió irrelevante.

Muchas personas se están acostumbrando al encierro y siguen comprando basura que les llega a domicilio. Eso los consuela y los hace sentir felices, creen que no necesitan salir del cautiverio porque pueden comprar, saciar todos sus deseos con un clic.

Los bancos en Colombia llevan más de diez años tratando de convencer a la gente de que es más elegante pagar con tarjeta que en efectivo y hace apenas tres meses la gente más tonta era la que posaba de rica pagando un tinto con tarjeta en Juan Valdez. Ahora todos, el pueblo, la chusma, la horda, pagan en línea. Va a ser horrible Bogotá después del confinamiento si es que logramos salir antes de que nos ataquen los avispones asesinos.

Veamos fragmentos de la noticia que hacen del mundo del futuro un mundo mucho peor:

En solo ocho días se realizaron más de 45,5 millones de operaciones financieras, a través de las cuales se movilizaron recursos por valor superior a los 105,4 billones de pesos, según la Superintendencia Financiera.
Uno de los aspectos positivos que deja esta pandemia es el cambio de hábitos de los consumidores al realizar sus compras y transacciones financieras, pero también en términos de cuidado de la salud, lo que está llevando dejar de lado el uso del efectivo.

Las ventas del sector retail, incluidos supermercados, crecieron 52,9 por ciento; las de tecnología, 26,9 por ciento; las del segmento de deporte y gimnasios en casa, 85,6 por ciento y las de salud, 38,2 por ciento.

Andrés Robatel, gerente en Colombia de Linio, sostiene que más gente de la que entra está comprando en ese sitio, ya no solo quieren consultar o comparar precios.
“Estamos duplicando el tráfico del 2019 y, en términos de ventas, en las últimas semanas crecemos por encima del 300 por ciento, en categorías muy específicas como deportes hasta 500 por ciento anual”, comenta.

“En un par de meses esas personas ya habrán adquirido ese hábito de compra en línea, ya no será solo una aventura en medio de esta emergencia”.

Un estudio de Mercado Libre indica, a su vez, que registró no solo un aumento de tráfico de 1,7 millones de usuarios nuevos, de los cuales el 56 por ciento realizaron al menos 1 o 2 compras, sino que, durante estas últimas cuatro semanas, los envíos de productos alcanzaron más de 1,1 millones de entregas diarias en Latinoamérica.

“Con el tiempo, y una vez pase esta crisis sanitaria, los usuarios serán más propensos a comprar en línea, con lo cual es posible que el comercio electrónico y otras actividades de consumo crezcan”, dice Inma Rodríguez, profesora colaboradora de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Al tiempo que los expertos ven un incremento en las compras en línea, también creen que el uso del efectivo tendrá una notable reducción toda vez que muchas personas, en medio de la pandemia, han creado el hábito de hacer transacciones financieras por canales electrónicos.

“Con seguridad, la gente verá mucho más valor al pagar de forma electrónica y no con efectivo”, señala Gustavo Leaño, presidente de Credibanco.

La gente está percibiendo el dinero en efectivo como un transmisor de gérmenes y virus, en la medida que este pasa de mano en mano.
“Estamos viendo que las personas empiezan a entender que pueden comprar más en línea, y los mismos comercios están solicitando esquemas de ventas no presentes, para que de manera no presencial puedan hacer transacciones; crece la demanda de datáfonos para que sus clientes paguen con tarjetas, y eso es positivo”, dice.

Gustavo Vega, presidente de ACH, empresa que creó el botón de pagos PSE, dice: “Lo que hemos intentado por mucho tiempo se está dando a la fuerza”, al referirse a la lucha por reducir el uso del efectivo en la economía.

https://www.eltiempo.com/economia/sector-financiero/ecommerce-y-economia-el-comercio-electronico-como-la-nueva-ventana-de-ventas-491108?utm_medium=Social&utm_source=Twitter#Echobox=1588790998

El chiste del día: la soledad en la pandemia es un infierno

18 May

“El confinamiento también ha revelado otra línea divisoria: la que separa a las personas que viven solas de las que tienen a alguien importante con quien interactuar. De repente, estar soltero no era un estilo de vida, sino un decreto impuesto a las personas obligadas a vivir la falta de relaciones sexuales y calor humano. Seguramente, esta experiencia de aislamiento obligatorio y lo que ello entraña (el celibato forzoso) hará que aumente el número de personas que quieran establecer vínculos estables y con sentido”.

https://elpais.com/especiales/2020/coronavirus-covid-19/predicciones/se-buscan-parejas-estables/

La que separa a las personas que viven solas de las que tienen a alguien importante con quien interactuar.
Vivo sola desde hace treinta años y siempre hay personas importantes para interactuar. Existen los teléfonos e internet, excelentes medios de comunicación. Interactuar con gente importante en un espacio físico es algo que se vuelve insoportable cuando usted se acostumbra a vivir solo. Me gusta tanto vivir sola que no soporto la presencia de animales ni plantas. Si veo una mosca volando la persigo sin tregua hasta que la veo salir por la ventana. Puede ser difícil de imaginar esa forma de vivir pero no es ningún infierno, es el cielo en la tierra para el que escogió la soledad como su castillo.

2. De repente, estar soltero no era un estilo de vida, sino un decreto impuesto a las personas obligadas a vivir la falta de relaciones sexuales y calor humano.

Estar soltero es un estilo de vida, una forma de vivir, una elección consciente. No vivo sola porque esté obligada sino porque así imaginé mi vida desde la infancia, construí mi vida para vivirla en soledad. Pensar en la falta de relaciones sexuales y calor humano como algo imprescindible es ver la vida de manera muy elemental, como si sólo fuéramos animales y estoy segura de que hay mucho más que eso. Pasar cincuenta días absolutamente solo es una gran aventura.

3. Seguramente, esta experiencia de aislamiento obligatorio y lo que ello entraña (el celibato forzoso) hará que aumente el número de personas que quieran establecer vínculos estables y con sentido.

La señora que escribe el texto está obsesionada con el sexo y no puede imaginarse sola. Nací en una familia y ahí, en esas condiciones, decidí que quería vivir sola, entre 2012 y 2015 viví en pareja y esa experiencia me llevó al convencimiento de que prefiero vivir sola. Si estuviera compartiendo la cuarentena en familia o con algún ser querido seguramente ya estaría al borde de la locura.

Sospecho que mucha gente vive el infierno de la compañía en cuarentena y cuando puedan volver a tomar decisiones autónomas soñarán con vivir solos.

Vallejo, Abad y Carito

18 May

Hace veinte años estudiaba en el Instituto Caro y Cuervo y mi trabajo de grado fue un análisis del campo literario colombiano actual. Estudié la obra, la apuesta estética y la toma de posición de Fernando Vallejo, Héctor Abad Faciolince y Ricardo Cano Gaviria. Mis sospechas se convirtieron en certezas: Vallejo es el gran renovador, el auténtico, original, honesto y arriesgado, Héctor Abad es blandengue y acomodado, un escritor de libros para tías y Ricardo Cano Gaviria es un hombre posudo y ridículo, su obra literaria es una extensión del hombre caricatura en que terminó convertido.

Antes de hacer el estudio de campo revisé la obra literaria de los escritores colombianos más destacados y no se me cruzó el nombre Carolina Sanín en ninguna biblioteca, vine a saber de ella en las redes sociales por sus peleas con estudiantes de los Andes en Facebook, sus videos en los que no dimensionó los límites del ridículo en YouTube y sus recientes delirios en Twitter. En 2010 supe que escribía, que era la sobrina de Noemí Sanín, una mujer prepotente y despiadada con las amas de casa que iban a verla en sus charlas y conversatorios. Me llamó la atención un personaje tan gracioso y pintoresco y desde hace diez años me ocupo de Carito en este blog con el propósito de divertirme a mí misma mientras escribo, pienso también en la carcajada del futuro cuando estas pequeñas piezas se conviertan en clásicos.

Fernando Vallejo es el rey porque escribió La virgen de los sicarios y El desabarrancadero, es un clásico vivo, una leyenda, puede decir y hacer lo que le dé la gana porque renovó el campo literario y se puso al lado de José Asunción Silva y Gabriel García Márquez . Héctor Abad Faciolince sigue siendo el segundón pero ha acumulado más premios y sigue vendiendo como pan El olvido que seremos, el libro favorito de secretarias y vigilantes. Ve uno la “carrera” de Carolina Sanín y descubre que no hay nada, ni siquiera un trabajo de grado de una de sus fans analizando uno de los veinte bodrios que ha escrito a los que ella llama libros o literatura. Ella sueña con estar al lado de Vallejo y de Abad y sólo ha conseguido la indiferencia del rey y las burlas del segundón, hoy supe que Héctor Abad se refiere a ella como la boba graduada y creo que tiene razón porque en veinte años de “carrera” nos ha demostrado que es una máquina de autodestrucción, al parecer lo único que le queda es el curso virtual en la librería Lerner y seguir llorando con su grupo de amigos porque se les acabó el reinado de la mediocridad en la revista Arcadia. ¿Tiene sentido haber estudiado tanto para terminar siendo una estrella tipo Nicolás Arrieta?

Hay una pelea cazada desde hace varios años entre Abad y Vallejo y en el último asalto Fernando Vallejo dejó tirado en el suelo al pobre Abad. Los lectores nos divertimos de lo lindo viendo la valentía de Vallejo y la cobardía de Abad y a la única persona que se le ocurre meterse en esa pelea que no es de ella es a Carito, una especie de gato de taller queriendo inmiscuirse en una pelea de perros callejeros.

Jugadores en cuarentena

18 May

Una de las pocas cosas que he extrañado en la cuarentena es ir al casino a ver a los adictos más atormentados que conozco. Jugar es una experiencia contradictoria, una mezcla de amor y odio, diversión, frustración y adrenalina.

Ayer me llegó la invitación de mi casino de confianza para que juegue, me divierta y gane en línea. No quiero jugar en línea, prefiero seguir soñando con ir al casino como quien va a un parque de diversiones. Es lo primero que haré cuando termine el cautiverio.

No me gustan los juegos en línea y no hago ningún tipo de transacción por internet. Sospecho que el jugador de casino de centro comercial difícilmente cae en los juegos en línea porque uno no va al casino sólo para creer que gana sino por todo lo que pasa en un casino. Por la gente que va a los casinos, las conversaciones que se oyen, las actitudes de los jugadores, la música, las funcionarias y todo un mundo que sólo conoce la gente que es feliz metida en un casino.

No sé si soy adicta al juego pero extraño a mi máquina de confianza, la última ladrona que conocí. Extraño más los sonidos y las trampas de esa máquina que las salas de cine, las librerías, la biblioteca, las universidades, los estudiantes, los compañeros de trabajo, la familia, comer en restaurante y todo lo demás.

Autoentrevista sobre la pandemia

18 May

¿Cómo ha vivido la pandemia?

En términos generales muy bien. Lo que me parece asombroso es que los lunes sigan siendo lunes, el día más triste de la semana. No es un invento mío, la gente en los buses los lunes va siempre con cara de culo, como decía mi amigo Francisco Hoyos. El domingo siempre es el mejor día y el lunes me recuerda siempre que odio los lunes y cuando es lunes siempre sé que es lunes. Todo se arregla de forma muy positiva el martes en tiempos de pandemia y en tiempos sin pandemia. En esencia sigo siendo el mismo ser.

¿Qué día es hoy?

Lunes y por eso decidí autoentrevistarme. Para que las respuestas sean absolutamente objetivas y desapasionadas.

¿Una persona tan culta como usted a qué se dedica en tiempos de pandemia además de trabajar?

Como mi trabajo tiene que ver con leer, escribir, pensar, argumentar y todo lo relacionado con comunicación humana paso mucho tiempo escribiendo mensajes y leyendo composiciones, el trabajo me obliga a seguir siendo culta.

¿Cuando se olvida del trabajo a qué se dedica? ¿Está acaso escribiendo una Obra Maestra sobre la pandemia?

No. En mis tiempos libres duermo y tomo el sol. Los días se me pasan muy rápido haciendo nada, más que cuando era libre. No he podido entender ese misterio.

La mayoría de los grandes intelectuales se jactan de que están leyendo más ahora que hace un mes porque tienen mucho tiempo libre y el encierro los obliga a fijarse en lo que más les gusta hacer: leer. ¿Usted también está leyendo?

No estoy leyendo libros porque los libros pueden esperar, me parece más emocionante leer sobre la pandemia. Desde el comienzo decidí estar absolutamente informada sobre lo que está pasando en el mundo y me gustaría tener un ancho de banda en el cerebro más potente que me permitiera guardar más información. Me gustaría saberlo todo sobre el coronavirus y cómo reaccionan las personas antes, durante y después de la cuarentena, me gusta ver las promesas de la mayor cantidad posible de políticos y me encanta ver los discursos arrogantes que a la siguiente semana son pronunciados por seres lastimeros que le piden perdón a los oyentes porque sus medidas fueron equivocadas o simplemente todo se salió de las manos. Mi pasión es el comportamiento humano, eso lo encuentro en la literatura y en la filosofía pero me parece más emocionante ver ese comportamiento, esa necedad y esa arrogancia de primera mano, como si se tratara de un reality. Me encanta ver a esos personajes grotescos llamados presidentes en noticieros, entrevistas, videos de usuarios de redes sociales y en Youtube. También me gusta leer el mayor número posible de columnas de opinión y análisis de economistas y científicos. Entre más leo y más veo más me convenzo de que nadie sabe nada y es imposible predecir el futuro. Es muy emocionante ver como se cumplen las profecías de Bauman.

¿Si la pandemia fuera un campeonato cuáles son sus equipos favoritos?

China, Rusia, Corea del Norte y Japón.

¿Si la pandemia fuera un programa de chistes quiénes serían los mejores humoristas?

Trump, Bolsonaro y López Obrador.

¿Todavía cree que Europa no estuvo a la altura de su responsabilidad con América Latina?

Claro. En Italia, Francia y España empezaron la cuarentena casi en simultánea que en América Latina. Eso es imperdonable y esa gente debería pedirnos perdón de rodillas cuando todo termine por haber sido tan arrogantes, irresponsables, inmaduros, ignorantes, ambiciosos y despectivos.

¿La Humanidad va a dejar de consumir, viajar, trabajar como burros, vivir de la apariencia y todo lo demás?

No. En este momento mucha gente representa su mejor papel y se siente el mejor ser humano porque vive el poder del ahora, no necesita nada más de lo necesario, ama a sus seres queridos con un poco más de zalamería y siente que es un ejemplo para los demás, cuando todo termine volverán a ser el mismo bicho malo que eran hace seis meses.

¿Las transformaciones en la educación van a ser positivas gracias a las clases a distancia?

No.

¿Van a mejorar las condiciones laborales después de haber descubierto las grandes ventajas del teletrabajo?

No

¿Va a aumentar el desempleo?

¿Va a aumentar la depresión?

¿No es optimista desde ninguna perspectiva?

No

Protesta, isla, aeropuerto y pandemia

18 May

El año pasado había renunciado a las redes sociales y hace más de veinte años había renunciado a la televisión en general y a los noticieros en particular pero gracias a la protesta generalizada en el mundo por diferentes motivos -desde Hong Kong hasta París, pasando por Santiago de Chile y Bogotá- volví a ver el noticiero y a leer tuits porque en Bogotá la protesta afectó no sólo la educación pública sino que también marcharon y pararon los estudiantes de algunas universidades privadas.

La protesta y el caos terminaron afectando el calendario académico como nunca antes en los últimos cuarenta años y el 21 de noviembre de 2019 fue una fecha histórica porque salimos en masa a la calle a decir ¡No Más! cargados de indignación. Varias veces llegué a clase durante el semestre y estaba cerrada la universidad, terminamos de forma un poco caótica aunque no nos imaginábamos cómo serían marzo y abril, nadie imaginaba que después de haber marchado y caceroleado con ímpetu se nos vendría una cuarentena que comenzó hace un mes y no sabemos cuándo terminará, una cuarentena que le convirtió la casa en cárcel a más de la mitad de los humanos que en este momento habitan el planeta llamado Tierra. Combatimos encerrados al enemigo común llamado coronavirus, vivimos como nunca antes en la ciudad del miedo y somos dóciles ante la autoridad, ahora los policías y los soldados son los reyes de la calle y de la noche mientras nosotros nos lavamos las manos con énfasis y creemos ciegamente en lo que dicen el ministro de salud y el presidente porque no tenemos más alternativa y si quebrantamos la ley -que consiste en estar en la calle sin justificación alguna- tendremos una multa de un millón de pesos.

Colombia se ha destacado por tomar a tiempo medidas necesarias para evitar muertes innecesarias aunque poco podemos esperar del futuro próximo porque nuestro sistema de salud no está diseñado para una pandemia (es un consuelo saber que China es el único país que está preparado para una pandemia). Es imposible imaginar la situación en mayo o en junio no sólo aquí sino el cualquier lugar del mundo porque el virus ya está en los cinco continentes en apenas tres meses, es tan eficaz como los chats en WhatsApp y tan perturbador y lamentable como una reunión de trabajo vía Zoom.

Un día de finales de noviembre estaba concentrada en el casino perdiendo plata que no me hace falta mientras jugaba en una máquina y recibí un mensaje: me invitaban a pasar una semana de descanso en una isla. No lo dudé mucho y dije que sí. Ese sí me llevaría después de diez años a estar de nuevo en un aeropuerto con mi maleta lista para descansar por compromiso, tenía que volver a pagar por algo que me fluye tan bien como dormir o caminar y la cuarentena me está convenciendo de forma concluyente de tres sospechas que tenía desde 1979: Dios no existe, rezar pasó de moda y nací para no hacer nada. Había renunciado a los viajes desde hace más de diez años y era evidente que en los últimos seis meses había quebrantado varias promesas.

Al aeropuerto fui el 12 de diciembre a recoger a uno de mis futuros compañeros de viaje y era asombrosa la cantidad de gente que llegaba y salía de Bogotá, el aeropuerto parecía una plaza de mercado, seguramente era similar a la plaza en la que había empezado una epidemia que luego se convirtió en pandemia.

Llegó Navidad y seguí viendo el noticiero aunque no hubiera gente marchando en Bogotá y aunque ya habíamos terminado las clases en la universidad, lo veía porque me había acostumbrado a verlo.

Antes del 20 de diciembre empezaron a hablar de un virus en un mercado chino. Empezaron hablando de forma anecdótica, avanzaba el tiempo y esa noticia dejaba de ser anecdótica y se iba convirtiendo en la más relevante, en este momento hablan todo el día y seguramente toda la noche en televisión y en todas las redes sociales del virus. La gente está muy alterada, cada país y cada ser humano ha sacado a flote la parte más oscura de su ser.

Pasé Navidad sin pensar mucho en el virus y me fui disfrutar de la isla el 25 de diciembre. Estando en la isla supe que no quería volver a disfrutar de otras islas ni de otros destinos porque es un poco grotesco ser feliz al lado de otros turistas.

Regresé al aeropuerto de nuevo en enero para despedir a uno de mis acompañantes de viaje y ahí el virus ya formaba parte de mis intereses intelectuales y filosóficos. Comenté con mis contertulios de aeropuerto que al ver la cantidad de gente que entra y sale de Bogotá todos los días era el momento perfecto para un desastre mundial ocasionado por un virus, todos los aeropuertos del mundo tenían que presentar el mismo paisaje grotesco de turistas que buscan escapar de sí mismos y por eso se mueven sin sentido ni propósito. Me miraron con desprecio, se rieron en mi cara y sugirieron que estaba equivocada, pensaban que tal vez había visto muchas películas y ellos, mis hermanos menores, estaban seguros de que ningún virus iba a interponerse en los sueños de los turistas del mundo entero.

El gran sueño del 99% de los humanos en 2019 es viajar.

¿Cómo y de qué manera lograron inocular ese pensamiento en las masas adormecidas sabiendo que el avión es el aparato más contaminante en tiempos de contaminación que tienen al borde del colapso al planeta entero?

La respuesta no la tengo.

Seguí viendo el noticiero todos los días y empecé a buscar información adicional en internet. Parecía increíble lo que estaba ocurriendo en China y aquí la gente pensaba que lo que ocurra en China no tendría que afectarnos a nosotros por más doloroso e imposible que pareciera. Aquí la vida seguía exactamente igual, como si no existiera el virus.

Comenzó de nuevo el semestre y el transporte público era más caótico que el año anterior, el clima parecía más amenazador, estuvimos en alerta naranja durante varias semanas. Yo me obsesionaba cada día más con el virus.

Terminamos 2019-2 en la universidad pública y comenzamos 2020-1 en la privada y luego llegó la cuarentena. Así de abrupto fue. El centro de la pandemia dejó de ser China, en menos de un mes fue Italia y ahora es Estados Unidos. Nos acostumbramos a ver a la gente caer muerta en cualquier calle de cualquier ciudad del mundo, a ver la fila de camiones militares transportando muertos en Italia, a imaginamos el olor a muerte en Guayaquil, vemos en directo lo que ocurre en la isla en la que entierran a los residentes sin allegados que mueren en Nueva York, nos imaginamos cómo será el desastre cuando el virus llegue a las cárceles colombianas y no alcanzamos a imaginar nuestro asombro cuando contemplemos lo que vendrá para África, India y América Latina, cuando nosotros seamos el epicentro de la pandemia. Estamos encerrados y creo que todavía no tenemos claro por qué ni para qué, somos uno de los países más subdesarrollados, pobres y abandonados del mundo, ni siquiera somos América Latina, cuando hablan de América Latina casi nunca mencionan al país pequeño llamado Colombia.

Twitter y la literatura

18 May

Desde 2009 tenemos Twitter y desde el comienzo de Twitter los escritores han estado ahí con su ego malo y sus fantasías de quinceañera.

Con Twitter se vive una especie de historia de amor y al comienzo -en los dos o tres primeros años- los novatos, los más inocentes, los más incautos y menos inteligentes, asumen que se puede cambiar el mundo desde Twitter, creen que ahí se pueden encontrar los mejores amigos, los grandes trabajos, los mejores contactos y que además se puede hacer literatura, filosofía y sociología en tiempo real y para siempre. Nada más alejado de la realidad y nadie ha escrito una novela en tuits aunque muchos inocentes lo hayan intentado y en Twitter, como en todas las redes sociales, lo que es importante hoy no lo será mañana y la pelea o la confesión de hoy será borrada y olvidada por la pelea o la confesión de mañana.

Como en todas las historias de amor siempre pasa lo mismo y recientemente descubrí una nueva promoción, una nueva sociedad de poetas y filósofos más o menos malditos y rebeldes recién graduados en universidades de Medellín, niños y niñas que llegaron a Twitter en 2018 o 2019 repitiendo las mismas tonterías de los “artistas” que hicieron el ridículo con sus experimentos absurdos en 2012 o 2013. Igual que con el amor nadie vive las experiencias de otro y cada quien debe meter la pata en el mismo hueco para convencerse de que está cometiendo las mismas tonterías de nuestros abuelos.

Mucha gente lamenta que Kafka, Nietzsche, Bukowski, Schopenhauer, Bernhard, Pascal, Dickinson y los grandes aforistas del mundo estén muertos y, por lo mismo, no tengan cuenta en Twitter para vivir el privilegio de asombrarnos con la contundencia de sus frases y la claridad de sus pensamientos.

Entre 2010 y 2015 usé Twitter de forma frenética y analicé la experiencia en este blog. Mis “experimentos” de escritura me trajeron muchos problemas y ninguna obra y, sin embargo, hay gente escribiendo novelas ridículas sobre amores con hombres esquivos que no se dejaron ver ni tocar y hay una sociedad de filósofos disertando sobre el ser y la nada como si estuvieran en una aburrida clase en una universidad cualquiera.

El culo en tiempos de pandemia

18 May

La cirugía estética se impuso en la sociedad actual y el consumo también. No basta con tener casa, carro, salarios y viajes para mostrar, el cuerpo también es un objeto para la venta y las cirugías hablan tanto como el estrato y la marca del carro.

En tiempos de emprendimiento y posicionamiento de marca nada vende mejor que un buen culo, un culo bien tonificado en el gimnasio después de haber pasado por una buena cirugía estética. Primero se piensa en el culo y luego se diseña el plan de negocios.

Las feministas colombianas están tristes porque gracias a la pandemia sus cuentas de Instagram están paralizadas debido a que no pueden mostrar fotos del culo, de la ropa, del maquillaje, de los viajes y los encuentros con otras mujeres idénticas a ellas que posan de buenas y que gracias a esta falsa bondad engañan a centenares de mujeres especialmente mujeres de primeros semestres de universidades públicas y privadas que sueñan con esos viajes, esa ropa, ese maquillaje, esas amigas y con tener culos como los que ven en las fotografías falsamente casuales.

En tiempos de pandemia podemos observar con claridad de qué estaba hecho el supuesto feminismo del país más abandonado de la tierra: estaba hecho de apariencia, de frases lindas y fotos hermosas de mujeres hermosas con culos deliciosos que se quedaron sin público debido a un virus que nos tiene a todos pensando de qué forma podemos olvidarnos de cuerpo y descubrir que tenemos cerebro.

Las grandes influenciadoras del falso feminismo se las ingenian para seguir publicando fotos puteriles en el sofá de la casa que se convirtió en su cárcel durante el próximo mes. Se notan desganadas y un poco resignadas y no dicen nada sobre el aumento de feminicidios y de violencia intrafamiliar en tiempos de pandemia en Colombia.