Tengo una dificultad en la vida y es que a la gente que conozco cara a cara sólo puedo tratarla con dulzura y amabilidad y cuando escribo soy otra, una persona muy diferente, una especie de monstruo implacable y despiadado dominado por la prepotencia y el orgullo. Sé que produzco la sensación de tomarme por omnipotente y sabia. Es escritura, no soy yo, la persona que habla con tranquilidad, la del trato amable, la sonrisa franca y los modales suaves. La señora de pocas palabras que quiere pasar desapercibida en una conversación de más de tres personas.
Cuando escribo pensando en un texto público que será leído por mucha gente los dedos vuelan en el teclado y me domina la risa, cuando voy a escribirle a una persona a la que conozco cara a cara, a los que me conocen de verdad, los que saben el tipo de persona que soy en el trato personalizado (la persona más indefensa y confiada que pueda existir sobre la tierra) tengo que esforzarme, cambiar muchas palabras, revisar el texto varias veces, redactar varias versiones hasta encontrar la que mejor plasma la verdadera esencia de mi ser.
Cuando escribo mensajes privados no me gusta dar la impresión de ser la señora que escribe sino la señora que habla y como la escritura y la oralidad no son la misma cosa me cuesta mucho trabajo escribir de tal manera que mi interlocutor no sienta que es Ensayista sino que es Elsy, la persona, la señora amable y de muy pocas palabras la que le está enviando el mensaje.
Hoy tuve que enviar dos mensajes de ese tipo dirigidos a dos personas tan amables como yo, el problema es que esas personas también leen lo que escribo en este blog. Creo que no herí a ninguno de los dos, las respuestas fueron inmediatas y quedé con la sensación de que les quedó bien claro que puedo escribir mensajes privados que me hagan ver como soy, no como lo que se refleja a través de la escritura pública.
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