Cualquiera que haya leído con juicio a los Artistas y a los Sabios sabe que las almas más grandes y las inteligencias más puras reniegan de la política porque todos los políticos son más o menos la misma persona ávida de poder y dispuesta a todo por conseguirlo y para conservarlo, gente a la que le parece muy emocionante tener súbditos a los que prometerá exactamente aquello que no puede cumplir: el cambio
No hay nada más tonto que prometer el cambio porque el cambio casi siempre ocurre entre un siglo y otro y no en periodos de cuatro años. La gente lo sabe, el político lo sabe, pero partidarios y políticos seducen con La palabra y todos terminan creyendo que las falsas promesas se pueden cumplir y cada cuatro años les vuelven a mentir y cada cuatro años vuelven a creer y todos los políticos mienten y pocos cumplen y el entusiasmo sigue intacto a pesar de las promesas.
¿La Naturaleza Humana está hecha de tontería?
La pregunta que debemos hacernos cada vez que pensamos en política es simple:
¿Por qué el ser humano es tan inocente y permite que le mientan una y otra vez?
Y después de hacernos esa pregunta debemos hacernos una pregunta todavía más importante para sentirnos un poco menos tontos que los politólogos:
¿Por qué hay gente que paga millones por estudiar Ciencias Políticas y luego creen que nos educan en las artes del Misterio y nos enseñan a Pensar en las redes sociales?
Pensemos en Sara Tufano, por ejemplo.
Pensemos en el entusiasmo de Carolina Sanín y Luciana Cadahia y su forma chic de hacer política al lado de sus chicos inteligentes pero sin talento, chicos despabilados que quieren ascender intelectualmente y posicionarse como Grandes Figuras de la Filosofía y las Letras pegados a la campaña ¡Petro Presidente!
¡No hay derecho!
¿De dónde salieron estos nuevos payasos?
Así dan ganar de vomitar ante la simple idea de volver a entusiasmarse con La política, con un político, el político del amor que vino a salvar el planeta.
Una respuesta hasta “La política: arte y filosofía de los tontos”