Para Ernesto Castro (sin cariño)
Como no nací en vano y tengo cuarenta años de experiencia como lectora es justo que en este trecho de mi vida sepa exactamente cómo vivir y lo sé porque para eso nací, para saber cómo vivir y dar ejemplo con la propia vida. Mi performance consiste en vivir la vida para que los demás aprendan cómo con una única condición: no se me acerque cuando voy caminando por la calle embebida en mis pensamientos.
Mi ejemplo no está hecho de palabras sino de actos porque no pretendo ser erudita sino sabia y creativa. No me verán en conferencias, congresos ni tertulias hablando con prepotencia o con aire de falsa humildad sobre el arte de aprender a vivir para terminar luego tirándome por la ventana o llorando amargamente porque me siento sola, triste, confundida y desesperada. No, si usted hace el seguimiento de mi vida se va a dar cuenta de que todo es acción no predicación.
El erudito es cuadernero, comelibro, sin sentido del humor, un hombre inseguro que necesita sentir que vale algo porque “sabe mucho”, tiene buena memoria y talento para repetir como una lora vieja y bien entrenada toda la basura que ha leído en los libros, como si repetir datos o ideas sirviera para algo en la vida aparte de para descrestar calentanos.
Si necesito saber algo leo y leer a Platón no me convierte en Platón y mucho menos en Sócrates; me convierte en lectora, no en sabia.
No necesito a un pajuelo precoz que me explique en qué consiste la grandeza de Sócrates a partir del análisis de los Diálogos en un sucio canal de Youtube porque prefiero leer a Platón, a Aristóteles, a Alcibíades, a Rabelais, a Erasmo… y sumando la opinión de estos gigantes y la de otros muchos más crear mi propia imagen del sabio y tratar de asimilar para mi propia vida lo más rescatable de esta vida, para incorporarla a la mía.
La erudición es nada, la sabiduría lo es todo.
Hay gente que se llena el coco de información y la vomita luego en público para que la masa, la clientela, confunda ese vómito con inteligencia.
Erudición sin inteligencia no es nada, inteligencia sin creatividad no es nada, conocimiento sin sentido del humor es el alma de un hombre viejo encerrado en el cuerpo de un niño que posa de sabio porque “sabe mucho” y no sabe nada porque está desperdiciando la vitalidad de la juventud sentado cultivando una buena joroba.
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