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La influencia de Schopenhauer en el pensamiento de Freud

14 Jul

Fragmento de una carta enviada por Freud a su novia después de haber visto la representación de Carmen

La muchedumbre da salida a sus impulsos y nosotros nos abstenemos. Lo hacemos para conservar nuestra integridad. Economizamos nuestra salud, nuestra capacidad de gozar, nuestras fuerzas: ahorramos para algo, no sabemos para qué. Y esta costumbre de la supresión constante de los instintos naturales nos da un carácter de refinamiento. También sentimos más hondamente y, por lo tanto, no nos atrevemos a exigirnos mucho a nosotros mismos. ¿Por qué no nos emborrachamos? Porque el malestar y la vergüenza subsiguientes nos producen más desplacer que placer nos produce emborracharnos. ¿Por qué no hacemos un amigo de cada persona? Porque su pérdida o cualquier desgracia que le ocurriera nos afectaría amargamente. Por consiguiente, nuestros esfuerzos se dirigen más a evitar el sufrimiento que a buscar el placer.

Decir cosas para sorprender a los burgueses

14 Jul

El valor de confiar en la razón exige arriesgarse al aislamiento y la soledad, y este riesgo es para muchos aún más duro de arrostrar que el de la vida. Pero la busca de la verdad inevitablemente expone a quien lo hace a ese riesgo del aislamiento. La verdad y la razón son opuestas al sentido común y a la opinión pública. La mayoría se acoge a racionalizaciones cómodas y a opiniones que no miran más allá de la superficie de las cosas. La función de la razón es penetrar esa superficie y llegar a la esencia oculta detrás de ella, visualizar objetivamente, esto es, sin ser determinado por los deseos y los temores del sujeto, cuáles son las fuerzas que mueven a la materia y a los hombres. En ese intento, necesita uno afrontar el aislamiento, si no el desprecio y la burla, de aquellos a quienes perturba la verdad y odian al perturbador. Freud tuvo esa capacidad en un grado notable. Sentía su aislamiento, sufría por él, pero nunca quiso o ni siquiera se sintió inclinado a la más ligera concesión que hubiera aliviado su aislamiento. Ese valor fue también su mayor orgullo; no se consideraba a sí mismo un genio, pero apreciaba ese valor como la cualidad más sobresaliente de su personalidad. Ese orgullo quizá tuvo a veces una influencia negativa sobre sus formulaciones teóricas. Desconfiaba de toda formulación teórica que pudiera sonar conciliatoria y, como Marx, encontraba cierta satisfacción en decir cosas para sorprender a los burgueses.

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