Involución

14 Ene

Acción, presencia y conciencia. En eso consiste la vida. Parece sencillo pero no lo es tanto.

Iba pensando en eso y pensé también en el sentido práctico y recordé el libro de Pierre Bourdieu; recordé que hace quince años había leído toda la obra de la eminencia y estaba segura de que era el gran intelectual del siglo XX. Estaba orgullosa de mi propio conocimiento, podía resumir su Pensamiento ante quien estuviera dispuesto a conocer el secreto y el misterio de su Aparato Teórico.

Suspiré ante la idea volver a leer las obras fundamentales de Pierre Bourdieu para recordar por qué me gusta tanto y decidí empezar con El sentido práctico.

Empecé a leer y recordaba la emoción de los viejos tiempos, avancé un poco y sentí que es un libro denso. Hay mucha información que no recuerdo y no me muero precisamente por continuar, no quiero esforzarme para llegar a la comprensión cabal del mensaje que me quiere expresar el autor. Sin duda es erudito, complejo, profundo, rebosante de ideas deslumbrantes como casi todos los autores que leía hace quince o veinte años.

No soy la misma de ese tiempo, ahora no leo libros densos y tampoco escribo ensayos de veinte páginas que no soporto porque no me reconozco en esa escritura, no quiero leer a esa señora que parece mayor que yo misma y está segura de que lo entiende todo y por eso se dispone a explicarlo.

Es evidente que paso por un proceso de involución pero es un hecho también que leí esos libros complejos y los comprendí. Aunque no esté dispuesta a leerlos de nuevo fueron fundamentales para tomar decisiones en la vida que todavía afectan mi estado actual. La esencia del pensamiento de Pierre Bourdieu es más evidente en mí que la de la lectura de otros libros que hoy podría leer sin dificultad, por el puro placer de ver pasar el tiempo.

Pierre Bourdieu le cambia la vida al lector de forma radical como la cambia Séneca o Pascal si sabemos llegar a esos libros, si son libros escritos para nosotros. En eso iba pensando esta mañana mientras veía a la gente correr hacia sus trabajos, mientras yo me cruzaba con ellos rumbo al parque a caminar por caminar, por el simple placer de ejercitar el cuerpo y pensar las tonterías que se pasan por la mente cuando caminamos rumbo a ninguna parte pero siempre por el mismo lugar y a la misma hora.

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