El humano es un animal, nadie lo pone en duda, sus más bajas pasiones han sido llamadas pecados: pecados mortales y pecados capitales. Los pecados mortales atentan contra la integridad de otros seres y se sintetizan en el ¡No matarás! y los pecados capitales atentan directamente contra el animal en cuestión: un ser sensual que quiere acaparar todo el placer, que quiere tener siempre la razón y que quiere ejercer la supremacía sobre todos los demás. La clave es la templanza pero pocos humanos lo saben porque están sumidos en la ignorancia, la inocencia y la inconsciencia.
Los pecados capitales hacen daño si se practican en exceso pero algunos son más dañinos que otros; algunos precisan de otros humanos para fortalecerse y otros se fusionan para convertir a un ser que pudo aspirar a la grandeza en el más despreciable de los bichos, más despreciable que el animal más repulsivo y sucio.
Hay pecados capitales que producen risa por lo banales que pueden llegar a ser, el pecado más tonto es la vanidad. La vanidad mira hacia afuera, busca la aprobación externa de otros humanos viles. La vanidad se opone al orgullo, que tiene que ver con la aprobación propia, con la vida interior, con la certeza de querer hacer las cosas siempre bien porque se vive con un testigo noble que es uno mismo. Lo que piensen los demás, los que viven de lo externo, es decir, de la vanidad, no significa nada para estos humanos nobles y seguros de su propia valía que caminan como dioses observando la furia de los vanidosos y la ira de los envidiosos.
El orgulloso goza de su propio placer en la intimidad del hogar, es el goloso que goza sus placeres sin testigos. Aquí los placeres relacionados con la comida y con la bebida se pueden constituir en placeres superiores, placeres que le dan forma y sentido a lo más sensible que constituye a una persona consciente de su propio placer. La comida y la bebida sin llegar a la gula y la ebriedad, se da por entendido.
La vanidad y la envidia van de la mano, las personas vanidosas suelen ser personas inseguras que viven de la aprobación ajena y por vivir pensando en la aprobación ajena pasan el día entero pensando en personas dignas de ser imitadas. A veces los ideales son demasiado elevados y entonces el vanidoso termina convertido en envidioso porque un pecado capital puede arrastrar otro y fortalecerlo. La vanidad y la envidia suelen ir juntas y cuando se fusionan de tal forma que no es posible determinar si una predomina más que la otra es porque quien pone en práctica estos pecados ha llegado demasiado lejos, se ha solazado con fruición en este par de vilezas y bajezas.
La gula y la ebriedad son pecados capitales pero son por sobre todas las cosas un atentado al mal gusto y al amor propio. Comer y beber de forma desmedida para olvidar las penas o para matar el tiempo es más triste que pasar el día entero en Twitter contando FAVs o que pasar el día entero en Facebook contando Likes. Hay formas de llenar el vacío: la lectura, el cine, el deporte… pero beber, comer y volverse famoso en las redes sociales para llenar el espacio vacío que se ha instalado en el estómago, en el cerebro y en el alma sólo es digno de personas sin creatividad.
La vanidad se relaciona con lo externo y la gula y la ebriedad se relacionan con lo interno, con el vacío del cuerpo, del alma o de la vida. La vanidad casi siempre está relacionada con el cuerpo y la gula y la ebriedad con el alma, con el espacio vacío que la mayoría de la gente no sabe cómo llenar y, entonces, comen y beben para olvidar que no se hallan. Hay personas que comiendo y bebiendo en exceso sienten que son, que ganan peso, que todavía existen, que alguien las ve y se fija en ellas.
La pereza y la tristeza, la gula y la ebriedad son el cuatrinomio perfecto para hacer de la vida una completa miseria, pero hay gente que se solaza en eso. Con conexión a internet la miseria puede llegar a empeorar.
La lujuria, la avaricia, la ira y la soberbia son los pecados capitales menos negativos, es una verdadera lástima que la risa no sea un pecado capital. Quien sabe disfrutar de los placeres que ofrece el cuerpo a través del erotismo se divierte bastante y en estos tiempos de ocupación extrema es muy difícil que alguien caiga en la lujuria; la avaricia bien administrada debe ser uno de los placeres más sensuales y unida a la lujuria debe ser tan sexy como el amor a la lectura. La ira y la soberbia son pecados que se convierten en grandes cualidades cuando se unen a la risa y a la erudición, con amargura y envidia deben ser una experiencia no muy digna de ser vivida.
Mi abuelo Paco con 85 años tenía una memoria portentosa lo mismo te cantaba la misa completa en latín, que te recitaba los pecados capitales y las virtudes para combatirlos: contra la soberbia humildad, contra la pereza diligencia, contra la lujuria castidad, para la ira paciencia, contra la gula templanza, para la envidia caridad y contra la avaricia generosidad. Esos resabios le quedaron de su pasado como monaguillo, bueno y un poco de manía al clero al que tachaba de pesetero.