Para amar. Para ser amado. Para nunca olvidar la propia insignificancia. Para nunca acostumbrarse a la inefable violencia y a la vulgar disparidad de la vida que te rodea. Para buscar la alegría en los lugares más tristes.
Para perseguir la belleza hasta su guarida. Para nunca simplificar lo que es complicado o complicar lo que es simple. Para respetar la fuerza, nunca el poder. Sobre todo, para ver. Para tratar de entender. Para nunca mirar hacia otro lado. Y nunca, nunca, olvidar.
Arundhati Roy
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