Nocturno

22 Feb

Alrededor y alrededor de la plaza desierta

Paseamos del brazo con el Diablo.

Ningún sonido, salvo el golpetear de sus cascos

Y el eco de su risa y la mía.

Habíamos bebido el negro vino.

Grité: «¡Corramos una carrera, Maestro!».

«¿Qué importa», gritó, «Cuál de nosotros

Corra más esta noche?»

Nada hay que temer esta noche

A la impura luna».

Entonces lo miré a los ojos,

Y me reí de su mentira

Y del temor constante que trataba de disimular.

Era cierto lo que habían dicho y repetido:

Estaba viejo – viejo.

Enoch Soames

 

 

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