El tiene casa
Yo tengo casa
El no tiene novia
Yo no tengo novio
Somos ciudadanos libres
Amigos al estilo Séneca con Lucilio o Montaigne con Étienne de La Boétie.
Amistad enloquecida, caminantes en pareja, nada de tropas. Sólo él y yo siempre, o casi siempre. A veces nos encontramos con uno, dos o tres amigos suyos y hacemos fiesta comunal. Nos morimos de la risa hablando como si fuéramos cuatro o cinco borrachos aunque no hayamos bebido, puro placer de hablar por hablar y reír por reír.
El y yo somos como un par de perros sin amo que viven sin tiempo y sin destino, nos encontramos y después cualquier cosa puede pasar como si fuéramos un par de adolescentes irresponsables, aunque los dos somos muy responsables: leemos y escribimos con pasión y no le hacemos daño al prójimo. ¿Qué más se le puede pedir a la vida?
Hacemos fiestas privadas en su casa
Hacemos fiestas privadas en la mía
Un día muertos de la risa pensamos cómo sería ir a un motel, al peor de todos -como en la canción-, en Chapinero -como en la otra canción- Ir a motelear, pasar una tarde loca, hacer algo diferente para convertirlo después en un grato recuerdo.
Fuimos al motel y nos gustó, hay poesía en esos lugares destinados para darse besos y descansar en una cama que no es de nadie y en la que no se va precisamente a dormir.
Repetimos y nos gustó todavía más y ahora nos parece que aunque tengamos casa y seamos seres libres podríamos volver a ir a ese sitio sórdido como si se tratara de un templo, nuestro templo privado. La habitación 303 como en la otra salsa de motel.
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