Gracias a la suspensión de la cuenta de Twitter @ensayista (debido a que fue reportada de forma masiva entre el lunes y el martes de la semana pasada según acuerdo definido por un líder a quien no le simpatizo y no me quiere ver escribiendo allá pero probablemente me lee aquí y deja comentarios desobligantes en algunas entradas), gracias a que cientos de personas decidieron ejercer la censura sobre mí, supe que me lee más gente de la que imaginaba y que muchos de esos lectores fieles y anónimos están dispuestos a ayudarme de alguna manera.
Me han hecho sentir como una noble damnificada.
Gracias a esa lamentable experiencia -la suspensión de mi cuenta de Twitter- vi cumplirse de manera palpable la frase popular que dice No hay mal que por bien no venga. La cuenta fue suspendida pero he recibido el apoyo y el afecto de muchas personas sobre las que no sabía nada. Apareció, por ejemplo, un compañero de bachillerato de uno de mis hermanos menores. El me lee en Twitter y leyéndome llegó a pensar si no sería yo la hermana de uno de sus compañeros de clase del lejano 1999. Gracias a sus conversaciones con mi hermano sobre las conversaciones que yo tenía con él en la casa y que luego él compartía entusiasmado con sus compañeros de colegio, el actual lector tuitero de esta pobre señora pensó si no podría ser la hermana de él, me dijo el nombre de mi hermano y, claro que sí, soy yo. Su compañero de clase recuerda esas conversaciones, recuerda y aprecia todavía a mi hermano aunque lleva muchos años sin verlo y me aprecia un poco a mí gracias a la admiración que mi hermano manifestaba ante sus compañeros cuando era un joven estudiante de bachillerato. Él y yo, el amigo de la juventud de mi hermano, terminamos hablando a través de mensajes privados -precisamente en Twitter- con mi nueva cuenta @ennsayista sobre esa bonita coincidencia.. Eran conversaciones sobre libros, claro, los mismos libros de que los suelo hablar en mi cuenta de Twitter. ¿No es eso hermoso y conmovedor?
Mi vida no está hecha de tragedias, pero este triste incidente -la suspensión de la cuenta de Twitter- me llevó a comprometerme más con la gente que me lee y confía en lo que escribo. Mis enemigos -si es cierto que tengo enemigos- me hicieron ver que también hay mucha gente que disfruta con lo que escribo y no creen que sea tan peligrosa como algunas personas pretenden creer que soy. Yo me veo como una persona más bien inofensiva.
Esas personas nobles, el amigo de mi hermano, por ejemplo, me han pedido que no me deje callar, que siga escribiendo en Twitter con otra cuenta, consideran que no voy por ahí dañando vidas sino desinflando egos, eso me han dicho varias personas de diferentes formas y es reconfortante saber que interpretan de ese modo la valoración que he hecho de algunos personajes públicos, escritores, periodistas, expertos en social media y emprendedores colombianos en la red en un tono que puede molestar a algunos, ilustrar a otros y divertir a muchos.
Gracias por regresar, no se puede complacer a la masa temerosa e ignorante que quiere censurar tu opinión.