El terreno sobre el que se presume que descansan nuestras perspectivas vitales es, sin lugar a dudas, inestable, como lo son nuestros empleos y las empresas que los ofrecen, nuestros colegas y nuestras redes de amistades, la posición de la que disfrutamos en la sociedad, y la autoestima y la confianza en nosotros mismos que se derivan de aquélla. El «progreso», en otro tiempo la manifestación más extrema del optimismo radical y promesa de una felicidad universal compartida y duradera, se ha desplazado hacia el lado opuesto, hacia el polo de expectativas distópico y fatalista. Ahora el «progreso» representa la amenaza de un cambio implacable e inexorable que, lejos de augurar paz y descanso, presagia una crisis y una tensión continuas que imposibilitarán el menor momento de respiro. El progreso se ha convertido en algo así como un persistente juego de las sillas en el que un segundo de distracción puede comportar una derrota irreversible y una exclusión inapelable. En lugar de grandes expectativas y dulces sueños, el «progreso» evoca un insomnio lleno de pesadillas en las que uno sueña que «queda rezagado», pierde el tren o se cae por la ventanilla de un vehículo que va a toda velocidad y que no deja de acelerar.
Desperdicios humanos
14 NovLa masa de seres humanos convertidos en superfluos por el triunfo del capitalismo global crece sin parar y, ahora, está a punto de superar la capacidad del planeta para gestionarlos; existe una perspectiva plausible de que la modernidad capitalista (o el capitalismo moderno) se atragante con sus productos residuales, que no puede volver a asimilar, aniquilar o desintoxicar (hay numerosos indicios de la creciente toxicidad de los residuos, que se acumulan a toda prisa).
Aunque las insanas consecuencias de los residuos industriales y domésticos para el equilibrio ecológico y la sostenibilidad del planeta vienen constituyendo desde hace algún tiempo un motivo de gran preocupación (si bien es cierto que, tras los debates, no se ha hecho gran cosa), seguimos lejos de ver con claridad y de captar en su totalidad las enormes repercusiones de las masas crecientes de «desperdicios humanos» en el equilibrio político y social de la coexistencia planetaria humana. Sin embargo, ya es hora de empezar. En una situación novedosa como la nuestra, ni el análisis de la lista de los sospechosos habituales, ni recurrir a los medios tradicionales para atraparlos serán de gran ayuda a la hora de dar un sentido a lo que está ocurriendo, y que afecta por igual, aunque de distintas maneras, a cada habitante del planeta.
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